Por : Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Había nacido en Inglaterra y vivió en Chile; pero se hizo famosa en la Patagonia argentina, donde encontró el amor y la muerte, entre fragores y bramidos.
Se llamó Elena Greenhill Blaker; pero es conocida como "La Grinil". La que se casó tres veces y tuvo dos hijos a los que le heredó todo. La que también anduvo a los tiros por la vida.
Elena nació en Yorkshire en 1875 y viajó a la Patagonia trasandina en 1888 junto a sus padres y cuatro hermanos. El gobierno de ese país les había prometido un terreno de 40 hectáreas en Cerro Verde, a la altura de Neuquén.
También les ofrecían animales, una carreta, un arado y 300 tablas y clavos para construir una casa. Pero ni bien cumplió sus 18, se emancipó y contrajo nupcias con Manuel de la Cruz Artete, que la doblaba en edad y que sabía hacer fructíferos negocios a un lado y otro de la Cordillera. Tuvieron dos hijos. El hombre tenía oficio de ladrón y eso ponía su vida en peligro. Fue así que en 1904, fue encontrado muerto cerca de la casa en la que vivían. Tenía la cabeza destrozada y nadie dudó en culpar a Elena por el hecho; aunque por el crimen sindicaron a un peón de ellos, que se decía que era un amor urgente de ella; también conocida como “La inglesa”.
De todos modos, se salvó de terminar en la cárcel gracias a Martin Coria, hijo de renombrados estancieros de la zona de Carmen de Patagones, presunto abogado y con buenos contactos en el poder.
Coria se convirtió en su segundo esposo, mientras que el policía que investigó el caso de la muerte de su primer marido, fue el padrino de la boda.
Para ese momento Elena Greenhill Blaker también pasó a ser conocida como "La Grinil", al tiempo que se fue forjando una dura reputación de mujer brava, que solía vestir como un hombre y era hábil como pocos en el manejo de las armas. Con su esposo instaló un almacén de ramos generales en el paraje Monton-Niló. Allí compraban y vendían hacienda y criaban ovejas, sin descuidar el "negocio principal": el robo y la estafa. Incluso, se llegó a comprobar que vendían cabezas de ganado que robaban. Po ello, instaló a sus hijos como pupilos en un colegio de la Ciudad de Buenos Aires. Para evitar riesgos.
Con el tiempo la banda se profesionalizó. Se dedicaban a la compraventa de haciendas y producción de ovejas. Tenían amigos en todos los lugares importantes: la Compañía de Tierras, la intendencia y la aduana.
Se hizo más leyenda cuando -en 1909- en una pelea entre pandillas y en donde la Policía tomó parte, “la Grinill” desarmó a una cuadrilla de uniformados y los obligó a lavar los platos y a realizar otros quehaceres domésticos con sólo los calzoncillos puestos durante una semana.
Para 1914, tras la muerte de su segundo esposo, Elena convivía con Martín Taboada, otro bandolero. Pero la suerte estaba por acabarse. En 1915, en momentos en que atravesaban juntos La Angostura de Chacay, la que era capaz de acertar un disparo en el alambrado del telégrafo con su Winchester fue atacada a tiros por una partida policial. Iba junto a su marido, que huyó. Tras resistir una hora, Elena, con su caballo muerto, herida de gravedad en la espalda y ya sin balas, se fue de este mundo ejecutada a sangre fría de un disparo en la nuca. Eran las 15 del 31 de marzo; en una tarde mustia y desabrida de un otoño sin frutos.
Tenía apenas 43 años de edad y, pese a su pesado prontuario, se la recordaba como una mujer que le hacía la ropa a su familia con una vieja máquina de coser, que perfumaba las cartas de amor que enviaba y que -en reiteradas ocasiones- llegó a enviar un mechón de sus propios cabellos a los amantes que frecuentaba y que significaba un compromiso de amor exclusivo –aunque no duradero y mucho menos definitivo. Se cree que justamente uno de esos amantes (posiblemente despechado) fue el encargado de delatarla que no toleró la plena majestuosidad de su femeneidad.
El cerro ubicado en Chubut, cerca del lugar de la mortal emboscada final, lleva actualmente por nombre "Cerro La Inglesa", como silencioso recordatorio del paso de esa mujer que hizo historia en una época reservada a los hombres.
Sus restos mortales fueron sepultados en Gan Gan hasta 1949, cuando una hermana que trabajaba en la Embajada Británica, reclamó su exhumación, para que su cuerpo descansara en el Cementerio Británico de Buenos Aires. Sin embargo, en una región inhóspita, dejó un resplandor de fuegos no apagados, evitando el olvido desde su voz de penetrante acero.
Elena Grenhill. “La Grinill”. La bandolera de Patagonia. La que se convirtió en un grano brilloso de arena en el azul infinito.
