Un presidente cebado que finge demencia

05 MAR 2025 - 12:40 | Actualizado 05 MAR 2025 - 12:43

- Por Esteban Gallo

El mismo individuo que llegó a la tapa de los diarios internacionales por el escándalo de las criptomonedas se pavoneó por el Congreso con talante de gran político.

Pero como “al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”, su postura de estadista duró lo que dura una promesa de borracho. Enseguida apareció el orador desbocado y pendenciero que todos conocemos.

Su discurso, pésimamente redactado y horriblemente leído, recibió el aplauso efusivo del grupo de alcahuetes dispuestos a celebrar con fruición las viejas y nuevas monerías del presidente. Entre ellos se encontraban los integrantes de su gabinete, al que Milei les dispensó elogios superlativos.

Allí estaban el intolerante de Manuel Adorni, la tarotista Karina Milei, el inoxidable de Federico Sturzenegger, la inefable Patricia Bullrich, que reprime con gases y palos a los jubilados hambreados y la impresentable Sandra Pettovello, la funcionaria responsable de los alimentos guardados y vencidos en Villa Martelli y Tafí Viejo.

Según el presidente, el mejor equipo de la historia. Dejáte de joder.

El mandatario nacional no se puso colorado cuando señaló que “10 millones de personas salieron de la línea de la pobreza”, ni cuando sostuvo que la economía creció en un 5 por ciento” ni cuando volvió a prometer que eliminará el 90% de los impuestos, aunque todavía no haya quitado ni uno solo.

Tampoco se ruborizó cuando dijo que eliminó la pauta oficial porque no necesita periodistas mentirosos. Como si en este país nadie hubiese visto el papelón de la entrevista de Jony Viale ni escuchara a los comunicadores militantes, que, por amor al arte, aplauden hasta las más descabelladas decisiones de este gobierno.

Una muestra de coherencia le debe ser reconocida. Su plan motosierra para pulverizar el Estado se mantiene intacto y va por más.

“Es mentira que la obra pública genera trabajo” dijo el líder libertario, que no puede o no sabe ver lo que miles de compatriotas han palpado a lo largo de la historia.

Es el Estado a través de la obra pública el que ha llegado con respuestas concretas a los rincones más alejados de la patria. Esos lugares que Milei no se digna en recorrer ni cuando se inundan o se prenden fuego.

Millones de argentinos jamás habrían accedido a una vivienda, ni tendrían hospitales para atenderse, ni hubiesen podido educar a sus hijos, sin un Estado presente. Hay escuelas y universidades gratuitas en este bendito país porque hay un Estado que se hizo cargo.

Cuando esa herramienta de transformación es sometida a su mínima expresión, todos esos derechos y necesidades básicas se ponen en riesgo.

Cuando los dientes de la motosierra penetran en el corazón del Estado, se lleva puesto a la educación, a la salud pública, a los jubilados y a los trabajadores.

El presidente, que vive en una realidad virtual, podría escuchar a los empleados desocupados de la construcción que se quedaron en la calle y desde hace un año hacen cola por un miserable bolsón de comida.

O podría subirse a un auto y recorrer la Patagonia para ver el estado calamitoso en que quedan nuestras rutas cuando el Estado se desentiende de la obligación de repararlas.

Miei se babea hablando del ajuste con la mentira de que la motosierra recayó sobre el sector público, cuando todos sabemos que el ajuste golpeó en el sector privado, en las pequeñas y medianas empresas, en los pobres jubilados y en las tarifas que pagamos todos los argentinos.

Pero las barbaridades de este presidente cebado, no se circunscribieron al discurso violento que brindó en el Congreso.

Es el mismo presidente que metió por decreto a dos integrantes de la Corte Suprema, poniendo en riesgo la calidad institucionalidad del país y los valores de la República. Y el mismo que amenazó con intervenir una provincia por cuestiones de inseguridad, de las que él tampoco se puede desentender. Más delirante y más autoritario no se puede ser.

Eso sí, del escándalo de la criptomoneda no dice nada. De la investigación del New York Times en la que se denuncia que empresarios de sector cripto recibieron pedidos de coimas para reunirse con él durante el Tech Forum, tampoco.

Hay cuestiones en las que conviene fingir demencia. En eso es un experto. El presidente y quienes lo siguen apoyando.

