Otra vez un hecho de violencia fue protagonista. Otra vez a la salida de un boliche. En este caso, dejó como víctima a un joven de 33 años que recibió un piedrazo en la cabeza y una feroz golpiza grupal. Está en coma y lucha por su vida.
Ante episodios de semejante atrocidad inmediatamente comienzan los reclamos a la justicia, las campañas en redes sociales y las movilizaciones abanderadas por familias que vociferan exigiendo una mayor responsabilidad a las fuerzas de seguridad.
Protocolos habituales de una sociedad acostumbrada a lidiar con el crimen. ¿Qué pasa con la violencia? ¿Cuál es la autocrítica que hacemos cuando nos vemos avanzar sin remedio hacia una continua sucesión de actos vehementes y encolerizados?.
La violencia se ha vuelto una espina profunda, demasiado difícil de quitar, con la que hemos aprendido a convivir.
El precio que pagamos es tan caro como la vida misma. Cuando no lamentamos a un herido, lloramos a un muerto. ¿En qué momento nos hemos descuidado tanto? La vida que cobijamos no puede ser una moneda de tan bajo valor, a la que intercambiamos por un absurdo cruce de insultos, un acto de mala fe o un arrebato de calentura un sábado por la noche.
El desprecio por el otro y el odio han llegado demasiado lejos. La violencia se ha convertido en nuestro verdadero enemigo. No dejemos que nos venza. #
Otra vez un hecho de violencia fue protagonista. Otra vez a la salida de un boliche. En este caso, dejó como víctima a un joven de 33 años que recibió un piedrazo en la cabeza y una feroz golpiza grupal. Está en coma y lucha por su vida.
Ante episodios de semejante atrocidad inmediatamente comienzan los reclamos a la justicia, las campañas en redes sociales y las movilizaciones abanderadas por familias que vociferan exigiendo una mayor responsabilidad a las fuerzas de seguridad.
Protocolos habituales de una sociedad acostumbrada a lidiar con el crimen. ¿Qué pasa con la violencia? ¿Cuál es la autocrítica que hacemos cuando nos vemos avanzar sin remedio hacia una continua sucesión de actos vehementes y encolerizados?.
La violencia se ha vuelto una espina profunda, demasiado difícil de quitar, con la que hemos aprendido a convivir.
El precio que pagamos es tan caro como la vida misma. Cuando no lamentamos a un herido, lloramos a un muerto. ¿En qué momento nos hemos descuidado tanto? La vida que cobijamos no puede ser una moneda de tan bajo valor, a la que intercambiamos por un absurdo cruce de insultos, un acto de mala fe o un arrebato de calentura un sábado por la noche.
El desprecio por el otro y el odio han llegado demasiado lejos. La violencia se ha convertido en nuestro verdadero enemigo. No dejemos que nos venza. #