Por Martín Tacón / Redacción Jornada
“Me encierra, me encierra, a correr…”, gritó el brigadista Manuel Flores al verse atrapado por las llamas en el incendio forestal de El Bolsón. En un segundo, el fuego lo envolvió y tuvo que correr por su vida. El video fue viral. Dice que “tuvo suerte”, y vivió para contarlo.
Manuel descansa durante su guardia, en la base del Servicio Provincial de Manejo del Fuego, en Lago Puelo. Ahí recuerda lo vivido, cuando le tocó acudir al incendio en Mallín Ahogado, en El Bolsón, el pasado jueves.
Su unidad venía trabajando en Epuyén. Hay que estar despiertos, la Patagonia arde con varios incendios simultáneos. Prestó ayuda en el Cerro Curru-huinca, y más tarde ese día se disparó el incendio en El Bolsón. El video habla por sí mismo:
Relato en carne propia
Así lo relató: “Salimos 3 personas para allá. Estábamos en el sector de la aguada, nos metimos por un camino de ripio yendo para la pampa de Mallín. Trabajamos sobre focos secundarios; el fuego avanzaba descomunalmente”.
El camión debió frenar a cero por la intensidad del humo, en medio del bosque espeso. Entonces Manuel bajó del vehículo y se dispuso a grabar las crecientes llamas que cobraban vida más allá del camino.
“Fui a registrar el avance del fuego. Crecía con gran voracidad por el viento. Venía un fuego a mi mano derecha y otro a mano izquierda, más lejos. Vi un foco secundario al lado mío cuandome agarró un remolino de humo y viento. Tuve que correr”.
El fuego genera sus propios vientos. Eso dicen los brigadistas. “El calor era impresionante. Cualquier otra persona a lo mejor se queda en shock. El fuego es muy traicionero; traté de llegar al camión y salimos rápido”.
“A correr, a correr…”, dijo al verse envuelto por el remolino. “El video se ve bastante dramático, pero intenté estar lo más calmado posible para salir y volver a mi casa”, confesó.
Los brigadistas conviven con el miedo de no volver a casa. El secreto es mantener la cabeza fría. “En Epuyén nos pasó algo parecido, nosotros protegimos la Escuela 9, pero tuvimos que salir de abajo del pinar porque el fuego se nos venía encima. No hay tiempo para pensar”.
En la línea de fuego
Los brigadistas son ciudadanos comunes a los que les toca ver más de cerca la catástrofe. “Nosotros tratamos de hacer lo más humanamente posible para controlar los incendios. Cuando el fuego nos supera, nuestro trabajo es resguardar a la gente. Hay que actuar, pero pensándolo en frío me dije: qué inconsciente el lugar donde estábamos…”.
No está seguro, calcula que la temperatura en esos sitios ronda los 200 y 500 grados. “El calor me estaba matando. El humo genera calor, no se puede respirar. Hay que tener mente fría”.
No tiene hijos, pero en su casa lo esperan siempre su mamá, su papá y sus hermanas. “Tuve cagaso. Pasan los días y uno no cae de la magnitud de lo que pasa. Cuando me calmé, pensé: qué suerte tuve”.
El brigadista vive pendiente de cuidar a sus compañeros y volver sano y salvo. “Hay gente que perdió todo en el incendio y uno tiene la dicha de volver a su casa, estar tranquilo y dormir. Hay que valor el seguir con vida y agradecer estar respirando un día más en el planeta Tierra”.
Vivir para servir
Manuel Flores tiene 36 años. Es oriundo de Bariloche, pero se mudó hace años a Lago Puelo, buscando un lugar tranquilo con su familia. A los 15 años se inició como cadete en Lago Puelo y a los 18 entró en la brigada.
Su trabajo se enfoca en apagar incendios forestales dentro de Chubut. Cuando el deber llama en otra provincia, su brigada se presta a dar una mano. “El brigadista arriesga su vida. Se duerme poco, un día salís a la 1 del mediodía, volvés a las 12 de la noche y a las 5 de la mañana estás saliendo otra vez. Trabajamos mucho y los incendios siguen activos”.
Esta vez fue protagonista, pero prefiere mantener el perfil bajo: “Soy uno más de todos los que hacemos esto. Yo trato de hacer mi trabajo y volver a mi casa; es lo que queremos todos”.
Mientras cubre su guardia, Manuel descansa y espera. Porque nunca se sabe cuándo el deber lo devolveráa la acción.
