Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada
Tadeo Valentín “Tatín” Jones asegura que lo secuestraron, lo torturaron, lo rociaron con nafta, lo tiraron a un canal en una bolsa y lo balearon para matarlo. Pero ya declaró cinco veces ante policías y fiscales y no se pone de acuerdo en cómo sucedió todo.
Su primera versión fue que la noche del 11 de julio acudió como delivery en un Volkswagen Bora rojo al barrio Inducón de Trelew. Lo recibió Guadalupe Patiño, que por teléfono había pedido empanadas. Terminó en el techo de los departamentos donde los hermanos Nelson y Gabriel Pérez, junto con Isaac Pávez, lo golpearon, lo ataron de pies y manos con cables, lo metieron al baúl de un Bora negro y lo tiraron al canal de Oris de Roa y Centenario. Le dispararon pero se hizo el muerto para sobrevivir y pedir ayuda a los vecinos. Le robaron su coche y su celular.
Tras su rescate la Policía llevó a Jones de vuelta al Inducón, donde Páez fue identificado y detenido. El resto caería luego.
Ya en la Comisaría, la víctima hizo la denuncia formal, su segundo relato. Curiosamente Jones quedó preso en el Instituto Penitenciario Provincial porque tenía un pedido de captura por estafa.
Esa misma madrugada en la prisión lo entrevistó la fiscal Julieta Gamarra. Jones dio un tercer testimonio pero con más condimentos: el anzuelo para que el trío lo interceptara había sido Patiño. Con puñetazos, patadas y amenazas de muerte intentaron meterlo a un par de departamentos. Finalmente lo arrastraron a la terraza para reclamarle droga, deudas de dinero y entrega de mercadería. Mientras le apuntaban con un arma le pedían que “vendiera a su tío, que dónde guardaba la droga”.
Hasta calentaron la punta de un cuchillo para quemarle el ojo derecho.
Como no hablaba, los hombres le preguntaron a Patiño cómo seguir. “Hagan lo que quieran con él, ustedes ya saben”, les habría respondido, como si fuese la jefa. Entonces lo rociaron con un líquido inflamable, lo hicieron tragar nafta, lo amordazaron con un trapo empapado, lo bajaron cuatro pisos y lo metieron en una bolsa en el baúl de un vehículo. Le seguían pegando con un palo. Lo tiraron al canal de riego de Oris y Centenario y le dispararon dos veces. Se fueron pero volvieron. Como la bolsa se movía, tiraron de nuevo. Esperó, se quedó inmóvil y se desató.
Jones brindaría dos testimonios más para aclarar que en realidad el Bora rojo no había existido, tampoco la entrega de empanadas y menos la transacción por MP.
Patiño tampoco lo había salido a recibir sino que lo había esperado directamente en la terraza como jefa del grupo.
Primero habló de dos disparos, luego de cuatro.
Describió que tras su secuestro pasó por un badén, escuchó voces y llegaron a una casa. ¿Esto es posible si iba dentro de un baúl?
Contó que le robaron un celular: primero se lo quitaron cuando llegaba en su inexistente Bora rojo pero luego dijo que ocurrió en el techo.
El nuevo fiscal del caso es Omar Rodríguez. Los relatos no le cerraban. Le costó mucho ubicar a Jones porque su celular registrado estaba fuera de servicio.
El investigador estuvo en dos casas: en una el pintor le dijo que la familia se había mudado; en la otra la madre del “delivery” y su hermano le informaron que hace al menos un año no vivía allí.
Tadeo intentó comunicarse con la defensora Mariel Suárez y con el grupo preso usando redes y celulares. Pero Suárez les pidió a sus clientes evitar todo contacto. Lo único que admitiría de Tadeo es una entrevista para ordenar los tantos. “No voy a ir, no tengo interés, quiero que dejen a todos afuera”, contestó él. La defensora no niega que hubo un delito pero reclama pruebas que incriminen a la mujer.
Suárez le aportó al fiscal el número desde el cual la habían llamado. Rodríguez marcó y Jones atendió. Le dijo que no iría a declarar porque tenía un pedido de captura por cuatro estafas en Trelew y no quería quedar detenido.
Lo más importante: le aseguró al fiscal que Guadalupe no había estado esa noche, que no tenía nada que ver con el hecho y que la había confundido con su gemela.
