El Bolsón ratifica su liderazgo en la producción de lúpulo del país

En la Comarca Andina del Paralelo 42° se produce el 70% del lúpulo argentino, con unas 122 hectáreas plantadas. Se dividen entre cinco productores con chacras en el Camino de los Nogales, Mallín Ahogado y Lago Puelo. Se agrega la empresa Quilmes con unas 55 hectáreas en Fernández Oro (Alto Valle de Río Negro).

26 FEB 2024 - 7:58 | Actualizado 26 FEB 2024 - 8:01

Por Fernando Bonansea

Según la ley de pureza establecida hace ya varios siglos por los alemanes, la elaboración de una buena cerveza debe limitarse “al agua de la montaña, la cebada malteada y la levadura, además del lúpulo”, que es una enredadera y cuyo órgano botánico de interés es la flor. Aunque es uno de los ingredientes con menor porcentaje en la popular bebida, tiene un valor fundamental al ser el responsable del amargor y el flavor (aroma/sabor). También tiene un rol clave en la estabilización de la espuma, además de sus efectos antioxidantes.

La semana pasada comenzó la cosecha, que aporta trabajo a más de 100 familias. Los cinco productores establecidos en la Comarca Andina esperan obtener unas 200 toneladas de pellets que irán mayoritariamente a la industria cervecera nacional y al sector artesanal “que es un mercado completamente diferente y demanda un producto procesado de alta calidad, en pequeñas cantidades, con trazabilidad por lote, con análisis de laboratorio y con descripción aromática”, según graficó el ingeniero agrónomo Hernán Testa.

Este año, la comercialización del lúpulo prevé ingresos en el orden de los cuatro millones de dólares, que ubica a esta actividad productiva en la región por detrás del turismo y de la fruta fina.

A criterio del experto, “habría que apostar al negocio del lúpulo a largo plazo, sumando más superficie y capacidad instalada para el correcto procesamiento y con la meta de hacer crecer el sector, ya que Argentina es un país con buen consumo de cerveza” (41 litros anuales per cápita).

Subrayó enseguida que “aunque se trata de una industria de nicho y algo compleja, toda la producción local se termina vendiendo en el mercado interno, con márgenes variables pero que generan rentabilidad en los últimos años. La demanda de lúpulo por parte de las cervecerías siempre es sostenida y depende mayoritariamente de importaciones ya que el volumen local producido no llega a cubrir ni siquiera el 40% del requerimiento”.

Líderes

Estados Unidos y Alemania lideran la producción y dominan el mercado mundial del lúpulo, que actualmente se compone de más de 320 variedades comerciales. En tanto, Argentina se limita a unas 20 variedades. “Estamos atrasados, ‘Cascade’ comprende exactamente el 50% de las hectáreas en producción, siendo ‘Nugget’ la segunda variedad de importancia (ambas norteamericanas). Por volumen producido, la tercera es ‘Victoria’ (de origen australiano), seguida por ‘Mapuche’ y ‘Nahuel’, desarrolladas por la empresa Quilmes desde la década del ’80. Luego hay otras variedades con bajas cantidades”, detalló Testa.

Según estadísticas recientes, la superficie cultivada con lúpulo en Argentina es de 205 hectáreas. “Es un valor bastante discreto. Sin embargo, nos posiciona como el país lupulero más importante de Latinoamérica. En los últimos años, Chile -y principalmente Brasil-, están apostando al cultivo del lúpulo, pero aún tienen un largo camino por recorrer hasta poder establecer una industria sostenible en el tiempo”, valoró el técnico consultado.

Con todo, señaló que “durante los últimos 15 años, en el país se han realizado notables mejoras en los procesos de producción y hoy los pellets del lúpulo nacional tienen un estándar de calidad internacional, que puede competir en los mercados más exigentes”.

Puntualmente, el 86% de la superficie cultivada está entre las provincias de Río Negro y Chubut, aunque “se están desarrollando nuevos emprendimientos con resultados alentadores en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Mendoza y Córdoba”, precisó Hernán Testa, al tiempo que destacó el paralelo 42° “suma condiciones especiales, como valles intermontanos profundos, muy baja incidencia de vientos y escasas heladas. El lúpulo es una enredadera perenne que alcanza los seis metros de altura en apenas tres meses y que debe ser cultivada con un tutor (generalmente un hilo). Esta zona es extraordinariamente favorable por la cantidad de horas de luz en momentos en que la planta lo necesita”, remarcó.

Historia

Los primeros rizomas fueron traídos a la Comarca Andina por colonos alemanes desde Chile a finales del siglo XIX. Aunque los galeses que poblaron las costas chubutenses “elaboraban su pan agregando lúpulo”, para luego acercarlo hasta la cordillera.

La crónica refleja que “el primer esqueje de lúpulo en El Bolsón fue plantado por Jorge Hube en el año 1905, ya que en esos tiempos se usaba como planta trepadora ornamental, para fines medicinales y culinarios y para la fabricación de cervezas caseras”.

Precisamente, su vecino Otto Tipp pasó a la historia en 1917 como “el presidente de la República Independiente de El Bolsón”, ya que fabricaba cerveza y su ascendencia sobre los vecinos era evidente. Cuentan que cuando la espumante bebida estaba lista, izaba una bandera blanca avisando a la población que ya podía ir y la fiesta duraba varios días. Como resultado “de aquellas profusas libaciones de estos singulares parroquianos, aburridos de tantos meses de invierno, no tuvieron mejor idea que apartarse del lejano gobierno de Buenos Aires, que los ignoraba”.

