- Por Esteban Gallo
“La guerra silenciosa contra el animal veloz que se está comiendo la Patagonia” es el título desmedido que eligió Clarín para referirse al reclamo de algunos ganaderos de Chubut, preocupados por los supuestos estragos que el guanaco provoca en pasturas y suelos de la región.
El artículo periodístico, con rasgo de publi nota, se basa en las declaraciones de John Stewart Blake, un ganadero que se fue del país cuando era muy joven y que después de largas décadas volvió para transformarse en el verdugo de guanacos y chulengos.
Ámbito Financiero, un diario dedicado a los temas de negocios, también abordó la temática apuntando hacia el mismo lugar.
En la misma línea editorial de Clarín, colocó a la cabeza de la información: “Entidades rurales piden ayuda por el impacto de los guanacos que "van a destruir la Patagonia" Y en este caso, también el que aporta los datos es Stewart Blake.
Sumando los dos artículos periodísticos, seleccionamos algunas de sus declaraciones más polémicas.
-Hay tres millones de guanacos en Chubut que se están comiendo la Patagonia.
-La superpoblación de estos animales está llevando al borde de la inviabilidad de la producción ovina.
- Va a ocurrir una desertificación a boca de guanaco-
-Hay un ecocidio cometido por guanacos
-Hay un plaga real de guanacos en la Patagonia
-Son tantos, que el puma, su principal predador, no puede colaborar naturalmente con la regulación de esa superpoblación desmesurada.
El vocero del sector rural también apuntó contra ambientalistas y científicos. Sobre estos últimos señaló que hace décadas que tienen ascendencia sobre las políticas ambientales y están «llenando de mentiras» a los ciudadanos sobre la manera en que hay que lidiar con el guanaco.
¿Qué dicen los ciéntificos sobre las declaraciones públicas de Blake?
Andrea Marino, investigadora dedicada a estudiar el comportamiento de los mamíferos de ojos saltones dijo que “pensar que el guanaco se va a comer la Patagonia es ridículo”.
Agregó que “si no se comieron a la Patagonia cuando eran 22 millones de guanacos difícilmente lo puedan hacer ahora”.
Señaló que no hay ningún dato oficial que corrobore la existencia de 3 millones de animales de esta especie ni que en los últimos años se haya producido un incremento exponencial.
Subrayó que el guanaco tiene un mecanismo de regulación extraordinaria. Ellos regulan la presión de pastoreo de acuerdo a la cantidad de recursos existentes. Y afirmó enfáticamente que la desertificación es producto del sobrepastoreo ovino no por culpa de los guanacos.
La científica expuso otro dato interesante, surgido de una investigación reciente. Habló de las bosteadoras, que son las pilas de bosta que los guanacos defecan en manada que funcionan como islas de fertilidad pues generan condiciones biofísicas que favorecen la formación de plantas y la recuperación de áreas degradadas.
Estos datos que la investigación científica nos ofrece le ponen un freno a la campaña de demonización a la que ha sido expuesto el pobre guanaco, que viene soportando embates desde hace un tiempo largo. Primero fue el pavote de Lucas Llach, vicepresidente del Banco Central del gobierno de Macri, que convocó a salir a cazarlos para demostrar la superioridad de la raza humana.
Después vino Patricia Bullrich con aquella frase de que “en Chubut no vive nadie, solo hay un millón de guanacos”.
Para que quede claro. Nadie pretende convertir al guanaco en el rey de la Patagonia, ni decimos que la situación de la especie, incluido el manejo del recurso, el impacto que podría generar en las pasturas y en el ecosistema no deba ser debatido. Pero la discusión debe hacerse con todos los sectores sentados en la misma mesa y escuchando a los investigadores que se dedican a estudiar a los animales desde hace muchos años.
No es el que habla más fuerte el que tiene razón, ni el que tiene llegada a los medios nacionales, ni el que consigue los mejores títulos.
Stewart Blake invita a debatir a ambientalistas e investigadores, pero no lo hace de buena manera. Lo plantea como un camorrero, con la soberbia que tienen los que se creen los dueños de la verdad y le erra al viscachazo cuando desacredita y ningunea a sectores con quien debería sentarse a dialogar.
Desconozco la forma en que se trata a los científicos en Australia, donde vivió gran parte de su vida, pero en la Patagonia de las ovejas y de los guanacos, a los investigadores se los reconoce, se los valora y se los respeta.
