Editorial / Tibio, violento y carpeteado

El escándalo de Alberto Fernández merece una resolución rápida y contundente de la Justicia. Pero esconde entrelíneas que hay que conocer para no comerse la curva.

Alberto hoy. Triste, solitario y final.
10 AGO 2024 - 13:29 | Actualizado 10 AGO 2024 - 21:39

La indignación selectiva es una condición que padecen muchos argentinos. Una especie de adicción descontrolada a cuestionar según el cristal con que se mire, a condenar los comportamientos de algunos y no de otros, a convertirse apasionadamente al feminismo luego de denostarlo y desfinanciarlo, o a caranchear sobre los desperdicios dejados por otros con el sólo ánimo de desviar la atención.

La denuncia contra el expresidente Alberto Fernández tiene todo lo anterior pero, a la vez, es tan contundente que tienta a abrirle paso a la condena social que ya está golpeando la puerta. El amo de Dylan deberá cuanto antes dar en la Justicia las explicaciones del caso-si es que las hubiere-, pero igualmente no escapará de la sentencia popular que ya eligió crucificarlo porque, antes que nada, es un dirigente que perdió lo poco que había cosechado en su estrepitoso fracaso como gobernante. De la tibieza no se vuelve. De la violencia de género, menos.

El daño que le ha hecho Alberto Fernández al peronismo es inconmensurable. El “cajón de Herminio” quedará a la altura de un poroto cuando se cuente la historia. No sólo fue un mal Presidente sino que ahora también se sospecha que se trata de un hombre sórdido, débil y perverso.

En 1983, Herminio Iglesias quemó un cajón de la UCR junto al Beto Imbelloni.

El árbol y el bosque

El caso, sin embargo, debería permitir leer las entrelíneas que esconde el escándalo. Las cosas no suceden por casualidad sino por la oportuna intervención de los servicios de inteligencia, siempre dispuestos a dar una mano al poder de turno o, como en este caso, a defender su propio poder en medio de la disputa por los $ 100.000 millones que el presidente Javier Milei decidió darle a su asesor estrella Santiago Caputo para manejar el servicio de inteligencia oficial, que otra vez volvió a llamarse Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), como en las viejas y oscuras épocas.

La puja por manejar una caja sin controles llegó la semana pasada al Congreso, justo cuando el escándalo de Alberto Fernández empezaba a tomar debida temperatura. ¿Casualidad? En ese contexto, el oficialismo pasó una prueba de fuego en la Comisión Bicameral de Tratamiento Legislativo luego de que diputados deUnión por la Patria (UxP) y de Encuentro Federal (el heterogéneo bloque liderado por el todo terreno Miguel Pichetto) se aliaran para apurar el tratamiento del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), lo que ponía en riesgo el decreto que favorecía a los espías.

Santiago Caputo, bajo el arte de El Charlee, en la Revista Anfibia.

A pesar de la intentona opositora, el Gobierno libertario consiguió tirar abajo la votación. Contó, cuando no, con la inestimable colaboración de legisladores del PRO y de la UCR, que vienen compitiendo desde hace meses en una disciplina que hasta podría ser olímpica: reptar a cambio de pequeños espacios de poder y negocios.

Para que se entienda, la denuncia contra Alberto Fernández es muy atinada pero también muy oportuna para poner a raya a los que osan intentar sacar los pies del plato. Hay muchos dirigentes políticos audaces que no le temen a casi nada, salvo a los carpetazos de los servicios de inteligencia. Nadie está a salvo. Nadie.

La venganza de Lago Escondido

En ese lodazal, algunos aprovecharon para ajustar cuentas pendientes. Por ejemplo, la aparición de las fotos de Fabiola Yañez con un ojo morado y moretones en un brazo, se dieron en sincronía con un video de la panelista Tamara Pettinato con un vaso de cerveza en la mano en un despacho de la Casa Rosada, dirigiéndose en tono intimista al que la grababa con un celular, que sería el propio Alberto Fernández.

Aunque la disparidad entre las fotos de una mujer golpeada y el video de otra bebiendo parece obvia, la máquina de moralidad del argentino medio se puso en marcha contra lo segundo. No vaya a ser que parezca que a ellos les preocupan la violencia machista o las políticas de género.

Sin soslayar la falta de decoro del entonces Presidente de la Nación y de sus invitados a reuniones privadas en despachos públicos, ese video en particular actuó como un carpetazo paralelo que fue utilizado para ejecutar una vendetta dos años después de otro escándalo que, por supuesto, no tuvo ni una décima parte del impacto social del caso actual.

En octubre de 2022, un grupo de jueces, un exfuncionario de CABA, un espía de la AFI (ahora, SIDE) y dos altos directivos del Grupo Clarín, tuvieron que dar (pocas) explicaciones por un viaje al exclusivo campo del empresario británico Joe Lewis en Lago Escondido, un paraíso para pocos ubicado en Río Negro.

