Por Lorena Leeming / Redacción Jornada
En Chubut, más de 100 personas están en lista de espera del INCUCAI para un trasplante. Jorge Ávila es una de ellas. Pero en lugar de contar los días, sale a sembrar conciencia. Su lucha, hecha de palabras, gestos, y compromiso, es un llamado urgente a que la sociedad entienda que donar órganos es regalar vida.
Jorge no espera sentado. A pesar de estar en tratamiento de diálisis desde hace casi 14 años, su energía no se agota. Testimonio vivo de la esperanza, se ha convertido en una voz incansable por la donación de órganos en la provincia.
Es trabajador de salud, paciente renal, comunicador espontáneo y activista. En esta entrevista, comparte su historia, su lucha y el llamado urgente a la concientización.
—¿Cómo es tu día a día conviviendo con la diálisis mientras esperás un trasplante renal?
—Mi día a día es como el de muchos que estamos en esta situación. Yo hago hemodiálisis tres veces por semana. Eso te condiciona todo: si quiero viajar, por ejemplo, tengo que programar todo con la obra social, conseguir turno en el lugar, pasajes, viáticos. Pero la diálisis es lo que me mantiene vivo. Hay gente que lleva más años que yo, y algunos eligen seguir así, sin trasplante. Pero uno nunca deja de esperar ese llamado.
—¿Y mientras tanto? ¿Cómo llevás adelante tu trabajo y tu militancia?
—Trabajo en la Secretaría de Salud, en la parte de acogimiento al usuario. Eso me pone en una situación muy particular: soy paciente y funcionario al mismo tiempo. Recibo los reclamos, las dudas, las necesidades de otros como yo. Y muchas veces me siento frustrado cuando no puedo ayudar. Pero no me rindo. Doy charlas, participo de jornadas, colaboro con la Municipalidad de Trelew, con Florencia, con Sergio Bartels, y vamos a escuelas primarias, secundarias, al EPJA… La gente adulta escucha muchísimo.
—¿Qué es lo que más tratás de transmitir en esas charlas?
—Que nadie está exento. Hoy estamos bien, mañana podés necesitar un órgano o un tejido. También hablamos de prevención: controlarse, cuidar la alimentación, hacer ejercicio. Porque la enfermedad renal no avisa. Y es importante que la gente lo sepa.
—¿Qué pensás de la Ley Justina y su impacto en la sociedad?
—La Ley Justina (27.447) marcó un antes y un después. Hizo que muchas familias tomaran conciencia, pero todavía hay miedo, dudas. La ley dice que todos somos donantes salvo que digamos lo contrario, pero la familia sigue teniendo un papel clave. Si no se habló antes, en ese momento tan duro, en terapia intensiva, muchos se niegan. Y es una pena, porque los órganos se pierden. Por eso hay que hablarlo en casa, en la mesa, en cualquier lugar.
—¿Qué mensaje le darías a la sociedad?
—Que donen, que se informen, que pregunten. Que se hagan controles médicos. Que hablen del tema con sus seres queridos. Y a los que están esperando como yo, que no bajen los brazos. Yo estuve cuatro horas en un quirófano hace poco, y cuando salí dije: “Todavía no me quieren allá arriba, tengo una misión acá”. Y creo que sí, esa misión es seguir concientizando.
—¿Qué te falta hacer todavía?
—Muchas cosas. Tengo mil ideas para mejorar la salud, especialmente en el interior. Me encantaría llevar esta información a los pueblos, donde no hay internet o no todos tienen celular. Yo sigo creyendo en el folleto, en la charla cara a cara. Porque a veces, una palabra puede salvar una vida.
Al finalizar la entrevista, Jorge anunció que los días 18 y 19 de septiembre se realizarán en el Museo Feruglio, Jornadas de Trabajadores en terrero con todo el equipo que trabaja justamente "golpeando puertas" y acercando formularios que luego se replican en estadísticas y actualiza la situación.
