40 años de democracia: ¿En qué lugar estamos parados?

31 OCT 2023 - 11:59 | Actualizado 31 OCT 2023 - 12:11

- Por Esteban Gallo

Hace 40 años atrás nacía un nuevo país. El período más oscuro que recuerde nuestra patria llegaba a su fin, y sería reemplazado por un gobierno popular, en el marco de un proceso democrático que terminaba con la dictadura más abyecta, cruel e ignominiosa que pudo habernos tocado.

El líder que encabezó aquella etapa de restauración fue Raúl Alfonsín, un abogado nacido en Chascomús, que antes de ser presidente había sido concejal, diputado provincial y legislador nacional.

Su compromiso con la democracia había comenzado muchos años antes, como integrante de la Asamblea de Derechos Humanos, la Internacional Socialista y como abogado defensor de presos políticos.

Durante su gestión presidencial, creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y llevó adelante el juicio a las Juntas Militares, que fue un hito en la lucha contra la impunidad del terrorismo de Estado.

Cuando se habla de Alfonsín, se habla del Padre de la Democracia y aunque la democracia es el fruto de la lucha de muchos actores de la vida política, social, sindical y comunitaria del país, realizó un esfuerzo titánico para consolidarla y fue el conductor lúcido, comprometido y valiente que necesitaban los argentinos para sostener las banderas de la libertad que, por entonces, estaban en peligro.

Como era de esperar, la figura del ex presidente y la elección que lo llevó a la Casa Rosada en 1983 fue recordada ayer por afiliados radicales de todo el país. En cambio, los actos institucionales brillaron por su ausencia. Ni el gobierno provincial ni la mayoría de los municipios más importantes de la provincia realizaron ceremonias oficiales para evocar la fecha. Comodoro Rivadavia fue la excepción.

No es una distracción menor. Poner la mirada en retrospectiva suele ser tortuoso, pero al mismo tiempo es un ejercicio imprescindible que nos ayuda a recordar las crueldades de la dictadura y las consecuencias sociales, económicas y políticas a la que fuimos sometidos.

Es así como se construye la memoria. Y es así como podremos transmitirles a las generaciones de hoy, que nacieron y crecieron en democracia, la tragedia de los argentinos en los años más fatídicos de nuestra historia.

Ese ejercicio de la memoria, debe proyectarse desde quienes nos gobiernan, de la misma manera como fue Alfonsín quien transmitió hacia el resto de la sociedad que la democracia debía ser defendida con uñas y dientes.

La democracia, con sus imperfecciones, sigue siendo el sistema de gobierno que mejor nos representa. No obstante, la clase dirigente que nos gobierna desde 1983 está en deuda con aquellas palabras que Alfonsín repetía con énfasis durante la primera etapa de su gobierno.

“Con la democracia se come, se cura y se educa” decía el ex presidente constitucional.

4 décadas después, no todos comen, ni se curan, ni se educan, en un país atribulado por la pobreza, que afecta al 40% de su población. A quien asuma la presidencia a partir del 10 de diciembre le corresponderá corregir esta realidad inconcebible para un país colmado de recursos y de riquezas.

Por otra parte, los 40 años de democracia se celebran en medio de una elección crucial para los argentinos en donde los valores democráticos de la libertad y los derechos humanos están en peligro.

Lo expresó ayer sin tapujos el presidente del Radicalismo Gerardo Morales cuando expresó: “Todo lo que tenga que hacer para que no gane Milei, lo voy a hacer, porque un triunfo de Milei sería un riesgo para la democracia en la República Argentina”.

Los radicales construyeron su identidad luchando por la libertad y los derechos humanos. Alfonsin es el producto de un partido que se forjó de cara al pueblo y defendiendo el voto.

Javier Milei no solo es el candidato que transmite mensajes cargados de odio, con discursos autoritarios y antidemocráticos, mientras anuncia su arremetida contra muchos de los derechos conseguidos desde el 83 hasta la fecha. Es también el tipo que contó sin ponerse colorado que hacía terapia pegándole a un muñeco que tenía la cara del hombre al que todos admiramos.

Ningún radical, que se precie de tal, y nadie que se sienta representado con los valores de la democracia debería estar parado en la misma vereda.

