El Trelewazo, la más alta expresión de la solidaridad política

09 OCT 2022 - 19:26 | Actualizado 09 OCT 2022 - 19:32

Por Mauricio Fernández Picolo / Magíster en Historia
Gonzalo Pérez Álvarez / Doctor en Historia

Aquel 11 de octubre de 1972 la historia de nuestra región volvía a sufrir un fuerte golpe. Uno de esos que la marcará por siempre. Es cierto que hay lugares en los cuales la historia parece no pasar, y que hay otros en los cuales se condensa: en Trelew, a unas 7 semanas de la fuga, a unas 6 semanas de la Masacre, la historia volvía a sacudir a todos sus habitantes.

A las 4 de la mañana se inicia el operativo “Vigilante”, ordenado por el juez militar Carlos Di Pietro y ejecutado por el V Cuerpo de Ejército, de Bahía Blanca, junto a la Armada, Gendarmería, Policía Provincial y Policía Federal. Son detenidas más de veinte personas, “acusadas” de haber ejercido la solidaridad.

Entre otros son liberados: Carlos Maestro, Silvia García, Silvio Gratoni y Roque Callejas. Son detenidos, y trasladados al penal de Villa Devoto, Isidoro Pichilef, Sergio Soto Ojeda, Encarnación Díaz de Mulhall, Beltran Mulhall, Elisa Martínez, Orlando Echeverría, Sergio Maida, José Luis Roque Montalto, Horacio Mallo, Manfredo Lendzián, Horacio Correa, Celia Negrín de Montalto y Elvio Ángel Bel de Trelew; Manuel del Villar de Puerto Madryn; Alberto Barceló de Puerto Pirámide y Gustavo Peralta de Rawson. Mario Abel Amaya había sido detenido el 18 de agosto, acusado de colaborar con la fuga. Todos ellos fueron “secuestrados” por orden de un juez militar y confinados sin acusación judicial ninguna.

Las detenciones pretendían imponer el silencio y el terror. Sin embargo el pueblo respondió como pocos lo esperaban. Ya a las 10 había grupos que se movilizaban por el centro de Trelew, debatiendo qué hacer ante las detenciones. Una hora más tarde la inquietud tomó forma de medida concreta: por la radio se convoca a una reunión en un local partidario. Otro grupo consigue un lugar para una reunión más amplia. Se convoca “al pueblo del Valle” a una asamblea en el Teatro Español. A las 14.30 se inicia la concentración; sobre la vereda un cartel indica: “Aquí sesiona el Pueblo”.

Por la noche se elabora otro cartel, en el que puede leerse: “Casa del Pueblo”. Para la tarde todo el teatro estaba colmado por una mayoría de jóvenes estudiantes y obreros. En el escenario se coloca una bandera: “Libertad a los Presos de la Solidaridad”. Durante la tarde la permanencia en la asamblea ronda las 500 personas, pero en las calles hay más de 2 mil. La noche entre el 11 y el 12 es de vigilia. El Teatro era una verdadera central de operaciones: se decide no celebrar los festejos por el aniversario de Trelew; la Sociedad Española suspendió el acto por el 12 de octubre; y la Asamblea del Pueblo convocó a un paro general para el 13. Un rasgo importante es que, si bien el proceso quedó en la historia como el “Trelewazo”, la dinámica fue regional. De hecho la medida de fuerza se hace efectiva en toda la región. Se paraliza la actividad comercial, bancaria y de la administración pública.

No hay expendio de combustible ni servicio de taxis. Los centros asistenciales y sanatorios mantienen guardias mínimas. Los docentes no dictan clases, salvo en Madryn donde los ausentes son los alumnos. El Instituto Universitario de Trelew no abre sus puertas. También adhieren trabajadores de la construcción y gastronómicos. Los obreros textiles abandonan las fábricas durante la mañana; en Madryn el acatamiento es parcial y los obreros que construyen ALUAR finalizan su jornada al mediodía. Las emisoras no difunden publicidad y se suspenden los encuentros deportivos y la actividad teatral. Lo único que funciona en la región es la Asamblea del Pueblo; ella sí sesiona todo el día. Por la noche del 13 una movilización inunda Trelew: los medios de prensa calculan una concurrencia de 6.000 personas.

El 16 de octubre se anuncia la libertad de nueve detenidos, además de Isidoro Pichilef que fue liberado el 12: Sergio Soto Ojeda, Encarnación Díaz de Mulhall, Beltran Mulhall, Elisa Martínez, Orlando Echeverría, Manuel Del Villar, Alberto Barceló, Sergio Maida y José Montalto. Entrada la noche se reúne la asamblea: hay alrededor de 3.000 personas, por lo que se realiza al aire libre: se aprueba la propuesta de continuar la lucha por la liberación de los restantes detenidos. El 19 de octubre se informa que fueron liberados Horacio Mallo, Manfredo Lendzián, Horacio Correa y Celia Negrín.

