Por : Juan Miguel Bigrevich
Pocdast: Paloma Caria
Edición: Marcelo Maidana
Nació pasando el meridiano del 1700 bajo el nombre de Shih Yang. En el delta cantonés chino en una época llena de conflictos y desigualdad social. Siendo adolescente comenzó a ganarse la vida como prostituta en un burdel flotante. Pero con un verdadero instinto empresarial, aprovechó su relación con esos clientes ricachones lenguaraces para sacarles sus secretos en la oscuridad de las alcobas y empezar a traficar con esa información para ganar dinero e influencia.
Su vida cambiaría cuando a los 16 se casó con el pirata Zheng Yi. Ahí fue como empezó a conocerse como Zheng Yi Sao, que quiere decir “esposa de Zheng”, y los dos se convirtieron en una poderosa pareja.
Ambos tomaron el control de todas esas embarcaciones que contrabandeaban y crearon una confederación pirata unida, con una flota de 400 juncos y unos 70.000 hombres. También adoptaron a un aprendiz, llamado Zhang Bao Zai, que a la vez era amante de su esposo; en un triángulo amoroso con sorprendente final.
Seis años después, a comienzos del 1800, Zheng murió cuando cayó por la borda durante una tormenta en un confuso accidente en donde nadie preguntó nada y Zheng Yi Sao asumió el total mando de la confederación. Para fortalecer su base de poder, aseguró el apoyo de los otros jefes y asignó a su adoptivo líder del antiguo escuadrón de su esposo, la Flota de Bandera Roja con quién se casó.
Es memorable su discurso al hacerse cargo vestida con un traje de capitana bordado con dragones de oro sobre seda roja, azul y púrpura.
Rompiendo el silencio y ante el calor de las miradas de sus futuros subordinados dijo: "Mírenme capitanes… la escuadra más fuerte es la que está a mis órdenes y ha recaudado más tesoros que ninguna otra. ¿Creéis que me rendiré ante un jefe hombre? Jamás". Aquellas palabras fue el inicio de la leyenda. Dejaba de ser la esposa de y convertiría a Ching Shih en la pirata más grande y temida de todos los tiempos. Tenía 22 años.
No preparada a la oscura condena de testimoniar su drama ni para agradecer las modestas limosnas de los días impuso un código de leyes implacables, bajo las cuales los miembros podían ser ejecutados por cobardía, desobediencia o por robar más de lo que les correspondía de un botín. También se les podría cortar las orejas por estar ausentes sin autorización u otras infracciones menores.
Su poder se incrementó cuando se involucró en el lucrativo comercio de sal de Cantón y por todo el sudeste asiático. En un momento dado, de un total de 270 barcos de sal del gobierno, solo cuatro no estaban bajo su control. Y para desgracia de los comerciantes, no paró ahí. Creó un sistema de pasaportes, mediante el cual los comerciantes de sal tenían que pagar por un salvoconducto para que los piratas no los atacaran.
El sistema pronto se amplió para incluir todo tipo de comerciantes y embarcaciones de pesca, no solo las de la dinastía china Qing, sino los barcos británicos y portugueses. Hasta estableció una oficina de impuestos para recaudar las tarifas.
Subordinada a su propia inteligencia y osadía para defenderse del mundo de zafiedad que la rodeaba, nada de lo que hizo fue inmoral para ella.
No obstante ello, todo tiene un final. Iniciando el siglo XIX, el dominio militar y económico de Zheng Yi Sao fue tal que el gobierno de China solicitó a cazarrecomnpensas y a las fuerzas navales de Gran Bretaña y Portugal que lo ayudaran a controlar la piratería. Después de varias batallas marinas de esos tres imperios juntos, los piratas pudieron ser dominados; aunque eventualmente volvían a golpear y huir bajo el sistema de guerra de guerrillas.
Ya cansada de tanto fragor, en 1822, Zheng Yi Sao y su grupo de bandidos llegaron a un acuerdo con las autoridades de la dinastía Qing, con lo que pudieron suspender sus actividades a cambio de una jugosa pensión.
Después de ello, no se sabe mucho de Zheng Yi Sao. Sólo que tras la muerte de Zhang Bao Zai, en 1822, ella regresó a Guangdong para criar al hijo de los dos. Sus labios ya no dieron órdenes ni besaron bocas ajenas; sólo nutrieron azucenas.
Tras vivir con una jubilación de lujo, Zheng Yi Sao murió a los 69 años en Macao en 1844, muy cerca donde había nacido.
Dejó un resplandor de fuegos no apagados y ojos sangrantes de despedida; pero el dolor de no ser lo que era no la atormentó porque pudo, como las flores, romper el asfalto.
El nombre de ella aún late en los mares de China y si la ocasión lo hubiera ameritado se hubiera comido en dos pancitos a Morgan, Drake, Barbanegra o Barbarroja y compañía.
Zheng Yi Sao. La pirata más grande de todos los tiempos.
Si. Esa a la que le pusieron un grillo a media pierna, le escondieron la paz y la sonrisa, la vendieron la luna y la noche y le sumaron la pena y las estafas. Y a pesar de ello, siguió caminando.
