Por Esteban Gallo
Tras la ratificación del veto presidencial a la Ley de Financiamiento, el Frente Sindical de Universidades Nacionales anunció un plan de lucha que comenzó ayer, y que incluye la realización de un paro nacional para el jueves 17 de octubre. Además, los centros de estudiantes y el Consejo Interuniversitario nacional se reunirán hoy para acordar un marco de acción programático con la idea de consolidar la federalización de la protesta.
Tenían razón los que pensaban que si el gobierno de Milei se había animado a embestir contra la ley de movilidad de los jubilados no iba a tener ningún empacho a la hora de asestarle un golpe de nocaut a las universidades públicas nacionales.
De Milei ya nada debería sorprendernos. Sin embargo, la ratificación del veto, que hoy moviliza a las universidades de todo el país, requirió de la complicidad de sectores políticos y del apoyo de legisladores nacionales de distintas provincias, incluida la nuestra.
Un rol clave le cupo al ex presidente Mauricio Macri que suele desmarcarse del gobierno libertario en nimiedades, pero a la hora de los bifes, siempre le da una mano. En este caso, muchas manos.
Al fin y al cabo, ajuste es una palabra que le sienta bien al jefe político del PRO y a los sectores a los que, defiende y combate, que son los mismos amigos y enemigos que tiene Milei.
Un párrafo aparte merece el posicionamiento que adoptaron los legisladores nacionales por Chubut.
Los diputados de Unión por la Patria, Jose Glinsky y Eugenia Alianello se opusieron al veto presidencial, como se esperaba.
Tampoco sorprendió a nadie la postura del inefable César Treffinger, que votó en contra de las universidades con la misma fruición con la que acostó los jubilados. Si pudiera levantar las dos manos y también los pies, lo haría, para congraciarse con su jefe político. Más chupamedias y más patético no se puede ser.
La ausencia de “Loma” Ávila ha sido objeto de diversas conjeturas. Desde su oficina de prensa aseguran que desde hace rato viene con problemas de salud y que debió someterse a una intervención quirúrgica horas antes de la sesión. No hay razón para no creerlo.
Pero nadie ha quedado más en el ojo de la tormenta que la diputada nacional Ana Clara Romero. Los cuestionamientos tienen razón de ser. Romero no es un cuatro de copas, ni una dirigente de segunda línea. No es un invento de la política como la senadora Andrea Cristina que nadie sabe de qué repollo salió.
Romero fue concejal de Comodoro Rivadavia, candidata a intendenta de la ciudad petrolera y es diputada nacional desde el 2021. Ha caminado su ciudad, conoce el funcionamiento de las instituciones, y aunque se recibió de abogada en una universidad privada no ignora el papel que juegan las universidades públicas en Chubut.
Como tiene un recorrido y una trayectoria de muchos años, la desilusión es más grande. Nada de lo que escuchó en los días previos la conmovió. Ni la preocupación fundada de los rectores, ni el reclamo de los docentes, ni el clamor de los alumnos. El mensaje de la comunidad educativa de las universidades entró por una oreja de Romero y salió por la otra.
En las últimas horas, en las puertas de ingreso de la sede Comodoro de la Universidad de la Patagonia aparecieron algunos carteles que dicen: César Treffinger Antipueblo, persona no grata.
Está bien. Treffinger tiene todos los boletos comprados y no hay puteada que no se merezca.
Pero seamos buenos. Ana Clara Romero votó igualito que Treffinger. Está siempre bien peinada y usa trajecitos lindos, pero el voto de uno y de otra valen exactamente lo mismo y provocaron el mismo daño.
No hace falta que le peguen ningún cartel. Lo que no puede suceder es que ni los comodorenses ni los chubutenses se olviden de cómo votan sus dirigentes cuando el gobierno le mete la mano en el bolsillo a los jubilados, a la salud o a la educación.
Los papelitos hay que pegarlos en la memoria. Para que nuestros representantes sepan que no da lo mismo defender al pueblo, que darle la espalda.
