Fuga en la alcaidía: Hicieron todo mal

06 JUL 2023 - 10:59 | Actualizado 06 JUL 2023 - 11:02

- Por Esteban Gallo

Ezequiel Dominguez y Walter Lefipan son dos delincuentes peligrosos que se escaparon el lunes pasado de la Alcaidía Policial de Trelew. Huyeron por la ventana del calabozo tras cortar las rejas con un par de sierras. Barrotes de 12 milímetros, que no se rompen fácilmente, razón por la cual las autoridades consideran que todos los internos trabajaron para lograr el cometido.

Después, los evadidos saltaron el paredón del predio de la Alcaídía y desaparecieron en la oscuridad de la noche.

Los dos tienen un frondoso prontuario delictivo. Dominguez está acusado de robo agravado por uso de arma de fuego y arma blanca en el Barrio San Miguel de Puerto Madryn, en el que resultó apuñalado un menor de 15 años. Lefipán está imputado por el asalto cometido contra un contador, también de la ciudad portuaria.

Al analizar la tarea de los superiores y guardiacárceles del centro de detención de Trelew, las falencias aparecen por todos lados.

Hay una guía de seguridad penitenciaria que, evidentemente, se perdió en alguna oficina. Esos manuales se utilizan para mantener el orden y el control en las cárceles y para prevenir fugas.

De movida, nos preguntamos cómo hicieron los reclusos para obtener las sierras con la que limaron los barrotes. O fueron introducidas por algún visitante o las robaron de los talleres que funcionan en la misma alcaidía. En ambos casos, la ineficacia de los procedimientos de control es palmaria.

Hablando de lo mismo, los guardias tampoco escucharon ruidos mientras los presos limaban las rejas. ¡Hay que limar un barrote de 12 milímetros sin despertar ninguna sospecha! Salvo que las sierras ahora vengan con silenciadores.

Pero sigamos. Los reclusos escapan por la ventana y después saltan el paredón del predio para darse a la fuga. O tienen resortes en las patas o el paredón es un mamarracho. Y como no creo que sean atletas olímpicos me quedo con la segunda posibilidad. Para corroborar lo endeble del sistema de seguridad del penal me remito a las declaraciones formuladas por el comisario Guillermo González cuando dijo que las cámaras de seguridad del penal emiten imágenes, pero no graban. Patético. Es decir que, no hay forma de constatar cómo diablos se escaparon los reclusos y hacia donde fueron.

Tampoco se tuvo en cuenta el calibre de la peligrosidad de los evadidos. Sobre todo, cuando hablamos de Walter Lefipan. El detenido se escapó en febrero de este año mientras gozaba de una salida extraordinaria que le concedió una jueza de Puerto Madryn. Mientras los 7 policías que lo vigilaban paspaban moscas, el escapista huyó por los techos del vecindario. Fue recapturado a fines de abril en Neuquén.

Abril, mayo, junio, julio. Pasaron cuatro meses y ahora se escapó de la Alcaidía de Trelew. Parece una broma. Una broma de muy mal gusto.

Se sabe que no todos los presos se quieren escapar de los lugares de detención, pero también que hay reclusos que no hacen otra cosa que pensar en cómo evadirse. Por lo tanto, hay diferentes niveles de riesgo y son las autoridades de la alcaidía quienes deben analizar las características de cada individuo para tomar las medidas de seguridad que sean necesarias.

Los antecedentes cuentan. No hay que ser el director de la prisión federal de Alcatraz para darse cuenta que personas como Walter Lefipán requieren una atención especial. Esto es como el fútbol. Un buen defensor sabe a qué rival tiene que marcar en el área para que no cabecee. Porque si ese adversario no es controlado, va a cabecear y la va a meter adentro. Bueno, a Lefipan lo descuidaron, y ahora, todos la tenemos adentro.

Hicieron todo mal y amerita que las máximas autoridades de seguridad realicen una investigación profunda sobre los hechos acontecidos. El personal que debía controlar a los reclusos debe ser sumariado. Ni hablar de los directores de la alcaidía que son los principales responsables. De arranque, no tomaron medidas proactivas para prevenir que el acto se consumara. Y después, evidenciaron una falta de pericia absoluta para manejar la situación. Nada mejor, en estos casos, que una investigación sesuda que arroje un poco de luz y deslinde responsabilidades.

Un sistema penitenciario es creíble en la medida en que sea capaz de mantener a los reclusos tras las rejas. Es la manera de proteger a la comunidad y es la única forma de generar confianza en los vecinos.

No estamos hablando de violar derechos, que deben ser respetados a rajatabla, sino de adoptar medidas apropiadas para que ningún preso se escape de la cárcel y para que el sistema de justicia sea un arma efectiva contra el delito.

Y una cosa más. Me pongo en el lugar del querido Humberto Veiguela. Hace 4 meses el hombre que lo maniató, lo golpeó y le robó, se escapaba en una salida extraordinaria. Habrá sentido un poco de alivio cuando a Lefipán lo atraparon en Neuquén, meses después. Ahora se vuelve a escapar, esta vez de una alcaidía. No me puedo imaginar lo que sintió Don Humberto cuando se enteró. Alguien debería pedirle una disculpa.

