Gustavo Peralta, con la doctrina en el corazón

A 40 años, su mujer de entonces asegura que aquella detención afirmó más sus deseos de revolución. Que hoy estaría orgulloso de haber sido protagonista y que repetiría entera la película de octubre.

06 OCT 2022 - 16:33 | Actualizado 11 OCT 2022 - 16:06

Llovizna. Un departamento mínimo en Roca 745 de Rawson. Un poco la casa de Nélida “Bidu” Burgueño y Gustavo Peralta; otro poco la casa de familias de presos políticos. Ambos militantes de la Juventud Peronista, tenían un año de matrimonio, sin hijos. Clareaba el 11 de octubre del ´72. Estaban levantados para el trabajo cuando llegó el allanamiento.

Fue un amontonamiento de Gendarmería, Ejército y Marina. “El lugar era muy pequeño y entró tanta gente que no había lugar: tenían las puertas abiertas y algunos estaban en la vereda”. No había espacio para caminar entre las 178 bolsas con yerba, azúcar, tabaco, cigarrillos y fósforos, viandas para los detenidos de la Unidad 6.

“Íbamos como hormiguitas a la cárcel a dejar esas cosas de las que no les proveía nadie”. La noche anterior Gustavo tuvo el dato del rastrillaje militar. No se sorprendió. Su casa estaba marcada desde la fuga del 15 de agosto. La requisa fue larga porque anotaron en un acta cada cosa sospechosa. “En un momento se tornó violenta porque buscaban armas y Gustavo les dijo ´Las que tenemos están en ese cajón´. Y lo único ahí eran los cubiertos”. Los testigos eran empleados de la panadería de enfrente.

Un militar quiso descolgar un cuadro de Eva Perón. “Ahí sí me enojé muchísimo. Estaba todo bien pero el cuadro no, hubo una discusión y no se lollevaron”. Sólo secuestraron un par de libros. Ya desde los 18 ella era delegada en el gremio estatal por el Registro Civil y cursaba Profesorado de Historia. En su biblioteca estaban Pedagogía del Oprimido, de Paulo Freire, y un libro de inglés de 5º año. Contra toda lógica se llevaron el segundo. Con un movimiento de prestidigitador, Peralta ocultó los planos del acto popular pensado para el 17 de octubre.

A “Bidu” le quedó grabada la escena de Gustavo con la frente en alto, digno, caminando esposado por el centro de la calle, la silueta recortada en el amanecer. Era empleado de la Dirección de Automotores y había fundado un gremio estatal. Los vecinos pegados a las mirillas. “Todo Rawson sabía queéramos militantes de la JP”.

Tras la Masacre de Trelew amedrentaba ver a tantos militares juntos. “Había que conseguir un teléfono para llamar a algún abogado pero era un problema: en ese momento estaban todos en la misma situación, con la incertidumbre de dónde iban. Pero no era un clima de sorpresa”. Tras los 16 fusilamientos de la Base Zar “se palpaba en el ambiente la tensión de saber que en cualquier momento podía ocurrir algo”.

-¿Por qué no te llevaron?
-Siempre me lo pregunté y nunca lo supe porque en realidad yo tenía el mismo compromiso. Después leí la Doctrina de la Seguridad Nacional y eran apuntes terribles sobre la selectividad: agarrar a uno para amedrentar a 20. Como en las fábricas, que para generar culpa se llevaban un obrero pero no al delegado de Gremio. Cuestiones muy trabajadas desde la perversidad y desde la psicología. Lo veo por ese lado. No fue la primera caída de Peralta.

“Hubo breves detenciones cuando nos pescaban pintando paredones”. Ese miércoles 11 ella no tuvo miedo. “Estábamos tan convencidos de que lo que hacíamos era correcto que uno sabía que podía ir preso; era parte del presupuesto del compromiso asumido”. Miedo no, pero incertidumbre sí. “Sentís la angustia del que se queda, de saber qué le pasó al otro”. Aún ni sabía de las otras 15 detenciones. La esposa de Peralta había sido apoderada de Susana Lesgart, una de las 16 fusiladas de Trelew. “Bidu” iba los jueves a la cárcel capitalina.

Era un grupo militante con nombres como Araceli Di Filippo, Tomás Bastida, Marta Ferrer, los hermanos Cugura. “Militábamos en los barrios, algunos entrábamos al penal para comunicar a los presos con los barrios, para que se supiera por qué estaban ahí y por qué peleaban”. Todos pusieron plata para alquilar una casa en Rawson para los familiares, sobre Alejandro Maiz.