El 20 se realiza el segundo paro general, donde se dan varios piquetes de huelga. Y el viernes 27 se anuncia la liberación de Peralta y Bel. Solamente seguía preso Amaya. La asamblea mantiene su actividad hasta el 14 de noviembre, cuando cientos reciben a Amaya, finalmente liberado, en una masiva movilización en el aeropuerto de la ciudad. La Asamblea es, sin dudas, el punto más alto de la solidaridad política y la movilización popular que se ha producido durante aquellos años en la región. Es la culminación de un ciclo de solidaridad política y social con los detenidos políticos. En ese sentido se evidencia como una movilización exitosa, que triunfa en sus objetivos y se constituye como una derrota de la dictadura.

La solidaridad puede ser vista como empatía, pero la forma práctica de esa solidaridad sólo puede realizarse en la medida que se asuma el contenido político de la misma. Por ello afirmamos que esa solidaridad no pasó, solamente, por una reacción moral ante la injusticia, sino también por una identificación con los objetivos y propuestas de los militantes políticos que luchaban contra la dictadura. La asamblea pidiendo la libertad de los secuestrados fue una respuesta a la Masacre, una réplica al intento de imponer el terror. Y también fue, en los hechos, una contundente forma de lucha contra la dictadura y sus objetivos políticos y sociales. Tras la fuga la dictadura había endurecido su práctica represiva en la región.

También lo hizo dentro del penal, mediante el aislamiento de los detenidos. El cerco se rompió la primera semana de octubre, con la visita de más de 80 familiares. Participaron de dos conferencias de prensa, el 6 y 8 de octubre. Las comisiones de solidaridad recibieron a los familiares y abogados, asistiéndolos moral y materialmente, y solidarizándose con sus acciones. Días después se inició el operativo “vigilante”. Es evidente que la dictadura pretendió atacar la continuidad de esa solidaridad política. Pero en esa ocasión no lo lograron, y nuestro pueblo escribió una de las páginas más gloriosas de su rica historia. Hoy, a 40 años, debemos seguir recuperando esa práctica de lucha y solidaridad.#

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09 OCT 2022 - 19:26

Por Mauricio Fernández Picolo / Magíster en Historia
Gonzalo Pérez Álvarez / Doctor en Historia

Aquel 11 de octubre de 1972 la historia de nuestra región volvía a sufrir un fuerte golpe. Uno de esos que la marcará por siempre. Es cierto que hay lugares en los cuales la historia parece no pasar, y que hay otros en los cuales se condensa: en Trelew, a unas 7 semanas de la fuga, a unas 6 semanas de la Masacre, la historia volvía a sacudir a todos sus habitantes.

A las 4 de la mañana se inicia el operativo “Vigilante”, ordenado por el juez militar Carlos Di Pietro y ejecutado por el V Cuerpo de Ejército, de Bahía Blanca, junto a la Armada, Gendarmería, Policía Provincial y Policía Federal. Son detenidas más de veinte personas, “acusadas” de haber ejercido la solidaridad.

Entre otros son liberados: Carlos Maestro, Silvia García, Silvio Gratoni y Roque Callejas. Son detenidos, y trasladados al penal de Villa Devoto, Isidoro Pichilef, Sergio Soto Ojeda, Encarnación Díaz de Mulhall, Beltran Mulhall, Elisa Martínez, Orlando Echeverría, Sergio Maida, José Luis Roque Montalto, Horacio Mallo, Manfredo Lendzián, Horacio Correa, Celia Negrín de Montalto y Elvio Ángel Bel de Trelew; Manuel del Villar de Puerto Madryn; Alberto Barceló de Puerto Pirámide y Gustavo Peralta de Rawson. Mario Abel Amaya había sido detenido el 18 de agosto, acusado de colaborar con la fuga. Todos ellos fueron “secuestrados” por orden de un juez militar y confinados sin acusación judicial ninguna.

Las detenciones pretendían imponer el silencio y el terror. Sin embargo el pueblo respondió como pocos lo esperaban. Ya a las 10 había grupos que se movilizaban por el centro de Trelew, debatiendo qué hacer ante las detenciones. Una hora más tarde la inquietud tomó forma de medida concreta: por la radio se convoca a una reunión en un local partidario. Otro grupo consigue un lugar para una reunión más amplia. Se convoca “al pueblo del Valle” a una asamblea en el Teatro Español. A las 14.30 se inicia la concentración; sobre la vereda un cartel indica: “Aquí sesiona el Pueblo”.

