Los increíbles incrédulos de la historia

Historias Mínimas.

25 AGO 2012 - 22:27 | Actualizado

Por Pedro Méndez
Escuché al pasar a una chica decir: “Es así, si es que crees en Dios”. Sin necesidad de encuestas ni estudios exquisitos, en el contexto de nuestros pequeños pueblos se puede afirmar que la oposición de Dios no suma para una banca en el senado de los insolentes. Y no porque crea que no haya ateos y agnósticos por aquí, sino  porque aquella frase en la voz de aquella chica se trataba de una manifestación decididamente alienada y quizás fue por eso que la sentencia copó mi atención.
Para no transformar a la pobre chica en un chivo expiatorio de un espinoso relato cuyos capítulos no son pétalos rosados, es que elegí afrontar esta historia mínima como el caso de los increíbles incrédulos de la historia.
Al primero que recordé fue al viejo Nietzsche, aquel que según sus detractores había matado a Dios en su libro fundacional llamado “El ocaso de los ídolos”. Por varios días me dediqué a recopilar textos que alguna vez leí y que tenían que ver con los mejores cerebros del planeta hablando de la inexistencia de Dios.
“¿Es el hombre sólo un error de Dios? ¿O Dios sólo un error del hombre? La fe significa no querer saber lo que es verdad”, escupía Friedrich Nietzsche.
El francés Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire dejó un titular rotundo. “El ateísmo es el vicio de unas pocas personas inteligentes”. Nuestra luminaria más elevada de las letras, Jorge Luis Borges decía que “No podría definirme como ateo, porque declararme ateo corresponde a una certidumbre que no poseo”. Borges lo menciona a Dios pero en claro reproche en “El poema de los dones” (Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche). Sin embargo, Bioy Casares recuerda en sus escritos sentirse complacido de que su amigo no fuera un creyente ya que no tendrían que evitar los chistes sobre judíos.
En algún momento entre el siglo XX y el siglo XXI,  el portugués José Saramago gran escritor y Premio Nobel se descargó. “En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona”.
“La religión es comparable con la neurosis infantil. Cuando un hombre se libera de la religión, tiene una mejor oportunidad de vivir una vida normal y sana”, era la definición de Sigmund Freud.
El genio de Albert Einstein tampoco le hizo lugar a Dios. “No puedo imaginarme a un dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propósitos han sido modelados bajo el suyo propio; un dios que no es más que el reflejo de la debilidad humana. Tampoco creo que el individuo sobreviva a la muerte de su cuerpo: esos no son más que pensamientos de miedo o egoísmo de lo más ridículo”.
Otros científicos siguieron la línea de Einstein. “Lo que he hecho es mostrar que es posible que la forma en que comenzó el universo esté determinada por las leyes de la ciencia. En ese caso, no sería necesario apelar a Dios para entender cómo comenzó el universo. Esto no prueba que no exista Dios, sino solamente que Dios no es necesario” es la apreciación de Stephen Hawking.
“La vida es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este asombroso universo. Es triste que tantos estén malgastando su vida soñando con fantasías espirituales. Si quieres salvar a tu hijo de la poliomielitis puedes rezar o puedes vacunarlo contra la polio” argumentaba Carl Sagan.
