El boulevard de los sueños rotos

Este fin de semana arranca un nuevo campeonato de fútbol femenino en la Liga del Valle del Chubut. Con algunas ausencias llamativas y con la vuelta de otras entidades. Comienza un 2025 con la esperanza de pegar el salto definitivo que precisa y merece la actividad.

Las Rojinegras de Independiente, las últimas campeonas locales.
15 MAR 2025 - 9:40 | Actualizado 15 MAR 2025 - 10:49

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

El boulevard de los sueños rotos.

Parece serlo. El fútbol femenino. Una metáfora de los lugares donde se cruzan las esperanzas y desilusiones. Un espacio simbólico donde conviven el arte, la pasión y el desamor.

Este sábado comienza un nuevo certamen en la Liga del valle del Chubut. Vuelven tres: Huracán, Germinal y Alianza Fontana Oeste (AFO) y se ausentan cuatro: Deportivo Madryn, Guillermo Brown, Gaiman FC y el Club de Empleados de Comercio (CEC). Independiente manda a la cancha dos equipos y Racing, La Ribera, Moreno y Roca siguen. Las ciudades más importantes representadas en la entidad madre del balompié doméstico están; aunque faltan las del corazón del valle. Hablamos de la primera división. Serán nueve en total. Lo de las divisiones inferiores parece estar más consolidado. Y más allá de la legitimidad por el mal de ausencias; es llamativo la inexistencia de los dos clubes de fútbol más importante de la ciudad del Golfo, que junto al verdiblanco capitalino son los únicos equipos profesionales de la provincia del Chubut en torneos afistas. ¿Será necesario una obligatoriedad como sucede con las divisiones menores de hombres? ¿O será que no importa? Preguntas que no tienen respuestas.

O tal vez, sí. Ya lo expresaba el barón Pierre de Coubertin, fundador de olimpismo moderno, acerca de que los Juegos "son un escenario para la exaltación solemne y periódica del atletismo masculino" y que contaba "con el aplauso femenino como recompensa". Un encanto. Escudado bajo los preceptos de su época. Ni hablar de ese sexismo, que cree en la inferioridad física de la mujer, como justificante de su escaso protagonismo en el deporte por considerar que hay diferencias morfológicas y fisiológicas y que están conformadas naturalmente para ejercitar la maternidad. Sólo eso. Otra maravilla.

Sin embargo, no con poco esfuerzo, las mujeres lograron visibilidad.

En mayo de 1991 el fútbol femenino entró oficialmente a la AFA con 7 equipos: Platense, Yupanqui, All Boys de Saavedra, Central Córdoba, Sacachispas, Boca y Vélez. Para 1998, había 35 clubes. Un año antes, existió una selección argentina formal en adultas y sub-17. Pero sigue habiendo deudas. Espirituales y económicas. Por más que la FIFA lo promoviera y que desde la AFA avanzara, la gradualidad es muy lenta. Muy. Escasos contratos profesionales (de Primera C Metro), con escasos viáticos y decisiones insólitas como la UAI Urquiza. Igual o peor están las federaciones de la llamada Conmebol que rige los destinos de Sudamérica. La diferencia con la UEFA es brutal: esa institución europea destinó al balompié femenino mil millones de euros en un plan que llega hasta el 2030.

En síntesis, aún es un largo camino, muchacha, como diría el slogan de un aviso publicitario de una marca de cigarrillo en la década del 70. Con poca diferencia con aquella épica de 1971 en México.

Historia

Aunque su historia se remonta a finales del siglo XIX en el Reino Unido de Gran Bretaña, el fútbol femenino solo empezó a captar la atención del público durante la guerra. La llamada Primera Guerra Mundial. En una época en la que los roles tradicionales de género se desmoronaban rápidamente (aunque de forma temporal), las mujeres de clase trabajadora no solo sustituían a los hombres en el lugar de trabajo, sino también en sus actividades de ocio de las que habían sido excluidas de facto.

El fútbol era la más popular, por las mismas razones que lo era entre los hombres: barato y sencillo de jugar, con un bajo umbral de exigencia inicial. Se organizaron equipos femeninos en todos los rincones del país y llegaron a 150.

Sin embargo, muchos sostuvieron que también había un elemento de clase en juego. A medida que pasaron los años desde el final de la guerra, los destinatarios de la recaudación de fondos a través del fútbol femenino se volvieron, por naturaleza, menos explícitamente patrióticos y más políticos. El dinero no solo se donaba a causas relacionadas con el esfuerzo bélico, sino también para los pobres y los desempleados. En síntesis, el fútbol femenino se consideró un “deporte políticamente peligroso” para quienes consideraban enemigos a los sindicatos. Ergo, afuera. No fue una decisión naturalmente pura. Fue política. Y patriarcal.

Las mujeres en el fútbol

El fútbol constituye un espacio de educación sentimental para los varones. Sin embargo, las mujeres lo saben de manera diferente. El fútbol enseña, sin perjuicio aparente, la tristeza de haber perdido, la pasión de alentar al equipo y el amor por “la camiseta”, la violencia de defender el cuadro o la bandera: en suma, las pasiones humanas como el amor, odio y todo el espectro que las conecta.

