Víctor Hugo Guerrero partió desde San Juan hace más de un año, empujado por un sueño y sostenido por una promesa. Pasó por Comodoro Rivadavia, haciendo una pausa y un descanso en su largo periplo. “El objetivo mío es llegar a la Isla Malvinas”, cuenta con determinación. “Ya hace un año y dos meses, va para tres, que estoy viajando”. Su recorrido lo llevó por provincias, pueblos y capitales, cruzando de norte a sur el corazón de la Argentina. “La verdad que muy linda nuestra Argentina”, dice con orgullo.
La idea de este viaje surgió con su hijo. “Me dijo: ‘tengo ganas de hacer un viaje en bicicleta’. Y yo le respondí: “bueno no hay ningún problema. Éramos muy unidos, compartiamos tiempo, sueños y un plan que era viajar juntos hasta las Malvinas”.
“No acá nomás —me dijo—, yo quiero ir bien lejos, a las Malvinas”. Entonces se trazó la ruta: salir desde San Juan y recorrer varias provincias hasta encontrarse en General Roca. “Él me iba a esperar ahí, no iba a pedalear mucho. Le calculaba dos o tres meses para llegar”.
Pero al llegar a General Roca, todo cambió. “Lamentablemente me avisan que mi hijo no estaba más. No lo podía creer”. Aquel golpe lo obligó a detenerse, volver a Buenos Aires y replantearse todo. Sin embargo, su hijo le había dejado una carta. “Me decía que no abandonara el viaje”. Su hija también lo animó: “Continuá, dale para adelante, que vas a llegar”.
Con el alma rota pero la promesa intacta, Víctor Hugo volvió a la ruta. “Pasando por todos los pueblitos intermedios llegué hasta acá, a Comodoro”.
Lleva ya una semana en la ciudad. “Me tocaron lindos días, y la gente me recibió muy bien. Me preguntan qué ando haciendo, les llama la atención la bicicleta y el carrito”, cuenta. Aunque también tuvo algún intento de robo. “Pero hay que poner fe, y sabés que no va a pasar nada”.
Su próximo destino es Caleta Olivia, luego Puerto Deseado. “Ahí tengo que pasar sí o sí, hay un regimiento del Ejército Argentino”, explica. Desde allí, planea seguir hasta El Calafate, Río Turbio y 28 de Noviembre. El último paso será gestionar el pasaporte en Río Gallegos para cruzar a las Islas.
Mientras avanza, sobrevive haciendo changas. “Por todos los pueblos que pasó voy trabajando. La gente ayuda mucho, mucho. Estoy muy agradecido” aunque en la ciudad aún no consiguió trabajo, pero no pierde la esperanza.
Sabe que se acerca el final del viaje, pero también el momento más cargado de emociones. “Me gustaría estar acá junto a mi hijo. Él quería ver el mar, no lo conocía. Pero sé que está acá, que me está mirando, que me está cuidando. Lo tengo arriba, pero siempre presente”, dice sensible y desde el corazón.
Víctor Hugo Guerrero partió desde San Juan hace más de un año, empujado por un sueño y sostenido por una promesa. Pasó por Comodoro Rivadavia, haciendo una pausa y un descanso en su largo periplo. “El objetivo mío es llegar a la Isla Malvinas”, cuenta con determinación. “Ya hace un año y dos meses, va para tres, que estoy viajando”. Su recorrido lo llevó por provincias, pueblos y capitales, cruzando de norte a sur el corazón de la Argentina. “La verdad que muy linda nuestra Argentina”, dice con orgullo.
La idea de este viaje surgió con su hijo. “Me dijo: ‘tengo ganas de hacer un viaje en bicicleta’. Y yo le respondí: “bueno no hay ningún problema. Éramos muy unidos, compartiamos tiempo, sueños y un plan que era viajar juntos hasta las Malvinas”.
“No acá nomás —me dijo—, yo quiero ir bien lejos, a las Malvinas”. Entonces se trazó la ruta: salir desde San Juan y recorrer varias provincias hasta encontrarse en General Roca. “Él me iba a esperar ahí, no iba a pedalear mucho. Le calculaba dos o tres meses para llegar”.
Pero al llegar a General Roca, todo cambió. “Lamentablemente me avisan que mi hijo no estaba más. No lo podía creer”. Aquel golpe lo obligó a detenerse, volver a Buenos Aires y replantearse todo. Sin embargo, su hijo le había dejado una carta. “Me decía que no abandonara el viaje”. Su hija también lo animó: “Continuá, dale para adelante, que vas a llegar”.
Con el alma rota pero la promesa intacta, Víctor Hugo volvió a la ruta. “Pasando por todos los pueblitos intermedios llegué hasta acá, a Comodoro”.
Lleva ya una semana en la ciudad. “Me tocaron lindos días, y la gente me recibió muy bien. Me preguntan qué ando haciendo, les llama la atención la bicicleta y el carrito”, cuenta. Aunque también tuvo algún intento de robo. “Pero hay que poner fe, y sabés que no va a pasar nada”.
Su próximo destino es Caleta Olivia, luego Puerto Deseado. “Ahí tengo que pasar sí o sí, hay un regimiento del Ejército Argentino”, explica. Desde allí, planea seguir hasta El Calafate, Río Turbio y 28 de Noviembre. El último paso será gestionar el pasaporte en Río Gallegos para cruzar a las Islas.
Mientras avanza, sobrevive haciendo changas. “Por todos los pueblos que pasó voy trabajando. La gente ayuda mucho, mucho. Estoy muy agradecido” aunque en la ciudad aún no consiguió trabajo, pero no pierde la esperanza.
Sabe que se acerca el final del viaje, pero también el momento más cargado de emociones. “Me gustaría estar acá junto a mi hijo. Él quería ver el mar, no lo conocía. Pero sé que está acá, que me está mirando, que me está cuidando. Lo tengo arriba, pero siempre presente”, dice sensible y desde el corazón.