16 SEP 2024 - 12:41 | Actualizado 17 SEP 2024 - 11:16

Por: Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
Podcast: Paloma Caria
Edición: Marcelo Maidana

Nunca un no tuvo una respuesta tan contundente. Nunca un no fue tan positivo. Nunca un no provocó un tembladeral tan grande en las estructuras arcaicas y perimidas de un país que se llamaba el adalid de la libertad limando sus cimientos más oscuros y abyectos.

El 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, en el Estado de Alabama, Rosa Parks volvía de su trabajo como costurera. Al subir al colectivo tomó un asiento en la parte de atrás, en los lugares permitidos para ciudadanos considerados “de color”, es decir, afrodescendientes, indígenas, orientales, latinos; en síntesis “no blancos”. Pero que a medida que el autobús recorría su ruta, comenzaron a faltar asientos y quedaron de pie algunas personas.

Al darse cuenta de que había gente blanca parada, el conductor detuvo el micro para pedir a tres mujeres negras que se levantaran. Rosa se negó a hacerlo, ni cuando el conductor amenazó con denunciarla.
Finalmente, fue arrestada, enjuiciada y condenada por transgredir el ordenamiento municipal.

Harta de estar harta, Rosa no se levantó “porque estaba cansada” físicamente. Estaba cansada de ser tratada como una ciudadana de segunda.

Es que todo le había costado un ovario y medio. Estudiar, trabajar, votar, respirar. Amar. Vivir.

Rosa Louise McCauley (su nombre de soltera), sufrió la separación de sus padres a los 2 años y se fue a vivir son sus abuelos a una granja de las afueras. Estos eran exesclavos y luchadores por la igualdad y estudió en la escuela local para niñas afroamericanas donde su madre ejercía como maestra, y donde la había enseñado a leer a temprana edad. Mejorar su educación no fue, sin embargo, un objetivo fácil. Tras aprobar primaria, acudió a otro centro para conseguir su diploma de secundaria, pero su madre enfermó gravemente y tuvo que dejar los estudios con 16 años para cuidarla. Logró un trabajo como costurera en una fábrica de camisas de Montgomery, y ya casada con Raymond Parks, barbero de profesión y miembro activo de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas Afroamericanas (NAACP), obtuvo su título de secundaria en 1933.

Desde la escuela –mientras el alumnado afroamericano tenía que caminar, las autoridades municipales ponían autobuses para el alumnado blanco– había podido comprobar el contexto social de discriminación racial. Y, bajo la sombra segregacionista de las leyes Jim Crow, herederas de la esclavitud, predominaba todavía la separación de personas por motivos raciales o religiosos. La comunidad afroamericana tenía vetado el acceso a piscinas, restaurantes y numerosos servicios públicos exclusivos para blancos. En Montgomery y otras ciudades podían verse letreros de 'solo para blancos' o directamente 'negros no'.

Aquel activismo por el derecho a voto (fue rechazada dos veces), que durante mucho tiempo ni siquiera le permitía ver la luz al final del túnel, confirmó su coraje y su resistencia ante los obstáculos.

Y ese día, en el bondi 2857 esa furia persistente para sobrevivir, su anhelo de respirar mientras sea posible y ese testarudo y grotesco heroísmo de todos los días frente al infortunio produjo un sacudón, primero y un terremoto social difícil de contener después.

La ley segregacionista de Montgomery no sólo separaba al pasaje por razas, sino que otorgaba a los conductores poderes policiales para imponerla. Cada colectivo tenía una sección para gente considerada de color. Y que no era de un tamaño fijo, sino que variaba según la colocación de un cartel. Las cuatro primeras filas solo eran para blancos y los asientos de atrás, para los demás (que eran más del 75% de los usuarios). Las personas que no eran blancas solo podían sentarse en las filas del medio si no había blancos de pie. Si llegaba un usuario blanco, tenían que irse atrás, quedarse de pie o salir del autobús.

Incluso subir al autobús suponía un problema: las personas que no eran blancas tenían que pagar su billete entrando por la puerta delantera, para luego salir y entrar por la trasera. En ocasiones el autobús cerraba sus puertas mientras iban de una puerta a otra, dejándolas en tierra después de haber pagado su billete.

Cuando a los cuatro días se celebró el juicio, la protesta afroamericana estaba ya en marcha, y Parks fue recibida por una multitud solidaria con su causa. Tras media hora de audiencia, la declararon culpable de violar una ordenanza local y la sentenciaron a una multa de 10 dólares, más 4 de tasas judiciales, que ella se negó a pagar por considerar ilegal aquella norma.
Pero el gran boicot avanzaba imparable.

Y hubo un llamamiento inicial: "Estamos pidiendo a todos los negros que no suban a los autobuses el lunes, en protesta por el arresto y el juicio. Puedes faltar a clase un día. Si trabajas, coge un taxi o camina. Pero por favor: que ni los niños ni los mayores cojan ningún autobús el lunes. Por favor, permaneced fuera de los autobuses el lunes.”

