Sergio Maida, una crónica de Trelew hasta Lula

Dice que lo buscaron por haber sido apoderado del “Negro” Quieto, líder de las FAR. Fue secuestrado, se salvó de milagro, eligió Brasil y desde allí dice que se puede militar desde cualquier lugar del mundo.

09 OCT 2022 - 18:20 | Actualizado 09 OCT 2022 - 18:28

Apenas lo subieron al camión militar, Sergio Maida vio sentado a Carlos Maestro. “Al comienzo me pareció otro allanamiento de los comunes en esa época. Me esposaron y me metieron en la parte de atrás”, dice de aquella madrugada de octubre en Trelew. El futuro gobernador radical de Chubut estaba “congelado de frío y miedo; en pocos minutos adquirí la misma sensación térmica de mi compañero de viaje”.

Al despedirse de su mujer Lala, Maida le susurró que le avisara a don Roque Callejas, presidente del Partido Socialista Popular, del cual Maida era apoderado. “Ella fue corriendo, entró y no percibió que el viejo Callejas no estaba solo: ´Don Roque, llevaron a Sergio´; ´Calma m´hija, que parece que me van a llevar a mí también´, respondió el pícaro líder socialista con sus bigotes de Alfredo Palacios”.

No sucedió pero se notó que la operación no era ir por algunos: “Desplegaron miedo y amenazas en todos los que podían tener alguna relación con los presos y con la comisión; hubo más de 100 domicilios allanados y la ciudad, sus entradas y salidas, ocupadas”. “Todos pertenecíamos, de una u otra forma, a la Comisión de Solidaridad”, dice Maida. Esa entidad no tenía sede, ni presidente, ni comisión directiva, ni papel de carta, ni archivo, ni afiliados, ni partido, ni personería jurídica. “Estaba en constante movimiento y era totalmente autogestivo, una red de voluntarios siempre vigilada por los agentes de la dictadura”. En el aeropuerto, Maida vio estacionado el enorme avión Hércules C 130.

“En el medio de la nada una carpa de ejército donde nos dejaron parados mirando la lona prohibidos de hablar y de movernos, todo el tiempo con armas que nos apuntaban mientras escuchamos que buscaban en la ciudad a Chiche López y Rudi Miele, ´peligrosos subversivos´”. En ese momento “pensamos que inventar un intento de fuga en esas condiciones sería más fácil que dentro de la la Base Zar, hasta que decidieron terminar la búsqueda y nos llevaron en fila dentro de la nave”. Allí liberan a Maestro.

En la barriga del Hércules había varias filas de asientos de lona para transportar tropa. Los sentaron y esposaron. “Metieron un auto que había participado de la operación y despegamos”. Para asustarlos los amenazaban con tirarlos al mar. En tierra los recibió un uniformado que había sido director del penal de Rawson antes de la fuga. Les garantizó que iban a Villa Devoto.

“Nuestro tour continuó en otro insólito medio de transporte, aquel celular oscuro y sin ventilación, parados y tambaleando, pero que nos brindó el alivio de constatar que oficialmente estábamos en cana rumbo a un bendito penal”. Les leyeron el reglamento interno y a la celda. “Una puerta de hierro y una ventana de barrotes suficientemente alta para no poder mirar para afuera. Inscripciones talladas en las paredes completaban la decoración”. Maida terminó ese día agitado, tratando de hacerse a la idea de que pasaría meses allí. Y que para el nacimiento de su primer hija, en febrero, estaría preso. Pasó una semana sin salir de la celda. Sólo se comunicaba con Horacio Mallo a través del caño de la pileta.

“Con un goteo imparable en la nuca durante la charla, f i r - mando autorizaciones de ilustres abogados que ofrecían sus defensas”. En eso estaba cuando lo visita su mujer y un letrado. “Me cuentan que Trelew está tomada y que nos iban a liberar”. Regresó en un avioncito, un Guaraní. Pararon en Bahía Blanca esperando que se disperse la gente en la plaza de Trelew. “El jefe de ceremonial del interventor Costa, capitán Nuñez, con quien había trabajado como profesor en una carrera de Turismo, nos recibió y trató de convencernos de llevarnos a casa; recusamos la gentileza y pedimos que nos dejen en la plaza, donde caímos, textualmente, en los brazos del pueblo que nos esperaba”.