26 FEB 2024 - 7:58

Por Fernando Bonansea

Según la ley de pureza establecida hace ya varios siglos por los alemanes, la elaboración de una buena cerveza debe limitarse “al agua de la montaña, la cebada malteada y la levadura, además del lúpulo”, que es una enredadera y cuyo órgano botánico de interés es la flor. Aunque es uno de los ingredientes con menor porcentaje en la popular bebida, tiene un valor fundamental al ser el responsable del amargor y el flavor (aroma/sabor). También tiene un rol clave en la estabilización de la espuma, además de sus efectos antioxidantes.

La semana pasada comenzó la cosecha, que aporta trabajo a más de 100 familias. Los cinco productores establecidos en la Comarca Andina esperan obtener unas 200 toneladas de pellets que irán mayoritariamente a la industria cervecera nacional y al sector artesanal “que es un mercado completamente diferente y demanda un producto procesado de alta calidad, en pequeñas cantidades, con trazabilidad por lote, con análisis de laboratorio y con descripción aromática”, según graficó el ingeniero agrónomo Hernán Testa.

Este año, la comercialización del lúpulo prevé ingresos en el orden de los cuatro millones de dólares, que ubica a esta actividad productiva en la región por detrás del turismo y de la fruta fina.

A criterio del experto, “habría que apostar al negocio del lúpulo a largo plazo, sumando más superficie y capacidad instalada para el correcto procesamiento y con la meta de hacer crecer el sector, ya que Argentina es un país con buen consumo de cerveza” (41 litros anuales per cápita).

Subrayó enseguida que “aunque se trata de una industria de nicho y algo compleja, toda la producción local se termina vendiendo en el mercado interno, con márgenes variables pero que generan rentabilidad en los últimos años. La demanda de lúpulo por parte de las cervecerías siempre es sostenida y depende mayoritariamente de importaciones ya que el volumen local producido no llega a cubrir ni siquiera el 40% del requerimiento”.

Líderes

Estados Unidos y Alemania lideran la producción y dominan el mercado mundial del lúpulo, que actualmente se compone de más de 320 variedades comerciales. En tanto, Argentina se limita a unas 20 variedades. “Estamos atrasados, ‘Cascade’ comprende exactamente el 50% de las hectáreas en producción, siendo ‘Nugget’ la segunda variedad de importancia (ambas norteamericanas). Por volumen producido, la tercera es ‘Victoria’ (de origen australiano), seguida por ‘Mapuche’ y ‘Nahuel’, desarrolladas por la empresa Quilmes desde la década del ’80. Luego hay otras variedades con bajas cantidades”, detalló Testa.

Según estadísticas recientes, la superficie cultivada con lúpulo en Argentina es de 205 hectáreas. “Es un valor bastante discreto. Sin embargo, nos posiciona como el país lupulero más importante de Latinoamérica. En los últimos años, Chile -y principalmente Brasil-, están apostando al cultivo del lúpulo, pero aún tienen un largo camino por recorrer hasta poder establecer una industria sostenible en el tiempo”, valoró el técnico consultado.

Con todo, señaló que “durante los últimos 15 años, en el país se han realizado notables mejoras en los procesos de producción y hoy los pellets del lúpulo nacional tienen un estándar de calidad internacional, que puede competir en los mercados más exigentes”.

Puntualmente, el 86% de la superficie cultivada está entre las provincias de Río Negro y Chubut, aunque “se están desarrollando nuevos emprendimientos con resultados alentadores en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Mendoza y Córdoba”, precisó Hernán Testa, al tiempo que destacó el paralelo 42° “suma condiciones especiales, como valles intermontanos profundos, muy baja incidencia de vientos y escasas heladas. El lúpulo es una enredadera perenne que alcanza los seis metros de altura en apenas tres meses y que debe ser cultivada con un tutor (generalmente un hilo). Esta zona es extraordinariamente favorable por la cantidad de horas de luz en momentos en que la planta lo necesita”, remarcó.

Historia

Los primeros rizomas fueron traídos a la Comarca Andina por colonos alemanes desde Chile a finales del siglo XIX. Aunque los galeses que poblaron las costas chubutenses “elaboraban su pan agregando lúpulo”, para luego acercarlo hasta la cordillera.

La crónica refleja que “el primer esqueje de lúpulo en El Bolsón fue plantado por Jorge Hube en el año 1905, ya que en esos tiempos se usaba como planta trepadora ornamental, para fines medicinales y culinarios y para la fabricación de cervezas caseras”.

Precisamente, su vecino Otto Tipp pasó a la historia en 1917 como “el presidente de la República Independiente de El Bolsón”, ya que fabricaba cerveza y su ascendencia sobre los vecinos era evidente. Cuentan que cuando la espumante bebida estaba lista, izaba una bandera blanca avisando a la población que ya podía ir y la fiesta duraba varios días. Como resultado “de aquellas profusas libaciones de estos singulares parroquianos, aburridos de tantos meses de invierno, no tuvieron mejor idea que apartarse del lejano gobierno de Buenos Aires, que los ignoraba”.