Trelew: La vida de Lorena, a 14 años de la tragedia

“Los acosté con un beso, un ‘te amo’ y no los volví a ver”, recordó emocionada mientras relataba cómo volvió poco a poco a reconstruir su vida tras la trágica pérdida de sus tres “soles” y la separación de su pareja y padre de sus hijos. La tragedia sucedió el 6 de mayo del 2010 por inhalación de monóxido de carbono a causa de una estufa que funcionaba mal.

Imagen del año 2010 de Lorena y sus hijos Lisandro, Iona y Lautaro junto a la portada de Diario Jornada que publicaba la trágica noticia.
23 NOV 2024 - 9:41 | Actualizado 23 NOV 2024 - 11:27

Hace catorce años que Lorena Agüero perdió a sus tres hijos pequeños por una estufa que funcionaba mal en la casa que alquilaba en Trelew. “Los acosté con un beso, un ‘te amo’ y no los volví a ver”, dijo entre lágrimas. No pudo despedirlos y sentía tanta tristeza que quería dejar de vivir. Recordando aquel trágico hecho, contó cómo poco a poco reconstruyó su vida con el dolor siguiéndola como su sombra.

El día de la tragedia

Era 6 de mayo del 2010 por la mañana. Lorena estaba en su casa con sus hijos dormidos, hace un mes había perdido su trabajo en un consultorio odontológico. Su pareja y padre de sus hijos se había ido a trabajar. Ella se levantó para ir al baño, se golpeó y se cayó. “No sé cuánto tiempo habré estado ahí, desmayada”. Se levantó de nuevo, pero no tenía fuerzas y cayó otra vez.

Había estado varios días con dolor de cabeza y le pedía siempre a su pareja que cuando saliera de la casa para trabajar, bajara la estufa porque se despertaba “abombada”. Era una estufa a gas con tiraje hacia afuera que funcionaba mal.

Cuando él volvió de trabajar, la encontró y pidió auxilio. Ese mismo día murieron dos de sus hijos: Lautaro, de un año y medio, e Iona de tres años y nueve meses. Lisandro, de cinco años, fue internado con respirador y murió al día siguiente. Pero ella no supo que los había perdido hasta diez días después porque estuvo conectada con respirador y sin probabilidades de vida.

Tres veces se despertó y la volvieron a dormir porque estaba desorientada y reaccionaba mal. La cuarta vez estaba más tranquila, pero ahí empezó la pesadilla. Lo primero que hizo fue preguntarle a su mamá dónde estaban sus tres “soles”. Ella le decía que estaban con su tía, pero siguió preguntando y entonces su mamá le respondió que “los nenes se durmieron”. Sin creerlo, empezó a gritarle para que se fuera.

Fuente: Entrevista / Infobae

“Me pesaba estar despierta, eran todo el tiempo imágenes en la cabeza”, recordó. Le costaba respirar y le pusieron oxígeno. “Venía el enfermero y yo le decía: “¿Para qué me ponés esto si yo no quiero respirar? Me quiero morir”. Eso es lo que quería. Yo me quería morir”, confesó.

A ese dolor se le sumó el de perder a su pareja, quien unos días antes de que a ella le dieran el alta le dijo que se quería separar. “No te puedo contener me dijo. Así que quedó todo ahí, cuando me dieron el alta él ya no estaba. Pensé que estaba shockeado y que se le iba a pasar, que iba a volver. Pero no volvió”.

Volver a vivir, enamorarse de nuevo y tener otra hija

Le dieron el alta y se fue a la casa de su madre, donde empezó un doloroso proceso. “Siempre fui muy creyente y me pregunté “¿Por qué no me llevaste? Habiendo estado tan cerca de la muerte, no sé para qué me dejaste”.

Lorena tenía que empezar de cero, porque aquello que había construido con tanto amor ya no estaba. “Esa sensación de desolación, de angustia, de tristeza, de muerte. No tenía nada. Me preguntaba qué sentido tenía seguir. Y no tenía ningún sentido. Yo me quería morir”, aseguró.

Poco a poco, y con acompañamiento de múltiples profesionales médicos, entendió que “la muerte es parte de la vida” y que a veces “muchos se nos adelantan en el camino”. Aferrada a ese pensamiento, sacó fuerzas de donde no las tenía para seguir.

