Vivirlo desde adentro, un sueño cumplido

El maratón porteño se ha convertido en el objetivo de muchos de los grandes atletas del mundo, y de los miles de aficionados que abrazamos el atletismo y la distancia madre como una pasión.

22 SEP 2024 - 22:15 | Actualizado 22 SEP 2024 - 22:26

Por Edgardo Lillo.

Un especialista español, Fernando Vázquez, plantea como retórica que el esfuerzo no garantiza el éxito, pero la falta de esfuerzo sí garantiza el fracaso. En la misma línea, plantea que nadie puede asegurar un resultado porque hay muchas variables que lo regulan. Lo que sí se puede garantizar es el esfuerzo; ir, ir, ir. “Hay muchas veces que no se da, pero otras veces que sí. Si no vas, no hay ninguna posibilidad”.

En el mismo sentido, otro idóneo estadounidense asegura que las cosas importantes no ocurren en un solo día, en 10 días, necesitan 100 días, 500 días, hasta 5 mil días. Las cosas importantes necesitan tiempo. “Es un pequeño paso, un pequeño movimiento, pero “every day”, todos los días. Si hacés algo vas a ver los avances, sino haces nada, el resultado se reduce a cero, plantea el especialista.

Eso es el maratón, la carrera madre del atletismo, en la que sufre del primero al último, con distintos ritmos, con distintos niveles de agonística y de capacidades para resistir el sufrimiento. Parece que para la elite fuera más simple, más fácil, aunque en realidad, las grandes estrellas lo hacen más sencillo por su origen, por sus historias de vida, por su talento, pero sobre todo por su trabajo, su trayectoria.

Está claro que los atletas africanos están en otra historia, y que incluso la elite continental no tiene nada que ver con el resto de los mortales, pero sin dudas, los simples mortales son los que hacen no sólo el número, sino el espectáculo de una carrera. No son el complemento, son una pata importante del espectáculo.


Eso quedó demostrado este domingo en la 40° edición del Maratón de Buenos Aires, que tuvo unas 14.500 almas en la largada, divididas en “olas”, según la expectativa de tiempo final de cada atleta participante. Entre los miles de participantes, cientos de chubutenses.

Según la estimación de los organizadores, casi un 40 por ciento fueron extranjeros, unos 5 mil, y de esta porción, el 80 por ciento brasileños, unos 4 mil. Pero también hubo chilenos, paraguayos, peruanos y uruguayos, además de visitantes de países de Europa.

Y pensar que aquella primera vez de 1984, que ganó Rubén Aguiar y tuvo segundo a Reimundo Manquel sólo largaron 17 participantes, todos varones.
Con algunos grises en el medio, el de la capital porteña se ha convertido en el maratón más convocante de América Latina, en un circuito que recorre los lugares más emblemáticos de Buenos Aires y de la República Argentina, como el Cabildo, el Obelisco y la Casa Rosada.

A las 5.30 de la madrugada de este domingo los colectivos desfilaban llenos hacia el lugar de largada, en Dorrego y Figueroa Alcorta, en el corazón de los Bosques de Palermo, detrás del famoso Hipódromo y en cercanías del Buenos Aires Lawn Tenis Club.

El despliegue de carpas era similar a una carrera del Turismo Carretera y la organización dispuso de una gigante para que los participantes dejaran sus objetos personales, dividida en secciones de acuerdo al número de competidores, además de decenas de baños químicos.

Los miles y miles de atletas se encolumnaban a Palermo y se cruzaban con la gente que iba al trabajo, pero principalmente con quienes salían del boliche.

La primera emoción fue desfilar casi a la par del Regimiento Patricios, que con tambores y otros elementos de percusión animó su propia llegada al lugar de partida, donde después interpretó el Himno Nacional Argentino. Se sentía como si fuéramos a la batalla con San Martín o Belgrano.

A esa altura, el viento tenía una intensidad inusual para el clima de Buenos Aires, pero bastó que la carrera transitara los primeros kilómetros para que diera la sensación de habían apagado el aire acondicionado.

Cielo nublado, temperatura que superó los 20 grados y un alto índice de humedad habían convertido a la Ciudad de la Furia en un reducto caluroso, pesado, agobiante, y sin viento.

Pero más allá de la planificación personal, con geles hidratantes absorbidos de manera religiosa cada determinada cantidad de minutos, la logística de hidratación de la carrera fue sencillamente monstruosa. Agua y bebida isotónica separados por 2,5/3 kilómetros, fruta en la parte final y en la llegada.

El paso por el Monumental y La Bombonera disparó pirotécnica verbal: “que frío se puso, disparó uno”. “Helados se quedaron ayer en La Boca, replicó el otro”. Y en el estadio del Xeneize ocurrió lo mismo: “¿Hay alguien con vida acá? Preguntó un hincha del Millo sacando pecho por el triunfo en el Superclásico el día anterior. “Estás pasando por la cancha que nunca descendió”, le respondió un bostero, que además provocó que algunos simpatizantes, espectadores de la carrera, empezaron a cantar “el club es de los socios, el club es de los socios”.

Bandas de música en vivo, artistas urbanos y la animación en el escenario y en las calles, complementaron un espectáculo de lujo para el atletismo argentino.


