Tres días perdidas en el bosque y las rescató "Leleque"

Ariana y Valeria, fueron rescatadas sanas y salvas por una familia de baqueanos y su perro "Leleque", luego de estar perdidas en la profundidad del bosque cordillerano casi tres días con temperaturas bajo cero, lluvias y sin fuego.

05 MAY 2025 - 7:27 | Actualizado 05 MAY 2025 - 12:32

La familia González y su perro Leleque las encontraron. El Bolsón respira. Las estaban buscando desde el viernes. Bomberos voluntarios, brigadistas, Gendarmería, Policía de Montaña y miembros del Club Andino se turnaban sin descanso.


El Cerro Lindo es inmenso, profundo, cargado de filos, mallines y cañadones que se pierden entre la niebla. No es un lugar donde uno se extravía: es un lugar donde se lo traga la montaña. Peinarlo entero requeriría cientos de personas. Aun así, lo intentaron. Todos dieron lo mejor, y cada hora que pasaba, con las temperaturas cayendo, sumaba angustia. Ya iban dos noches a la intemperie, con lluvia, sin fuego, sin abrigo.

La preocupación crecía.

Pero este domingo por la mañana, la montaña devolvió lo que parecía perdido.


La familia González —Hernán, Aldo Santiago y Leleque su perro— salieron temprano desde su hogar a los pies del Cerro Lindo. Son pobladores de toda la vida, conocedores del terreno como quien conoce su propio patio. A caballo y con los perros, se dividieron estratégicamente según su experiencia, buscando en lugares donde sabían que no hay señal de celular, en zonas con reparos naturales, pensando con lógica y con intuición.

Fue Aldo quien, junto a Leleque, dio con las chicas. El perro alzó el hocico y comenzó a ventear con insistencia. Aldo, que lo conoce bien, supo al instante que algo había olfateado. Lo siguió, y poco después encontró a Ariana y Valeria. Vivas. Tiritando de frío, con hambre, mojadas, pero conscientes.

Ariana y Valeria sobrevivieron porque resistieron. Porque tuvieron la fortaleza mental y emocional de aguantar dos noches y casi tres días en plena cordillera de los Andes, bajo lluvia patagónica, sin abrigo, sin señal, sin certezas. Supieron mantenerse unidas, resguardarse, esperar. No se desesperaron. Tuvieron coraje.

Y también tomaron una decisión que fue clave: en lugar de seguir avanzando sin rumbo, eligieron detenerse. Sabían que las estarían buscando. La espera se hizo más larga de lo que imaginaban, pero hicieron bien. Fue una decisión inteligente. Tal vez, la más importante.

Aldo llamó a Hernán y a Santiago, que llegaron enseguida. Armaron un fuego, las alimentaron, las abrigaron. Luego iniciaron el descenso a caballo, cuidándolas paso a paso por la montaña húmeda. Nadie más estaba arriba. Los rescatistas los esperaban abajo, atentos y listos para el traslado.

Y Leleque, el perro de la familia, también fue parte de esa entrega. Sin hablar, sin pedir nada, hizo lo que hacen los perros criados en la montaña: se convirtió en puente entre el silencio y la vida. Quienes amamos a los perros sabemos que hay gestos que no se enseñan: se dan.

Y Leleque los dio todos.


Y antes del helicóptero, un último gesto que dice más que mil palabras: en la casa de los González, las esperaban la hermana, las hijas, las sobrinas, con la cocina encendida, mate caliente, café, té y tortas fritas recién hechas. No fue solo hospitalidad: fue alivio, fue abrazo, fue humanidad.

Hoy El Bolsón respira. Y también festeja. Porque hubo final feliz. Porque no hay que lamentar una tragedia. Porque en este rincón de la cordillera, la montaña fue dura, pero no cruel. Esta vez, no fue cruel.


Pero conviene recordarlo: la montaña es hermosa, inmensa y poderosa. También puede ser peligrosa si uno no la conoce bien, si se adentra sin referencias claras, sin compañía o sin saber cómo orientarse. No siempre da una segunda oportunidad. Esta vez, sí la hubo. Y entre el coraje de las chicas y el conocimiento de los pobladores, la montaña cedió.

