Ada Lovelace

21 OCT 2024 - 11:13 | Actualizado 21 OCT 2024 - 11:18

Por : Juan Migue Bigrevich
Podcast: Paloma Caria
Edición: Marcelo Maidana

Tuvo a favor que su entorno le otorgó la libertad necesaria para desarrollar sus capacidades. Tuvo en contra la ausencia de su padre, nada más ni nada menos que el Lord y extraordinario poeta George Byron, cuando su madre no soportó más sus infidelidades, sus hijos extramatrimoniales y su bipolaridad y lo abandonó en plena siesta; con ella -aún bebé-en sus brazos.

Nació bajo el nombre de Ada Augusta Byron King Lovelace y fue la madre de la programación y allá por la primera mitad el siglo XIX. Fue, en definitiva, la precursora de la informática moderna, esa de la que necesitamos para desarrollar y jugar los videojuegos y nuestras comunicaciones.
Hija de un matrimonio dañado, Ada nunca llegó a conocer a su padre y fue criada por su madre, Lady Anna Isabella Noel-Byron, enamorada de las ciencias en general y las matemáticas en particular.

Y fue Annabella quién la educó. Así, trató de enfocar sus intereses a aquellos campos que ella amaba para evitar que desarrollara el difícil carácter de su padre, y también porque esperaba que su legado quedase plasmado en ella. Con esa idea en mente, buscó para su hija una educación tan amplia y cercana a la universitaria como la que ella misma había recibido. Con ideas progresistas.
Apodada por su padre ausente como “Princesa del paralelogramo”; Ada tuvo que lidiar, por años, con una salud delicada y que la obligaba a pasar largas temporadas en cama. Durante ese período perfeccionó su educación y supo que su talento e inteligencia tenía un fin., Fue así que entabló profundas relaciones con “La reina de las ciencias”, la escocesa Mary Somerville y Charles Babbage. Claro, los círculos aristocráticos que acudía desde los 18 años la ayudaron. A sobrevivir. En mente y cuerpo.

Para estimular aún más el interés de Ada por la ciencia y la tecnología, madre e hija viajaron por las regiones más industrializadas de Inglaterra, donde la joven admiró las máquinas más novedosas de ese tiempo como el "telar de Jacquard", un telar mecánico inventado por Joseph Marie Jacquard y que ya en aquella época utilizaba tarjetas perforadas para funcionar.

Babbage, jefe de la cátedra matemática de Cambridge y diseñador teórico de la máquina analítica, era (y es) considerado el padre de la computación. Sin embargo, en una conferencia en Turín -en 1842- sobre su invento a la que asistió el ingeniero italiano Luigi Federico Menabrea, éste se maravilló por la máquina y escribió el “Esquema de la Máquina Analítica”, tratado en el que Ada Lovelace se basó para dar rienda suelta a sus capacidades investigativas y que lo llamó simplemente “Notas”.

En “ellas” describió con un lenguaje muy técnico cómo funcionaría la máquina analítica, pero también ofrecía una serie de observaciones que evidenciaban su mentalidad revolucionaria respecto a otros estudiosos de la época: lo más importante es que distinguía entre datos y procesamiento, una dualidad que era impensable por aquel entonces.

Ada fue capaz de ver algo que su mentor no abordó: que la máquina analítica podría aplicarse a cualquier tratamiento de datos y no solo matemáticos. Mientras sus contemporáneos solo vieron en esta máquina una forma de cálculo, ella la entendió como el origen de la digitalización.
“Nadie sabe el potencial que encierra este poderoso sistema. Algún día podrá llegar a ejecutar música, componer sinfonías y complejos diseños gráficos”; graficó al cerrar su explicación. Tenía razón. Ella lo había entendido todo. Más que el resto. Muchísimo más.

Es que, ahora sí, ella incluía en sus “Notas” un algoritmo que demostraba cómo podía utilizarse la máquina para computar una secuencia de números complejos, creando el primer software de la historia. Y así su método de tarjetas perforadas fue utilizado para programar los primeros ordenadores desde los años 50, hasta mediados de los 80 del siglo XX.