Por : Juan Miguel Bigrevich
Pocdast: Paloma Caria
Edición: Marcelo Maidana
Nació pasando el meridiano del 1700 bajo el nombre de Shih Yang. En el delta cantonés chino en una época llena de conflictos y desigualdad social. Siendo adolescente comenzó a ganarse la vida como prostituta en un burdel flotante. Pero con un verdadero instinto empresarial, aprovechó su relación con esos clientes ricachones lenguaraces para sacarles sus secretos en la oscuridad de las alcobas y empezar a traficar con esa información para ganar dinero e influencia.
Su vida cambiaría cuando a los 16 se casó con el pirata Zheng Yi. Ahí fue como empezó a conocerse como Zheng Yi Sao, que quiere decir “esposa de Zheng”, y los dos se convirtieron en una poderosa pareja.
Ambos tomaron el control de todas esas embarcaciones que contrabandeaban y crearon una confederación pirata unida, con una flota de 400 juncos y unos 70.000 hombres. También adoptaron a un aprendiz, llamado Zhang Bao Zai, que a la vez era amante de su esposo; en un triángulo amoroso con sorprendente final.
Seis años después, a comienzos del 1800, Zheng murió cuando cayó por la borda durante una tormenta en un confuso accidente en donde nadie preguntó nada y Zheng Yi Sao asumió el total mando de la confederación. Para fortalecer su base de poder, aseguró el apoyo de los otros jefes y asignó a su adoptivo líder del antiguo escuadrón de su esposo, la Flota de Bandera Roja con quién se casó.
Es memorable su discurso al hacerse cargo vestida con un traje de capitana bordado con dragones de oro sobre seda roja, azul y púrpura.
Rompiendo el silencio y ante el calor de las miradas de sus futuros subordinados dijo: "Mírenme capitanes… la escuadra más fuerte es la que está a mis órdenes y ha recaudado más tesoros que ninguna otra. ¿Creéis que me rendiré ante un jefe hombre? Jamás". Aquellas palabras fue el inicio de la leyenda. Dejaba de ser la esposa de y convertiría a Ching Shih en la pirata más grande y temida de todos los tiempos. Tenía 22 años.
No preparada a la oscura condena de testimoniar su drama ni para agradecer las modestas limosnas de los días impuso un código de leyes implacables, bajo las cuales los miembros podían ser ejecutados por cobardía, desobediencia o por robar más de lo que les correspondía de un botín. También se les podría cortar las orejas por estar ausentes sin autorización u otras infracciones menores.
Su poder se incrementó cuando se involucró en el lucrativo comercio de sal de Cantón y por todo el sudeste asiático. En un momento dado, de un total de 270 barcos de sal del gobierno, solo cuatro no estaban bajo su control. Y para desgracia de los comerciantes, no paró ahí. Creó un sistema de pasaportes, mediante el cual los comerciantes de sal tenían que pagar por un salvoconducto para que los piratas no los atacaran.
El sistema pronto se amplió para incluir todo tipo de comerciantes y embarcaciones de pesca, no solo las de la dinastía china Qing, sino los barcos británicos y portugueses. Hasta estableció una oficina de impuestos para recaudar las tarifas.
Subordinada a su propia inteligencia y osadía para defenderse del mundo de zafiedad que la rodeaba, nada de lo que hizo fue inmoral para ella.
No obstante ello, todo tiene un final. Iniciando el siglo XIX, el dominio militar y económico de Zheng Yi Sao fue tal que el gobierno de China solicitó a cazarrecomnpensas y a las fuerzas navales de Gran Bretaña y Portugal que lo ayudaran a controlar la piratería. Después de varias batallas marinas de esos tres imperios juntos, los piratas pudieron ser dominados; aunque eventualmente volvían a golpear y huir bajo el sistema de guerra de guerrillas.
Ya cansada de tanto fragor, en 1822, Zheng Yi Sao y su grupo de bandidos llegaron a un acuerdo con las autoridades de la dinastía Qing, con lo que pudieron suspender sus actividades a cambio de una jugosa pensión.
Después de ello, no se sabe mucho de Zheng Yi Sao. Sólo que tras la muerte de Zhang Bao Zai, en 1822, ella regresó a Guangdong para criar al hijo de los dos. Sus labios ya no dieron órdenes ni besaron bocas ajenas; sólo nutrieron azucenas.
Tras vivir con una jubilación de lujo, Zheng Yi Sao murió a los 69 años en Macao en 1844, muy cerca donde había nacido.
Dejó un resplandor de fuegos no apagados y ojos sangrantes de despedida; pero el dolor de no ser lo que era no la atormentó porque pudo, como las flores, romper el asfalto.
El nombre de ella aún late en los mares de China y si la ocasión lo hubiera ameritado se hubiera comido en dos pancitos a Morgan, Drake, Barbanegra o Barbarroja y compañía.
Zheng Yi Sao. La pirata más grande de todos los tiempos.
Si. Esa a la que le pusieron un grillo a media pierna, le escondieron la paz y la sonrisa, la vendieron la luna y la noche y le sumaron la pena y las estafas. Y a pesar de ello, siguió caminando.