Por Esteban Gallo
“Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” es una de las frases que los partidarios del General repiten con solemnidad religiosa.
Pero una cosa es decirlo y otra muy distinta es practicarlo.
Para comprobarlo, basta con observar lo que sucede en la provincia de Buenos Aires, donde kirchneristas y anti kirchneristas se comen el hígado mientras el adversario se los deglute en las urnas.
La interna alcanzó niveles de confrontación que rozan el ridículo.
La imagen de Cristina bailando muy oronda en el balcón mientras el peronismo era cacheteado por Milei en todo el país es difícil de entender y de explicar. El documento posterior en el que la ex presidenta ataca sin piedad a Axel Kicillof responsabilizándolo por la derrota es otro acto del mismo sainete.
El arte de la política no está en ganar elecciones sino en interpretar lo que el pueblo dice y los resultados electorales no siempre son una condena, pero siempre dejan lecciones. El peronismo perdió, pero peor que eso es algunos dirigentes no hayan aprendido nada.
Pero los desatinos no se circunscriben al peronismo nacional. Chubut también tiene lo suyo.
El último fin de semana, los intendentes Dante Bowen (Dolavon), Sebastián Balochi (Sarmiento) y Héctoe "Cano" Ingram(Trevelin) difundieron la noticia de un encuentro en el que, según la pomposa gacetilla, analizaron el presente de la provincia, proyectando una agenda común de desarrollo y participación.
Luego de autocalificarse como “referentes de una nueva generación de dirigentes peronistas”, llamaron a construir un proyecto superador con mirada federal y a consolidar una red de intendentes comprometidos con el desarrollo equilibrado de cada región.
Esta suerte de lanzamiento de lo que parecería ser un nuevo espacio dentro del peronismo se produce una semana después de un acto eleccionario en el que el peronismo de Chubut quedó bastante bien parado.
Terminó segundo a solo mil votos de la Libertad Avanza y se aseguró una banca en el Congreso nacional. Si algo quedó flotando en la atmósfera política provincial es que, si el peronismo hubiese afrontado la elección en un marco de unidad plena, otro hubiese sido el resultado. Alfredo Béliz, con una propuesta netamente peronista, cosechó 35 mil votos, que representa el 11 por ciento del total de los sufragios.
Que, en este contexto, tres intendentes salgan a cortarse solos marcando la cancha para el 2027, parece inoportuno y extemporáneo.
Que la decisión haya sido tomada sin involucrar a otros referentes provinciales del peronismo resulta antojadiza y sesgada.
Y que el proyecto, que fue anunciado con bombos y platillos, no incluya a Juan Pablo Luque es una jugada arriesgada y rupturista que inexorablemente desacomodará al resto del espacio.
Luque acaba de ser elegido diputado nacional, hace un par de meses derrotó al intendente de Dolavon en una interna, no es un actor secundario al que se pueda ignorar, si lo que se intenta es fortificar al peronismo desde los consensos.
Nadie puede negar el protagonismo que Bowen, Ingram y Balochi tienen en sus pueblos. Pero eso es tan cierto como que los tres perdieron en sus localidades el pasado 26 de octubre.
Lo primero que deberían hacer los jefes comunales es poner las barbas en remojo e ir al fondo de la cuestión para analizar porque la Libertad Avanza les dio una paliza en sus comunidades. Y después de la autocrítica, ponerse a trabajar para revertirlo.
La convocatoria de los tres nuevos mosqueteros del peronismo no surge como parte de una reflexión profunda ni de una estrategia sesuda de la que hayan participado todos los principales actores del partido sino como una reacción espasmódica y cerrada, que lejos de armonizar, disgrega.
Cuando la realidad le exige al peronismo encontrar la unidad, a una semana de la elección, ya surgió una interna. Eso y no entender nada, es exactamente lo mismo.

Por Esteban Gallo
“Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” es una de las frases que los partidarios del General repiten con solemnidad religiosa.
Pero una cosa es decirlo y otra muy distinta es practicarlo.
Para comprobarlo, basta con observar lo que sucede en la provincia de Buenos Aires, donde kirchneristas y anti kirchneristas se comen el hígado mientras el adversario se los deglute en las urnas.
La interna alcanzó niveles de confrontación que rozan el ridículo.
La imagen de Cristina bailando muy oronda en el balcón mientras el peronismo era cacheteado por Milei en todo el país es difícil de entender y de explicar. El documento posterior en el que la ex presidenta ataca sin piedad a Axel Kicillof responsabilizándolo por la derrota es otro acto del mismo sainete.
El arte de la política no está en ganar elecciones sino en interpretar lo que el pueblo dice y los resultados electorales no siempre son una condena, pero siempre dejan lecciones. El peronismo perdió, pero peor que eso es algunos dirigentes no hayan aprendido nada.
Pero los desatinos no se circunscriben al peronismo nacional. Chubut también tiene lo suyo.
El último fin de semana, los intendentes Dante Bowen (Dolavon), Sebastián Balochi (Sarmiento) y Héctoe "Cano" Ingram(Trevelin) difundieron la noticia de un encuentro en el que, según la pomposa gacetilla, analizaron el presente de la provincia, proyectando una agenda común de desarrollo y participación.
Luego de autocalificarse como “referentes de una nueva generación de dirigentes peronistas”, llamaron a construir un proyecto superador con mirada federal y a consolidar una red de intendentes comprometidos con el desarrollo equilibrado de cada región.
Esta suerte de lanzamiento de lo que parecería ser un nuevo espacio dentro del peronismo se produce una semana después de un acto eleccionario en el que el peronismo de Chubut quedó bastante bien parado.
Terminó segundo a solo mil votos de la Libertad Avanza y se aseguró una banca en el Congreso nacional. Si algo quedó flotando en la atmósfera política provincial es que, si el peronismo hubiese afrontado la elección en un marco de unidad plena, otro hubiese sido el resultado. Alfredo Béliz, con una propuesta netamente peronista, cosechó 35 mil votos, que representa el 11 por ciento del total de los sufragios.
Que, en este contexto, tres intendentes salgan a cortarse solos marcando la cancha para el 2027, parece inoportuno y extemporáneo.
Que la decisión haya sido tomada sin involucrar a otros referentes provinciales del peronismo resulta antojadiza y sesgada.
Y que el proyecto, que fue anunciado con bombos y platillos, no incluya a Juan Pablo Luque es una jugada arriesgada y rupturista que inexorablemente desacomodará al resto del espacio.
Luque acaba de ser elegido diputado nacional, hace un par de meses derrotó al intendente de Dolavon en una interna, no es un actor secundario al que se pueda ignorar, si lo que se intenta es fortificar al peronismo desde los consensos.
Nadie puede negar el protagonismo que Bowen, Ingram y Balochi tienen en sus pueblos. Pero eso es tan cierto como que los tres perdieron en sus localidades el pasado 26 de octubre.
Lo primero que deberían hacer los jefes comunales es poner las barbas en remojo e ir al fondo de la cuestión para analizar porque la Libertad Avanza les dio una paliza en sus comunidades. Y después de la autocrítica, ponerse a trabajar para revertirlo.
La convocatoria de los tres nuevos mosqueteros del peronismo no surge como parte de una reflexión profunda ni de una estrategia sesuda de la que hayan participado todos los principales actores del partido sino como una reacción espasmódica y cerrada, que lejos de armonizar, disgrega.
Cuando la realidad le exige al peronismo encontrar la unidad, a una semana de la elección, ya surgió una interna. Eso y no entender nada, es exactamente lo mismo.