A los dos años nació su primer sobrino y luego de eso empezó a trabajar. La nueva rutina la llevó a dejar de tomar medicación y reinsertarse en la sociedad. Fue muy duro -recordó-, porque el paso del tiempo traía consigo los cumpleaños, las primeras fiestas, el Día de la Madre y otras festividades en las que ella participaba, pero no brindaba. “Pensé que nunca más iba a volver a reír, a ser feliz”.

En honor a sus hijos se prometió que debía volver a ser feliz sea como sea. Y allí conoció a Gustavo, deportista de triatlón y propietario de un gimnasio en la ciudad con quien formó una pareja y tuvo a su hija Alma, quien cumplirá ocho años en diciembre.

Lorena junto a Gustavo, su pareja y a la hija que tuvieron juntos

“Fue difícil. Siempre fui una persona sociable, pero como que me escapaba. Cuando aparece él, no me pude escapar porque me enamoré. Entonces lo echaba: “¿Por qué no te vas? ¿Por qué no buscas a otra persona que no tenga una mochila tan pesada?”, le decía ella siempre, pero él solo respondía que no, que se quedaría allí. Hace once años que están juntos.

Trataba de mostrarse siempre bien, pero cuando estaba sola era otra persona. la convivencia lo llevó a conocer una realidad distinta a la que ella le mostraba. “Él no entendía muchas cosas, le resultaba difícil saber qué me pasaba”, pero juntos lo superaron y luego llegó Alma “a darle un poco de paz a mi vida”.

A su hija le habla de sus otros tres hermanos, le explicó todo lo que había pasado y le contó de la familia que había formado tiempo atrás. Aquellos tres hijos a los que recuerda todos los días y con los que a veces también sueña.

“No sé si algún día sanas. Creo que aprendés a vivir con el dolor, la felicidad y la tristeza siempre van de la mano. Te alegrás por algo, pero también te agarra esa tristeza de no poder compartirlo con ellos”, explicó.

Ahora, pese a todo lo vivido, asegura que la vida le sonríe y el amor prevalece por sobre todas las cosas. Agradece también tener la fortaleza de poder sobrellevar cada día y se siente orgullosa de todo lo que logró con la compañía de sus seres queridos y de Gustavo. “La vida es bellísima y siempre te da revancha”.

Fuente: Infobae.

Imagen del año 2010 de Lorena y sus hijos Lisandro, Iona y Lautaro junto a la portada de Diario Jornada que publicaba la trágica noticia.
23 NOV 2024 - 9:41

Hace catorce años que Lorena Agüero perdió a sus tres hijos pequeños por una estufa que funcionaba mal en la casa que alquilaba en Trelew. “Los acosté con un beso, un ‘te amo’ y no los volví a ver”, dijo entre lágrimas. No pudo despedirlos y sentía tanta tristeza que quería dejar de vivir. Recordando aquel trágico hecho, contó cómo poco a poco reconstruyó su vida con el dolor siguiéndola como su sombra.

El día de la tragedia

Era 6 de mayo del 2010 por la mañana. Lorena estaba en su casa con sus hijos dormidos, hace un mes había perdido su trabajo en un consultorio odontológico. Su pareja y padre de sus hijos se había ido a trabajar. Ella se levantó para ir al baño, se golpeó y se cayó. “No sé cuánto tiempo habré estado ahí, desmayada”. Se levantó de nuevo, pero no tenía fuerzas y cayó otra vez.

Había estado varios días con dolor de cabeza y le pedía siempre a su pareja que cuando saliera de la casa para trabajar, bajara la estufa porque se despertaba “abombada”. Era una estufa a gas con tiraje hacia afuera que funcionaba mal.

Cuando él volvió de trabajar, la encontró y pidió auxilio. Ese mismo día murieron dos de sus hijos: Lautaro, de un año y medio, e Iona de tres años y nueve meses. Lisandro, de cinco años, fue internado con respirador y murió al día siguiente. Pero ella no supo que los había perdido hasta diez días después porque estuvo conectada con respirador y sin probabilidades de vida.