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05 MAR 2025 - 12:40

- Por Esteban Gallo

El mismo individuo que llegó a la tapa de los diarios internacionales por el escándalo de las criptomonedas se pavoneó por el Congreso con talante de gran político.

Pero como “al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”, su postura de estadista duró lo que dura una promesa de borracho. Enseguida apareció el orador desbocado y pendenciero que todos conocemos.

Su discurso, pésimamente redactado y horriblemente leído, recibió el aplauso efusivo del grupo de alcahuetes dispuestos a celebrar con fruición las viejas y nuevas monerías del presidente. Entre ellos se encontraban los integrantes de su gabinete, al que Milei les dispensó elogios superlativos.

Allí estaban el intolerante de Manuel Adorni, la tarotista Karina Milei, el inoxidable de Federico Sturzenegger, la inefable Patricia Bullrich, que reprime con gases y palos a los jubilados hambreados y la impresentable Sandra Pettovello, la funcionaria responsable de los alimentos guardados y vencidos en Villa Martelli y Tafí Viejo.

Según el presidente, el mejor equipo de la historia. Dejáte de joder.

El mandatario nacional no se puso colorado cuando señaló que “10 millones de personas salieron de la línea de la pobreza”, ni cuando sostuvo que la economía creció en un 5 por ciento” ni cuando volvió a prometer que eliminará el 90% de los impuestos, aunque todavía no haya quitado ni uno solo.

Tampoco se ruborizó cuando dijo que eliminó la pauta oficial porque no necesita periodistas mentirosos. Como si en este país nadie hubiese visto el papelón de la entrevista de Jony Viale ni escuchara a los comunicadores militantes, que, por amor al arte, aplauden hasta las más descabelladas decisiones de este gobierno.

Una muestra de coherencia le debe ser reconocida. Su plan motosierra para pulverizar el Estado se mantiene intacto y va por más.

“Es mentira que la obra pública genera trabajo” dijo el líder libertario, que no puede o no sabe ver lo que miles de compatriotas han palpado a lo largo de la historia.

Es el Estado a través de la obra pública el que ha llegado con respuestas concretas a los rincones más alejados de la patria. Esos lugares que Milei no se digna en recorrer ni cuando se inundan o se prenden fuego.

Millones de argentinos jamás habrían accedido a una vivienda, ni tendrían hospitales para atenderse, ni hubiesen podido educar a sus hijos, sin un Estado presente. Hay escuelas y universidades gratuitas en este bendito país porque hay un Estado que se hizo cargo.

Cuando esa herramienta de transformación es sometida a su mínima expresión, todos esos derechos y necesidades básicas se ponen en riesgo.

Cuando los dientes de la motosierra penetran en el corazón del Estado, se lleva puesto a la educación, a la salud pública, a los jubilados y a los trabajadores.

El presidente, que vive en una realidad virtual, podría escuchar a los empleados desocupados de la construcción que se quedaron en la calle y desde hace un año hacen cola por un miserable bolsón de comida.

O podría subirse a un auto y recorrer la Patagonia para ver el estado calamitoso en que quedan nuestras rutas cuando el Estado se desentiende de la obligación de repararlas.

Miei se babea hablando del ajuste con la mentira de que la motosierra recayó sobre el sector público, cuando todos sabemos que el ajuste golpeó en el sector privado, en las pequeñas y medianas empresas, en los pobres jubilados y en las tarifas que pagamos todos los argentinos.

Pero las barbaridades de este presidente cebado, no se circunscribieron al discurso violento que brindó en el Congreso.

Es el mismo presidente que metió por decreto a dos integrantes de la Corte Suprema, poniendo en riesgo la calidad institucionalidad del país y los valores de la República. Y el mismo que amenazó con intervenir una provincia por cuestiones de inseguridad, de las que él tampoco se puede desentender. Más delirante y más autoritario no se puede ser.

Eso sí, del escándalo de la criptomoneda no dice nada. De la investigación del New York Times en la que se denuncia que empresarios de sector cripto recibieron pedidos de coimas para reunirse con él durante el Tech Forum, tampoco.

Hay cuestiones en las que conviene fingir demencia. En eso es un experto. El presidente y quienes lo siguen apoyando.


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