Por su supuesto; fue menospreciada por ser mujer y científica. La unión de estos dos conceptos no cabía en la mentalidad europea del siglo XIX, y eso la llevó a tener que firmar exclusivamente con sus iniciales. En la correspondencia hacia sus amigos y Mary Somerville, Ada Lovelace se lamentaba de su situación; de su necesidad de continuar estudiando matemáticas y cómo ser madre le dificultaba seguir con ello.

Muchos “científicos” y “tutores” cuestionaron el interés “antinatural” de Ada por las matemáticas y el riesgo de que acabara “pensando como un hombre”. Obviamente, las monsergas sobre sus presuntas infidelidades, alcoholismo y ludopatía no se hicieron esperar. Para limarla. Para despedazar su prestigio. Para evitar su leyenda.

El trabajo y las ideas de Ada Lovelace fueron redescubiertos y reconocidos décadas después de su muerte. En la era de la informática, su figura se ha convertido en un ícono inspirador para las mujeres en la ciencia y la tecnología. Su legado continúa influyendo en el campo de la informática y su nombre se asocia con el premio Ada Lovelace, otorgado a mujeres destacadas en el ámbito de la computación.

Diagnosticada de cáncer de útero, Ada Lovelace murió a los 36 años; la misma edad que su padre. Y pasaron décadas, muchas para que recibiera sus justos reconocimientos por todo el mundo. Desde el lenguaje de programación ADA, perteneciente al Ejército más poderosos del planeta como el de Estados Unidos; pasando por el Ada Lovelace’s Day, un evento internacional cuyo objetivo es elevar el perfil de las mujeres en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, hasta el adorable doodle que Google le dedicó por el 197º aniversario de su nacimiento, y en el cual aparecía trabajando rodeada de sus hijos, los ordenadores.

Ana Lovelace, la que se maquilló con su conocimiento. Para ser amada y admirada. Y para no ser vencida por aquellos que con sus pensamientos decimonónico no pudieron evitar una gloria épica tan inesperada como bella.

21 OCT 2024 - 11:13

Por : Juan Migue Bigrevich
Podcast: Paloma Caria
Edición: Marcelo Maidana

Tuvo a favor que su entorno le otorgó la libertad necesaria para desarrollar sus capacidades. Tuvo en contra la ausencia de su padre, nada más ni nada menos que el Lord y extraordinario poeta George Byron, cuando su madre no soportó más sus infidelidades, sus hijos extramatrimoniales y su bipolaridad y lo abandonó en plena siesta; con ella -aún bebé-en sus brazos.

Nació bajo el nombre de Ada Augusta Byron King Lovelace y fue la madre de la programación y allá por la primera mitad el siglo XIX. Fue, en definitiva, la precursora de la informática moderna, esa de la que necesitamos para desarrollar y jugar los videojuegos y nuestras comunicaciones.
Hija de un matrimonio dañado, Ada nunca llegó a conocer a su padre y fue criada por su madre, Lady Anna Isabella Noel-Byron, enamorada de las ciencias en general y las matemáticas en particular.

Y fue Annabella quién la educó. Así, trató de enfocar sus intereses a aquellos campos que ella amaba para evitar que desarrollara el difícil carácter de su padre, y también porque esperaba que su legado quedase plasmado en ella. Con esa idea en mente, buscó para su hija una educación tan amplia y cercana a la universitaria como la que ella misma había recibido. Con ideas progresistas.
Apodada por su padre ausente como “Princesa del paralelogramo”; Ada tuvo que lidiar, por años, con una salud delicada y que la obligaba a pasar largas temporadas en cama. Durante ese período perfeccionó su educación y supo que su talento e inteligencia tenía un fin., Fue así que entabló profundas relaciones con “La reina de las ciencias”, la escocesa Mary Somerville y Charles Babbage. Claro, los círculos aristocráticos que acudía desde los 18 años la ayudaron. A sobrevivir. En mente y cuerpo.