Se les cagaron de risa. “No van a durar más de un día”, dijeron.
Las autoridades creyeron que, siendo ciudadanos pobres con grandes familias que tenían que desplazarse grandes distancias para ir a trabajar, la protesta no duraría mucho. Pero los ciudadanos se unieron masivamente a la protesta pacífica y encontraron alternativas de transporte: taxis, camionetas, coches particulares compartidos, bicicletas, o simplemente, andar varios kilómetros todos los días.

El “lunes” de protesta duró más de un año. Durante 381 días, la población negra de la ciudad de Montgomery se negó a subir a ningún autobús. El boicot a la compañía de transportes implicó a unas 42.000 personas, que suponían el 70% de los usuarios de los autobuses.

Ya no se rieron tanto.

Y la ley cambió

Finalmente, en noviembre de 1956, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaraba inconstitucional la segregación racial en los autobuses. La orden judicial llegó a Montgomery el 20 de diciembre. El 21, la población que había sido segregada volvió a subir a los autobuses, solo que ahora podían sentarse donde quisieran.

“No tenía ni idea de lo que mis acciones podrían provocar. Cuando me arrestaron, no sabía cómo reaccionaría la comunidad. Me gustó que hicieran lo que hicieron al no subirse a los autobuses.”, precisó Rosa luego que fuera llamada por un pastor bautista llamado Martin Luther King en la célebre marcha de 1963 a Washington, aunque lo cuestionó por no instalar oradoras en los discursos. Aunque esa es otra historia.

Tampoco fue un éxito fácil para Rosa Parks. Convertida ya en símbolo del movimiento por los derechos civiles, recibió innumerables amenazas –incluso de muerte. Perdió su empleo como costurera y su esposo como barbero en una base aérea, por lo que, al no encontrar otro trabajo, acabaron instalándose en 1957 en Detroit. Tampoco la pasó bien, hasta que fue convocada por el congresista demócrata John Conyers. Y allí se jubiló.

Con el tiempo recibió reconocimientos y honores. Tras su muerte a los 92 años, en octubre de 2005, Rosa fue velada en el Capitolio de Washington. Ha sido la primera mujer y la segunda persona afroamericana en recibir este honor, concedido sólo a 28 personas en la historia de los EE.UU.

Si. A esa negra que se negó a ceder un asiento.

16 SEP 2024 - 12:41

Por: Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
Podcast: Paloma Caria
Edición: Marcelo Maidana

Nunca un no tuvo una respuesta tan contundente. Nunca un no fue tan positivo. Nunca un no provocó un tembladeral tan grande en las estructuras arcaicas y perimidas de un país que se llamaba el adalid de la libertad limando sus cimientos más oscuros y abyectos.

El 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, en el Estado de Alabama, Rosa Parks volvía de su trabajo como costurera. Al subir al colectivo tomó un asiento en la parte de atrás, en los lugares permitidos para ciudadanos considerados “de color”, es decir, afrodescendientes, indígenas, orientales, latinos; en síntesis “no blancos”. Pero que a medida que el autobús recorría su ruta, comenzaron a faltar asientos y quedaron de pie algunas personas.

Al darse cuenta de que había gente blanca parada, el conductor detuvo el micro para pedir a tres mujeres negras que se levantaran. Rosa se negó a hacerlo, ni cuando el conductor amenazó con denunciarla.
Finalmente, fue arrestada, enjuiciada y condenada por transgredir el ordenamiento municipal.

Harta de estar harta, Rosa no se levantó “porque estaba cansada” físicamente. Estaba cansada de ser tratada como una ciudadana de segunda.

Es que todo le había costado un ovario y medio. Estudiar, trabajar, votar, respirar. Amar. Vivir.

Rosa Louise McCauley (su nombre de soltera), sufrió la separación de sus padres a los 2 años y se fue a vivir son sus abuelos a una granja de las afueras. Estos eran exesclavos y luchadores por la igualdad y estudió en la escuela local para niñas afroamericanas donde su madre ejercía como maestra, y donde la había enseñado a leer a temprana edad. Mejorar su educación no fue, sin embargo, un objetivo fácil. Tras aprobar primaria, acudió a otro centro para conseguir su diploma de secundaria, pero su madre enfermó gravemente y tuvo que dejar los estudios con 16 años para cuidarla. Logró un trabajo como costurera en una fábrica de camisas de Montgomery, y ya casada con Raymond Parks, barbero de profesión y miembro activo de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas Afroamericanas (NAACP), obtuvo su título de secundaria en 1933.