El resto es conocido. El proyecto de vida en Trelew de Maida, que era para siempre, duró 4 años más. Una primavera larga, con vuelta a la democracia, fútbol, Amaya electo diputado nacional, 2 hijas, activa vida profesional, política en el socialismo, candidato a concejal, playa, asados, campeonato de pingpong. “La perspectiva era tan estimulante que mi vieja, mi hermano y cuñada, recién recibidos de veterinario y bióloga, también se mudaron a Trelew”. Entonces llega la noche larga, la represión multiplicada, los allanamientos, el golpe de Estado:

“En su primer acto de gobierno, el interventor marino en la Municipalidad me declara ´prescindible´”. Desaparecen más amigos y Maida pierde sus empleos. “Vivía exclusivamente de los pocos y valientes pacientes del consultorio; una de ellas, una actriz muy conocida, me decía que sentía que el diván era una bomba que podía explotar en cualquier momento; otro, psicótico, me ayudaba a huir de la realidad”.

Vendió su auto y Amaya le prestó el suyo, un Fiat 1500 verde. Hasta que el abogado radical es secuestrado junto con Hipólito Solari Yrigoyen. Devuelve el auto a la madre y la muerte de Amaya lo sumerge en “un estado de profunda tristeza y confusión”. “Era el momento de partir, de irse lejos, de desaparecer para no ser desaparecido”. De otra forma sería su turno. “A pesar de no llegar ni cerca a la enorme dimensión política y humana del petiso Abel, ni de ser líder guerrillero, ni siquiera guerrillero, mi proximidad con ellos no iba a ser perdonada”. No había pasado un mes del entierro. Un Falcon verde y un coche oficial de la Policía provincial estacionan en Juan Muzio 190. Lala los ve desde la cocina.

“Un Falcon verde era fatal; un auto oficial, una esperanza”. Acabó en el piso del vehículo con botas pisándolo. Lala fue al baúl y por 40 días nadie, ni ellos, supo donde estuvieron. Era Bahía Blanca y era la tortura tan temida. El mismo día se llevaron a Ángel Bel (ver foto). “Nuestro secuestro y el de Bel fue por haber sido apoderados de los dos máximos jefes de las organizaciones armadas: Bel de Roberto Santucho, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo, y yo de Roberto Quieto, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Para los milicos el 22 de agosto era una obsesión”. Aún así Maida no vincula la Masacre con el “Trelewazo”. “Por ser un acto inesperadamente cruel y asesino, el fusilamiento sensibilizó a los vecinos pero no llegó a provocar, por miedo o distanciamiento, ninguna reacción. Tratar de asociar la pueblada de Trelew a una respuesta directa a la Masacre es producto del desconocimiento de los hechos o de un defecto de la memoria, siempre tan infiel, o de mala fe histórica”. Para Maida, en cambio, el Trelewazo “se debió a la convergencia de sectores heterogéneos que reaccionaron frente a la prepotencia y a la violencia de los operativos del 11 de octubre y a la detención de 16 de sus vecinos”.

En este sentido, “el Trelewazo es del orden de Fuenteovejuna al fin de la Edad Media, de la Comuna de Paris en el siglo 18, del Cordobazo, insurrecciones populares espontáneas y autogestivas, momentos calientes de la historia donde surge la creatividad en las acciones, en sus canciones, la alegría transitoria de la libertad y de la soberanía, de crear sus propias reglas, del deseo de no someterse a una historia impuesta desde afuera”.

Cincuenta años después Maida trabaja en São Paulo, Brasil. Es supervisor clínico en una red de salud mental, participa de proyectos en Economía Social, milita en el PT de Lula. “Entendí que en cualquier lugar se puede trabajar contra la injusticia y a favor de la solidaridad. Si estuviese en Trelew haría lo mismo pero viviendo en el lugar que había elegido, con los amigos que quedan y los nuevos y cobrando una merecida jubilación que no obtuve por no haber cumplido los años necesarios de trabajo y contribución”.