- Por Esteban Gallo
“La guerra silenciosa contra el animal veloz que se está comiendo la Patagonia” es el título desmedido que eligió Clarín para referirse al reclamo de algunos ganaderos de Chubut, preocupados por los supuestos estragos que el guanaco provoca en pasturas y suelos de la región.
El artículo periodístico, con rasgo de publi nota, se basa en las declaraciones de John Stewart Blake, un ganadero que se fue del país cuando era muy joven y que después de largas décadas volvió para transformarse en el verdugo de guanacos y chulengos.
Ámbito Financiero, un diario dedicado a los temas de negocios, también abordó la temática apuntando hacia el mismo lugar.
En la misma línea editorial de Clarín, colocó a la cabeza de la información: “Entidades rurales piden ayuda por el impacto de los guanacos que "van a destruir la Patagonia" Y en este caso, también el que aporta los datos es Stewart Blake.
Sumando los dos artículos periodísticos, seleccionamos algunas de sus declaraciones más polémicas.
-Hay tres millones de guanacos en Chubut que se están comiendo la Patagonia.
-La superpoblación de estos animales está llevando al borde de la inviabilidad de la producción ovina.
- Va a ocurrir una desertificación a boca de guanaco-
-Hay un ecocidio cometido por guanacos
-Hay un plaga real de guanacos en la Patagonia
-Son tantos, que el puma, su principal predador, no puede colaborar naturalmente con la regulación de esa superpoblación desmesurada.
El vocero del sector rural también apuntó contra ambientalistas y científicos. Sobre estos últimos señaló que hace décadas que tienen ascendencia sobre las políticas ambientales y están «llenando de mentiras» a los ciudadanos sobre la manera en que hay que lidiar con el guanaco.
¿Qué dicen los ciéntificos sobre las declaraciones públicas de Blake?
Andrea Marino, investigadora dedicada a estudiar el comportamiento de los mamíferos de ojos saltones dijo que “pensar que el guanaco se va a comer la Patagonia es ridículo”.
Agregó que “si no se comieron a la Patagonia cuando eran 22 millones de guanacos difícilmente lo puedan hacer ahora”.
Señaló que no hay ningún dato oficial que corrobore la existencia de 3 millones de animales de esta especie ni que en los últimos años se haya producido un incremento exponencial.
Subrayó que el guanaco tiene un mecanismo de regulación extraordinaria. Ellos regulan la presión de pastoreo de acuerdo a la cantidad de recursos existentes. Y afirmó enfáticamente que la desertificación es producto del sobrepastoreo ovino no por culpa de los guanacos.
La científica expuso otro dato interesante, surgido de una investigación reciente. Habló de las bosteadoras, que son las pilas de bosta que los guanacos defecan en manada que funcionan como islas de fertilidad pues generan condiciones biofísicas que favorecen la formación de plantas y la recuperación de áreas degradadas.
Estos datos que la investigación científica nos ofrece le ponen un freno a la campaña de demonización a la que ha sido expuesto el pobre guanaco, que viene soportando embates desde hace un tiempo largo. Primero fue el pavote de Lucas Llach, vicepresidente del Banco Central del gobierno de Macri, que convocó a salir a cazarlos para demostrar la superioridad de la raza humana.
Después vino Patricia Bullrich con aquella frase de que “en Chubut no vive nadie, solo hay un millón de guanacos”.
Para que quede claro. Nadie pretende convertir al guanaco en el rey de la Patagonia, ni decimos que la situación de la especie, incluido el manejo del recurso, el impacto que podría generar en las pasturas y en el ecosistema no deba ser debatido. Pero la discusión debe hacerse con todos los sectores sentados en la misma mesa y escuchando a los investigadores que se dedican a estudiar a los animales desde hace muchos años.
No es el que habla más fuerte el que tiene razón, ni el que tiene llegada a los medios nacionales, ni el que consigue los mejores títulos.
Stewart Blake invita a debatir a ambientalistas e investigadores, pero no lo hace de buena manera. Lo plantea como un camorrero, con la soberbia que tienen los que se creen los dueños de la verdad y le erra al viscachazo cuando desacredita y ningunea a sectores con quien debería sentarse a dialogar.
Desconozco la forma en que se trata a los científicos en Australia, donde vivió gran parte de su vida, pero en la Patagonia de las ovejas y de los guanacos, a los investigadores se los reconoce, se los valora y se los respeta.