Entre las ondulaciones del coirón y el murmullo del viento patagónico, hay un sitio donde el invierno no significa encierro. A 80 kilómetros de Camarones, por Ruta 1, el Camping Arroyo Marea se sostiene como una invitación serena al abrigo de la naturaleza más salvaje y prístina. En este rincón del Parque Provincial Patagonia Azul, la estepa se deja abrazar por la ría, los guanacos y los atardeceres infinitos. Y quien recibe, guía y cuida este lugar es Andrés Magariño.
Cambio de vida
Hace dos años, un flyer publicado en Facebook lo puso en la ruta del cambio. Andrés no dudó y, junto con su compañera, agarraron la señal. El resto, como suele decirse, es historia.
Hoy su rutina en Arroyo Marea es todo menos rutinaria. “Limpieza, mantenimiento del refugio, pintura, cuidado de sendas, fogones, baños… y salir a la playa a levantar lo que deja el viento o el mar”. También recibe a quienes llegan: pescadores, caminantes, familias que escapan del cemento buscando aire.
Un refugio único
El Camping Arroyo Marea tiene dos sectores bien diferenciados. Uno, más agreste, está protegido por molles y duraznillos, al abrigo del viento, con espacio para seis carpas junto a un refugio techado con cocina, horno, agua caliente y wifi. El otro, a 800 metros, es más amplio y permite hasta nueve carpas. Ambos cuentan con baños secos, y algo fundamental: la experiencia de estar solos frente a la inmensidad.
Cotidianeidad distinta
El día a día en el camping no es rutina sino adaptación. Andrés limpia, pinta, repara, mantiene las sendas, reacomoda carteles o recoge basura en la playa. Pero también observa, escucha, se deja sorprender. “Ahora en invierno hay muchos guanacos, choiques, maras, zorros, halconcitos, águilas moras. Y en la ría, flamencos rosados”, enumera. También habla de una rareza local: los caranchos blancos, una mutación todavía sin explicación clara que tiñe de nieve a estas aves rapaces tradicionalmente oscuras.
¿Qué hacer en el camping?
El camping ofrece caminatas autorizadas hacia la playa, paseos costeando la ría y la posibilidad de visitar, en temporada alta, un Centro de Interpretación a cinco kilómetros, con maquetas del parque, información sobre flora, fauna y pesca de arrastre, y un rincón para tomar café o jugos naturales.
La consigna es clara: todo es gratuito, pero hay reglas. No se puede ingresar con mascotas, ni dejar basura, ni extraer o alimentar animales. El ingreso se registra obligatoriamente en el refugio y es fundamental llevar abrigo, agua potable y revisar el pronóstico: si llueve, el ripio se vuelve un terreno complejo de atravesar.
Atardeceres que se quedan en la retina
Hay instantes que justifican el viaje. Andrés los enumera sin apuro, como quien los guarda con cuidado en la memoria: “Los atardeceres en la Patagonia, la salida de la luna llena sobre el mar, los movimientos de la fauna según el horario, la belleza de lo simple y salvaje”. Y también están las sorpresas humanas: visitantes que pasaban una noche para descansar y se quedan una semana; ciclistas solitarios que bajan al camping como si llegaran a casa; turistas que descubren el lugar por azar y se enamoran.
Una invitación sincera
“Somos naturaleza”, repite Andrés. Y en su frase hay una clave para entender por qué lugares como Arroyo Marea importan. Visitar este sitio es una oportunidad de mirar el mundo de otra manera, con más pausa, más gratitud y conciencia. Es también una chance para los que, incluso en invierno, se animan a salir del asfalto, a desafiar el frío con fuego, a encontrar silencio donde otros solo ven distancia.
Por Diego Crova
Entre las ondulaciones del coirón y el murmullo del viento patagónico, hay un sitio donde el invierno no significa encierro. A 80 kilómetros de Camarones, por Ruta 1, el Camping Arroyo Marea se sostiene como una invitación serena al abrigo de la naturaleza más salvaje y prístina. En este rincón del Parque Provincial Patagonia Azul, la estepa se deja abrazar por la ría, los guanacos y los atardeceres infinitos. Y quien recibe, guía y cuida este lugar es Andrés Magariño.
Cambio de vida
Hace dos años, un flyer publicado en Facebook lo puso en la ruta del cambio. Andrés no dudó y, junto con su compañera, agarraron la señal. El resto, como suele decirse, es historia.
Hoy su rutina en Arroyo Marea es todo menos rutinaria. “Limpieza, mantenimiento del refugio, pintura, cuidado de sendas, fogones, baños… y salir a la playa a levantar lo que deja el viento o el mar”. También recibe a quienes llegan: pescadores, caminantes, familias que escapan del cemento buscando aire.
Un refugio único
El Camping Arroyo Marea tiene dos sectores bien diferenciados. Uno, más agreste, está protegido por molles y duraznillos, al abrigo del viento, con espacio para seis carpas junto a un refugio techado con cocina, horno, agua caliente y wifi. El otro, a 800 metros, es más amplio y permite hasta nueve carpas. Ambos cuentan con baños secos, y algo fundamental: la experiencia de estar solos frente a la inmensidad.
Cotidianeidad distinta
El día a día en el camping no es rutina sino adaptación. Andrés limpia, pinta, repara, mantiene las sendas, reacomoda carteles o recoge basura en la playa. Pero también observa, escucha, se deja sorprender. “Ahora en invierno hay muchos guanacos, choiques, maras, zorros, halconcitos, águilas moras. Y en la ría, flamencos rosados”, enumera. También habla de una rareza local: los caranchos blancos, una mutación todavía sin explicación clara que tiñe de nieve a estas aves rapaces tradicionalmente oscuras.
¿Qué hacer en el camping?
El camping ofrece caminatas autorizadas hacia la playa, paseos costeando la ría y la posibilidad de visitar, en temporada alta, un Centro de Interpretación a cinco kilómetros, con maquetas del parque, información sobre flora, fauna y pesca de arrastre, y un rincón para tomar café o jugos naturales.
La consigna es clara: todo es gratuito, pero hay reglas. No se puede ingresar con mascotas, ni dejar basura, ni extraer o alimentar animales. El ingreso se registra obligatoriamente en el refugio y es fundamental llevar abrigo, agua potable y revisar el pronóstico: si llueve, el ripio se vuelve un terreno complejo de atravesar.
Atardeceres que se quedan en la retina
Hay instantes que justifican el viaje. Andrés los enumera sin apuro, como quien los guarda con cuidado en la memoria: “Los atardeceres en la Patagonia, la salida de la luna llena sobre el mar, los movimientos de la fauna según el horario, la belleza de lo simple y salvaje”. Y también están las sorpresas humanas: visitantes que pasaban una noche para descansar y se quedan una semana; ciclistas solitarios que bajan al camping como si llegaran a casa; turistas que descubren el lugar por azar y se enamoran.
Una invitación sincera
“Somos naturaleza”, repite Andrés. Y en su frase hay una clave para entender por qué lugares como Arroyo Marea importan. Visitar este sitio es una oportunidad de mirar el mundo de otra manera, con más pausa, más gratitud y conciencia. Es también una chance para los que, incluso en invierno, se animan a salir del asfalto, a desafiar el frío con fuego, a encontrar silencio donde otros solo ven distancia.
Por Diego Crova