Por Juan Miguel Bigrevich/ Redacción Jornada
Hacia 69 años, Chubut se convertía en provincia. Fue un 15 de junio de 1955 cuando mediante la ley Nª 14.408 se sumaban a su autonomía Neuquén, Rio Negro, Santa Cruz y Formosa. La ley se promulgó 13 días después; pero en el medio, la ciudad de Buenos Aires, se tiñó de horror cuando el microcentro fue bombardeado por una conspiración de las Fuerzas Armadas, grupos eclesiásticos y civiles que pretendían asesinar al entonces presidente de la Nación Juan Domingo Perón y que terminó con cientos de mujeres, niños y hombres muertos o mutilados.
Es que un 15 de junio de 1955, el Congreso de la Nación sancionó la ley N°14.408, mediante la cual se creaban cinco provincias: una en el norte (Formosa) y las cuatro restantes en la Patagonia (Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz). La nuestra fue una de las pocas que amplió sus metros, ya que se eliminaba la Zona Militar de Comodoro Rivadavia. La norma sería promulgada ell 28 de junio. Comenzábamos a ser autónomos -al menos en los papeles-, aunque deberíamos esperar un par de años más para elegir gobernador, diputados, intendentes y concejales.
Sin embargo, esta fecha histórica que debería ser recordaba en el medio de una fiesta y no en la oscuridad del olvido, tuvo, 24 horas después, un correlato horroroso. Bajo la sigla “Cristo Vence”, la Marina con el apoyo de la Fuerza Aérea Argentina y un sector el Ejército bombardeaba la Plaza de Mayo y sus alrededores dejando centenares de muertos, entre ellos, niños de una escuela que estaban de recorrida. ¿Su pretexto? Derrocar y/o matar al presidente Juan Domingo Perón, objetivo obtenido tres meses después (el de derrocar, claro está).
En aquel tiempo un conflicto con la Iglesia Católica Apostólica Romana derivaría en la quema de varios templos en un espiral de violencia demencial y Ángel Gabriel Borlenghi se iba del gobierno constitucional luego de 9 años como titular de la cartera de Interior. La ley de divorrcio, el reconocimiento de hijos extramatrimoniales y la separación de la Iglesia con el Estado fueron cuestiones muy difíciles de digerir a un amplio espectro poblacional, sobre todo al conservador y profundamente antiperonista.
Casi dos años después y ya sin Perón en el poder, se facultó a los comisionados federales a convocar al pueblo de las nuevas provincias para que elijan los convencionales que procederían a dictar sus constituciones. Y así fue.
En ese ayer, Chaco y La Pampa se llamaban Juan Domingo Perón y Eva Perón respectivamente e incluso -desde ámbitos amanuenses del poder- se analizó la posibilidad de repetir esos mismos nombres a los nuevos Estados argentinos. Los nombres no perduraron. La debilidad de un gobierno próximo a un golpe también fue clave para desechar esa posibilidad.
A partir de la ley de provincialización, el gobierno nacional designó a comisionados federales para que se aboquen a emprolijar todo lo atinente a la conformación de las nuevas autoridades. Ese cargo fue reemplazado por el del interventor federal con la denominada “Revolución Libertadora”, pero vuelto a restituir un año después con el nombre anterior. Como para no andar diciendo que todo era improvisación. Ni hablar de las juntas consultivas, muertas antes de nacer. Como si eso fuera poco, la ley 14.408 fue modificada por un decreto ley y se creó el territorio nacional de Tierra de Fuego que se convirtió en provincia recién en 1990.
Unidas al nacer
Sin embargo, lo más trascendente de la provincialización de Chubut fue la de integrar dos realidades que por más de diez años estuvieron separadas: la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia y el territorio nacional propiamente dicho.