Y por primera vez nos dimos ese lujo de estar ahí y alcanzar la meta, lo que termina siendo para todos y cada uno el mejor premio de un largo proceso de trabajo.

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22 SEP 2024 - 22:15

Por Edgardo Lillo.

Un especialista español, Fernando Vázquez, plantea como retórica que el esfuerzo no garantiza el éxito, pero la falta de esfuerzo sí garantiza el fracaso. En la misma línea, plantea que nadie puede asegurar un resultado porque hay muchas variables que lo regulan. Lo que sí se puede garantizar es el esfuerzo; ir, ir, ir. “Hay muchas veces que no se da, pero otras veces que sí. Si no vas, no hay ninguna posibilidad”.

En el mismo sentido, otro idóneo estadounidense asegura que las cosas importantes no ocurren en un solo día, en 10 días, necesitan 100 días, 500 días, hasta 5 mil días. Las cosas importantes necesitan tiempo. “Es un pequeño paso, un pequeño movimiento, pero “every day”, todos los días. Si hacés algo vas a ver los avances, sino haces nada, el resultado se reduce a cero, plantea el especialista.

Eso es el maratón, la carrera madre del atletismo, en la que sufre del primero al último, con distintos ritmos, con distintos niveles de agonística y de capacidades para resistir el sufrimiento. Parece que para la elite fuera más simple, más fácil, aunque en realidad, las grandes estrellas lo hacen más sencillo por su origen, por sus historias de vida, por su talento, pero sobre todo por su trabajo, su trayectoria.

Está claro que los atletas africanos están en otra historia, y que incluso la elite continental no tiene nada que ver con el resto de los mortales, pero sin dudas, los simples mortales son los que hacen no sólo el número, sino el espectáculo de una carrera. No son el complemento, son una pata importante del espectáculo.


Eso quedó demostrado este domingo en la 40° edición del Maratón de Buenos Aires, que tuvo unas 14.500 almas en la largada, divididas en “olas”, según la expectativa de tiempo final de cada atleta participante. Entre los miles de participantes, cientos de chubutenses.

Según la estimación de los organizadores, casi un 40 por ciento fueron extranjeros, unos 5 mil, y de esta porción, el 80 por ciento brasileños, unos 4 mil. Pero también hubo chilenos, paraguayos, peruanos y uruguayos, además de visitantes de países de Europa.

Y pensar que aquella primera vez de 1984, que ganó Rubén Aguiar y tuvo segundo a Reimundo Manquel sólo largaron 17 participantes, todos varones.
Con algunos grises en el medio, el de la capital porteña se ha convertido en el maratón más convocante de América Latina, en un circuito que recorre los lugares más emblemáticos de Buenos Aires y de la República Argentina, como el Cabildo, el Obelisco y la Casa Rosada.

A las 5.30 de la madrugada de este domingo los colectivos desfilaban llenos hacia el lugar de largada, en Dorrego y Figueroa Alcorta, en el corazón de los Bosques de Palermo, detrás del famoso Hipódromo y en cercanías del Buenos Aires Lawn Tenis Club.

El despliegue de carpas era similar a una carrera del Turismo Carretera y la organización dispuso de una gigante para que los participantes dejaran sus objetos personales, dividida en secciones de acuerdo al número de competidores, además de decenas de baños químicos.

Los miles y miles de atletas se encolumnaban a Palermo y se cruzaban con la gente que iba al trabajo, pero principalmente con quienes salían del boliche.

La primera emoción fue desfilar casi a la par del Regimiento Patricios, que con tambores y otros elementos de percusión animó su propia llegada al lugar de partida, donde después interpretó el Himno Nacional Argentino. Se sentía como si fuéramos a la batalla con San Martín o Belgrano.

A esa altura, el viento tenía una intensidad inusual para el clima de Buenos Aires, pero bastó que la carrera transitara los primeros kilómetros para que diera la sensación de habían apagado el aire acondicionado.

Cielo nublado, temperatura que superó los 20 grados y un alto índice de humedad habían convertido a la Ciudad de la Furia en un reducto caluroso, pesado, agobiante, y sin viento.

Pero más allá de la planificación personal, con geles hidratantes absorbidos de manera religiosa cada determinada cantidad de minutos, la logística de hidratación de la carrera fue sencillamente monstruosa. Agua y bebida isotónica separados por 2,5/3 kilómetros, fruta en la parte final y en la llegada.

El paso por el Monumental y La Bombonera disparó pirotécnica verbal: “que frío se puso, disparó uno”. “Helados se quedaron ayer en La Boca, replicó el otro”. Y en el estadio del Xeneize ocurrió lo mismo: “¿Hay alguien con vida acá? Preguntó un hincha del Millo sacando pecho por el triunfo en el Superclásico el día anterior. “Estás pasando por la cancha que nunca descendió”, le respondió un bostero, que además provocó que algunos simpatizantes, espectadores de la carrera, empezaron a cantar “el club es de los socios, el club es de los socios”.

Bandas de música en vivo, artistas urbanos y la animación en el escenario y en las calles, complementaron un espectáculo de lujo para el atletismo argentino.


Y por primera vez nos dimos ese lujo de estar ahí y alcanzar la meta, lo que termina siendo para todos y cada uno el mejor premio de un largo proceso de trabajo.


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