Desde la escuela –mientras el alumnado afroamericano tenía que caminar, las autoridades municipales ponían autobuses para el alumnado blanco– había podido comprobar el contexto social de discriminación racial. Y, bajo la sombra segregacionista de las leyes Jim Crow, herederas de la esclavitud, predominaba todavía la separación de personas por motivos raciales o religiosos. La comunidad afroamericana tenía vetado el acceso a piscinas, restaurantes y numerosos servicios públicos exclusivos para blancos. En Montgomery y otras ciudades podían verse letreros de 'solo para blancos' o directamente 'negros no'.

Aquel activismo por el derecho a voto (fue rechazada dos veces), que durante mucho tiempo ni siquiera le permitía ver la luz al final del túnel, confirmó su coraje y su resistencia ante los obstáculos.

Y ese día, en el bondi 2857 esa furia persistente para sobrevivir, su anhelo de respirar mientras sea posible y ese testarudo y grotesco heroísmo de todos los días frente al infortunio produjo un sacudón, primero y un terremoto social difícil de contener después.

La ley segregacionista de Montgomery no sólo separaba al pasaje por razas, sino que otorgaba a los conductores poderes policiales para imponerla. Cada colectivo tenía una sección para gente considerada de color. Y que no era de un tamaño fijo, sino que variaba según la colocación de un cartel. Las cuatro primeras filas solo eran para blancos y los asientos de atrás, para los demás (que eran más del 75% de los usuarios). Las personas que no eran blancas solo podían sentarse en las filas del medio si no había blancos de pie. Si llegaba un usuario blanco, tenían que irse atrás, quedarse de pie o salir del autobús.

Incluso subir al autobús suponía un problema: las personas que no eran blancas tenían que pagar su billete entrando por la puerta delantera, para luego salir y entrar por la trasera. En ocasiones el autobús cerraba sus puertas mientras iban de una puerta a otra, dejándolas en tierra después de haber pagado su billete.

Cuando a los cuatro días se celebró el juicio, la protesta afroamericana estaba ya en marcha, y Parks fue recibida por una multitud solidaria con su causa. Tras media hora de audiencia, la declararon culpable de violar una ordenanza local y la sentenciaron a una multa de 10 dólares, más 4 de tasas judiciales, que ella se negó a pagar por considerar ilegal aquella norma.
Pero el gran boicot avanzaba imparable.

Y hubo un llamamiento inicial: "Estamos pidiendo a todos los negros que no suban a los autobuses el lunes, en protesta por el arresto y el juicio. Puedes faltar a clase un día. Si trabajas, coge un taxi o camina. Pero por favor: que ni los niños ni los mayores cojan ningún autobús el lunes. Por favor, permaneced fuera de los autobuses el lunes.”

Se les cagaron de risa. “No van a durar más de un día”, dijeron.
Las autoridades creyeron que, siendo ciudadanos pobres con grandes familias que tenían que desplazarse grandes distancias para ir a trabajar, la protesta no duraría mucho. Pero los ciudadanos se unieron masivamente a la protesta pacífica y encontraron alternativas de transporte: taxis, camionetas, coches particulares compartidos, bicicletas, o simplemente, andar varios kilómetros todos los días.

El “lunes” de protesta duró más de un año. Durante 381 días, la población negra de la ciudad de Montgomery se negó a subir a ningún autobús. El boicot a la compañía de transportes implicó a unas 42.000 personas, que suponían el 70% de los usuarios de los autobuses.

Ya no se rieron tanto.

Y la ley cambió

Finalmente, en noviembre de 1956, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaraba inconstitucional la segregación racial en los autobuses. La orden judicial llegó a Montgomery el 20 de diciembre. El 21, la población que había sido segregada volvió a subir a los autobuses, solo que ahora podían sentarse donde quisieran.

“No tenía ni idea de lo que mis acciones podrían provocar. Cuando me arrestaron, no sabía cómo reaccionaría la comunidad. Me gustó que hicieran lo que hicieron al no subirse a los autobuses.”, precisó Rosa luego que fuera llamada por un pastor bautista llamado Martin Luther King en la célebre marcha de 1963 a Washington, aunque lo cuestionó por no instalar oradoras en los discursos. Aunque esa es otra historia.

Tampoco fue un éxito fácil para Rosa Parks. Convertida ya en símbolo del movimiento por los derechos civiles, recibió innumerables amenazas –incluso de muerte. Perdió su empleo como costurera y su esposo como barbero en una base aérea, por lo que, al no encontrar otro trabajo, acabaron instalándose en 1957 en Detroit. Tampoco la pasó bien, hasta que fue convocada por el congresista demócrata John Conyers. Y allí se jubiló.

Con el tiempo recibió reconocimientos y honores. Tras su muerte a los 92 años, en octubre de 2005, Rosa fue velada en el Capitolio de Washington. Ha sido la primera mujer y la segunda persona afroamericana en recibir este honor, concedido sólo a 28 personas en la historia de los EE.UU.

Si. A esa negra que se negó a ceder un asiento.


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