“No me quejo, lo más importante es estar vivo, privilegio que muchos amigos y compañeros ya perdieron”. Lee las noticias de Argentina y de Chubut. Cada año lo visitan amigos. Tiene tres hijas: dos trelewenses y otra brasilera de un segundo matrimonio. Tres nietos fantásticos. Maida vive.#

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09 OCT 2022 - 18:20

Apenas lo subieron al camión militar, Sergio Maida vio sentado a Carlos Maestro. “Al comienzo me pareció otro allanamiento de los comunes en esa época. Me esposaron y me metieron en la parte de atrás”, dice de aquella madrugada de octubre en Trelew. El futuro gobernador radical de Chubut estaba “congelado de frío y miedo; en pocos minutos adquirí la misma sensación térmica de mi compañero de viaje”.

Al despedirse de su mujer Lala, Maida le susurró que le avisara a don Roque Callejas, presidente del Partido Socialista Popular, del cual Maida era apoderado. “Ella fue corriendo, entró y no percibió que el viejo Callejas no estaba solo: ´Don Roque, llevaron a Sergio´; ´Calma m´hija, que parece que me van a llevar a mí también´, respondió el pícaro líder socialista con sus bigotes de Alfredo Palacios”.

No sucedió pero se notó que la operación no era ir por algunos: “Desplegaron miedo y amenazas en todos los que podían tener alguna relación con los presos y con la comisión; hubo más de 100 domicilios allanados y la ciudad, sus entradas y salidas, ocupadas”. “Todos pertenecíamos, de una u otra forma, a la Comisión de Solidaridad”, dice Maida. Esa entidad no tenía sede, ni presidente, ni comisión directiva, ni papel de carta, ni archivo, ni afiliados, ni partido, ni personería jurídica. “Estaba en constante movimiento y era totalmente autogestivo, una red de voluntarios siempre vigilada por los agentes de la dictadura”. En el aeropuerto, Maida vio estacionado el enorme avión Hércules C 130.

“En el medio de la nada una carpa de ejército donde nos dejaron parados mirando la lona prohibidos de hablar y de movernos, todo el tiempo con armas que nos apuntaban mientras escuchamos que buscaban en la ciudad a Chiche López y Rudi Miele, ´peligrosos subversivos´”. En ese momento “pensamos que inventar un intento de fuga en esas condiciones sería más fácil que dentro de la la Base Zar, hasta que decidieron terminar la búsqueda y nos llevaron en fila dentro de la nave”. Allí liberan a Maestro.

En la barriga del Hércules había varias filas de asientos de lona para transportar tropa. Los sentaron y esposaron. “Metieron un auto que había participado de la operación y despegamos”. Para asustarlos los amenazaban con tirarlos al mar. En tierra los recibió un uniformado que había sido director del penal de Rawson antes de la fuga. Les garantizó que iban a Villa Devoto.

“Nuestro tour continuó en otro insólito medio de transporte, aquel celular oscuro y sin ventilación, parados y tambaleando, pero que nos brindó el alivio de constatar que oficialmente estábamos en cana rumbo a un bendito penal”. Les leyeron el reglamento interno y a la celda. “Una puerta de hierro y una ventana de barrotes suficientemente alta para no poder mirar para afuera. Inscripciones talladas en las paredes completaban la decoración”. Maida terminó ese día agitado, tratando de hacerse a la idea de que pasaría meses allí. Y que para el nacimiento de su primer hija, en febrero, estaría preso. Pasó una semana sin salir de la celda. Sólo se comunicaba con Horacio Mallo a través del caño de la pileta.

“Con un goteo imparable en la nuca durante la charla, f i r - mando autorizaciones de ilustres abogados que ofrecían sus defensas”. En eso estaba cuando lo visita su mujer y un letrado. “Me cuentan que Trelew está tomada y que nos iban a liberar”. Regresó en un avioncito, un Guaraní. Pararon en Bahía Blanca esperando que se disperse la gente en la plaza de Trelew. “El jefe de ceremonial del interventor Costa, capitán Nuñez, con quien había trabajado como profesor en una carrera de Turismo, nos recibió y trató de convencernos de llevarnos a casa; recusamos la gentileza y pedimos que nos dejen en la plaza, donde caímos, textualmente, en los brazos del pueblo que nos esperaba”.