La foto de la vendetta. Los jueces con directivos de Clarín en Bariloche, la imagen que le adjudican a Glinski.

Aunque un año después -en diciembre de 2023- un oportuno fallo judicial favoreció a los magistrados Julián Ercolini (juez federal de Comodoro Py), Carlos Mahiques (camarista de Casación, el máximo tribunal penal), Pablo Yadarola (juez en el penal económico) y Pablo Cayssials (del estratégico fuero en lo contencioso administrativo); también al fiscal general de la Ciudad de Buenos Aires, Juan Bautista Mahiques; al exministro de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro; al exfuncionario de la SIDE Leonardo Bergroth; al asesor en comunicación Tomás Reinke; y a los directivos del Grupo Clarín Pablo Cassey y Jorge Rendo, en el medio se conocieron chats (también en aquella oportunidad filtrados por servicios de inteligencia, tal vez inorgánicos pero “services” al fin) en los que los involucrados la emprendían contra el entonces titular de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, el chubutense José Glinski. Lo responsabilizaban por haber filtrado las imágenes de las cámaras de seguridad del Aeropuerto de Bariloche que confirmaron la intimidad procaz entre popes de la Justicia Federal, integrantes de los servicios de inteligencia y directivos del principal grupo mediático de la Argentina.

Los chats del escándalo, prometiendo venganza contra el titular de la PSA.

Uno de los chats filtrados daba a entender que a Glinski no lo tenían demasiado en el radar, pero igual juraron venganza: el exfuncionario D’Alessandro prometió llevarlo en un patrullero si llegaba a ser ministro de Seguridad de la Nación, y el empresario Cassey, sobrino de Héctor Magnetto, el mandamás del Grupo Clarín, arengó con tono premonitorio: “Pasen alguna info de este personaje que escribimos una notita!!”.

Dos años después, en medio de la escandalosa filtración de las fotos de Fabiola Yañez con moretones en su rostro y cuerpo, el diario Clarín eligió poner en tapa una enorme captura del video en donde se ve a Pettinato con un vaso de cerveza en la Rosada. La incoherencia periodística, eligiendo una imagen de menor rango para ilustrar la tapa, tiene una explicación: la ahora cuestionada panelista es desde hace un tiempo la pareja de Glinski.

Como dice un viejo proverbio, la venganza es un plato que se sirve frío.

Dos años después, la tapa de la pareja de Glinski fue más que un mensaje.

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Alberto hoy. Triste, solitario y final.
10 AGO 2024 - 13:29

La indignación selectiva es una condición que padecen muchos argentinos. Una especie de adicción descontrolada a cuestionar según el cristal con que se mire, a condenar los comportamientos de algunos y no de otros, a convertirse apasionadamente al feminismo luego de denostarlo y desfinanciarlo, o a caranchear sobre los desperdicios dejados por otros con el sólo ánimo de desviar la atención.

La denuncia contra el expresidente Alberto Fernández tiene todo lo anterior pero, a la vez, es tan contundente que tienta a abrirle paso a la condena social que ya está golpeando la puerta. El amo de Dylan deberá cuanto antes dar en la Justicia las explicaciones del caso-si es que las hubiere-, pero igualmente no escapará de la sentencia popular que ya eligió crucificarlo porque, antes que nada, es un dirigente que perdió lo poco que había cosechado en su estrepitoso fracaso como gobernante. De la tibieza no se vuelve. De la violencia de género, menos.

El daño que le ha hecho Alberto Fernández al peronismo es inconmensurable. El “cajón de Herminio” quedará a la altura de un poroto cuando se cuente la historia. No sólo fue un mal Presidente sino que ahora también se sospecha que se trata de un hombre sórdido, débil y perverso.

En 1983, Herminio Iglesias quemó un cajón de la UCR junto al Beto Imbelloni.

El árbol y el bosque

El caso, sin embargo, debería permitir leer las entrelíneas que esconde el escándalo. Las cosas no suceden por casualidad sino por la oportuna intervención de los servicios de inteligencia, siempre dispuestos a dar una mano al poder de turno o, como en este caso, a defender su propio poder en medio de la disputa por los $ 100.000 millones que el presidente Javier Milei decidió darle a su asesor estrella Santiago Caputo para manejar el servicio de inteligencia oficial, que otra vez volvió a llamarse Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), como en las viejas y oscuras épocas.

La puja por manejar una caja sin controles llegó la semana pasada al Congreso, justo cuando el escándalo de Alberto Fernández empezaba a tomar debida temperatura. ¿Casualidad? En ese contexto, el oficialismo pasó una prueba de fuego en la Comisión Bicameral de Tratamiento Legislativo luego de que diputados deUnión por la Patria (UxP) y de Encuentro Federal (el heterogéneo bloque liderado por el todo terreno Miguel Pichetto) se aliaran para apurar el tratamiento del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), lo que ponía en riesgo el decreto que favorecía a los espías.