Es que el caso incluye un cruce afectivo entre los hermanos Pérez y Patiño: Nelson está casado con Guadalupe y el expolicía Gabriel, con su gemela.
En la última audiencia, a pedido de la defensora y del propio fiscal, la jueza Mirta Moreno liberó a Patiño tras dos meses presa. Aunque sigue imputada, la única información para encerrarla provenía del propio Jones, que ahora la sacaba de la escena.
Rodríguez viene de investigar la compleja corrupción en el Estado pero en la audiencia admitió: “Es un caso atípico. Aunque el episodio ocurrió nunca estuve en una situación así donde yo tenga que pedir la libertad porque no puedo dar argumentos sólidos para que quede detenida hasta el fin de la investigación”.
El fiscal sugirió que creerle a Tadeo es un desafío: el 11 de agosto fue condenado a dos años de prisión en suspenso por tres estafas en Puerto Madryn, ciudad donde durante 6 meses por orden judicial tuvo prohibido ingresar. Tiene otras dos causas en Trelew por estafas, robo, amenazas y lesiones. Y fue acusado por un hurto tentado del cual fue sobreseído porque acordó donarle $ 40 mil al Hospital Zonal.
Finalmente logró entrevistar a la víctima. Fue el quinto testimonio. Pero los cabos siguen sueltos.
Aunque el arma no se halló, el caso vive más allá de las mentiras de Tadeo porque hay evidencia que señala a los hermanos Pérez y a Pávez: escuchas telefónicas, cámaras de seguridad que captaron esa noche al Bora negro en el trayecto desde y hacia el canal, huellas digitales, ropa con olor a nafta, cables sueltos y una suerte de mediasombra que se pudo usar de bolsa.
Para saber si Patiño participó ya no sirve el testimonio de la víctima. Dependerá de que aparezca alguna otra prueba.
La carátula de la causa es tentativa de homicidio agravado por uso de arma, robo agravado en poblado y banda y mediante arma de fuego y privación ilegítima de la libertad agravada por coacciones. Si es que sucedió lo que Jones dice que sucedió.
Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada
Tadeo Valentín “Tatín” Jones asegura que lo secuestraron, lo torturaron, lo rociaron con nafta, lo tiraron a un canal en una bolsa y lo balearon para matarlo. Pero ya declaró cinco veces ante policías y fiscales y no se pone de acuerdo en cómo sucedió todo.
Su primera versión fue que la noche del 11 de julio acudió como delivery en un Volkswagen Bora rojo al barrio Inducón de Trelew. Lo recibió Guadalupe Patiño, que por teléfono había pedido empanadas. Terminó en el techo de los departamentos donde los hermanos Nelson y Gabriel Pérez, junto con Isaac Pávez, lo golpearon, lo ataron de pies y manos con cables, lo metieron al baúl de un Bora negro y lo tiraron al canal de Oris de Roa y Centenario. Le dispararon pero se hizo el muerto para sobrevivir y pedir ayuda a los vecinos. Le robaron su coche y su celular.
Tras su rescate la Policía llevó a Jones de vuelta al Inducón, donde Páez fue identificado y detenido. El resto caería luego.
Ya en la Comisaría, la víctima hizo la denuncia formal, su segundo relato. Curiosamente Jones quedó preso en el Instituto Penitenciario Provincial porque tenía un pedido de captura por estafa.
Esa misma madrugada en la prisión lo entrevistó la fiscal Julieta Gamarra. Jones dio un tercer testimonio pero con más condimentos: el anzuelo para que el trío lo interceptara había sido Patiño. Con puñetazos, patadas y amenazas de muerte intentaron meterlo a un par de departamentos. Finalmente lo arrastraron a la terraza para reclamarle droga, deudas de dinero y entrega de mercadería. Mientras le apuntaban con un arma le pedían que “vendiera a su tío, que dónde guardaba la droga”.
Hasta calentaron la punta de un cuchillo para quemarle el ojo derecho.