Tres veces se despertó y la volvieron a dormir porque estaba desorientada y reaccionaba mal. La cuarta vez estaba más tranquila, pero ahí empezó la pesadilla. Lo primero que hizo fue preguntarle a su mamá dónde estaban sus tres “soles”. Ella le decía que estaban con su tía, pero siguió preguntando y entonces su mamá le respondió que “los nenes se durmieron”. Sin creerlo, empezó a gritarle para que se fuera.

Fuente: Entrevista / Infobae

“Me pesaba estar despierta, eran todo el tiempo imágenes en la cabeza”, recordó. Le costaba respirar y le pusieron oxígeno. “Venía el enfermero y yo le decía: “¿Para qué me ponés esto si yo no quiero respirar? Me quiero morir”. Eso es lo que quería. Yo me quería morir”, confesó.

A ese dolor se le sumó el de perder a su pareja, quien unos días antes de que a ella le dieran el alta le dijo que se quería separar. “No te puedo contener me dijo. Así que quedó todo ahí, cuando me dieron el alta él ya no estaba. Pensé que estaba shockeado y que se le iba a pasar, que iba a volver. Pero no volvió”.

Volver a vivir, enamorarse de nuevo y tener otra hija

Le dieron el alta y se fue a la casa de su madre, donde empezó un doloroso proceso. “Siempre fui muy creyente y me pregunté “¿Por qué no me llevaste? Habiendo estado tan cerca de la muerte, no sé para qué me dejaste”.

Lorena tenía que empezar de cero, porque aquello que había construido con tanto amor ya no estaba. “Esa sensación de desolación, de angustia, de tristeza, de muerte. No tenía nada. Me preguntaba qué sentido tenía seguir. Y no tenía ningún sentido. Yo me quería morir”, aseguró.

Poco a poco, y con acompañamiento de múltiples profesionales médicos, entendió que “la muerte es parte de la vida” y que a veces “muchos se nos adelantan en el camino”. Aferrada a ese pensamiento, sacó fuerzas de donde no las tenía para seguir.

A los dos años nació su primer sobrino y luego de eso empezó a trabajar. La nueva rutina la llevó a dejar de tomar medicación y reinsertarse en la sociedad. Fue muy duro -recordó-, porque el paso del tiempo traía consigo los cumpleaños, las primeras fiestas, el Día de la Madre y otras festividades en las que ella participaba, pero no brindaba. “Pensé que nunca más iba a volver a reír, a ser feliz”.

En honor a sus hijos se prometió que debía volver a ser feliz sea como sea. Y allí conoció a Gustavo, deportista de triatlón y propietario de un gimnasio en la ciudad con quien formó una pareja y tuvo a su hija Alma, quien cumplirá ocho años en diciembre.

Lorena junto a Gustavo, su pareja y a la hija que tuvieron juntos

“Fue difícil. Siempre fui una persona sociable, pero como que me escapaba. Cuando aparece él, no me pude escapar porque me enamoré. Entonces lo echaba: “¿Por qué no te vas? ¿Por qué no buscas a otra persona que no tenga una mochila tan pesada?”, le decía ella siempre, pero él solo respondía que no, que se quedaría allí. Hace once años que están juntos.

Trataba de mostrarse siempre bien, pero cuando estaba sola era otra persona. la convivencia lo llevó a conocer una realidad distinta a la que ella le mostraba. “Él no entendía muchas cosas, le resultaba difícil saber qué me pasaba”, pero juntos lo superaron y luego llegó Alma “a darle un poco de paz a mi vida”.

A su hija le habla de sus otros tres hermanos, le explicó todo lo que había pasado y le contó de la familia que había formado tiempo atrás. Aquellos tres hijos a los que recuerda todos los días y con los que a veces también sueña.

“No sé si algún día sanas. Creo que aprendés a vivir con el dolor, la felicidad y la tristeza siempre van de la mano. Te alegrás por algo, pero también te agarra esa tristeza de no poder compartirlo con ellos”, explicó.

Ahora, pese a todo lo vivido, asegura que la vida le sonríe y el amor prevalece por sobre todas las cosas. Agradece también tener la fortaleza de poder sobrellevar cada día y se siente orgullosa de todo lo que logró con la compañía de sus seres queridos y de Gustavo. “La vida es bellísima y siempre te da revancha”.

Fuente: Infobae.


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