“Siempre confié en mí, incluso en los peores momentos”

Carlos Machado es el hombre y las circunstancias. Perdió un brazo y pese a ello, se enfocó de lleno en los deportes de contacto. Peleó Muay Thai en Tailandia, su cuna marcial y hoy recorre el mundo. “Voy a pelear toda mi vida”, resume. Sin adversidad, pura pasión.

14 DIC 2025 - 11:48 | Actualizado 14 DIC 2025 - 11:51

Por Ismael Tebes / Redacción Jornada

Hay mitos que se entrenan. Que conmueven sin necesidad de que una pelea sea necesariamente ante un rival. Carlos Machado protagonizó la primera pelea profesional de Muay Thai en la Patagonia y entre sonrisas, recuerda su experiencia en Tailandia, la cuna de esta disciplina mística y llena de ritos que marcan un respeto intrínseco. “Voy a pelear toda mi vida”, resume. Sin pensar en un final, proyectando más allá de un ring.

Sin un brazo desde su niñez, su esencia está ahí. Debajo de las luces, con piernas que cortan el aire y vestido para la guerra.

Creció viendo películas de Bruce Lee junto a su padre —excompetidor de taekwondo— y rodeado del espíritu de los deportes de contacto. Sin embargo, recién a los quince años se animó a dar el primer paso al inscribirse en un gimnasio de kickboxing y Muay Thai cerca de su casa, en el barrio porteño de Saavedra. “Arranqué con kickboxing y al mes siguiente ya pagaba las dos. Imaginate lo que me gustó”, recuerda.


Competir fue siempre su objetivo de avanzada. “Con tal de competir, peleaba lo que sea”. La disciplina lo atrapó de lleno cuando llegó a hacer tres peleas en un día durante un selectivo para un Sudamericano en Ecuador.

Para él, el Muay Thai no es solo un deporte de combate, sino una cultura en sí misma. “Es completamente diferente el timming de pelea, las reglas y la cultura. Valen los codos, las rodillas, el clinch, las barridas. No tenemos límite de rodillas, podemos meter todas las que querramos”. Y destaca el costado espiritual que implica “cerrar” las cuatro cuerdas y demás ceremonias que la diferencian del resto de las artes marciales como el uso de tocados y brazaletes a modo de protección y buena suerte. Se impone el honor, la gratitud a los maestros y a los ancestros siempre con música tradicional de fondo.

Machado asume que haber llegado a Tailandia, la cuna del Muay, fue uno de los grandes hitos de su carrera. “Fue una de las mejores cosas que pude lograr. Aprender el verdadero Muay Thai, entrenar con gente que tiene muchísima experiencia, es algo hermoso”.


No fue fácil ganarse el respeto en un ambiente exigente y culturalmente distinto. “Donde voy y no me conocen, siempre está la duda de hasta dónde puedo pelear. Con los thai fue cuestión de tiempo y de demostrar que estoy dispuesto a entrenar lo que sea y hacer lo que me pidan”, explica. “Allá la gente tiene un corazón muy bueno, te brinda todo y te acompañan. Yo estaba solo prácticamente allá, no tenía a nadie y no hablaba el idioma. El cariño de la gente cuando no conocés, se hace sentir”.

Parece no conjugar el verbo “dudar”. Prefiere el “se puede” que le devuelve el espejo. “Siempre confié en mí, incluso en los peores momentos. Si no estoy seguro de algo, lo intento igual. Soy bastante cabeza dura. Cuando quiero algo voy por todo”, afirma.
Reconoce que muchas personas lo ven como un ejemplo, aunque él prefiere bajar el perfil. “No me considero ejemplo de nadie, soy humano y cometo errores. Pero sé que mucha gente se motiva viéndome, y eso está bueno”, admite.
De ser orgulloso plomero y gasista, “Carlitos” disfruta y vive de lo que ama. Reside entre Suiza, Argentina y Tailandia. “Hace dos años que tengo la suerte de vivir de esto. En Suiza puedo dar clases y competir”, cuenta.

Nacido y criado en Saavedra, mantiene un fuerte vínculo con su familia y sus amigos. Y Comodoro Rivadavia, es la ciudad a la que siempre regresa. “Es un placer volver, les agradezco a Darío Achaval y Leo Moreno por tenerme siempre en cuenta”.
Con quince años de práctica, Machado acumula un impresionante recorrido: 24 peleas profesionales y cerca de 90 combates en total. Su sueño sigue intacto. “Antes era conocer Tailandia y lo cumplí. Ahora es seguir compitiendo allá y estar en los mejores eventos”.

No con palabras sino con el ejemplo, poniéndole el cuerpo. Carlos Machado no tiene rencores y asume el destino tal cual le toca. Es capaz de abrazar desde su convicción y de derribar a sus rivales con técnicas sofisticadas. Al fin y al cabo, el cuerpo y la mente representan el equilibrio.

