Un peronismo sin carcamanes

30 NOV 2023 - 10:43 | Actualizado 30 NOV 2023 - 12:33

- Por Esteban Gallo

El término carcamán refiere no solo a las personas de edad avanzada y de mal carácter sino también a los individuos que tienen muchas pretensiones y pocos méritos.

El Justicialismo de Chubut, es conducido por personas que reúnen esas paupérrimas características, lo que explica la lacerante derrota del 19 de noviembre y el festival de fracasos electorales que sufre desde hace más de una década.

Carlos Linares, como viejo carcamán de la política que es, metió las uñas por última vez y mató dos pájaros de un solo un tiro. Logró que la Justicia electoral prorrogara los cargos de las autoridades partidarias y suspendió el congreso del 2 de diciembre, donde congresales y afiliados tenían preparado un arsenal de reproches que apuntaban a la pera del senador nacional.

Linares zafó momentáneamente del escarnio público, pero sabe que quemó sus últimos cartuchos. Sus días como conductor del partido están terminados. Tocó fondo. Rifó el último pedacito de prestigio que le que quedaba. Más abajo no hay nada.

Cuando se haga un balance serio de su gestión, se dirá que, durante su presidencia, el PJ perdió todas las elecciones, pero también que fue incapaz de lograr procesos de unidad, que ejerció un liderazgo negativo, dejando pronunciados vacíos de poder y privilegiando sus beneficios personales por encima de los intereses del conjunto.

Hablando de carcamanes. Dos curtidos del Justicialismo, patearon el tablero en las últimas horas.

José Arrechea anunció su renuncia como presidente del congreso, aparentemente fastidiado por la suspensión de la reunión de Esquel. Su decisión la comunicó a través de una carta solemne, en la que habla de la necesidad de democratizar al partido con la eliminación del distrito único y el fortalecimiento de las representaciones partidarias locales.

Como un carcamán auténtico, Arrechea “se corre” para no quedar “pegado” y se muestra como un reformista incomprendido, como si fuera un novato del peronismo y él no fuera también responsable del declive del Justicialismo chubutense.

Otro que escribió una carta de despedida, más solemne incluso que la de Arrechea, fue Blas Meza Evans. A su favor, hay dolor en el contenido de la misiva y una fuerte autocrítica que involucra a los dirigentes de su generación.

“Hay que pensar seriamente en una renovación total, de metodologías, de ideas y de dirigentes", reflexionó el abogado. Y agregó: "Los viejos debemos dar un paso al costado. Sólo deberíamos limitarnos a responder consultas de la gente joven si ellos lo piden”.

Meza Evans tiene algo de razón. Él pertenece a una camada de dirigentes del peronismo que, con soberbia y desparpajo, hizo y deshizo a su antojo, tomando decisiones equivocadas, que alejaron al partido de la gente.

“Yo no soy un dirigente porque no tengo gente a mi cargo” aclaró ayer a nuestro medio.

Vieja maña de los carcamanes: bajarse el precio, para sacarla barata.

Como si nadie supiera que Meza Evans ocupó un papel clave en el peronismo en los últimos años, siendo el mentor de algunas de las estrategias más desacertadas, que condujeron al partido al estado de decadencia en la que se encuentra.

Ahora da un paso al costado para que las nuevas generaciones se hagan cargo del quilombo que ellos dejaron.

Otra picardía propia de un carcamán de pura cepa es meter a todos en la misma bolsa. “Todos los viejos se tienen que ir”, proclama el ex diputado provincial.

Pero el problema del peronismo no es generacional. Hay dirigentes valiosos de 50, 60 o 70 años a los que se les cerró las puertas del partido. No se les puede endilgar que son parte del fracaso a los que no formaron parte del selecto grupo de dirigentes que desmanejó el partido en los últimos 12 años, y que se pueden contar con los dedos de la mano.

Con varios carcamanes fuera de la pista, el PJ encarará un proceso de reconstrucción para nada sencillo, con referentes más predispuestos a armar partidos provinciales que a permanecer dentro de la estructura partidaria.

No obstante, Gustavo Sastre en Puerto Madryn, Juan Pablo Luque en Comodoro, Juan Peralta en Esquel, emergen como figuras sólidas, capacitadas para conducir la transformación profunda que necesita el Justicialismo de Chubut. Hay que sumar a un grupo de dirigentes sindicales, lúcidos y comprometidos con la realidad, que también han sido ninguneados por la actual conducción.

Es el peronismo post Linares, post Arrechea, post Meza Evans que se viene.

