Empecé a trabajar en otro mundo – cuenta Don Lagos– con la voz gastada por el oficio. “No me acuerdo el año, pero era la época en que el diario salía dos centavos”.
El hombre descubrió el oficio cuando trabajaba como carnicero y al poco tiempo abandonó la profesión para convertirse en canillita. Siempre fiel a la cita, Juan Lagos es uno de los pocos pregoneros que quedan en la calle. Vende entre 70 y 80 diarios por jornada, una suma moderada que le alcanzan para cubrir los costos de la comida de cada día.
Pero es su trabajo un estilo de vida. Es que tal como lo narró en este día de trabajo reflejado en el informe de JornadaPlay, le gusta hacer despertar el día anunciando las novedades.
“En la calle me divierto, me siento joven, es lo que hice toda la vida y lo que me gusta. Me da tranquilidad y felicidad. La calle lo hace aprender a uno muchas cosas”.
Empecé a trabajar en otro mundo – cuenta Don Lagos– con la voz gastada por el oficio. “No me acuerdo el año, pero era la época en que el diario salía dos centavos”.
El hombre descubrió el oficio cuando trabajaba como carnicero y al poco tiempo abandonó la profesión para convertirse en canillita. Siempre fiel a la cita, Juan Lagos es uno de los pocos pregoneros que quedan en la calle. Vende entre 70 y 80 diarios por jornada, una suma moderada que le alcanzan para cubrir los costos de la comida de cada día.
Pero es su trabajo un estilo de vida. Es que tal como lo narró en este día de trabajo reflejado en el informe de JornadaPlay, le gusta hacer despertar el día anunciando las novedades.
“En la calle me divierto, me siento joven, es lo que hice toda la vida y lo que me gusta. Me da tranquilidad y felicidad. La calle lo hace aprender a uno muchas cosas”.