Luis Albornoz: “Somos una generación de enfermeros formados en la Salud Pública”

Con 38 años de profesión en el hospital de El Bolsón, valoró especialmente el Día de la Enfermera Argentina que se conmemora cada 21 de noviembre y en cuyo marco hubo un acto con reconocimientos a trabajadores del sector.

21 NOV 2023 - 16:33 | Actualizado 21 NOV 2023 - 16:50

Por Fernando Bonansea.

Luis Albornoz tiene 64 años y es licenciado en enfermería y docente universitario. Recordó que ingresó al sistema sanitario provincial “como auxiliar de enfermería cuando tenía apenas 18 años”, al tiempo que agradeció “la formación que me dio Salud Pública, ya que la misma función nos fue exigiendo la profesionalización, adquiriendo muchísimo más conocimiento y experiencia, siempre al servicio de la gente, del más vulnerable, del que menos tiene y del vecino del barrio”.

Remarcó enseguida que “brindamos cuidado y ayuda las 24 horas del día, los 365 días del año y en los momentos más importantes de la vida de un ser humano, como son el nacimiento y la muerte. También acompañando a los familiares en ese momento tan difícil de la partida de un ser querido, porque seguramente ahí van a encontrar la mano tendida y el abrazo contenedor del personal de salud”.

A la tarea sumó “un montón de personas que se mueven detrás de cada médico y de cada enfermera, desde la compañera que está en el lavadero, aquella que está limpiando los pisos y la que está sirviendo la comida, todos forman parte de este gran equipo que brinda cuidado y ayuda”.

De igual modo, destacó “a aquellas enfermeras pioneras en el viejo hospital del pueblo, que fueron nuestras maestras. Ellas fueron quienes nos trajeron hasta aquí y nos dejaron todo armado para que podamos desarrollarnos, al igual que otros compañeros que dejaron la vida entre estas paredes y ni siquiera llegaron a jubilarse”.

En coincidencia, Luis Albornoz es uno de los referentes gremiales del centro asistencial y aprovechó la oportunidad para insistir “en la necesidad de que el Estado nos reconozca una jubilación anticipada y un horario más reducido de trabajo, porque hablamos de un envejecimiento prematuro del trabajador de la salud”.

Asimismo, subrayó “el rol que desempeñamos durante toda la pandemia, porque en aquel momento éramos personal esencial y ahora parecemos invisibles. El destrato que hemos recibido los profesionales de la Salud Pública en este último tiempo ha sido singular”.

Conexiones

Aunque ya está en los trámites para su retiro, Luis Albornoz reconoce que “no me veo jubilado, creo que hasta el último día de mi vida voy a estar trabajando por los demás, es algo que viene con cada uno y tiene que ver con la capacidad de encender un fueguito en el alma de otro ser humano”.

En otra etapa, también fue gestor de un grupo de ayuda para enfermos oncológicos sin recursos, quienes “siempre me marcaron mucho y es gente humilde con la que invariablemente me conecté de otra manera, otra empatía, otra llegada. Ese es un don que no te lo enseña la universidad. Lo tenés o no lo tenés. Podés ser un excelente profesional, pero si no podés generar esa conexión, ponerte en el lugar del otro, no lograrás entender que hay una historia de vida detrás de cada paciente”.

Recorrido

Nacido a principios de 1960 en la costa del lago Azul, un verdadero paraíso cordillerano cerca de Llanada Grande (Chile), “era apenas un bebé cuando mi mamá (doña Hube), con mi tía Maggie (dos de las cocineras más reconocidas de la zona), se vinieron para El Bolsón. Volví al campo del abuelo siendo ya un hombre grande. Fue un momento muy fuerte, sentí como que había estado en ese lugar toda la vida, allí estaban mis raíces”, valoró.

Su vocación por la sanidad la descubrió “apenas terminé el secundario en el Nacional de Bariloche, en la época en que me sortearon para la colimba. Me tocó un número bajo (077), así que después de hacer los trámites en Viedma pasé directo para Buenos Aires con la idea de entrar al ciclo básico de la carrera de medicina”.

“Me fue mal en uno de los exámenes y dejé. En el Hospital de Clínicas hice el curso de auxiliar de enfermería, que duraba un año. Entré a trabajar en el sanatorio Güemes y después en el hospital Israelí, aunque por esos años –en plena dictadura- sufrí la persecución por mi actividad gremial”, recordó.
Finalmente, el 18 de febrero de 1989 “rendí un concurso en Salud Pública e ingresé al hospital de Bariloche. Poco tiempo después pedí el traslado a El Bolsón, siguiendo a mi familia”.