Para estimular aún más el interés de Ada por la ciencia y la tecnología, madre e hija viajaron por las regiones más industrializadas de Inglaterra, donde la joven admiró las máquinas más novedosas de ese tiempo como el "telar de Jacquard", un telar mecánico inventado por Joseph Marie Jacquard y que ya en aquella época utilizaba tarjetas perforadas para funcionar.

Babbage, jefe de la cátedra matemática de Cambridge y diseñador teórico de la máquina analítica, era (y es) considerado el padre de la computación. Sin embargo, en una conferencia en Turín -en 1842- sobre su invento a la que asistió el ingeniero italiano Luigi Federico Menabrea, éste se maravilló por la máquina y escribió el “Esquema de la Máquina Analítica”, tratado en el que Ada Lovelace se basó para dar rienda suelta a sus capacidades investigativas y que lo llamó simplemente “Notas”.

En “ellas” describió con un lenguaje muy técnico cómo funcionaría la máquina analítica, pero también ofrecía una serie de observaciones que evidenciaban su mentalidad revolucionaria respecto a otros estudiosos de la época: lo más importante es que distinguía entre datos y procesamiento, una dualidad que era impensable por aquel entonces.

Ada fue capaz de ver algo que su mentor no abordó: que la máquina analítica podría aplicarse a cualquier tratamiento de datos y no solo matemáticos. Mientras sus contemporáneos solo vieron en esta máquina una forma de cálculo, ella la entendió como el origen de la digitalización.
“Nadie sabe el potencial que encierra este poderoso sistema. Algún día podrá llegar a ejecutar música, componer sinfonías y complejos diseños gráficos”; graficó al cerrar su explicación. Tenía razón. Ella lo había entendido todo. Más que el resto. Muchísimo más.

Es que, ahora sí, ella incluía en sus “Notas” un algoritmo que demostraba cómo podía utilizarse la máquina para computar una secuencia de números complejos, creando el primer software de la historia. Y así su método de tarjetas perforadas fue utilizado para programar los primeros ordenadores desde los años 50, hasta mediados de los 80 del siglo XX.

Por su supuesto; fue menospreciada por ser mujer y científica. La unión de estos dos conceptos no cabía en la mentalidad europea del siglo XIX, y eso la llevó a tener que firmar exclusivamente con sus iniciales. En la correspondencia hacia sus amigos y Mary Somerville, Ada Lovelace se lamentaba de su situación; de su necesidad de continuar estudiando matemáticas y cómo ser madre le dificultaba seguir con ello.

Muchos “científicos” y “tutores” cuestionaron el interés “antinatural” de Ada por las matemáticas y el riesgo de que acabara “pensando como un hombre”. Obviamente, las monsergas sobre sus presuntas infidelidades, alcoholismo y ludopatía no se hicieron esperar. Para limarla. Para despedazar su prestigio. Para evitar su leyenda.

El trabajo y las ideas de Ada Lovelace fueron redescubiertos y reconocidos décadas después de su muerte. En la era de la informática, su figura se ha convertido en un ícono inspirador para las mujeres en la ciencia y la tecnología. Su legado continúa influyendo en el campo de la informática y su nombre se asocia con el premio Ada Lovelace, otorgado a mujeres destacadas en el ámbito de la computación.

Diagnosticada de cáncer de útero, Ada Lovelace murió a los 36 años; la misma edad que su padre. Y pasaron décadas, muchas para que recibiera sus justos reconocimientos por todo el mundo. Desde el lenguaje de programación ADA, perteneciente al Ejército más poderosos del planeta como el de Estados Unidos; pasando por el Ada Lovelace’s Day, un evento internacional cuyo objetivo es elevar el perfil de las mujeres en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, hasta el adorable doodle que Google le dedicó por el 197º aniversario de su nacimiento, y en el cual aparecía trabajando rodeada de sus hijos, los ordenadores.

Ana Lovelace, la que se maquilló con su conocimiento. Para ser amada y admirada. Y para no ser vencida por aquellos que con sus pensamientos decimonónico no pudieron evitar una gloria épica tan inesperada como bella.


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