Por Esteban Gallo
Tras la ratificación del veto presidencial a la Ley de Financiamiento, el Frente Sindical de Universidades Nacionales anunció un plan de lucha que comenzó ayer, y que incluye la realización de un paro nacional para el jueves 17 de octubre. Además, los centros de estudiantes y el Consejo Interuniversitario nacional se reunirán hoy para acordar un marco de acción programático con la idea de consolidar la federalización de la protesta.
Tenían razón los que pensaban que si el gobierno de Milei se había animado a embestir contra la ley de movilidad de los jubilados no iba a tener ningún empacho a la hora de asestarle un golpe de nocaut a las universidades públicas nacionales.
De Milei ya nada debería sorprendernos. Sin embargo, la ratificación del veto, que hoy moviliza a las universidades de todo el país, requirió de la complicidad de sectores políticos y del apoyo de legisladores nacionales de distintas provincias, incluida la nuestra.
Un rol clave le cupo al ex presidente Mauricio Macri que suele desmarcarse del gobierno libertario en nimiedades, pero a la hora de los bifes, siempre le da una mano. En este caso, muchas manos.
Al fin y al cabo, ajuste es una palabra que le sienta bien al jefe político del PRO y a los sectores a los que, defiende y combate, que son los mismos amigos y enemigos que tiene Milei.
Un párrafo aparte merece el posicionamiento que adoptaron los legisladores nacionales por Chubut.
Los diputados de Unión por la Patria, Jose Glinsky y Eugenia Alianello se opusieron al veto presidencial, como se esperaba.
Tampoco sorprendió a nadie la postura del inefable César Treffinger, que votó en contra de las universidades con la misma fruición con la que acostó los jubilados. Si pudiera levantar las dos manos y también los pies, lo haría, para congraciarse con su jefe político. Más chupamedias y más patético no se puede ser.
La ausencia de “Loma” Ávila ha sido objeto de diversas conjeturas. Desde su oficina de prensa aseguran que desde hace rato viene con problemas de salud y que debió someterse a una intervención quirúrgica horas antes de la sesión. No hay razón para no creerlo.
Pero nadie ha quedado más en el ojo de la tormenta que la diputada nacional Ana Clara Romero. Los cuestionamientos tienen razón de ser. Romero no es un cuatro de copas, ni una dirigente de segunda línea. No es un invento de la política como la senadora Andrea Cristina que nadie sabe de qué repollo salió.
Romero fue concejal de Comodoro Rivadavia, candidata a intendenta de la ciudad petrolera y es diputada nacional desde el 2021. Ha caminado su ciudad, conoce el funcionamiento de las instituciones, y aunque se recibió de abogada en una universidad privada no ignora el papel que juegan las universidades públicas en Chubut.
Como tiene un recorrido y una trayectoria de muchos años, la desilusión es más grande. Nada de lo que escuchó en los días previos la conmovió. Ni la preocupación fundada de los rectores, ni el reclamo de los docentes, ni el clamor de los alumnos. El mensaje de la comunidad educativa de las universidades entró por una oreja de Romero y salió por la otra.
En las últimas horas, en las puertas de ingreso de la sede Comodoro de la Universidad de la Patagonia aparecieron algunos carteles que dicen: César Treffinger Antipueblo, persona no grata.
Está bien. Treffinger tiene todos los boletos comprados y no hay puteada que no se merezca.
Pero seamos buenos. Ana Clara Romero votó igualito que Treffinger. Está siempre bien peinada y usa trajecitos lindos, pero el voto de uno y de otra valen exactamente lo mismo y provocaron el mismo daño.
No hace falta que le peguen ningún cartel. Lo que no puede suceder es que ni los comodorenses ni los chubutenses se olviden de cómo votan sus dirigentes cuando el gobierno le mete la mano en el bolsillo a los jubilados, a la salud o a la educación.
Los papelitos hay que pegarlos en la memoria. Para que nuestros representantes sepan que no da lo mismo defender al pueblo, que darle la espalda.