Y de paso, ajustar las clavijas, para que estos papelones no se repitan.

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06 JUL 2023 - 10:59

- Por Esteban Gallo

Ezequiel Dominguez y Walter Lefipan son dos delincuentes peligrosos que se escaparon el lunes pasado de la Alcaidía Policial de Trelew. Huyeron por la ventana del calabozo tras cortar las rejas con un par de sierras. Barrotes de 12 milímetros, que no se rompen fácilmente, razón por la cual las autoridades consideran que todos los internos trabajaron para lograr el cometido.

Después, los evadidos saltaron el paredón del predio de la Alcaídía y desaparecieron en la oscuridad de la noche.

Los dos tienen un frondoso prontuario delictivo. Dominguez está acusado de robo agravado por uso de arma de fuego y arma blanca en el Barrio San Miguel de Puerto Madryn, en el que resultó apuñalado un menor de 15 años. Lefipán está imputado por el asalto cometido contra un contador, también de la ciudad portuaria.

Al analizar la tarea de los superiores y guardiacárceles del centro de detención de Trelew, las falencias aparecen por todos lados.

Hay una guía de seguridad penitenciaria que, evidentemente, se perdió en alguna oficina. Esos manuales se utilizan para mantener el orden y el control en las cárceles y para prevenir fugas.

De movida, nos preguntamos cómo hicieron los reclusos para obtener las sierras con la que limaron los barrotes. O fueron introducidas por algún visitante o las robaron de los talleres que funcionan en la misma alcaidía. En ambos casos, la ineficacia de los procedimientos de control es palmaria.

Hablando de lo mismo, los guardias tampoco escucharon ruidos mientras los presos limaban las rejas. ¡Hay que limar un barrote de 12 milímetros sin despertar ninguna sospecha! Salvo que las sierras ahora vengan con silenciadores.

Pero sigamos. Los reclusos escapan por la ventana y después saltan el paredón del predio para darse a la fuga. O tienen resortes en las patas o el paredón es un mamarracho. Y como no creo que sean atletas olímpicos me quedo con la segunda posibilidad. Para corroborar lo endeble del sistema de seguridad del penal me remito a las declaraciones formuladas por el comisario Guillermo González cuando dijo que las cámaras de seguridad del penal emiten imágenes, pero no graban. Patético. Es decir que, no hay forma de constatar cómo diablos se escaparon los reclusos y hacia donde fueron.

Tampoco se tuvo en cuenta el calibre de la peligrosidad de los evadidos. Sobre todo, cuando hablamos de Walter Lefipan. El detenido se escapó en febrero de este año mientras gozaba de una salida extraordinaria que le concedió una jueza de Puerto Madryn. Mientras los 7 policías que lo vigilaban paspaban moscas, el escapista huyó por los techos del vecindario. Fue recapturado a fines de abril en Neuquén.

Abril, mayo, junio, julio. Pasaron cuatro meses y ahora se escapó de la Alcaidía de Trelew. Parece una broma. Una broma de muy mal gusto.

Se sabe que no todos los presos se quieren escapar de los lugares de detención, pero también que hay reclusos que no hacen otra cosa que pensar en cómo evadirse. Por lo tanto, hay diferentes niveles de riesgo y son las autoridades de la alcaidía quienes deben analizar las características de cada individuo para tomar las medidas de seguridad que sean necesarias.

Los antecedentes cuentan. No hay que ser el director de la prisión federal de Alcatraz para darse cuenta que personas como Walter Lefipán requieren una atención especial. Esto es como el fútbol. Un buen defensor sabe a qué rival tiene que marcar en el área para que no cabecee. Porque si ese adversario no es controlado, va a cabecear y la va a meter adentro. Bueno, a Lefipan lo descuidaron, y ahora, todos la tenemos adentro.

Hicieron todo mal y amerita que las máximas autoridades de seguridad realicen una investigación profunda sobre los hechos acontecidos. El personal que debía controlar a los reclusos debe ser sumariado. Ni hablar de los directores de la alcaidía que son los principales responsables. De arranque, no tomaron medidas proactivas para prevenir que el acto se consumara. Y después, evidenciaron una falta de pericia absoluta para manejar la situación. Nada mejor, en estos casos, que una investigación sesuda que arroje un poco de luz y deslinde responsabilidades.

Un sistema penitenciario es creíble en la medida en que sea capaz de mantener a los reclusos tras las rejas. Es la manera de proteger a la comunidad y es la única forma de generar confianza en los vecinos.

No estamos hablando de violar derechos, que deben ser respetados a rajatabla, sino de adoptar medidas apropiadas para que ningún preso se escape de la cárcel y para que el sistema de justicia sea un arma efectiva contra el delito.

Y una cosa más. Me pongo en el lugar del querido Humberto Veiguela. Hace 4 meses el hombre que lo maniató, lo golpeó y le robó, se escapaba en una salida extraordinaria. Habrá sentido un poco de alivio cuando a Lefipán lo atraparon en Neuquén, meses después. Ahora se vuelve a escapar, esta vez de una alcaidía. No me puedo imaginar lo que sintió Don Humberto cuando se enteró. Alguien debería pedirle una disculpa.

Y de paso, ajustar las clavijas, para que estos papelones no se repitan.


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