Sin carcamanes. Que no es poco.

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30 NOV 2023 - 10:43

- Por Esteban Gallo

El término carcamán refiere no solo a las personas de edad avanzada y de mal carácter sino también a los individuos que tienen muchas pretensiones y pocos méritos.

El Justicialismo de Chubut, es conducido por personas que reúnen esas paupérrimas características, lo que explica la lacerante derrota del 19 de noviembre y el festival de fracasos electorales que sufre desde hace más de una década.

Carlos Linares, como viejo carcamán de la política que es, metió las uñas por última vez y mató dos pájaros de un solo un tiro. Logró que la Justicia electoral prorrogara los cargos de las autoridades partidarias y suspendió el congreso del 2 de diciembre, donde congresales y afiliados tenían preparado un arsenal de reproches que apuntaban a la pera del senador nacional.

Linares zafó momentáneamente del escarnio público, pero sabe que quemó sus últimos cartuchos. Sus días como conductor del partido están terminados. Tocó fondo. Rifó el último pedacito de prestigio que le que quedaba. Más abajo no hay nada.

Cuando se haga un balance serio de su gestión, se dirá que, durante su presidencia, el PJ perdió todas las elecciones, pero también que fue incapaz de lograr procesos de unidad, que ejerció un liderazgo negativo, dejando pronunciados vacíos de poder y privilegiando sus beneficios personales por encima de los intereses del conjunto.

Hablando de carcamanes. Dos curtidos del Justicialismo, patearon el tablero en las últimas horas.

José Arrechea anunció su renuncia como presidente del congreso, aparentemente fastidiado por la suspensión de la reunión de Esquel. Su decisión la comunicó a través de una carta solemne, en la que habla de la necesidad de democratizar al partido con la eliminación del distrito único y el fortalecimiento de las representaciones partidarias locales.

Como un carcamán auténtico, Arrechea “se corre” para no quedar “pegado” y se muestra como un reformista incomprendido, como si fuera un novato del peronismo y él no fuera también responsable del declive del Justicialismo chubutense.

Otro que escribió una carta de despedida, más solemne incluso que la de Arrechea, fue Blas Meza Evans. A su favor, hay dolor en el contenido de la misiva y una fuerte autocrítica que involucra a los dirigentes de su generación.

“Hay que pensar seriamente en una renovación total, de metodologías, de ideas y de dirigentes", reflexionó el abogado. Y agregó: "Los viejos debemos dar un paso al costado. Sólo deberíamos limitarnos a responder consultas de la gente joven si ellos lo piden”.

Meza Evans tiene algo de razón. Él pertenece a una camada de dirigentes del peronismo que, con soberbia y desparpajo, hizo y deshizo a su antojo, tomando decisiones equivocadas, que alejaron al partido de la gente.

“Yo no soy un dirigente porque no tengo gente a mi cargo” aclaró ayer a nuestro medio.

Vieja maña de los carcamanes: bajarse el precio, para sacarla barata.

Como si nadie supiera que Meza Evans ocupó un papel clave en el peronismo en los últimos años, siendo el mentor de algunas de las estrategias más desacertadas, que condujeron al partido al estado de decadencia en la que se encuentra.

Ahora da un paso al costado para que las nuevas generaciones se hagan cargo del quilombo que ellos dejaron.

Otra picardía propia de un carcamán de pura cepa es meter a todos en la misma bolsa. “Todos los viejos se tienen que ir”, proclama el ex diputado provincial.

Pero el problema del peronismo no es generacional. Hay dirigentes valiosos de 50, 60 o 70 años a los que se les cerró las puertas del partido. No se les puede endilgar que son parte del fracaso a los que no formaron parte del selecto grupo de dirigentes que desmanejó el partido en los últimos 12 años, y que se pueden contar con los dedos de la mano.

Con varios carcamanes fuera de la pista, el PJ encarará un proceso de reconstrucción para nada sencillo, con referentes más predispuestos a armar partidos provinciales que a permanecer dentro de la estructura partidaria.

No obstante, Gustavo Sastre en Puerto Madryn, Juan Pablo Luque en Comodoro, Juan Peralta en Esquel, emergen como figuras sólidas, capacitadas para conducir la transformación profunda que necesita el Justicialismo de Chubut. Hay que sumar a un grupo de dirigentes sindicales, lúcidos y comprometidos con la realidad, que también han sido ninguneados por la actual conducción.

Es el peronismo post Linares, post Arrechea, post Meza Evans que se viene.

Sin carcamanes. Que no es poco.


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