Creada con la excusa de defender el recurso hidrocarburífero de una potencial invasión extranjera en el contexto de la Segunda Guerra Mundial (fue durante la presidencia de Edelmiro J. Farrel en 1943) ese espacio militarizado significó que la mayor renta petrolera iba directamente al poder central y los beneficios para el sur no eran los correspondientes. Por ese entonces, YPF (Yacimientos Petrlíferos Ficales) era conocida como un enclave o una Company Town. Mientras tanto, el resto del territorio chubutense la veía pasar. Esa fragmentación regional tanto económica como cultural aún no fue zanjada del todo. Ya sea por chauvinismos regionales o por miopía política. Es que más allá de las características propias comarcales e identitarias, ya el sur no es sólo petrolero e industrial; ni el Valle-Valdés es agrícola y ganadero; como tampoco la Cordillera es forestal y turística. El mundo cambió y cambia constantemente. Y se complementa, a pesar del pasado y del regionalismo berreta.
El bombardeo
Pero como si esto fuera poco para complicar las cosas, un día después de sancionarse la ley de provincialización y una semana antes de promulgarse; el epicentro nacional, es decir la ciudad de Buenos Aires, se convirtió en un infierno. Ese 16 de junio de 1955, la Armada Argentina, con apoyo de sectores de la Fuerza Aérea y del Ejército, encabezó un ataque que tenía como objetivo principal asesinar a Juan Domingo Perón y a su gabinete y consumar un golpe de Estado.
Los aviones que surcaron el cielo con la sigla “Cristo Vence” lanzaron más de 100 bombas con un total de entre 9 y 14 toneladas de explosivos que cayeron sobre las plazas de Mayo y Colón y sobre la franja de terreno que va desde el Ministerio de Ejército (ubicado en el Edificio Libertador) y la Casa Rosada, hasta la Secretaría de Comunicaciones (situada en la sede del Correo Central) y el Ministerio de Marina. Tambiñen atacaron a la sede de la CGT y a la residencia presidencial (donde hoy se encuentra la Biblioteca Nacional). Murieron 300. Gente de a pie, civiles tanto adultos como menores. Una cifra no precisada fue herida o mutilada. Algunos cuerpos fueron reconocidos. Otros, irreconocibles. Las propias FF.AA. atacaba y asesinaba a su propia gente. A la que debe y tiene que defender. Un espanto.
Por supuesto, grupos parapoliciales, eclesiásticos rabiosos y civiles colaboraron fervientemente en “la asonada” que sembró el terror en la población. Y también la muerte.
El propósito del ataque era instaurar un triunvirato civil integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente de la UCR), Américo Ghioldi (del Partido Socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador).
El saldo, con un ataque que también vino por tierra, dejó 1.200 heridos. La conjura se retrasó, al menos hasta septiembre y el plan criminal falló. Los agresores se fugaron a Uruguay onde pidieron asilo. Aunque después volvieron. Perón volvió tras más de una década y media de exilio. Es más, los aviones llevaban una sigla identificatoria: “Cristo Vence” (con la V en mayúscula y la c en minúscula). La resistencia peronista la tomó como un gesto de rebeldía y reemplazó la c por la p y le cambió el significado: “Perón Vuelve”... hasta que volvió, aunque esa sea otra historia.
Hoy debería ser un día de festejo en Chubut a pesar de los pesares. Hace 69 años comenzábamos a ser autónomos, con sentido federal y patagónicos y no genuflexos de un poder central para que nos ordenen lo que tenemos que hacer, comer, vestirnos, votar y hasta abrir la puerta para salir a jugar.
¿Qué podemos temer?
“Los merecidos de la bondad del federalismo, saludan el advenimiento de Chubut y sus hermanos a la nueva forma institucional… Aquellos que experimentan temor no va más allá de lo inmediato y no lo compartimos ¿Qué podemos temer?. Si la calidad humana del habitante medio de la nueva provincia es excelente y su nivel de cultura no desmerece al de las provincias más adelantadas; su aptitud para el trabajo ha sido probada en las circunstancias más difíciles y su vocación democrática ha sido certificada en toda oportunidad. La puerta que se nos abre es magnífica, La promulgación significa, lisa y llanamente que somos más y más responsables de nuestra suerte”.
Así expresaba, en sus párrafos más importantes, la editorial de Luis Feldman Josin la provincialización de Chubut, sucedida hace exactamente 69 años y que fuera profusamente difundida por el diario que fundó, Jornada; allá, por el año 1954, cuando todo esto era todavía un territorio nacional. En serio. ¿Qué podíamos temer? ¿Qué podemos temer?
