Constanza Parra es cabo primera de la Policía de Neuquén. Hace más de tres meses denunció a sus superiores por violencia de género, corrupción institucional y maltrato psicológico. Como respuesta, fue derivada a una licencia psiquiátrica y sus reclamos no avanzaban. El 22 de abril, decidió esposarse en las escalinatas de la Casa de Gobierno para que, por fin, la escuchen.
EL IMPACTO INSTITUCIONAL
La repercusión pública del caso obligó al gobierno provincial a intervenir. Según confirmaron medios locales como Río Negro y LMNeuquén, fueron apartados de sus cargos el comisario Héctor Baigorria y el suboficial Rafael Villar, ambos de la comisaría 47 de Villa Pehuenia.
A los dos se les retiraron sus armas reglamentarias y, en el caso del comisario, se ordenó que desaloje la vivienda institucional por estar en proximidad con el domicilio de Parra.
También se anunció el envío de personal de Asuntos Internos e Investigaciones a la localidad para avanzar en la causa. La protesta de Parra ocurrió el lunes 22 de abril en la capital provincial. Su denuncia fue presentada a fines de enero y ratificada ante el juzgado de Zapala, en el marco de la Ley 2786 de Protección Integral contra la Violencia Familiar y de Género.
SILENCIOCOMO CASTIGO INSTITUCIONAL
Lo que denunció Parra no es un hecho aislado. Refleja una cultura de hostigamiento silencioso dentro de algunas estructuras de la fuerza. La cabo detalló en su reclamo que, tras denunciar, no solo fue apartada sin contención real, sino que testigos clave fueron trasladados, y ella quedó expuesta y sin respuestas institucionales efectivas.
“HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS”
El ministro de Seguridad, Matías Nicolini, declaró que el gobierno no encubrirá ningún tipo de violencia institucional y aseguró que la causa seguirá “hasta las últimas consecuencias”. La contundencia del gesto, aunque tardía, muestra que la presión social y el coraje individual pueden torcer inercias corporativas.
UNA LECCIÓN PARA TODA FUERZA
Este caso obliga a repensar los mecanismos internos para abordar denuncias de género dentro de las instituciones policiales. No basta con protocolos si no hay voluntad de aplicación efectiva. La acción de Parra es también una advertencia a quienes minimizan el reclamo de las mujeres en uniforme: no están solas y no se callan más.
(Por Rubén Pombo de Frecuencia Azul)
Constanza Parra es cabo primera de la Policía de Neuquén. Hace más de tres meses denunció a sus superiores por violencia de género, corrupción institucional y maltrato psicológico. Como respuesta, fue derivada a una licencia psiquiátrica y sus reclamos no avanzaban. El 22 de abril, decidió esposarse en las escalinatas de la Casa de Gobierno para que, por fin, la escuchen.
EL IMPACTO INSTITUCIONAL
La repercusión pública del caso obligó al gobierno provincial a intervenir. Según confirmaron medios locales como Río Negro y LMNeuquén, fueron apartados de sus cargos el comisario Héctor Baigorria y el suboficial Rafael Villar, ambos de la comisaría 47 de Villa Pehuenia.
A los dos se les retiraron sus armas reglamentarias y, en el caso del comisario, se ordenó que desaloje la vivienda institucional por estar en proximidad con el domicilio de Parra.
También se anunció el envío de personal de Asuntos Internos e Investigaciones a la localidad para avanzar en la causa. La protesta de Parra ocurrió el lunes 22 de abril en la capital provincial. Su denuncia fue presentada a fines de enero y ratificada ante el juzgado de Zapala, en el marco de la Ley 2786 de Protección Integral contra la Violencia Familiar y de Género.
SILENCIOCOMO CASTIGO INSTITUCIONAL
Lo que denunció Parra no es un hecho aislado. Refleja una cultura de hostigamiento silencioso dentro de algunas estructuras de la fuerza. La cabo detalló en su reclamo que, tras denunciar, no solo fue apartada sin contención real, sino que testigos clave fueron trasladados, y ella quedó expuesta y sin respuestas institucionales efectivas.
“HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS”
El ministro de Seguridad, Matías Nicolini, declaró que el gobierno no encubrirá ningún tipo de violencia institucional y aseguró que la causa seguirá “hasta las últimas consecuencias”. La contundencia del gesto, aunque tardía, muestra que la presión social y el coraje individual pueden torcer inercias corporativas.
UNA LECCIÓN PARA TODA FUERZA
Este caso obliga a repensar los mecanismos internos para abordar denuncias de género dentro de las instituciones policiales. No basta con protocolos si no hay voluntad de aplicación efectiva. La acción de Parra es también una advertencia a quienes minimizan el reclamo de las mujeres en uniforme: no están solas y no se callan más.
(Por Rubén Pombo de Frecuencia Azul)