El presidente Javier Milei y el expresidente Mauricio Macri defendiendo a un senador kirchnerista que transpira corrupción. Cristina Fernández de Kirchner sacándoselo de encima cuando fue su alianza política, Unión por la Patria, la que lo incluyó primero en la lista de senadores de Entre Ríos cuando ya tenía una causa por enriquecimiento ilícito.
El caso del ahora exsenador Edgardo Kueider no hizo más que poner las cosas en su lugar: el barro de la política está cada vez más fangoso y salpica a todos por igual.
La épica libertaria y sus aliados, los “dialoguistas” reptantes, se comieron una goleada de local a manos de una señora que debería estar retirada y todavía sigue haciendo daño. Pero, además, porque demuestran todos los días que son muy verdes. No se puede creer que gente con tan poca muñeca política maneje un tanque a 100 km/h en medio un campo minado. Tienen casi la suma del poder público y el periodismo dominante rendido a sus pies, pero no dejan de ser unos improvisados, verdaderos monos con navaja, unos delirantes con motosierras. Un peligro.
Qué dice, señora
No contenta con pedirle a Axel Kicillof que se despoje de su ego (que en los tiempos que corren podría ilustrarse con el ya famoso meme del Hombre Araña señalándose a sí mismo), Cristina recuperó esta semana una banca en el Senado (a Kueider lo reemplazará Estefanía Cora, la líder de La Cámpora en Entre Ríos) y profundizó casi hasta el quiebre la enfermiza relación entre el presidente y el líder del PRO.
En cualquier otro escenario, haber echado a un senador que garantizó la aprobación de una ley espuria impulsada por los libertarios y el PRO sería un triunfo político para el peronismo. Pero en el actual no es más que una carambola bien aprovechada, que no alcanza para ocultar lo que en el fondo es una derrota con sordina. Es tan patético el rol que jugaron Milei y Macri que lo del peronismo queda apenas disimulado.
Milei y Macri pidiendo “ficha limpia”, y Cristina señalando con el dedo el ego ajeno, son tres caras del cinismo en su máxima expresión. Más no hay.
La sesión del Senado dejó escenas de patetismo explícito. Por ejemplo, el bloque libertario dándose vuelta como una media y votando a favor de echar a Kueider cuando promovían todo lo contrario.
Pero sin dudas, el extremo de la vergüenza ajena lo protagonizaron los seis senadores que se inmolaron y votaron en contra de echar a un senador que está detenido en Paraguay por ingresar con 200.000 dólares de origen dudoso y de manera ilegal: los macristas Alfredo De Angeli (Entre Ríos), Carmen Álvarez Rivero (Córdoba), Andrea Cristina (Chubut), Martín Goerling Lara (Misiones) y Maximiliano Abad (Buenos Aires), más el experonista correntino Carlos “Camau” Espínola, al que acusan (como a su socio político Kueider) de vender a los libertarios sus votos para aprobar la Ley Bases.
Un poco más digna estuvo la senadora chubutense Edith Terenzi, que votó a favor de echar a su compañero de bloque. Muchos no recuerdan (o pretenderían olvidar) que en septiembre pasado Terenzi se sumó al bloque “Provincias Unidas” junto a los senadores Kueider y Espínola, entre otros. Es más, hubo una reunión en la Casa del Chubut en Buenos Aires, con foto y todo, para sellar ese acuerdo con la presencia del gobernador Nacho Torres.
Otra pata de ese pacto parlamentaria, además de varios gobernadores, fue el senador Juan Carlos Romero, una especie de "Capitán Monasterio" de Salta que ahora no se animó a defender a su coequiper Kueider y se terminó absteniendo. La forma en que viene votando ese bloque desde su constitución ayuda a concluir que detrás de su conformación también estuvo el asesor todo terreno del Presidente, Santiago “Santi” Caputo. Si tiene cuatro patas, cola y ladra, es un perro, no hay otra opción.
La otra Cristina
Mientras tanto, la senadora chubutense "Andy" Cristina volvió a quedar del lado de la polémica, aunque en todo momento quedó en claro que su voto había sido consensuado con el gobernador. Ambos declararon en el mismo sentido, pero sus expresiones posteriores la dejaron peor parada aún: “Si (Kueider) es expulsado y no se impugna esta sesión, asumiría una senadora de La Cámpora, que aseguraría los treinta y cuatro votos del kirchnerismo, lo cual perjudica obviamente a las mayorías, tanto el quórum como la aprobación de proyectos”, dijo el viernes en Comodoro Rivadavia, donde llegó de visita para participar de los actos del Día del Petróleo. O sea (“digamos”, diría el Presidente), Cristina admite que a Kueider había que protegerlo a cómo diera lugar porque si no cambiaba la matemática del Senado. Menos republicano no se consigue.
Y la completó con un poco sutil gesto de desinfección política: “No tenía ningún vínculo ni cercanía con el senador Kueider. Más allá de algún saludo, no tenía trato”. Cuando alguien le recordó que hace un año que sentaba justo en la banca ubicada detrás de ella, sólo atinó a decir: “Nunca hablé con él”. Luego de ese comentario se acabaron las preguntas y sonaron risas de fondo, como en las comedias de la tele.