Como no hablaba, los hombres le preguntaron a Patiño cómo seguir. “Hagan lo que quieran con él, ustedes ya saben”, les habría respondido, como si fuese la jefa. Entonces lo rociaron con un líquido inflamable, lo hicieron tragar nafta, lo amordazaron con un trapo empapado, lo bajaron cuatro pisos y lo metieron en una bolsa en el baúl de un vehículo. Le seguían pegando con un palo. Lo tiraron al canal de riego de Oris y Centenario y le dispararon dos veces. Se fueron pero volvieron. Como la bolsa se movía, tiraron de nuevo. Esperó, se quedó inmóvil y se desató.
Jones brindaría dos testimonios más para aclarar que en realidad el Bora rojo no había existido, tampoco la entrega de empanadas y menos la transacción por MP.
Patiño tampoco lo había salido a recibir sino que lo había esperado directamente en la terraza como jefa del grupo.
Primero habló de dos disparos, luego de cuatro.
Describió que tras su secuestro pasó por un badén, escuchó voces y llegaron a una casa. ¿Esto es posible si iba dentro de un baúl?
Contó que le robaron un celular: primero se lo quitaron cuando llegaba en su inexistente Bora rojo pero luego dijo que ocurrió en el techo.
El nuevo fiscal del caso es Omar Rodríguez. Los relatos no le cerraban. Le costó mucho ubicar a Jones porque su celular registrado estaba fuera de servicio.
El investigador estuvo en dos casas: en una el pintor le dijo que la familia se había mudado; en la otra la madre del “delivery” y su hermano le informaron que hace al menos un año no vivía allí.
Tadeo intentó comunicarse con la defensora Mariel Suárez y con el grupo preso usando redes y celulares. Pero Suárez les pidió a sus clientes evitar todo contacto. Lo único que admitiría de Tadeo es una entrevista para ordenar los tantos. “No voy a ir, no tengo interés, quiero que dejen a todos afuera”, contestó él. La defensora no niega que hubo un delito pero reclama pruebas que incriminen a la mujer.
Suárez le aportó al fiscal el número desde el cual la habían llamado. Rodríguez marcó y Jones atendió. Le dijo que no iría a declarar porque tenía un pedido de captura por cuatro estafas en Trelew y no quería quedar detenido.
Lo más importante: le aseguró al fiscal que Guadalupe no había estado esa noche, que no tenía nada que ver con el hecho y que la había confundido con su gemela.
Es que el caso incluye un cruce afectivo entre los hermanos Pérez y Patiño: Nelson está casado con Guadalupe y el expolicía Gabriel, con su gemela.
En la última audiencia, a pedido de la defensora y del propio fiscal, la jueza Mirta Moreno liberó a Patiño tras dos meses presa. Aunque sigue imputada, la única información para encerrarla provenía del propio Jones, que ahora la sacaba de la escena.
Rodríguez viene de investigar la compleja corrupción en el Estado pero en la audiencia admitió: “Es un caso atípico. Aunque el episodio ocurrió nunca estuve en una situación así donde yo tenga que pedir la libertad porque no puedo dar argumentos sólidos para que quede detenida hasta el fin de la investigación”.
El fiscal sugirió que creerle a Tadeo es un desafío: el 11 de agosto fue condenado a dos años de prisión en suspenso por tres estafas en Puerto Madryn, ciudad donde durante 6 meses por orden judicial tuvo prohibido ingresar. Tiene otras dos causas en Trelew por estafas, robo, amenazas y lesiones. Y fue acusado por un hurto tentado del cual fue sobreseído porque acordó donarle $ 40 mil al Hospital Zonal.
Finalmente logró entrevistar a la víctima. Fue el quinto testimonio. Pero los cabos siguen sueltos.
Aunque el arma no se halló, el caso vive más allá de las mentiras de Tadeo porque hay evidencia que señala a los hermanos Pérez y a Pávez: escuchas telefónicas, cámaras de seguridad que captaron esa noche al Bora negro en el trayecto desde y hacia el canal, huellas digitales, ropa con olor a nafta, cables sueltos y una suerte de mediasombra que se pudo usar de bolsa.
Para saber si Patiño participó ya no sirve el testimonio de la víctima. Dependerá de que aparezca alguna otra prueba.
La carátula de la causa es tentativa de homicidio agravado por uso de arma, robo agravado en poblado y banda y mediante arma de fuego y privación ilegítima de la libertad agravada por coacciones. Si es que sucedió lo que Jones dice que sucedió.