(INFO. El Bolsón Trekking y Hernan Gonzáles).

Enterate de las noticias de POLICIALES a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
05 MAY 2025 - 7:27

La familia González y su perro Leleque las encontraron. El Bolsón respira. Las estaban buscando desde el viernes. Bomberos voluntarios, brigadistas, Gendarmería, Policía de Montaña y miembros del Club Andino se turnaban sin descanso.


El Cerro Lindo es inmenso, profundo, cargado de filos, mallines y cañadones que se pierden entre la niebla. No es un lugar donde uno se extravía: es un lugar donde se lo traga la montaña. Peinarlo entero requeriría cientos de personas. Aun así, lo intentaron. Todos dieron lo mejor, y cada hora que pasaba, con las temperaturas cayendo, sumaba angustia. Ya iban dos noches a la intemperie, con lluvia, sin fuego, sin abrigo.

La preocupación crecía.

Pero este domingo por la mañana, la montaña devolvió lo que parecía perdido.


La familia González —Hernán, Aldo Santiago y Leleque su perro— salieron temprano desde su hogar a los pies del Cerro Lindo. Son pobladores de toda la vida, conocedores del terreno como quien conoce su propio patio. A caballo y con los perros, se dividieron estratégicamente según su experiencia, buscando en lugares donde sabían que no hay señal de celular, en zonas con reparos naturales, pensando con lógica y con intuición.

Fue Aldo quien, junto a Leleque, dio con las chicas. El perro alzó el hocico y comenzó a ventear con insistencia. Aldo, que lo conoce bien, supo al instante que algo había olfateado. Lo siguió, y poco después encontró a Ariana y Valeria. Vivas. Tiritando de frío, con hambre, mojadas, pero conscientes.

Ariana y Valeria sobrevivieron porque resistieron. Porque tuvieron la fortaleza mental y emocional de aguantar dos noches y casi tres días en plena cordillera de los Andes, bajo lluvia patagónica, sin abrigo, sin señal, sin certezas. Supieron mantenerse unidas, resguardarse, esperar. No se desesperaron. Tuvieron coraje.

Y también tomaron una decisión que fue clave: en lugar de seguir avanzando sin rumbo, eligieron detenerse. Sabían que las estarían buscando. La espera se hizo más larga de lo que imaginaban, pero hicieron bien. Fue una decisión inteligente. Tal vez, la más importante.

Aldo llamó a Hernán y a Santiago, que llegaron enseguida. Armaron un fuego, las alimentaron, las abrigaron. Luego iniciaron el descenso a caballo, cuidándolas paso a paso por la montaña húmeda. Nadie más estaba arriba. Los rescatistas los esperaban abajo, atentos y listos para el traslado.

Y Leleque, el perro de la familia, también fue parte de esa entrega. Sin hablar, sin pedir nada, hizo lo que hacen los perros criados en la montaña: se convirtió en puente entre el silencio y la vida. Quienes amamos a los perros sabemos que hay gestos que no se enseñan: se dan.

Y Leleque los dio todos.


Y antes del helicóptero, un último gesto que dice más que mil palabras: en la casa de los González, las esperaban la hermana, las hijas, las sobrinas, con la cocina encendida, mate caliente, café, té y tortas fritas recién hechas. No fue solo hospitalidad: fue alivio, fue abrazo, fue humanidad.

Hoy El Bolsón respira. Y también festeja. Porque hubo final feliz. Porque no hay que lamentar una tragedia. Porque en este rincón de la cordillera, la montaña fue dura, pero no cruel. Esta vez, no fue cruel.


Pero conviene recordarlo: la montaña es hermosa, inmensa y poderosa. También puede ser peligrosa si uno no la conoce bien, si se adentra sin referencias claras, sin compañía o sin saber cómo orientarse. No siempre da una segunda oportunidad. Esta vez, sí la hubo. Y entre el coraje de las chicas y el conocimiento de los pobladores, la montaña cedió.

(INFO. El Bolsón Trekking y Hernan Gonzáles).