Por Martín Tacón / Redacción Jornada
“Me encierra, me encierra, a correr…”, gritó el brigadista Manuel Flores al verse atrapado por las llamas en el incendio forestal de El Bolsón. En un segundo, el fuego lo envolvió y tuvo que correr por su vida. El video fue viral. Dice que “tuvo suerte”, y vivió para contarlo.
Manuel descansa durante su guardia, en la base del Servicio Provincial de Manejo del Fuego, en Lago Puelo. Ahí recuerda lo vivido, cuando le tocó acudir al incendio en Mallín Ahogado, en El Bolsón, el pasado jueves.
Su unidad venía trabajando en Epuyén. Hay que estar despiertos, la Patagonia arde con varios incendios simultáneos. Prestó ayuda en el Cerro Curru-huinca, y más tarde ese día se disparó el incendio en El Bolsón. El video habla por sí mismo:
Relato en carne propia
Así lo relató: “Salimos 3 personas para allá. Estábamos en el sector de la aguada, nos metimos por un camino de ripio yendo para la pampa de Mallín. Trabajamos sobre focos secundarios; el fuego avanzaba descomunalmente”.
El camión debió frenar a cero por la intensidad del humo, en medio del bosque espeso. Entonces Manuel bajó del vehículo y se dispuso a grabar las crecientes llamas que cobraban vida más allá del camino.
“Fui a registrar el avance del fuego. Crecía con gran voracidad por el viento. Venía un fuego a mi mano derecha y otro a mano izquierda, más lejos. Vi un foco secundario al lado mío cuandome agarró un remolino de humo y viento. Tuve que correr”.
El fuego genera sus propios vientos. Eso dicen los brigadistas. “El calor era impresionante. Cualquier otra persona a lo mejor se queda en shock. El fuego es muy traicionero; traté de llegar al camión y salimos rápido”.
“A correr, a correr…”, dijo al verse envuelto por el remolino. “El video se ve bastante dramático, pero intenté estar lo más calmado posible para salir y volver a mi casa”, confesó.
Los brigadistas conviven con el miedo de no volver a casa. El secreto es mantener la cabeza fría. “En Epuyén nos pasó algo parecido, nosotros protegimos la Escuela 9, pero tuvimos que salir de abajo del pinar porque el fuego se nos venía encima. No hay tiempo para pensar”.
En la línea de fuego
Los brigadistas son ciudadanos comunes a los que les toca ver más de cerca la catástrofe. “Nosotros tratamos de hacer lo más humanamente posible para controlar los incendios. Cuando el fuego nos supera, nuestro trabajo es resguardar a la gente. Hay que actuar, pero pensándolo en frío me dije: qué inconsciente el lugar donde estábamos…”.
No está seguro, calcula que la temperatura en esos sitios ronda los 200 y 500 grados. “El calor me estaba matando. El humo genera calor, no se puede respirar. Hay que tener mente fría”.
No tiene hijos, pero en su casa lo esperan siempre su mamá, su papá y sus hermanas. “Tuve cagaso. Pasan los días y uno no cae de la magnitud de lo que pasa. Cuando me calmé, pensé: qué suerte tuve”.
El brigadista vive pendiente de cuidar a sus compañeros y volver sano y salvo. “Hay gente que perdió todo en el incendio y uno tiene la dicha de volver a su casa, estar tranquilo y dormir. Hay que valor el seguir con vida y agradecer estar respirando un día más en el planeta Tierra”.
Vivir para servir
Manuel Flores tiene 36 años. Es oriundo de Bariloche, pero se mudó hace años a Lago Puelo, buscando un lugar tranquilo con su familia. A los 15 años se inició como cadete en Lago Puelo y a los 18 entró en la brigada.
Su trabajo se enfoca en apagar incendios forestales dentro de Chubut. Cuando el deber llama en otra provincia, su brigada se presta a dar una mano. “El brigadista arriesga su vida. Se duerme poco, un día salís a la 1 del mediodía, volvés a las 12 de la noche y a las 5 de la mañana estás saliendo otra vez. Trabajamos mucho y los incendios siguen activos”.
Esta vez fue protagonista, pero prefiere mantener el perfil bajo: “Soy uno más de todos los que hacemos esto. Yo trato de hacer mi trabajo y volver a mi casa; es lo que queremos todos”.
Mientras cubre su guardia, Manuel descansa y espera. Porque nunca se sabe cuándo el deber lo devolveráa la acción.