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31 OCT 2023 - 11:59

- Por Esteban Gallo

Hace 40 años atrás nacía un nuevo país. El período más oscuro que recuerde nuestra patria llegaba a su fin, y sería reemplazado por un gobierno popular, en el marco de un proceso democrático que terminaba con la dictadura más abyecta, cruel e ignominiosa que pudo habernos tocado.

El líder que encabezó aquella etapa de restauración fue Raúl Alfonsín, un abogado nacido en Chascomús, que antes de ser presidente había sido concejal, diputado provincial y legislador nacional.

Su compromiso con la democracia había comenzado muchos años antes, como integrante de la Asamblea de Derechos Humanos, la Internacional Socialista y como abogado defensor de presos políticos.

Durante su gestión presidencial, creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y llevó adelante el juicio a las Juntas Militares, que fue un hito en la lucha contra la impunidad del terrorismo de Estado.

Cuando se habla de Alfonsín, se habla del Padre de la Democracia y aunque la democracia es el fruto de la lucha de muchos actores de la vida política, social, sindical y comunitaria del país, realizó un esfuerzo titánico para consolidarla y fue el conductor lúcido, comprometido y valiente que necesitaban los argentinos para sostener las banderas de la libertad que, por entonces, estaban en peligro.

Como era de esperar, la figura del ex presidente y la elección que lo llevó a la Casa Rosada en 1983 fue recordada ayer por afiliados radicales de todo el país. En cambio, los actos institucionales brillaron por su ausencia. Ni el gobierno provincial ni la mayoría de los municipios más importantes de la provincia realizaron ceremonias oficiales para evocar la fecha. Comodoro Rivadavia fue la excepción.

No es una distracción menor. Poner la mirada en retrospectiva suele ser tortuoso, pero al mismo tiempo es un ejercicio imprescindible que nos ayuda a recordar las crueldades de la dictadura y las consecuencias sociales, económicas y políticas a la que fuimos sometidos.

Es así como se construye la memoria. Y es así como podremos transmitirles a las generaciones de hoy, que nacieron y crecieron en democracia, la tragedia de los argentinos en los años más fatídicos de nuestra historia.

Ese ejercicio de la memoria, debe proyectarse desde quienes nos gobiernan, de la misma manera como fue Alfonsín quien transmitió hacia el resto de la sociedad que la democracia debía ser defendida con uñas y dientes.

La democracia, con sus imperfecciones, sigue siendo el sistema de gobierno que mejor nos representa. No obstante, la clase dirigente que nos gobierna desde 1983 está en deuda con aquellas palabras que Alfonsín repetía con énfasis durante la primera etapa de su gobierno.

“Con la democracia se come, se cura y se educa” decía el ex presidente constitucional.

4 décadas después, no todos comen, ni se curan, ni se educan, en un país atribulado por la pobreza, que afecta al 40% de su población. A quien asuma la presidencia a partir del 10 de diciembre le corresponderá corregir esta realidad inconcebible para un país colmado de recursos y de riquezas.

Por otra parte, los 40 años de democracia se celebran en medio de una elección crucial para los argentinos en donde los valores democráticos de la libertad y los derechos humanos están en peligro.

Lo expresó ayer sin tapujos el presidente del Radicalismo Gerardo Morales cuando expresó: “Todo lo que tenga que hacer para que no gane Milei, lo voy a hacer, porque un triunfo de Milei sería un riesgo para la democracia en la República Argentina”.

Los radicales construyeron su identidad luchando por la libertad y los derechos humanos. Alfonsin es el producto de un partido que se forjó de cara al pueblo y defendiendo el voto.

Javier Milei no solo es el candidato que transmite mensajes cargados de odio, con discursos autoritarios y antidemocráticos, mientras anuncia su arremetida contra muchos de los derechos conseguidos desde el 83 hasta la fecha. Es también el tipo que contó sin ponerse colorado que hacía terapia pegándole a un muñeco que tenía la cara del hombre al que todos admiramos.

Ningún radical, que se precie de tal, y nadie que se sienta representado con los valores de la democracia debería estar parado en la misma vereda.


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