Para Isaac Asimov, “leer correctamente la Biblia es la fuerza más potente para el ateísmo jamás concebida”.
El pensador socialista y activista revolucionario de origen alemán creador de toda una doctrina política que afectaría la historia, llamado Karl Marx sostenía que “el sufrimiento religioso es la expresión del sufrimiento real y al mismo tiempo la protesta contra el sufrimiento real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón y el alma de las condiciones más desalmadas. Es el opio del pueblo”.
Algún tiempito atrás el filósofo griego Epicuro de Samo, cuya doctrina expresaban el hedonismo racional y el atomismo, sostenía. “¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo se ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros”. Lucio Anneo Séneca afirmaba que “la religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como útil”.
Por citar un sin Dios de nuestro tiempo, Fernando Savater, el filósofo vasco, famoso en la Argentina por su libro Ética para Amador y por su postura a favor de legalizar la  marihuana dice. “No creo que exista noción de Dios, no creo que exista nada sobrenatural”. Uno groso de la palabra como Ernest Hemingway no fue ajeno al tema. ”Todo hombre racional es ateo”. “Un hombre es aceptado en una iglesia por lo que cree y es resultado de lo que sabe” opinaba Samuel Langhorne Clemens, conocido en vida por el seudónimo de Mark Twain.
Ludwig Feuerbach, filósofo alemán, antropólogo, biólogo y crítico de la religión, “¿Que Dios creó al hombre a su imagen? Por el contrario, el hombre creó a Dios a su imagen”.
“Ya vendrá el día en que el engendramiento de Jesús por el Supremo Hacedor como su padre, en el vientre de una virgen, será clasificado junto a la fábula de la generación de Minerva en el cerebro de Júpiter” palabras de  Tomás Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos.
Para distender este apabullante desfile de palabras sin Dios veamos otras con humor. Entre ellos algunos dichos populares de esos de los que nadie se hace cargo pero que muchos usan. “Gracias a Dios yo no creo en nada”, “Se ha dicho que la fe mueve montañas, pero la experiencia ha demostrado que la dinamita lo hace mucho mejor”, “Jesús no hizo el gran sacrificio del que hablan. Él ya sabía que iba a ser resucitado”. El revolucionario y teórico del anarquismo ruso Piotr Kropotkin se fue al diablo y dijo: “La única iglesia que ilumina es la que arde”. “Si le hablas a Dios estás rezando. Si te responde tienes esquizofrenia” ironizaba Thomas Szasz. La última es del cineasta Woody Allen. “¡Si sólo Dios me diera una señal clara como depositar a mi nombre una enorme suma de dinero en un banco suizo!”.
Es increíble que todos estos buenos muchachos, tan admirables, hayan sido o sean increíblemente incrédulos. Nadie los puede culpar de no tener Dios. En cualquiera de los casos es deseable esperar que quienes ya duermen en los laureles de las bibliotecas de ciencias y los que hoy se mantienen latiendo entre tera bytes y wikipedia, hayan encontrado todas las respuestas a la vida, en la ciencia.
De todas maneras, como dice Bertrand Russell, “si hubiera un Dios, creo que es muy poco probable que tuviera tal vanidad de ponerse incómodo y sentirse ofendido por aquellos que dudan de su existencia”.#