Por Juan Miguel Bigrevich/ Redacción Jornada
Hacia 69 años, Chubut se convertía en provincia. Fue un 15 de junio de 1955 cuando mediante la ley Nª 14.408 se sumaban a su autonomía Neuquén, Rio Negro, Santa Cruz y Formosa. La ley se promulgó 13 días después; pero en el medio, la ciudad de Buenos Aires, se tiñó de horror cuando el microcentro fue bombardeado por una conspiración de las Fuerzas Armadas, grupos eclesiásticos y civiles que pretendían asesinar al entonces presidente de la Nación Juan Domingo Perón y que terminó con cientos de mujeres, niños y hombres muertos o mutilados.
Es que un 15 de junio de 1955, el Congreso de la Nación sancionó la ley N°14.408, mediante la cual se creaban cinco provincias: una en el norte (Formosa) y las cuatro restantes en la Patagonia (Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz). La nuestra fue una de las pocas que amplió sus metros, ya que se eliminaba la Zona Militar de Comodoro Rivadavia. La norma sería promulgada ell 28 de junio. Comenzábamos a ser autónomos -al menos en los papeles-, aunque deberíamos esperar un par de años más para elegir gobernador, diputados, intendentes y concejales.
Sin embargo, esta fecha histórica que debería ser recordaba en el medio de una fiesta y no en la oscuridad del olvido, tuvo, 24 horas después, un correlato horroroso. Bajo la sigla “Cristo Vence”, la Marina con el apoyo de la Fuerza Aérea Argentina y un sector el Ejército bombardeaba la Plaza de Mayo y sus alrededores dejando centenares de muertos, entre ellos, niños de una escuela que estaban de recorrida. ¿Su pretexto? Derrocar y/o matar al presidente Juan Domingo Perón, objetivo obtenido tres meses después (el de derrocar, claro está).
En aquel tiempo un conflicto con la Iglesia Católica Apostólica Romana derivaría en la quema de varios templos en un espiral de violencia demencial y Ángel Gabriel Borlenghi se iba del gobierno constitucional luego de 9 años como titular de la cartera de Interior. La ley de divorrcio, el reconocimiento de hijos extramatrimoniales y la separación de la Iglesia con el Estado fueron cuestiones muy difíciles de digerir a un amplio espectro poblacional, sobre todo al conservador y profundamente antiperonista.
Casi dos años después y ya sin Perón en el poder, se facultó a los comisionados federales a convocar al pueblo de las nuevas provincias para que elijan los convencionales que procederían a dictar sus constituciones. Y así fue.
En ese ayer, Chaco y La Pampa se llamaban Juan Domingo Perón y Eva Perón respectivamente e incluso -desde ámbitos amanuenses del poder- se analizó la posibilidad de repetir esos mismos nombres a los nuevos Estados argentinos. Los nombres no perduraron. La debilidad de un gobierno próximo a un golpe también fue clave para desechar esa posibilidad.
A partir de la ley de provincialización, el gobierno nacional designó a comisionados federales para que se aboquen a emprolijar todo lo atinente a la conformación de las nuevas autoridades. Ese cargo fue reemplazado por el del interventor federal con la denominada “Revolución Libertadora”, pero vuelto a restituir un año después con el nombre anterior. Como para no andar diciendo que todo era improvisación. Ni hablar de las juntas consultivas, muertas antes de nacer. Como si eso fuera poco, la ley 14.408 fue modificada por un decreto ley y se creó el territorio nacional de Tierra de Fuego que se convirtió en provincia recién en 1990.
Unidas al nacer
Sin embargo, lo más trascendente de la provincialización de Chubut fue la de integrar dos realidades que por más de diez años estuvieron separadas: la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia y el territorio nacional propiamente dicho.