Santiago Caputo, bajo el arte de El Charlee, en la Revista Anfibia.

A pesar de la intentona opositora, el Gobierno libertario consiguió tirar abajo la votación. Contó, cuando no, con la inestimable colaboración de legisladores del PRO y de la UCR, que vienen compitiendo desde hace meses en una disciplina que hasta podría ser olímpica: reptar a cambio de pequeños espacios de poder y negocios.

Para que se entienda, la denuncia contra Alberto Fernández es muy atinada pero también muy oportuna para poner a raya a los que osan intentar sacar los pies del plato. Hay muchos dirigentes políticos audaces que no le temen a casi nada, salvo a los carpetazos de los servicios de inteligencia. Nadie está a salvo. Nadie.

La venganza de Lago Escondido

En ese lodazal, algunos aprovecharon para ajustar cuentas pendientes. Por ejemplo, la aparición de las fotos de Fabiola Yañez con un ojo morado y moretones en un brazo, se dieron en sincronía con un video de la panelista Tamara Pettinato con un vaso de cerveza en la mano en un despacho de la Casa Rosada, dirigiéndose en tono intimista al que la grababa con un celular, que sería el propio Alberto Fernández.

Aunque la disparidad entre las fotos de una mujer golpeada y el video de otra bebiendo parece obvia, la máquina de moralidad del argentino medio se puso en marcha contra lo segundo. No vaya a ser que parezca que a ellos les preocupan la violencia machista o las políticas de género.

Sin soslayar la falta de decoro del entonces Presidente de la Nación y de sus invitados a reuniones privadas en despachos públicos, ese video en particular actuó como un carpetazo paralelo que fue utilizado para ejecutar una vendetta dos años después de otro escándalo que, por supuesto, no tuvo ni una décima parte del impacto social del caso actual.

En octubre de 2022, un grupo de jueces, un exfuncionario de CABA, un espía de la AFI (ahora, SIDE) y dos altos directivos del Grupo Clarín, tuvieron que dar (pocas) explicaciones por un viaje al exclusivo campo del empresario británico Joe Lewis en Lago Escondido, un paraíso para pocos ubicado en Río Negro.

La foto de la vendetta. Los jueces con directivos de Clarín en Bariloche, la imagen que le adjudican a Glinski.

Aunque un año después -en diciembre de 2023- un oportuno fallo judicial favoreció a los magistrados Julián Ercolini (juez federal de Comodoro Py), Carlos Mahiques (camarista de Casación, el máximo tribunal penal), Pablo Yadarola (juez en el penal económico) y Pablo Cayssials (del estratégico fuero en lo contencioso administrativo); también al fiscal general de la Ciudad de Buenos Aires, Juan Bautista Mahiques; al exministro de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro; al exfuncionario de la SIDE Leonardo Bergroth; al asesor en comunicación Tomás Reinke; y a los directivos del Grupo Clarín Pablo Cassey y Jorge Rendo, en el medio se conocieron chats (también en aquella oportunidad filtrados por servicios de inteligencia, tal vez inorgánicos pero “services” al fin) en los que los involucrados la emprendían contra el entonces titular de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, el chubutense José Glinski. Lo responsabilizaban por haber filtrado las imágenes de las cámaras de seguridad del Aeropuerto de Bariloche que confirmaron la intimidad procaz entre popes de la Justicia Federal, integrantes de los servicios de inteligencia y directivos del principal grupo mediático de la Argentina.

Los chats del escándalo, prometiendo venganza contra el titular de la PSA.

Uno de los chats filtrados daba a entender que a Glinski no lo tenían demasiado en el radar, pero igual juraron venganza: el exfuncionario D’Alessandro prometió llevarlo en un patrullero si llegaba a ser ministro de Seguridad de la Nación, y el empresario Cassey, sobrino de Héctor Magnetto, el mandamás del Grupo Clarín, arengó con tono premonitorio: “Pasen alguna info de este personaje que escribimos una notita!!”.

Dos años después, en medio de la escandalosa filtración de las fotos de Fabiola Yañez con moretones en su rostro y cuerpo, el diario Clarín eligió poner en tapa una enorme captura del video en donde se ve a Pettinato con un vaso de cerveza en la Rosada. La incoherencia periodística, eligiendo una imagen de menor rango para ilustrar la tapa, tiene una explicación: la ahora cuestionada panelista es desde hace un tiempo la pareja de Glinski.

Como dice un viejo proverbio, la venganza es un plato que se sirve frío.

Dos años después, la tapa de la pareja de Glinski fue más que un mensaje.


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