Por Paloma Caria / Redacción Jornada
Terminar una carrera universitaria es motivo de orgullo para millones de estudiantes. Pero cuando culmina el momento de éxtasis, a los nuevos profesionales los azota la incertidumbre de comenzar una nueva etapa en la vida. “¿Ahora qué sigue?”, se preguntan muchos. Para Martín Frajlich, trelewense por adopción, la respuesta fue una sorpresa: mudarse a Israel.
Nació y vivió en Capital Federal junto a su familia, hasta que se recibió de psicólogo en 1996 en la Universidad de Buenos Aires, con una formación principalmente psicoanalítica. Después de tantos años de esfuerzo, le tocaba insertarse en el mundo laboral. Sin embargo, el escenario no era tan favorecedor como había esperado y durante un par de años hizo trabajos ad honorem para darse a conocer como psicólogo.
Un día, llegó una oportunidad que lo tentó. Un proyecto del gobierno de Israel que les ofrecía a los judíos del mundo nacionalizarse en el país (Ley del Retorno) había tocado la puerta de Martín y él no dudó en abrirla. “Es como que me estaba esperando. Quería hacer algo diferente, una experiencia afuera y se dio todo para que me vaya ”, recordó.
Buscaban psicólogos para trabajar en el área educativa. A sus 25 años con valija en mano, se despidió de su familia y cruzó al otro lado del mundo para empezar esta nueva etapa llena de “primeras veces”; primera vez viviendo solo, trabajando como profesional, viajando fuera del país y alejándose tanto tiempo de sus allegados. “Me fui sin pasaje de vuelta”, jugándosela con el corazón en la mano.
Primero le tocó vivir en un Centro de Absorción junto a otros extranjeros que habían ido por el mismo proyecto. Poco a poco fue instalándose, realizando formaciones intensivas en idioma y psicología educativa, y amoldándose a la cultura de Israel. “Fue muy intenso, Jerusalén es una ciudad con una vibración y energía distinta a todo”.
Meses después se mudó a Kfar Saba y tras varias entrevistas, empezó a trabajar en Netanya, una ciudad al norte de Tel Aviv, en el Servicio de Psicología Educacional en distintas instituciones educativas. “Al principio fue muy duro”, confesó.
Pese a la ansiedad que sentía por todo lo que le tocaba afrontar en su cotidianidad, la emoción de esta experiencia se convirtió en su combustible diario y jamás pensó en rendirse y volver a la Argentina. Para él, era un privilegiado y quería sacar todo el jugo posible a esta oportunidad.
Lejos de todo, pero cerca del amor.
Martín contó que, en aquella época, estaba de novio con la que ahora es su esposa y madre de sus hijos. Hoy, una relación a distancia no resulta extravagante puesto que la tecnología nos acerca con solo un clic. Pero en su momento, la llama del amor permaneció encendida gracias a las cartas que se enviaban entre los dos.
“Era emocionante abrir sus cartas, porque era el único contacto que teníamos. A nivel personal fue todo muy movilizante y la soledad costaba”, confesó. Unos años después, ella viajó para acompañarlo, se casaron y tuvieron a su primer hijo allá.
Abrirse paso en un país en guerra
Pasaron los primeros años con muchos altibajos y aprendizajes. De pronto Israel comenzó a sentirse más como un hogar, pese a la guerra latente en el país. “Había llegado a explotar un hotel en algún momento”, recordó Martín.
Por el contexto, hechos así ocurrieron casi seguido. Un día, su esposa tenía que ir al hospital a visitar a su hijo, que había nacido prematuro, pero se le hizo tarde y perdió el colectivo. Horas después se enteró que ese colectivo al que ella no subió, explotó por una bomba .
Otro día, él se encontraba dentro de un shopping, escuchando música con auriculares en el equipo de un comercio. “Sentí que se movía la tierra y cuando pregunté, me dijeron que un hombre se había inmolado en la entrada”.
Situaciones así lo sacaban de la normalidad por varios días. Jamás terminó de acostumbrarse a la cantidad de jóvenes militares circulando con sus armas incluso en las discotecas, oa las explosiones de vehículos, restaurantes o personas. “Convivís con el peligro constante, pero lo naturalizas porque necesitas seguir viviendo”.
Volver a casa
Finalizado ese período de su vida, en el 2005 volvió con su familia a la Argentina, donde tocaba nuevamente empezar casi de cero. Primero arribaron a Buenos Aires, pero las vueltas de la vida los llevaron a instalarse en Trelew donde empezó a tomar forma un proyecto junto a la ministra de Educación, Mirta Romero, inspirada en su experiencia como psicóloga en Israel.
Comenzó a desarrollar en escuelas de toda la provincia este sistema que resultó novedoso para Chubut. Al mando de un equipo que empezó con pocos integrantes, realizó intervenciones en situaciones críticas que surgían en las instituciones.
Relató que, en Trelew, en una escuela de un barrio vulnerable, le tocó activar el protocolo porque un niño de unos diez años había llevado un arma de fuego . “Yo ya había visto de todo, pero eso jamás en mi vida. Fue muy fuerte”.
Tiempo después dejó ese cargo y se pasó al área de Salud. Ahora, Martin hace consultas en un consultorio particular con niños, niñas y adolescentes; pero también trabaja en hospitales de la zona y es referente de las Mesas Intersectoriales de Abordaje del Suicidio en Gaiman, Dolavon y 28 de Julio, que lo llevan a estar en contacto directo con la comunidad.
Con su abultada experiencia en el área, trabaja cada día en concientizar a los vecinos, instituciones y autoridades en la prevención del suicidio, con el objetivo de que ya no sea un tema tabú, sino una prioridad para toda la comunidad.