Creada con la excusa de defender el recurso hidrocarburífero de una potencial invasión extranjera en el contexto de la Segunda Guerra Mundial (fue durante la presidencia de Edelmiro J. Farrel en 1943) ese espacio militarizado significó que la mayor renta petrolera iba directamente al poder central y los beneficios para el sur no eran los correspondientes. Por ese entonces, YPF (Yacimientos Petrlíferos Ficales) era conocida como un enclave o una Company Town. Mientras tanto, el resto del territorio chubutense la veía pasar. Esa fragmentación regional tanto económica como cultural aún no fue zanjada del todo. Ya sea por chauvinismos regionales o por miopía política. Es que más allá de las características propias comarcales e identitarias, ya el sur no es sólo petrolero e industrial; ni el Valle-Valdés es agrícola y ganadero; como tampoco la Cordillera es forestal y turística. El mundo cambió y cambia constantemente. Y se complementa, a pesar del pasado y del regionalismo berreta.
El bombardeo
Pero como si esto fuera poco para complicar las cosas, un día después de sancionarse la ley de provincialización y una semana antes de promulgarse; el epicentro nacional, es decir la ciudad de Buenos Aires, se convirtió en un infierno. Ese 16 de junio de 1955, la Armada Argentina, con apoyo de sectores de la Fuerza Aérea y del Ejército, encabezó un ataque que tenía como objetivo principal asesinar a Juan Domingo Perón y a su gabinete y consumar un golpe de Estado.
Los aviones que surcaron el cielo con la sigla “Cristo Vence” lanzaron más de 100 bombas con un total de entre 9 y 14 toneladas de explosivos que cayeron sobre las plazas de Mayo y Colón y sobre la franja de terreno que va desde el Ministerio de Ejército (ubicado en el Edificio Libertador) y la Casa Rosada, hasta la Secretaría de Comunicaciones (situada en la sede del Correo Central) y el Ministerio de Marina. Tambiñen atacaron a la sede de la CGT y a la residencia presidencial (donde hoy se encuentra la Biblioteca Nacional). Murieron 300. Gente de a pie, civiles tanto adultos como menores. Una cifra no precisada fue herida o mutilada. Algunos cuerpos fueron reconocidos. Otros, irreconocibles. Las propias FF.AA. atacaba y asesinaba a su propia gente. A la que debe y tiene que defender. Un espanto.
Por supuesto, grupos parapoliciales, eclesiásticos rabiosos y civiles colaboraron fervientemente en “la asonada” que sembró el terror en la población. Y también la muerte.
El propósito del ataque era instaurar un triunvirato civil integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente de la UCR), Américo Ghioldi (del Partido Socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador).
El saldo, con un ataque que también vino por tierra, dejó 1.200 heridos. La conjura se retrasó, al menos hasta septiembre y el plan criminal falló. Los agresores se fugaron a Uruguay onde pidieron asilo. Aunque después volvieron. Perón volvió tras más de una década y media de exilio. Es más, los aviones llevaban una sigla identificatoria: “Cristo Vence” (con la V en mayúscula y la c en minúscula). La resistencia peronista la tomó como un gesto de rebeldía y reemplazó la c por la p y le cambió el significado: “Perón Vuelve”... hasta que volvió, aunque esa sea otra historia.
Hoy debería ser un día de festejo en Chubut a pesar de los pesares. Hace 69 años comenzábamos a ser autónomos, con sentido federal y patagónicos y no genuflexos de un poder central para que nos ordenen lo que tenemos que hacer, comer, vestirnos, votar y hasta abrir la puerta para salir a jugar.
¿Qué podemos temer?
“Los merecidos de la bondad del federalismo, saludan el advenimiento de Chubut y sus hermanos a la nueva forma institucional… Aquellos que experimentan temor no va más allá de lo inmediato y no lo compartimos ¿Qué podemos temer?. Si la calidad humana del habitante medio de la nueva provincia es excelente y su nivel de cultura no desmerece al de las provincias más adelantadas; su aptitud para el trabajo ha sido probada en las circunstancias más difíciles y su vocación democrática ha sido certificada en toda oportunidad. La puerta que se nos abre es magnífica, La promulgación significa, lisa y llanamente que somos más y más responsables de nuestra suerte”.
Así expresaba, en sus párrafos más importantes, la editorial de Luis Feldman Josin la provincialización de Chubut, sucedida hace exactamente 69 años y que fuera profusamente difundida por el diario que fundó, Jornada; allá, por el año 1954, cuando todo esto era todavía un territorio nacional. En serio. ¿Qué podíamos temer? ¿Qué podemos temer?