El resto es conocido. El proyecto de vida en Trelew de Maida, que era para siempre, duró 4 años más. Una primavera larga, con vuelta a la democracia, fútbol, Amaya electo diputado nacional, 2 hijas, activa vida profesional, política en el socialismo, candidato a concejal, playa, asados, campeonato de pingpong. “La perspectiva era tan estimulante que mi vieja, mi hermano y cuñada, recién recibidos de veterinario y bióloga, también se mudaron a Trelew”. Entonces llega la noche larga, la represión multiplicada, los allanamientos, el golpe de Estado:

“En su primer acto de gobierno, el interventor marino en la Municipalidad me declara ´prescindible´”. Desaparecen más amigos y Maida pierde sus empleos. “Vivía exclusivamente de los pocos y valientes pacientes del consultorio; una de ellas, una actriz muy conocida, me decía que sentía que el diván era una bomba que podía explotar en cualquier momento; otro, psicótico, me ayudaba a huir de la realidad”.

Vendió su auto y Amaya le prestó el suyo, un Fiat 1500 verde. Hasta que el abogado radical es secuestrado junto con Hipólito Solari Yrigoyen. Devuelve el auto a la madre y la muerte de Amaya lo sumerge en “un estado de profunda tristeza y confusión”. “Era el momento de partir, de irse lejos, de desaparecer para no ser desaparecido”. De otra forma sería su turno. “A pesar de no llegar ni cerca a la enorme dimensión política y humana del petiso Abel, ni de ser líder guerrillero, ni siquiera guerrillero, mi proximidad con ellos no iba a ser perdonada”. No había pasado un mes del entierro. Un Falcon verde y un coche oficial de la Policía provincial estacionan en Juan Muzio 190. Lala los ve desde la cocina.

“Un Falcon verde era fatal; un auto oficial, una esperanza”. Acabó en el piso del vehículo con botas pisándolo. Lala fue al baúl y por 40 días nadie, ni ellos, supo donde estuvieron. Era Bahía Blanca y era la tortura tan temida. El mismo día se llevaron a Ángel Bel (ver foto). “Nuestro secuestro y el de Bel fue por haber sido apoderados de los dos máximos jefes de las organizaciones armadas: Bel de Roberto Santucho, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo, y yo de Roberto Quieto, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Para los milicos el 22 de agosto era una obsesión”. Aún así Maida no vincula la Masacre con el “Trelewazo”. “Por ser un acto inesperadamente cruel y asesino, el fusilamiento sensibilizó a los vecinos pero no llegó a provocar, por miedo o distanciamiento, ninguna reacción. Tratar de asociar la pueblada de Trelew a una respuesta directa a la Masacre es producto del desconocimiento de los hechos o de un defecto de la memoria, siempre tan infiel, o de mala fe histórica”. Para Maida, en cambio, el Trelewazo “se debió a la convergencia de sectores heterogéneos que reaccionaron frente a la prepotencia y a la violencia de los operativos del 11 de octubre y a la detención de 16 de sus vecinos”.

En este sentido, “el Trelewazo es del orden de Fuenteovejuna al fin de la Edad Media, de la Comuna de Paris en el siglo 18, del Cordobazo, insurrecciones populares espontáneas y autogestivas, momentos calientes de la historia donde surge la creatividad en las acciones, en sus canciones, la alegría transitoria de la libertad y de la soberanía, de crear sus propias reglas, del deseo de no someterse a una historia impuesta desde afuera”.

Cincuenta años después Maida trabaja en São Paulo, Brasil. Es supervisor clínico en una red de salud mental, participa de proyectos en Economía Social, milita en el PT de Lula. “Entendí que en cualquier lugar se puede trabajar contra la injusticia y a favor de la solidaridad. Si estuviese en Trelew haría lo mismo pero viviendo en el lugar que había elegido, con los amigos que quedan y los nuevos y cobrando una merecida jubilación que no obtuve por no haber cumplido los años necesarios de trabajo y contribución”.

“No me quejo, lo más importante es estar vivo, privilegio que muchos amigos y compañeros ya perdieron”. Lee las noticias de Argentina y de Chubut. Cada año lo visitan amigos. Tiene tres hijas: dos trelewenses y otra brasilera de un segundo matrimonio. Tres nietos fantásticos. Maida vive.#


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