“Las nuestras ya eran pequeñas y los grupos eran cada vez más numerosos”. “Sacar de contexto lo que nos pasaba en ese momento sería tan injusto como medir la historia con los valores afianzados de hoy –reflexiona-. En ese momento teníamos una dictadura y hasta la Constitución avalaba que uno tiene que luchar para alcanzar las libertades y que el pueblo defina qué democracia quiere”. Con Gustavo preso se enteró de las carpas y el Hércules en el aeropuerto viejo. “Ahí empieza el movimiento de militantes y nos organizamos para poder llevar al Teatro Español a la gente de los barrios. Nada te inmovilizaba. Después aparece el protagonismo de la asamblea, donde hubo tantos héroes.

Había que tener mucha decisión y estar muy convencido, y no de una idea política, porque había muchos independientes”. “Bidu” rescata a los anónimos. “Gestos de afecto y de solidaridad espontáneos y maravillosos como poner una moneda para imprimir los panfletos; o el que tocaba el piano en las asambleas, a quien nunca había visto en ninguna actividad y estaba ahí, convencido; los comerciantes que cerraron todo y paralizaron Rawson y Trelew; la Confederación General del Trabajo que no estaba muy de acuerdo pero se le pasó por encima porque fue una de las manifestaciones más numerosas de esas épocas”.

Visto así, el Trelewazo ya no era casual. “Lo terrible es que no podamos tener memoria de todos, porque cada uno que participó tenía la riqueza del ciudadano que expresa lo que le viene pasando y cree en una posibilidad de cambio”. En el aire flotaban la Primavera de Praga, el Mayo del ´68, el Cordobazo, “ese movimiento de transformación en el mundo tratando de hacer morir las viejas estructuras, donde el poder era algo muy chiquito que compartían pocos. Subyacía la necesidad de un cambio”.

Burgueño se perdió la mitad de lasasambleas: fue elegida junto con Silvia García, esposa de Orlando Echeverría, para ir a Capital Federal a gestionar la libertad de los 16. Hablaron con Arturo Frondizi. Y lograron que la Asociación Gremial de Abogados acompañara a los trelewenses en Devoto.

-¿Cómo fue la postal del regreso?
-Muy emocionante, fueron los últimos junto con Ángel Bel. Una iba perdiendo la esperanza. Es que a medida que llegaban se tenía la alegría de recibirlos, era un enorme triunfo para todos los ciudadanos pero uno también quería a su familiar. En ese momento tenía un sentido colectivo de la vida tan grande que disfrutaba la libertad de todos los compañeros.

Pero la asamblea iba perdiendo fuerza porque eran muchos días y era un gran esfuerzo de movilización al Teatro. Se hacía más difícil pensar que ibas a conseguir la libertad. El 27 de octubre Peralta hizo el camino de todos: del aeropuerto al Español. “No se quebró para nada. Estuvimos juntos 18 años, hasta volver del exilio, y fue una persona entera y muy convencida de lo que hacía”. De nuevo en Trelew estaba apurado por recomenzar la militancia.

Era el mismo tipo. “Aquella detención consolidó lo que pensábamos y nos convenció de estar en el camino correcto”. “Él era así y vivió las consecuencias con los años, porque generalmente a quien conduce le exigís que tenga una caparazón y quizás no pueda expresar los sentimientos que cualquiera siente ante estas cosas, que son muy fuertes; la privación de la libertad es uno de los hechos más inmotivados porque estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional quiere decir que no tenés una causa, pero cuando lo hacés desde nuestro lugar, lejos de ser un castigo era una medalla”.

Con los años “Bidu” también pagó un precio: “No puedo ver una película y trato de preservarme y de no andar mucho por el pasado para no abrir heridas que no quedaron bien cerradas”. Gustavo cayó preso de nuevo en el ´75. Compartió el exilio con su mujer. Venezuela, Perú, Ecuador, Suecia (ver foto). Regresaron en el ´84, derecho a Rawson. “Lo único que quería era volver. A compañeros de otros lados siempre les llamó la atención de donde era yo. Qué lejos, me decían. Y siempre contesté lo mismo: ¿lejos de qué? Acá crecí, tengo todo y no me falta nada”.

No salió todo tan bien pero nunca se sintió derrotada, dice que siempre hay un lugarcito para la memoria de los compañeros.