Por la noche se elabora otro cartel, en el que puede leerse: “Casa del Pueblo”. Para la tarde todo el teatro estaba colmado por una mayoría de jóvenes estudiantes y obreros. En el escenario se coloca una bandera: “Libertad a los Presos de la Solidaridad”. Durante la tarde la permanencia en la asamblea ronda las 500 personas, pero en las calles hay más de 2 mil. La noche entre el 11 y el 12 es de vigilia. El Teatro era una verdadera central de operaciones: se decide no celebrar los festejos por el aniversario de Trelew; la Sociedad Española suspendió el acto por el 12 de octubre; y la Asamblea del Pueblo convocó a un paro general para el 13. Un rasgo importante es que, si bien el proceso quedó en la historia como el “Trelewazo”, la dinámica fue regional. De hecho la medida de fuerza se hace efectiva en toda la región. Se paraliza la actividad comercial, bancaria y de la administración pública.

No hay expendio de combustible ni servicio de taxis. Los centros asistenciales y sanatorios mantienen guardias mínimas. Los docentes no dictan clases, salvo en Madryn donde los ausentes son los alumnos. El Instituto Universitario de Trelew no abre sus puertas. También adhieren trabajadores de la construcción y gastronómicos. Los obreros textiles abandonan las fábricas durante la mañana; en Madryn el acatamiento es parcial y los obreros que construyen ALUAR finalizan su jornada al mediodía. Las emisoras no difunden publicidad y se suspenden los encuentros deportivos y la actividad teatral. Lo único que funciona en la región es la Asamblea del Pueblo; ella sí sesiona todo el día. Por la noche del 13 una movilización inunda Trelew: los medios de prensa calculan una concurrencia de 6.000 personas.

El 16 de octubre se anuncia la libertad de nueve detenidos, además de Isidoro Pichilef que fue liberado el 12: Sergio Soto Ojeda, Encarnación Díaz de Mulhall, Beltran Mulhall, Elisa Martínez, Orlando Echeverría, Manuel Del Villar, Alberto Barceló, Sergio Maida y José Montalto. Entrada la noche se reúne la asamblea: hay alrededor de 3.000 personas, por lo que se realiza al aire libre: se aprueba la propuesta de continuar la lucha por la liberación de los restantes detenidos. El 19 de octubre se informa que fueron liberados Horacio Mallo, Manfredo Lendzián, Horacio Correa y Celia Negrín.

El 20 se realiza el segundo paro general, donde se dan varios piquetes de huelga. Y el viernes 27 se anuncia la liberación de Peralta y Bel. Solamente seguía preso Amaya. La asamblea mantiene su actividad hasta el 14 de noviembre, cuando cientos reciben a Amaya, finalmente liberado, en una masiva movilización en el aeropuerto de la ciudad. La Asamblea es, sin dudas, el punto más alto de la solidaridad política y la movilización popular que se ha producido durante aquellos años en la región. Es la culminación de un ciclo de solidaridad política y social con los detenidos políticos. En ese sentido se evidencia como una movilización exitosa, que triunfa en sus objetivos y se constituye como una derrota de la dictadura.

La solidaridad puede ser vista como empatía, pero la forma práctica de esa solidaridad sólo puede realizarse en la medida que se asuma el contenido político de la misma. Por ello afirmamos que esa solidaridad no pasó, solamente, por una reacción moral ante la injusticia, sino también por una identificación con los objetivos y propuestas de los militantes políticos que luchaban contra la dictadura. La asamblea pidiendo la libertad de los secuestrados fue una respuesta a la Masacre, una réplica al intento de imponer el terror. Y también fue, en los hechos, una contundente forma de lucha contra la dictadura y sus objetivos políticos y sociales. Tras la fuga la dictadura había endurecido su práctica represiva en la región.

También lo hizo dentro del penal, mediante el aislamiento de los detenidos. El cerco se rompió la primera semana de octubre, con la visita de más de 80 familiares. Participaron de dos conferencias de prensa, el 6 y 8 de octubre. Las comisiones de solidaridad recibieron a los familiares y abogados, asistiéndolos moral y materialmente, y solidarizándose con sus acciones. Días después se inició el operativo “vigilante”. Es evidente que la dictadura pretendió atacar la continuidad de esa solidaridad política. Pero en esa ocasión no lo lograron, y nuestro pueblo escribió una de las páginas más gloriosas de su rica historia. Hoy, a 40 años, debemos seguir recuperando esa práctica de lucha y solidaridad.#


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