Por : Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Había nacido en Inglaterra y vivió en Chile; pero se hizo famosa en la Patagonia argentina, donde encontró el amor y la muerte, entre fragores y bramidos.
Se llamó Elena Greenhill Blaker; pero es conocida como "La Grinil". La que se casó tres veces y tuvo dos hijos a los que le heredó todo. La que también anduvo a los tiros por la vida.
Elena nació en Yorkshire en 1875 y viajó a la Patagonia trasandina en 1888 junto a sus padres y cuatro hermanos. El gobierno de ese país les había prometido un terreno de 40 hectáreas en Cerro Verde, a la altura de Neuquén.
También les ofrecían animales, una carreta, un arado y 300 tablas y clavos para construir una casa. Pero ni bien cumplió sus 18, se emancipó y contrajo nupcias con Manuel de la Cruz Artete, que la doblaba en edad y que sabía hacer fructíferos negocios a un lado y otro de la Cordillera. Tuvieron dos hijos. El hombre tenía oficio de ladrón y eso ponía su vida en peligro. Fue así que en 1904, fue encontrado muerto cerca de la casa en la que vivían. Tenía la cabeza destrozada y nadie dudó en culpar a Elena por el hecho; aunque por el crimen sindicaron a un peón de ellos, que se decía que era un amor urgente de ella; también conocida como “La inglesa”.
De todos modos, se salvó de terminar en la cárcel gracias a Martin Coria, hijo de renombrados estancieros de la zona de Carmen de Patagones, presunto abogado y con buenos contactos en el poder.
Coria se convirtió en su segundo esposo, mientras que el policía que investigó el caso de la muerte de su primer marido, fue el padrino de la boda.
Para ese momento Elena Greenhill Blaker también pasó a ser conocida como "La Grinil", al tiempo que se fue forjando una dura reputación de mujer brava, que solía vestir como un hombre y era hábil como pocos en el manejo de las armas. Con su esposo instaló un almacén de ramos generales en el paraje Monton-Niló. Allí compraban y vendían hacienda y criaban ovejas, sin descuidar el "negocio principal": el robo y la estafa. Incluso, se llegó a comprobar que vendían cabezas de ganado que robaban. Po ello, instaló a sus hijos como pupilos en un colegio de la Ciudad de Buenos Aires. Para evitar riesgos.
Con el tiempo la banda se profesionalizó. Se dedicaban a la compraventa de haciendas y producción de ovejas. Tenían amigos en todos los lugares importantes: la Compañía de Tierras, la intendencia y la aduana.
Se hizo más leyenda cuando -en 1909- en una pelea entre pandillas y en donde la Policía tomó parte, “la Grinill” desarmó a una cuadrilla de uniformados y los obligó a lavar los platos y a realizar otros quehaceres domésticos con sólo los calzoncillos puestos durante una semana.
Para 1914, tras la muerte de su segundo esposo, Elena convivía con Martín Taboada, otro bandolero. Pero la suerte estaba por acabarse. En 1915, en momentos en que atravesaban juntos La Angostura de Chacay, la que era capaz de acertar un disparo en el alambrado del telégrafo con su Winchester fue atacada a tiros por una partida policial. Iba junto a su marido, que huyó. Tras resistir una hora, Elena, con su caballo muerto, herida de gravedad en la espalda y ya sin balas, se fue de este mundo ejecutada a sangre fría de un disparo en la nuca. Eran las 15 del 31 de marzo; en una tarde mustia y desabrida de un otoño sin frutos.
Tenía apenas 43 años de edad y, pese a su pesado prontuario, se la recordaba como una mujer que le hacía la ropa a su familia con una vieja máquina de coser, que perfumaba las cartas de amor que enviaba y que -en reiteradas ocasiones- llegó a enviar un mechón de sus propios cabellos a los amantes que frecuentaba y que significaba un compromiso de amor exclusivo –aunque no duradero y mucho menos definitivo. Se cree que justamente uno de esos amantes (posiblemente despechado) fue el encargado de delatarla que no toleró la plena majestuosidad de su femeneidad.
El cerro ubicado en Chubut, cerca del lugar de la mortal emboscada final, lleva actualmente por nombre "Cerro La Inglesa", como silencioso recordatorio del paso de esa mujer que hizo historia en una época reservada a los hombres.
Sus restos mortales fueron sepultados en Gan Gan hasta 1949, cuando una hermana que trabajaba en la Embajada Británica, reclamó su exhumación, para que su cuerpo descansara en el Cementerio Británico de Buenos Aires. Sin embargo, en una región inhóspita, dejó un resplandor de fuegos no apagados, evitando el olvido desde su voz de penetrante acero.
Elena Grenhill. “La Grinill”. La bandolera de Patagonia. La que se convirtió en un grano brilloso de arena en el azul infinito.