En ese espacio, los varones se permiten manifestaciones que nunca harían en otros ámbitos. Es que, al haberse hecho cargo de las ideas de la Ilustración, perdieron la posibilidad de experimentar, en el espacio público, el descontrol de sus pasiones.

En este marco, el fútbol, en tanto espacio donde las pasiones pueden producirse y experimentarse–, invierte la lógica moderna. Pero esa lógica se concreta en un espacio cerrado, en tanto y en cuanto la aparición de una mujer no puede alterar las reglas que lo rigen, pues pondría en peligro la seguridad de tal espacio. Hay una llave, por decirlo de algún modo, pero pertenece a los varones. Y está bien cuidada.

Si se consideran las cuestiones básicas relacionadas con el fútbol –saber de fútbol, vestirse para ello, apasionarse y tener “aguante”–, las mujeres acceden a grados diversos de inserción, que pasan por la negación, la aceptación, la resistencia y la exclusión. El saber sobre fútbol, por ejemplo, les está negado a las mujeres, ya sea en sus versiones más formalizadas (periodistas) como en las conversaciones de la vida cotidiana.

Pero lo que verdaderamente constituye la diferencia no es tanto el saber cómo la experiencia de la práctica. La opinión de una mujer sobre fútbol no puede convalidarse por no haberlo practicado, arrinconándolas en la historia y convertidas en fantasmas con memoria. Por lo tanto, de nuevo afuera. Con la ñata contra el vidrio. No juegan, no opinan. Tampoco es casual.

Hoy, la ilusión está en un pueblo con nuevos paradigmas sin fronteras que espera en las brasas ser activada y lograr que viaje desde el dolor de una tierra arrasada a la tierra prometida.

En esta tediosa época, lo excéntrico que uno puede hacer es tener cerebro. Y tenerlo nos hará entender que saber de donde venimos es una maravilla y un derecho y transmitirlo -de generación en generación- es una obligación.

El futbol femenino viene para defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y de los miserables. De las ausencias transitorias y de las definitivas, poniendo esa cuota de desmesura y deseo furioso en todo lo que hace.

Su sola presencia desarruga entrecejos y produce pálidas sonrisas y no se apaga la luz por su sombra evitando a los proxenetas de la burla que a través del tiempo se vieron afianzando de tanto egoísmo, indiferencia, tilinguería bajo una ignorancia inveterada y cultivada con ahínco.

Se espera que a partir de hoy sea un nuevo comienzo para aquellas que cualquiera las podrá corregir, pero nadie podrá escribir una historia como las suyas.

La gente no es mala, es infeliz. Pero, cuidado, toda mujer tiene un poco de Marilyn dentro de ella, solo se necesita averiguar si es Monroe o Manson.

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Las Rojinegras de Independiente, las últimas campeonas locales.
15 MAR 2025 - 9:40

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

El boulevard de los sueños rotos.

Parece serlo. El fútbol femenino. Una metáfora de los lugares donde se cruzan las esperanzas y desilusiones. Un espacio simbólico donde conviven el arte, la pasión y el desamor.

Este sábado comienza un nuevo certamen en la Liga del valle del Chubut. Vuelven tres: Huracán, Germinal y Alianza Fontana Oeste (AFO) y se ausentan cuatro: Deportivo Madryn, Guillermo Brown, Gaiman FC y el Club de Empleados de Comercio (CEC). Independiente manda a la cancha dos equipos y Racing, La Ribera, Moreno y Roca siguen. Las ciudades más importantes representadas en la entidad madre del balompié doméstico están; aunque faltan las del corazón del valle. Hablamos de la primera división. Serán nueve en total. Lo de las divisiones inferiores parece estar más consolidado. Y más allá de la legitimidad por el mal de ausencias; es llamativo la inexistencia de los dos clubes de fútbol más importante de la ciudad del Golfo, que junto al verdiblanco capitalino son los únicos equipos profesionales de la provincia del Chubut en torneos afistas. ¿Será necesario una obligatoriedad como sucede con las divisiones menores de hombres? ¿O será que no importa? Preguntas que no tienen respuestas.

O tal vez, sí. Ya lo expresaba el barón Pierre de Coubertin, fundador de olimpismo moderno, acerca de que los Juegos "son un escenario para la exaltación solemne y periódica del atletismo masculino" y que contaba "con el aplauso femenino como recompensa". Un encanto. Escudado bajo los preceptos de su época. Ni hablar de ese sexismo, que cree en la inferioridad física de la mujer, como justificante de su escaso protagonismo en el deporte por considerar que hay diferencias morfológicas y fisiológicas y que están conformadas naturalmente para ejercitar la maternidad. Sólo eso. Otra maravilla.

Sin embargo, no con poco esfuerzo, las mujeres lograron visibilidad.