Por Paloma Caria / Redacción Jornada
Terminar una carrera universitaria es motivo de orgullo para millones de estudiantes. Pero cuando culmina el momento de éxtasis, a los nuevos profesionales los azota la incertidumbre de comenzar una nueva etapa en la vida. “¿Ahora qué sigue?”, se preguntan muchos. Para Martín Frajlich, trelewense por adopción, la respuesta fue una sorpresa: mudarse a Israel.
Nació y vivió en Capital Federal junto a su familia, hasta que se recibió de psicólogo en 1996 en la Universidad de Buenos Aires, con una formación principalmente psicoanalítica. Después de tantos años de esfuerzo, le tocaba insertarse en el mundo laboral. Sin embargo, el escenario no era tan favorecedor como había esperado y durante un par de años hizo trabajos ad honorem para darse a conocer como psicólogo.
Un día, llegó una oportunidad que lo tentó. Un proyecto del gobierno de Israel que les ofrecía a los judíos del mundo nacionalizarse en el país (Ley del Retorno) había tocado la puerta de Martín y él no dudó en abrirla. “Es como que me estaba esperando. Quería hacer algo diferente, una experiencia afuera y se dio todo para que me vaya ”, recordó.
Buscaban psicólogos para trabajar en el área educativa. A sus 25 años con valija en mano, se despidió de su familia y cruzó al otro lado del mundo para empezar esta nueva etapa llena de “primeras veces”; primera vez viviendo solo, trabajando como profesional, viajando fuera del país y alejándose tanto tiempo de sus allegados. “Me fui sin pasaje de vuelta”, jugándosela con el corazón en la mano.
Primero le tocó vivir en un Centro de Absorción junto a otros extranjeros que habían ido por el mismo proyecto. Poco a poco fue instalándose, realizando formaciones intensivas en idioma y psicología educativa, y amoldándose a la cultura de Israel. “Fue muy intenso, Jerusalén es una ciudad con una vibración y energía distinta a todo”.
Meses después se mudó a Kfar Saba y tras varias entrevistas, empezó a trabajar en Netanya, una ciudad al norte de Tel Aviv, en el Servicio de Psicología Educacional en distintas instituciones educativas. “Al principio fue muy duro”, confesó.
Pese a la ansiedad que sentía por todo lo que le tocaba afrontar en su cotidianidad, la emoción de esta experiencia se convirtió en su combustible diario y jamás pensó en rendirse y volver a la Argentina. Para él, era un privilegiado y quería sacar todo el jugo posible a esta oportunidad.
Lejos de todo, pero cerca del amor.
Martín contó que, en aquella época, estaba de novio con la que ahora es su esposa y madre de sus hijos. Hoy, una relación a distancia no resulta extravagante puesto que la tecnología nos acerca con solo un clic. Pero en su momento, la llama del amor permaneció encendida gracias a las cartas que se enviaban entre los dos.
“Era emocionante abrir sus cartas, porque era el único contacto que teníamos. A nivel personal fue todo muy movilizante y la soledad costaba”, confesó. Unos años después, ella viajó para acompañarlo, se casaron y tuvieron a su primer hijo allá.
Abrirse paso en un país en guerra
Pasaron los primeros años con muchos altibajos y aprendizajes. De pronto Israel comenzó a sentirse más como un hogar, pese a la guerra latente en el país. “Había llegado a explotar un hotel en algún momento”, recordó Martín.
Por el contexto, hechos así ocurrieron casi seguido. Un día, su esposa tenía que ir al hospital a visitar a su hijo, que había nacido prematuro, pero se le hizo tarde y perdió el colectivo. Horas después se enteró que ese colectivo al que ella no subió, explotó por una bomba .
Otro día, él se encontraba dentro de un shopping, escuchando música con auriculares en el equipo de un comercio. “Sentí que se movía la tierra y cuando pregunté, me dijeron que un hombre se había inmolado en la entrada”.
Situaciones así lo sacaban de la normalidad por varios días. Jamás terminó de acostumbrarse a la cantidad de jóvenes militares circulando con sus armas incluso en las discotecas, oa las explosiones de vehículos, restaurantes o personas. “Convivís con el peligro constante, pero lo naturalizas porque necesitas seguir viviendo”.
Volver a casa
Finalizado ese período de su vida, en el 2005 volvió con su familia a la Argentina, donde tocaba nuevamente empezar casi de cero. Primero arribaron a Buenos Aires, pero las vueltas de la vida los llevaron a instalarse en Trelew donde empezó a tomar forma un proyecto junto a la ministra de Educación, Mirta Romero, inspirada en su experiencia como psicóloga en Israel.
Comenzó a desarrollar en escuelas de toda la provincia este sistema que resultó novedoso para Chubut. Al mando de un equipo que empezó con pocos integrantes, realizó intervenciones en situaciones críticas que surgían en las instituciones.
Relató que, en Trelew, en una escuela de un barrio vulnerable, le tocó activar el protocolo porque un niño de unos diez años había llevado un arma de fuego . “Yo ya había visto de todo, pero eso jamás en mi vida. Fue muy fuerte”.
Tiempo después dejó ese cargo y se pasó al área de Salud. Ahora, Martin hace consultas en un consultorio particular con niños, niñas y adolescentes; pero también trabaja en hospitales de la zona y es referente de las Mesas Intersectoriales de Abordaje del Suicidio en Gaiman, Dolavon y 28 de Julio, que lo llevan a estar en contacto directo con la comunidad.
Con su abultada experiencia en el área, trabaja cada día en concientizar a los vecinos, instituciones y autoridades en la prevención del suicidio, con el objetivo de que ya no sea un tema tabú, sino una prioridad para toda la comunidad.