-¿Qué pensaría hoy Gustavo del Trelewazo?
-Uno nunca puede ponerse en el corazón y en el pensamiento del otro, pero conociendo el militante que fue, un cuadro político absolutamente preclaro en la doctrina, toda la vida sintió por esos hechos un enorme orgullo y no me cabe la menor duda de que lo volvería a hacer con todo el amor con que pudo hacerlo.#

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06 OCT 2022 - 16:33

Llovizna. Un departamento mínimo en Roca 745 de Rawson. Un poco la casa de Nélida “Bidu” Burgueño y Gustavo Peralta; otro poco la casa de familias de presos políticos. Ambos militantes de la Juventud Peronista, tenían un año de matrimonio, sin hijos. Clareaba el 11 de octubre del ´72. Estaban levantados para el trabajo cuando llegó el allanamiento.

Fue un amontonamiento de Gendarmería, Ejército y Marina. “El lugar era muy pequeño y entró tanta gente que no había lugar: tenían las puertas abiertas y algunos estaban en la vereda”. No había espacio para caminar entre las 178 bolsas con yerba, azúcar, tabaco, cigarrillos y fósforos, viandas para los detenidos de la Unidad 6.

“Íbamos como hormiguitas a la cárcel a dejar esas cosas de las que no les proveía nadie”. La noche anterior Gustavo tuvo el dato del rastrillaje militar. No se sorprendió. Su casa estaba marcada desde la fuga del 15 de agosto. La requisa fue larga porque anotaron en un acta cada cosa sospechosa. “En un momento se tornó violenta porque buscaban armas y Gustavo les dijo ´Las que tenemos están en ese cajón´. Y lo único ahí eran los cubiertos”. Los testigos eran empleados de la panadería de enfrente.

Un militar quiso descolgar un cuadro de Eva Perón. “Ahí sí me enojé muchísimo. Estaba todo bien pero el cuadro no, hubo una discusión y no se lollevaron”. Sólo secuestraron un par de libros. Ya desde los 18 ella era delegada en el gremio estatal por el Registro Civil y cursaba Profesorado de Historia. En su biblioteca estaban Pedagogía del Oprimido, de Paulo Freire, y un libro de inglés de 5º año. Contra toda lógica se llevaron el segundo. Con un movimiento de prestidigitador, Peralta ocultó los planos del acto popular pensado para el 17 de octubre.

A “Bidu” le quedó grabada la escena de Gustavo con la frente en alto, digno, caminando esposado por el centro de la calle, la silueta recortada en el amanecer. Era empleado de la Dirección de Automotores y había fundado un gremio estatal. Los vecinos pegados a las mirillas. “Todo Rawson sabía queéramos militantes de la JP”.

Tras la Masacre de Trelew amedrentaba ver a tantos militares juntos. “Había que conseguir un teléfono para llamar a algún abogado pero era un problema: en ese momento estaban todos en la misma situación, con la incertidumbre de dónde iban. Pero no era un clima de sorpresa”. Tras los 16 fusilamientos de la Base Zar “se palpaba en el ambiente la tensión de saber que en cualquier momento podía ocurrir algo”.

-¿Por qué no te llevaron?
-Siempre me lo pregunté y nunca lo supe porque en realidad yo tenía el mismo compromiso. Después leí la Doctrina de la Seguridad Nacional y eran apuntes terribles sobre la selectividad: agarrar a uno para amedrentar a 20. Como en las fábricas, que para generar culpa se llevaban un obrero pero no al delegado de Gremio. Cuestiones muy trabajadas desde la perversidad y desde la psicología. Lo veo por ese lado. No fue la primera caída de Peralta.

“Hubo breves detenciones cuando nos pescaban pintando paredones”. Ese miércoles 11 ella no tuvo miedo. “Estábamos tan convencidos de que lo que hacíamos era correcto que uno sabía que podía ir preso; era parte del presupuesto del compromiso asumido”. Miedo no, pero incertidumbre sí. “Sentís la angustia del que se queda, de saber qué le pasó al otro”. Aún ni sabía de las otras 15 detenciones. La esposa de Peralta había sido apoderada de Susana Lesgart, una de las 16 fusiladas de Trelew. “Bidu” iba los jueves a la cárcel capitalina.

Era un grupo militante con nombres como Araceli Di Filippo, Tomás Bastida, Marta Ferrer, los hermanos Cugura. “Militábamos en los barrios, algunos entrábamos al penal para comunicar a los presos con los barrios, para que se supiera por qué estaban ahí y por qué peleaban”. Todos pusieron plata para alquilar una casa en Rawson para los familiares, sobre Alejandro Maiz.

