01 OCT 2024 - 10:09 | Actualizado 02 OCT 2024 - 19:23

Le prometieron que los sueños podían volverse realidad, pero se les olvidaron mencionar que las pesadillas también eran sueños. Por eso, no podían vivir en ninguno de los mundos que le ofrecieron. Y crearon uno propio. Como un clima, un país, una atmósfera en la que pudieran respirar, reinar y recrearse cuando la vida intentara destruirlas.

Las soldaderas. Las adelitas. Adela Velarde Pérez (por ella es), Petra Herrera, Leonor Villegas, Juana Belén Gutiérrez, Hermila Galindo, Carmen Parra, Rosa Badillo o “La China”, cuyo misterio de su nombre agiganta su leyenda. O Margarita Neri, “La Guera” Carrasco, Amelia Robles o Carmen Vélez fueron esas. Las adelitas, las soldaderas que condujeron un ejército de 25.000 de más soldaderas, de más adelitas en la revolución mexicana de principios del Siglo XX. Muchos antes que las soviéticas, que las europeas, que las chinas, que todas. Durante una década. Velando a sus muertos, glorificando su tierra y las gotas de sal de sus frentes…

Fueron enfermeras, cocineras, alimentadoras, periodistas e intelectuales, espías, guerreras.

Blancas, negras, puras, mestizas. Altas, bajas, gordas y flacas. Rubias, morenas; fueron ellas. Las soldaderas. Las adelitas. Las que se convirtieron en canción en el aire con “Si adelita se fuera con otro…”, cuyo autor, cada 20 de noviembre, es debate y cuestión de Estado en la tierra del quetzal.

Mujeres de todas clases sociales involucradas dentro de la guerra revolucionaria. Mujeres de todo tipo afectadas que se negaron a adaptarse al rol estrictamente sumiso tradicional transformando de manera radical las estructuras políticas y sociales y rompiendo vetustos esquemas sociales del patriarcado.

A lo largo del siglo pasado, las Adelitas permanecieron olvidadas, a la sombra de una historia escrita y contada por los hombres, mendigando una caricia, suplicando un te quiero. Con una profunda carga erótica las hizo convertirse en una leyenda viva y que hoy resucita en la tierra árida y en la memoria colectiva a pesar que la divulgación histórica la plasmó casi más como un elemento de adorno sexual y a veces pintoresco, pero siempre subordinado al guerrillero. A los Madero, los Carranza, Huerta, Zapata o los Villa; como si la Revolución fuese sólo un asunto de hombres.

Estas mujeres lograron hazañas extraordinarias. Lucharon contra tres gigantes: la injusticia, el miedo y la ignorancia y trataron de evitar el anhelo del oprimido en querer convertirse en opresor.

Sin perder la sonrisa ante la brevedad del desaliento, tuvieron que adaptarse a un mundo masculino que las despreciaba, supieron cruzar las adversidades y sobrevivir a todo, a la pobreza, a su analfabetismo y a los prejuicios.

La verdad no se arroja a los brazos de cualquiera. Si a las que asaltaron la leyenda y los sueños, los ritos y los cantos y presidieron la mesa aunque ninguno lo notara; encendiendo el sol en la mitad del pecho y destruyendo el miedo en todos los rincones. Si, las soldaderas.

El olvido está lleno de memoria, pero también es cierto que la memoria no se rinde y reconoce las alas para levantar vuelo y no perderse en una esquina del tiempo.

Las de las adelitas.

01 OCT 2024 - 10:09

Le prometieron que los sueños podían volverse realidad, pero se les olvidaron mencionar que las pesadillas también eran sueños. Por eso, no podían vivir en ninguno de los mundos que le ofrecieron. Y crearon uno propio. Como un clima, un país, una atmósfera en la que pudieran respirar, reinar y recrearse cuando la vida intentara destruirlas.

Las soldaderas. Las adelitas. Adela Velarde Pérez (por ella es), Petra Herrera, Leonor Villegas, Juana Belén Gutiérrez, Hermila Galindo, Carmen Parra, Rosa Badillo o “La China”, cuyo misterio de su nombre agiganta su leyenda. O Margarita Neri, “La Guera” Carrasco, Amelia Robles o Carmen Vélez fueron esas. Las adelitas, las soldaderas que condujeron un ejército de 25.000 de más soldaderas, de más adelitas en la revolución mexicana de principios del Siglo XX. Muchos antes que las soviéticas, que las europeas, que las chinas, que todas. Durante una década. Velando a sus muertos, glorificando su tierra y las gotas de sal de sus frentes…

Fueron enfermeras, cocineras, alimentadoras, periodistas e intelectuales, espías, guerreras.

Blancas, negras, puras, mestizas. Altas, bajas, gordas y flacas. Rubias, morenas; fueron ellas. Las soldaderas. Las adelitas. Las que se convirtieron en canción en el aire con “Si adelita se fuera con otro…”, cuyo autor, cada 20 de noviembre, es debate y cuestión de Estado en la tierra del quetzal.

Mujeres de todas clases sociales involucradas dentro de la guerra revolucionaria. Mujeres de todo tipo afectadas que se negaron a adaptarse al rol estrictamente sumiso tradicional transformando de manera radical las estructuras políticas y sociales y rompiendo vetustos esquemas sociales del patriarcado.

A lo largo del siglo pasado, las Adelitas permanecieron olvidadas, a la sombra de una historia escrita y contada por los hombres, mendigando una caricia, suplicando un te quiero. Con una profunda carga erótica las hizo convertirse en una leyenda viva y que hoy resucita en la tierra árida y en la memoria colectiva a pesar que la divulgación histórica la plasmó casi más como un elemento de adorno sexual y a veces pintoresco, pero siempre subordinado al guerrillero. A los Madero, los Carranza, Huerta, Zapata o los Villa; como si la Revolución fuese sólo un asunto de hombres.

Estas mujeres lograron hazañas extraordinarias. Lucharon contra tres gigantes: la injusticia, el miedo y la ignorancia y trataron de evitar el anhelo del oprimido en querer convertirse en opresor.

Sin perder la sonrisa ante la brevedad del desaliento, tuvieron que adaptarse a un mundo masculino que las despreciaba, supieron cruzar las adversidades y sobrevivir a todo, a la pobreza, a su analfabetismo y a los prejuicios.

La verdad no se arroja a los brazos de cualquiera. Si a las que asaltaron la leyenda y los sueños, los ritos y los cantos y presidieron la mesa aunque ninguno lo notara; encendiendo el sol en la mitad del pecho y destruyendo el miedo en todos los rincones. Si, las soldaderas.

El olvido está lleno de memoria, pero también es cierto que la memoria no se rinde y reconoce las alas para levantar vuelo y no perderse en una esquina del tiempo.

Las de las adelitas.


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