En mayo de 1991 el fútbol femenino entró oficialmente a la AFA con 7 equipos: Platense, Yupanqui, All Boys de Saavedra, Central Córdoba, Sacachispas, Boca y Vélez. Para 1998, había 35 clubes. Un año antes, existió una selección argentina formal en adultas y sub-17. Pero sigue habiendo deudas. Espirituales y económicas. Por más que la FIFA lo promoviera y que desde la AFA avanzara, la gradualidad es muy lenta. Muy. Escasos contratos profesionales (de Primera C Metro), con escasos viáticos y decisiones insólitas como la UAI Urquiza. Igual o peor están las federaciones de la llamada Conmebol que rige los destinos de Sudamérica. La diferencia con la UEFA es brutal: esa institución europea destinó al balompié femenino mil millones de euros en un plan que llega hasta el 2030.

En síntesis, aún es un largo camino, muchacha, como diría el slogan de un aviso publicitario de una marca de cigarrillo en la década del 70. Con poca diferencia con aquella épica de 1971 en México.

Historia

Aunque su historia se remonta a finales del siglo XIX en el Reino Unido de Gran Bretaña, el fútbol femenino solo empezó a captar la atención del público durante la guerra. La llamada Primera Guerra Mundial. En una época en la que los roles tradicionales de género se desmoronaban rápidamente (aunque de forma temporal), las mujeres de clase trabajadora no solo sustituían a los hombres en el lugar de trabajo, sino también en sus actividades de ocio de las que habían sido excluidas de facto.

El fútbol era la más popular, por las mismas razones que lo era entre los hombres: barato y sencillo de jugar, con un bajo umbral de exigencia inicial. Se organizaron equipos femeninos en todos los rincones del país y llegaron a 150.

Sin embargo, muchos sostuvieron que también había un elemento de clase en juego. A medida que pasaron los años desde el final de la guerra, los destinatarios de la recaudación de fondos a través del fútbol femenino se volvieron, por naturaleza, menos explícitamente patrióticos y más políticos. El dinero no solo se donaba a causas relacionadas con el esfuerzo bélico, sino también para los pobres y los desempleados. En síntesis, el fútbol femenino se consideró un “deporte políticamente peligroso” para quienes consideraban enemigos a los sindicatos. Ergo, afuera. No fue una decisión naturalmente pura. Fue política. Y patriarcal.

Las mujeres en el fútbol

El fútbol constituye un espacio de educación sentimental para los varones. Sin embargo, las mujeres lo saben de manera diferente. El fútbol enseña, sin perjuicio aparente, la tristeza de haber perdido, la pasión de alentar al equipo y el amor por “la camiseta”, la violencia de defender el cuadro o la bandera: en suma, las pasiones humanas como el amor, odio y todo el espectro que las conecta.

En ese espacio, los varones se permiten manifestaciones que nunca harían en otros ámbitos. Es que, al haberse hecho cargo de las ideas de la Ilustración, perdieron la posibilidad de experimentar, en el espacio público, el descontrol de sus pasiones.

En este marco, el fútbol, en tanto espacio donde las pasiones pueden producirse y experimentarse–, invierte la lógica moderna. Pero esa lógica se concreta en un espacio cerrado, en tanto y en cuanto la aparición de una mujer no puede alterar las reglas que lo rigen, pues pondría en peligro la seguridad de tal espacio. Hay una llave, por decirlo de algún modo, pero pertenece a los varones. Y está bien cuidada.

Si se consideran las cuestiones básicas relacionadas con el fútbol –saber de fútbol, vestirse para ello, apasionarse y tener “aguante”–, las mujeres acceden a grados diversos de inserción, que pasan por la negación, la aceptación, la resistencia y la exclusión. El saber sobre fútbol, por ejemplo, les está negado a las mujeres, ya sea en sus versiones más formalizadas (periodistas) como en las conversaciones de la vida cotidiana.

Pero lo que verdaderamente constituye la diferencia no es tanto el saber cómo la experiencia de la práctica. La opinión de una mujer sobre fútbol no puede convalidarse por no haberlo practicado, arrinconándolas en la historia y convertidas en fantasmas con memoria. Por lo tanto, de nuevo afuera. Con la ñata contra el vidrio. No juegan, no opinan. Tampoco es casual.

Hoy, la ilusión está en un pueblo con nuevos paradigmas sin fronteras que espera en las brasas ser activada y lograr que viaje desde el dolor de una tierra arrasada a la tierra prometida.

En esta tediosa época, lo excéntrico que uno puede hacer es tener cerebro. Y tenerlo nos hará entender que saber de donde venimos es una maravilla y un derecho y transmitirlo -de generación en generación- es una obligación.

El futbol femenino viene para defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y de los miserables. De las ausencias transitorias y de las definitivas, poniendo esa cuota de desmesura y deseo furioso en todo lo que hace.

Su sola presencia desarruga entrecejos y produce pálidas sonrisas y no se apaga la luz por su sombra evitando a los proxenetas de la burla que a través del tiempo se vieron afianzando de tanto egoísmo, indiferencia, tilinguería bajo una ignorancia inveterada y cultivada con ahínco.

Se espera que a partir de hoy sea un nuevo comienzo para aquellas que cualquiera las podrá corregir, pero nadie podrá escribir una historia como las suyas.

La gente no es mala, es infeliz. Pero, cuidado, toda mujer tiene un poco de Marilyn dentro de ella, solo se necesita averiguar si es Monroe o Manson.


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