Por Lorena Leeming / Redacción Jornada
En Chubut, más de 100 personas están en lista de espera del INCUCAI para un trasplante. Jorge Ávila es una de ellas. Pero en lugar de contar los días, sale a sembrar conciencia. Su lucha, hecha de palabras, gestos, y compromiso, es un llamado urgente a que la sociedad entienda que donar órganos es regalar vida.
Jorge no espera sentado. A pesar de estar en tratamiento de diálisis desde hace casi 14 años, su energía no se agota. Testimonio vivo de la esperanza, se ha convertido en una voz incansable por la donación de órganos en la provincia.
Es trabajador de salud, paciente renal, comunicador espontáneo y activista. En esta entrevista, comparte su historia, su lucha y el llamado urgente a la concientización.
—¿Cómo es tu día a día conviviendo con la diálisis mientras esperás un trasplante renal?
—Mi día a día es como el de muchos que estamos en esta situación. Yo hago hemodiálisis tres veces por semana. Eso te condiciona todo: si quiero viajar, por ejemplo, tengo que programar todo con la obra social, conseguir turno en el lugar, pasajes, viáticos. Pero la diálisis es lo que me mantiene vivo. Hay gente que lleva más años que yo, y algunos eligen seguir así, sin trasplante. Pero uno nunca deja de esperar ese llamado.
—¿Y mientras tanto? ¿Cómo llevás adelante tu trabajo y tu militancia?
—Trabajo en la Secretaría de Salud, en la parte de acogimiento al usuario. Eso me pone en una situación muy particular: soy paciente y funcionario al mismo tiempo. Recibo los reclamos, las dudas, las necesidades de otros como yo. Y muchas veces me siento frustrado cuando no puedo ayudar. Pero no me rindo. Doy charlas, participo de jornadas, colaboro con la Municipalidad de Trelew, con Florencia, con Sergio Bartels, y vamos a escuelas primarias, secundarias, al EPJA… La gente adulta escucha muchísimo.
—¿Qué es lo que más tratás de transmitir en esas charlas?
—Que nadie está exento. Hoy estamos bien, mañana podés necesitar un órgano o un tejido. También hablamos de prevención: controlarse, cuidar la alimentación, hacer ejercicio. Porque la enfermedad renal no avisa. Y es importante que la gente lo sepa.
—¿Qué pensás de la Ley Justina y su impacto en la sociedad?
—La Ley Justina (27.447) marcó un antes y un después. Hizo que muchas familias tomaran conciencia, pero todavía hay miedo, dudas. La ley dice que todos somos donantes salvo que digamos lo contrario, pero la familia sigue teniendo un papel clave. Si no se habló antes, en ese momento tan duro, en terapia intensiva, muchos se niegan. Y es una pena, porque los órganos se pierden. Por eso hay que hablarlo en casa, en la mesa, en cualquier lugar.
—¿Qué mensaje le darías a la sociedad?
—Que donen, que se informen, que pregunten. Que se hagan controles médicos. Que hablen del tema con sus seres queridos. Y a los que están esperando como yo, que no bajen los brazos. Yo estuve cuatro horas en un quirófano hace poco, y cuando salí dije: “Todavía no me quieren allá arriba, tengo una misión acá”. Y creo que sí, esa misión es seguir concientizando.
—¿Qué te falta hacer todavía?
—Muchas cosas. Tengo mil ideas para mejorar la salud, especialmente en el interior. Me encantaría llevar esta información a los pueblos, donde no hay internet o no todos tienen celular. Yo sigo creyendo en el folleto, en la charla cara a cara. Porque a veces, una palabra puede salvar una vida.
Al finalizar la entrevista, Jorge anunció que los días 18 y 19 de septiembre se realizarán en el Museo Feruglio, Jornadas de Trabajadores en terrero con todo el equipo que trabaja justamente "golpeando puertas" y acercando formularios que luego se replican en estadísticas y actualiza la situación.