“Ojalá que el Muay Thai crezca y se haga conocido en Argentina. Si bien tuvo un crecimiento bueno, nos falta un montón, tanto en competencias como en tener gente que se capacite para arbitrar o saber cómo puntuar una pelea. Igual vamos por buen camino”.

14 DIC 2025 - 11:48

Por Ismael Tebes / Redacción Jornada

Hay mitos que se entrenan. Que conmueven sin necesidad de que una pelea sea necesariamente ante un rival. Carlos Machado protagonizó la primera pelea profesional de Muay Thai en la Patagonia y entre sonrisas, recuerda su experiencia en Tailandia, la cuna de esta disciplina mística y llena de ritos que marcan un respeto intrínseco. “Voy a pelear toda mi vida”, resume. Sin pensar en un final, proyectando más allá de un ring.

Sin un brazo desde su niñez, su esencia está ahí. Debajo de las luces, con piernas que cortan el aire y vestido para la guerra.

Creció viendo películas de Bruce Lee junto a su padre —excompetidor de taekwondo— y rodeado del espíritu de los deportes de contacto. Sin embargo, recién a los quince años se animó a dar el primer paso al inscribirse en un gimnasio de kickboxing y Muay Thai cerca de su casa, en el barrio porteño de Saavedra. “Arranqué con kickboxing y al mes siguiente ya pagaba las dos. Imaginate lo que me gustó”, recuerda.


Competir fue siempre su objetivo de avanzada. “Con tal de competir, peleaba lo que sea”. La disciplina lo atrapó de lleno cuando llegó a hacer tres peleas en un día durante un selectivo para un Sudamericano en Ecuador.

Para él, el Muay Thai no es solo un deporte de combate, sino una cultura en sí misma. “Es completamente diferente el timming de pelea, las reglas y la cultura. Valen los codos, las rodillas, el clinch, las barridas. No tenemos límite de rodillas, podemos meter todas las que querramos”. Y destaca el costado espiritual que implica “cerrar” las cuatro cuerdas y demás ceremonias que la diferencian del resto de las artes marciales como el uso de tocados y brazaletes a modo de protección y buena suerte. Se impone el honor, la gratitud a los maestros y a los ancestros siempre con música tradicional de fondo.

Machado asume que haber llegado a Tailandia, la cuna del Muay, fue uno de los grandes hitos de su carrera. “Fue una de las mejores cosas que pude lograr. Aprender el verdadero Muay Thai, entrenar con gente que tiene muchísima experiencia, es algo hermoso”.


No fue fácil ganarse el respeto en un ambiente exigente y culturalmente distinto. “Donde voy y no me conocen, siempre está la duda de hasta dónde puedo pelear. Con los thai fue cuestión de tiempo y de demostrar que estoy dispuesto a entrenar lo que sea y hacer lo que me pidan”, explica. “Allá la gente tiene un corazón muy bueno, te brinda todo y te acompañan. Yo estaba solo prácticamente allá, no tenía a nadie y no hablaba el idioma. El cariño de la gente cuando no conocés, se hace sentir”.

Parece no conjugar el verbo “dudar”. Prefiere el “se puede” que le devuelve el espejo. “Siempre confié en mí, incluso en los peores momentos. Si no estoy seguro de algo, lo intento igual. Soy bastante cabeza dura. Cuando quiero algo voy por todo”, afirma.
Reconoce que muchas personas lo ven como un ejemplo, aunque él prefiere bajar el perfil. “No me considero ejemplo de nadie, soy humano y cometo errores. Pero sé que mucha gente se motiva viéndome, y eso está bueno”, admite.
De ser orgulloso plomero y gasista, “Carlitos” disfruta y vive de lo que ama. Reside entre Suiza, Argentina y Tailandia. “Hace dos años que tengo la suerte de vivir de esto. En Suiza puedo dar clases y competir”, cuenta.

Nacido y criado en Saavedra, mantiene un fuerte vínculo con su familia y sus amigos. Y Comodoro Rivadavia, es la ciudad a la que siempre regresa. “Es un placer volver, les agradezco a Darío Achaval y Leo Moreno por tenerme siempre en cuenta”.
Con quince años de práctica, Machado acumula un impresionante recorrido: 24 peleas profesionales y cerca de 90 combates en total. Su sueño sigue intacto. “Antes era conocer Tailandia y lo cumplí. Ahora es seguir compitiendo allá y estar en los mejores eventos”.

No con palabras sino con el ejemplo, poniéndole el cuerpo. Carlos Machado no tiene rencores y asume el destino tal cual le toca. Es capaz de abrazar desde su convicción y de derribar a sus rivales con técnicas sofisticadas. Al fin y al cabo, el cuerpo y la mente representan el equilibrio.

“Ojalá que el Muay Thai crezca y se haga conocido en Argentina. Si bien tuvo un crecimiento bueno, nos falta un montón, tanto en competencias como en tener gente que se capacite para arbitrar o saber cómo puntuar una pelea. Igual vamos por buen camino”.