21 NOV 2023 - 16:33

Por Fernando Bonansea.

Luis Albornoz tiene 64 años y es licenciado en enfermería y docente universitario. Recordó que ingresó al sistema sanitario provincial “como auxiliar de enfermería cuando tenía apenas 18 años”, al tiempo que agradeció “la formación que me dio Salud Pública, ya que la misma función nos fue exigiendo la profesionalización, adquiriendo muchísimo más conocimiento y experiencia, siempre al servicio de la gente, del más vulnerable, del que menos tiene y del vecino del barrio”.

Remarcó enseguida que “brindamos cuidado y ayuda las 24 horas del día, los 365 días del año y en los momentos más importantes de la vida de un ser humano, como son el nacimiento y la muerte. También acompañando a los familiares en ese momento tan difícil de la partida de un ser querido, porque seguramente ahí van a encontrar la mano tendida y el abrazo contenedor del personal de salud”.

A la tarea sumó “un montón de personas que se mueven detrás de cada médico y de cada enfermera, desde la compañera que está en el lavadero, aquella que está limpiando los pisos y la que está sirviendo la comida, todos forman parte de este gran equipo que brinda cuidado y ayuda”.

De igual modo, destacó “a aquellas enfermeras pioneras en el viejo hospital del pueblo, que fueron nuestras maestras. Ellas fueron quienes nos trajeron hasta aquí y nos dejaron todo armado para que podamos desarrollarnos, al igual que otros compañeros que dejaron la vida entre estas paredes y ni siquiera llegaron a jubilarse”.

En coincidencia, Luis Albornoz es uno de los referentes gremiales del centro asistencial y aprovechó la oportunidad para insistir “en la necesidad de que el Estado nos reconozca una jubilación anticipada y un horario más reducido de trabajo, porque hablamos de un envejecimiento prematuro del trabajador de la salud”.

Asimismo, subrayó “el rol que desempeñamos durante toda la pandemia, porque en aquel momento éramos personal esencial y ahora parecemos invisibles. El destrato que hemos recibido los profesionales de la Salud Pública en este último tiempo ha sido singular”.

Conexiones

Aunque ya está en los trámites para su retiro, Luis Albornoz reconoce que “no me veo jubilado, creo que hasta el último día de mi vida voy a estar trabajando por los demás, es algo que viene con cada uno y tiene que ver con la capacidad de encender un fueguito en el alma de otro ser humano”.

En otra etapa, también fue gestor de un grupo de ayuda para enfermos oncológicos sin recursos, quienes “siempre me marcaron mucho y es gente humilde con la que invariablemente me conecté de otra manera, otra empatía, otra llegada. Ese es un don que no te lo enseña la universidad. Lo tenés o no lo tenés. Podés ser un excelente profesional, pero si no podés generar esa conexión, ponerte en el lugar del otro, no lograrás entender que hay una historia de vida detrás de cada paciente”.

Recorrido

Nacido a principios de 1960 en la costa del lago Azul, un verdadero paraíso cordillerano cerca de Llanada Grande (Chile), “era apenas un bebé cuando mi mamá (doña Hube), con mi tía Maggie (dos de las cocineras más reconocidas de la zona), se vinieron para El Bolsón. Volví al campo del abuelo siendo ya un hombre grande. Fue un momento muy fuerte, sentí como que había estado en ese lugar toda la vida, allí estaban mis raíces”, valoró.

Su vocación por la sanidad la descubrió “apenas terminé el secundario en el Nacional de Bariloche, en la época en que me sortearon para la colimba. Me tocó un número bajo (077), así que después de hacer los trámites en Viedma pasé directo para Buenos Aires con la idea de entrar al ciclo básico de la carrera de medicina”.

“Me fue mal en uno de los exámenes y dejé. En el Hospital de Clínicas hice el curso de auxiliar de enfermería, que duraba un año. Entré a trabajar en el sanatorio Güemes y después en el hospital Israelí, aunque por esos años –en plena dictadura- sufrí la persecución por mi actividad gremial”, recordó.
Finalmente, el 18 de febrero de 1989 “rendí un concurso en Salud Pública e ingresé al hospital de Bariloche. Poco tiempo después pedí el traslado a El Bolsón, siguiendo a mi familia”.


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