El presidente Javier Milei y el expresidente Mauricio Macri defendiendo a un senador kirchnerista que transpira corrupción. Cristina Fernández de Kirchner sacándoselo de encima cuando fue su alianza política, Unión por la Patria, la que lo incluyó primero en la lista de senadores de Entre Ríos cuando ya tenía una causa por enriquecimiento ilícito.
El caso del ahora exsenador Edgardo Kueider no hizo más que poner las cosas en su lugar: el barro de la política está cada vez más fangoso y salpica a todos por igual.
La épica libertaria y sus aliados, los “dialoguistas” reptantes, se comieron una goleada de local a manos de una señora que debería estar retirada y todavía sigue haciendo daño. Pero, además, porque demuestran todos los días que son muy verdes. No se puede creer que gente con tan poca muñeca política maneje un tanque a 100 km/h en medio un campo minado. Tienen casi la suma del poder público y el periodismo dominante rendido a sus pies, pero no dejan de ser unos improvisados, verdaderos monos con navaja, unos delirantes con motosierras. Un peligro.
Qué dice, señora
No contenta con pedirle a Axel Kicillof que se despoje de su ego (que en los tiempos que corren podría ilustrarse con el ya famoso meme del Hombre Araña señalándose a sí mismo), Cristina recuperó esta semana una banca en el Senado (a Kueider lo reemplazará Estefanía Cora, la líder de La Cámpora en Entre Ríos) y profundizó casi hasta el quiebre la enfermiza relación entre el presidente y el líder del PRO.
En cualquier otro escenario, haber echado a un senador que garantizó la aprobación de una ley espuria impulsada por los libertarios y el PRO sería un triunfo político para el peronismo. Pero en el actual no es más que una carambola bien aprovechada, que no alcanza para ocultar lo que en el fondo es una derrota con sordina. Es tan patético el rol que jugaron Milei y Macri que lo del peronismo queda apenas disimulado.
Milei y Macri pidiendo “ficha limpia”, y Cristina señalando con el dedo el ego ajeno, son tres caras del cinismo en su máxima expresión. Más no hay.
La sesión del Senado dejó escenas de patetismo explícito. Por ejemplo, el bloque libertario dándose vuelta como una media y votando a favor de echar a Kueider cuando promovían todo lo contrario.
Pero sin dudas, el extremo de la vergüenza ajena lo protagonizaron los seis senadores que se inmolaron y votaron en contra de echar a un senador que está detenido en Paraguay por ingresar con 200.000 dólares de origen dudoso y de manera ilegal: los macristas Alfredo De Angeli (Entre Ríos), Carmen Álvarez Rivero (Córdoba), Andrea Cristina (Chubut), Martín Goerling Lara (Misiones) y Maximiliano Abad (Buenos Aires), más el experonista correntino Carlos “Camau” Espínola, al que acusan (como a su socio político Kueider) de vender a los libertarios sus votos para aprobar la Ley Bases.
Un poco más digna estuvo la senadora chubutense Edith Terenzi, que votó a favor de echar a su compañero de bloque. Muchos no recuerdan (o pretenderían olvidar) que en septiembre pasado Terenzi se sumó al bloque “Provincias Unidas” junto a los senadores Kueider y Espínola, entre otros. Es más, hubo una reunión en la Casa del Chubut en Buenos Aires, con foto y todo, para sellar ese acuerdo con la presencia del gobernador Nacho Torres.
Otra pata de ese pacto parlamentaria, además de varios gobernadores, fue el senador Juan Carlos Romero, una especie de "Capitán Monasterio" de Salta que ahora no se animó a defender a su coequiper Kueider y se terminó absteniendo. La forma en que viene votando ese bloque desde su constitución ayuda a concluir que detrás de su conformación también estuvo el asesor todo terreno del Presidente, Santiago “Santi” Caputo. Si tiene cuatro patas, cola y ladra, es un perro, no hay otra opción.
La otra Cristina
Mientras tanto, la senadora chubutense "Andy" Cristina volvió a quedar del lado de la polémica, aunque en todo momento quedó en claro que su voto había sido consensuado con el gobernador. Ambos declararon en el mismo sentido, pero sus expresiones posteriores la dejaron peor parada aún: “Si (Kueider) es expulsado y no se impugna esta sesión, asumiría una senadora de La Cámpora, que aseguraría los treinta y cuatro votos del kirchnerismo, lo cual perjudica obviamente a las mayorías, tanto el quórum como la aprobación de proyectos”, dijo el viernes en Comodoro Rivadavia, donde llegó de visita para participar de los actos del Día del Petróleo. O sea (“digamos”, diría el Presidente), Cristina admite que a Kueider había que protegerlo a cómo diera lugar porque si no cambiaba la matemática del Senado. Menos republicano no se consigue.
Y la completó con un poco sutil gesto de desinfección política: “No tenía ningún vínculo ni cercanía con el senador Kueider. Más allá de algún saludo, no tenía trato”. Cuando alguien le recordó que hace un año que sentaba justo en la banca ubicada detrás de ella, sólo atinó a decir: “Nunca hablé con él”. Luego de ese comentario se acabaron las preguntas y sonaron risas de fondo, como en las comedias de la tele.