25 AGO 2012 - 22:27

Por Pedro Méndez
Escuché al pasar a una chica decir: “Es así, si es que crees en Dios”. Sin necesidad de encuestas ni estudios exquisitos, en el contexto de nuestros pequeños pueblos se puede afirmar que la oposición de Dios no suma para una banca en el senado de los insolentes. Y no porque crea que no haya ateos y agnósticos por aquí, sino  porque aquella frase en la voz de aquella chica se trataba de una manifestación decididamente alienada y quizás fue por eso que la sentencia copó mi atención.
Para no transformar a la pobre chica en un chivo expiatorio de un espinoso relato cuyos capítulos no son pétalos rosados, es que elegí afrontar esta historia mínima como el caso de los increíbles incrédulos de la historia.
Al primero que recordé fue al viejo Nietzsche, aquel que según sus detractores había matado a Dios en su libro fundacional llamado “El ocaso de los ídolos”. Por varios días me dediqué a recopilar textos que alguna vez leí y que tenían que ver con los mejores cerebros del planeta hablando de la inexistencia de Dios.
“¿Es el hombre sólo un error de Dios? ¿O Dios sólo un error del hombre? La fe significa no querer saber lo que es verdad”, escupía Friedrich Nietzsche.
El francés Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire dejó un titular rotundo. “El ateísmo es el vicio de unas pocas personas inteligentes”. Nuestra luminaria más elevada de las letras, Jorge Luis Borges decía que “No podría definirme como ateo, porque declararme ateo corresponde a una certidumbre que no poseo”. Borges lo menciona a Dios pero en claro reproche en “El poema de los dones” (Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche). Sin embargo, Bioy Casares recuerda en sus escritos sentirse complacido de que su amigo no fuera un creyente ya que no tendrían que evitar los chistes sobre judíos.
En algún momento entre el siglo XX y el siglo XXI,  el portugués José Saramago gran escritor y Premio Nobel se descargó. “En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona”.
“La religión es comparable con la neurosis infantil. Cuando un hombre se libera de la religión, tiene una mejor oportunidad de vivir una vida normal y sana”, era la definición de Sigmund Freud.
El genio de Albert Einstein tampoco le hizo lugar a Dios. “No puedo imaginarme a un dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propósitos han sido modelados bajo el suyo propio; un dios que no es más que el reflejo de la debilidad humana. Tampoco creo que el individuo sobreviva a la muerte de su cuerpo: esos no son más que pensamientos de miedo o egoísmo de lo más ridículo”.
Otros científicos siguieron la línea de Einstein. “Lo que he hecho es mostrar que es posible que la forma en que comenzó el universo esté determinada por las leyes de la ciencia. En ese caso, no sería necesario apelar a Dios para entender cómo comenzó el universo. Esto no prueba que no exista Dios, sino solamente que Dios no es necesario” es la apreciación de Stephen Hawking.
“La vida es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este asombroso universo. Es triste que tantos estén malgastando su vida soñando con fantasías espirituales. Si quieres salvar a tu hijo de la poliomielitis puedes rezar o puedes vacunarlo contra la polio” argumentaba Carl Sagan.
Para Isaac Asimov, “leer correctamente la Biblia es la fuerza más potente para el ateísmo jamás concebida”.
El pensador socialista y activista revolucionario de origen alemán creador de toda una doctrina política que afectaría la historia, llamado Karl Marx sostenía que “el sufrimiento religioso es la expresión del sufrimiento real y al mismo tiempo la protesta contra el sufrimiento real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón y el alma de las condiciones más desalmadas. Es el opio del pueblo”.
Algún tiempito atrás el filósofo griego Epicuro de Samo, cuya doctrina expresaban el hedonismo racional y el atomismo, sostenía. “¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo se ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros”. Lucio Anneo Séneca afirmaba que “la religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como útil”.
Por citar un sin Dios de nuestro tiempo, Fernando Savater, el filósofo vasco, famoso en la Argentina por su libro Ética para Amador y por su postura a favor de legalizar la  marihuana dice. “No creo que exista noción de Dios, no creo que exista nada sobrenatural”. Uno groso de la palabra como Ernest Hemingway no fue ajeno al tema. ”Todo hombre racional es ateo”. “Un hombre es aceptado en una iglesia por lo que cree y es resultado de lo que sabe” opinaba Samuel Langhorne Clemens, conocido en vida por el seudónimo de Mark Twain.
Ludwig Feuerbach, filósofo alemán, antropólogo, biólogo y crítico de la religión, “¿Que Dios creó al hombre a su imagen? Por el contrario, el hombre creó a Dios a su imagen”.
“Ya vendrá el día en que el engendramiento de Jesús por el Supremo Hacedor como su padre, en el vientre de una virgen, será clasificado junto a la fábula de la generación de Minerva en el cerebro de Júpiter” palabras de  Tomás Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos.
Para distender este apabullante desfile de palabras sin Dios veamos otras con humor. Entre ellos algunos dichos populares de esos de los que nadie se hace cargo pero que muchos usan. “Gracias a Dios yo no creo en nada”, “Se ha dicho que la fe mueve montañas, pero la experiencia ha demostrado que la dinamita lo hace mucho mejor”, “Jesús no hizo el gran sacrificio del que hablan. Él ya sabía que iba a ser resucitado”. El revolucionario y teórico del anarquismo ruso Piotr Kropotkin se fue al diablo y dijo: “La única iglesia que ilumina es la que arde”. “Si le hablas a Dios estás rezando. Si te responde tienes esquizofrenia” ironizaba Thomas Szasz. La última es del cineasta Woody Allen. “¡Si sólo Dios me diera una señal clara como depositar a mi nombre una enorme suma de dinero en un banco suizo!”.
Es increíble que todos estos buenos muchachos, tan admirables, hayan sido o sean increíblemente incrédulos. Nadie los puede culpar de no tener Dios. En cualquiera de los casos es deseable esperar que quienes ya duermen en los laureles de las bibliotecas de ciencias y los que hoy se mantienen latiendo entre tera bytes y wikipedia, hayan encontrado todas las respuestas a la vida, en la ciencia.
De todas maneras, como dice Bertrand Russell, “si hubiera un Dios, creo que es muy poco probable que tuviera tal vanidad de ponerse incómodo y sentirse ofendido por aquellos que dudan de su existencia”.#