“Las nuestras ya eran pequeñas y los grupos eran cada vez más numerosos”. “Sacar de contexto lo que nos pasaba en ese momento sería tan injusto como medir la historia con los valores afianzados de hoy –reflexiona-. En ese momento teníamos una dictadura y hasta la Constitución avalaba que uno tiene que luchar para alcanzar las libertades y que el pueblo defina qué democracia quiere”. Con Gustavo preso se enteró de las carpas y el Hércules en el aeropuerto viejo. “Ahí empieza el movimiento de militantes y nos organizamos para poder llevar al Teatro Español a la gente de los barrios. Nada te inmovilizaba. Después aparece el protagonismo de la asamblea, donde hubo tantos héroes.

Había que tener mucha decisión y estar muy convencido, y no de una idea política, porque había muchos independientes”. “Bidu” rescata a los anónimos. “Gestos de afecto y de solidaridad espontáneos y maravillosos como poner una moneda para imprimir los panfletos; o el que tocaba el piano en las asambleas, a quien nunca había visto en ninguna actividad y estaba ahí, convencido; los comerciantes que cerraron todo y paralizaron Rawson y Trelew; la Confederación General del Trabajo que no estaba muy de acuerdo pero se le pasó por encima porque fue una de las manifestaciones más numerosas de esas épocas”.

Visto así, el Trelewazo ya no era casual. “Lo terrible es que no podamos tener memoria de todos, porque cada uno que participó tenía la riqueza del ciudadano que expresa lo que le viene pasando y cree en una posibilidad de cambio”. En el aire flotaban la Primavera de Praga, el Mayo del ´68, el Cordobazo, “ese movimiento de transformación en el mundo tratando de hacer morir las viejas estructuras, donde el poder era algo muy chiquito que compartían pocos. Subyacía la necesidad de un cambio”.

Burgueño se perdió la mitad de lasasambleas: fue elegida junto con Silvia García, esposa de Orlando Echeverría, para ir a Capital Federal a gestionar la libertad de los 16. Hablaron con Arturo Frondizi. Y lograron que la Asociación Gremial de Abogados acompañara a los trelewenses en Devoto.

-¿Cómo fue la postal del regreso?
-Muy emocionante, fueron los últimos junto con Ángel Bel. Una iba perdiendo la esperanza. Es que a medida que llegaban se tenía la alegría de recibirlos, era un enorme triunfo para todos los ciudadanos pero uno también quería a su familiar. En ese momento tenía un sentido colectivo de la vida tan grande que disfrutaba la libertad de todos los compañeros.

Pero la asamblea iba perdiendo fuerza porque eran muchos días y era un gran esfuerzo de movilización al Teatro. Se hacía más difícil pensar que ibas a conseguir la libertad. El 27 de octubre Peralta hizo el camino de todos: del aeropuerto al Español. “No se quebró para nada. Estuvimos juntos 18 años, hasta volver del exilio, y fue una persona entera y muy convencida de lo que hacía”. De nuevo en Trelew estaba apurado por recomenzar la militancia.

Era el mismo tipo. “Aquella detención consolidó lo que pensábamos y nos convenció de estar en el camino correcto”. “Él era así y vivió las consecuencias con los años, porque generalmente a quien conduce le exigís que tenga una caparazón y quizás no pueda expresar los sentimientos que cualquiera siente ante estas cosas, que son muy fuertes; la privación de la libertad es uno de los hechos más inmotivados porque estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional quiere decir que no tenés una causa, pero cuando lo hacés desde nuestro lugar, lejos de ser un castigo era una medalla”.

Con los años “Bidu” también pagó un precio: “No puedo ver una película y trato de preservarme y de no andar mucho por el pasado para no abrir heridas que no quedaron bien cerradas”. Gustavo cayó preso de nuevo en el ´75. Compartió el exilio con su mujer. Venezuela, Perú, Ecuador, Suecia (ver foto). Regresaron en el ´84, derecho a Rawson. “Lo único que quería era volver. A compañeros de otros lados siempre les llamó la atención de donde era yo. Qué lejos, me decían. Y siempre contesté lo mismo: ¿lejos de qué? Acá crecí, tengo todo y no me falta nada”.

No salió todo tan bien pero nunca se sintió derrotada, dice que siempre hay un lugarcito para la memoria de los compañeros.

-¿Qué pensaría hoy Gustavo del Trelewazo?
-Uno nunca puede ponerse en el corazón y en el pensamiento del otro, pero conociendo el militante que fue, un cuadro político absolutamente preclaro en la doctrina, toda la vida sintió por esos hechos un enorme orgullo y no me cabe la menor duda de que lo volvería a hacer con todo el amor con que pudo hacerlo.#


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