Llanto desde Suiza: un testigo se quebró en su declaración

Ricardo Ipuche declaró desde Berna y conmovido, reclamó justicia casi a los gritos ante los jueces. Hoy hablarán los últimos tres testigos y luego, turno de alegatos.

08 MAY 2013 - 22:18 | Actualizado

Por Rolando Tobarez

“¡No se puede tratar así a la gente!…¿cómo le puedo explicar? ¡Pasaron 38 para que ahora me vengan a preguntar si violaron o no los derechos humanos! ¡Yo estuve dos años sin juicio y sin proceso! ¡Esa es una violación de los derechos humanos!...caramba…¡no pueden tratar así a la gente!…”.

Sobre el final de su testimonio, Ricardo Ipuche le gritó este párrafo al tribunal y no pudo más. Lloró como un nene en un aullido desgarrador. Se cubrió con ambas manos el rostro rojo de bronca y se quebró, desconsolado, ahogado de saliva, sin vergüenza alguna.

Los magistrados que decidirán sobre la muerte de Mario Abel Amaya y las torturas contra Hipólito Solari Yrigoyen no supieron bien qué hacer, más que dejarlo descargarse. La jueza Ana María D´Alessio se tapó la boca. Nora Cabrera, presidente del tribunal, amagó un consuelo pero su colega Alberto Giménez pareció decirle “mejor no, dejálo”, con un gesto con la mano, rápido y oportuno. El testimonio había sido tranquilo y la explosión de emoción pareció descolocarlos.

Pasaron segundos eternos hasta que una empleada de la Embajada Argentina le dio un vaso de agua y debió llevárselo, todo en vivo y en directo. Era una teleconferencia desde Berna, Suiza, donde Ipuche reside. Luis García, Osvaldo Fano y Jorge Steding, los imputados, oyeron sin gestos. Fue el clímax en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson.

Ipuche fue preso político en la Unidad Nº 6, a causa de su militancia en el Partido Comunista de Neuquén. No vio ni a Solari ni a Amaya. “Pero sabíamos que los habían torturado y que Amaya pedía a los gritos que se lo lleven porque se estaba muriendo”. Traje blanco, corbata y camisa de colorado furioso, el testigo explicó que ningún guardia pudo vejar a nadie en ese penal sin la autorización de su jefe.

Tras el golpe de 1976, el régimen se volvió más represivo en la U-6. “Todo se volvió mucho más violento, con controles más severos y reglas más enérgicas”. Los guardias escupían en la comida o metían el borceguí en el plato. “Querían quebrarnos psicológicamente y tratar de que todo el día hubiese tensión”, interpretó.

Fue interrogado en la cárcel rawsense por un oficial del Ejército. “Me preguntó mucho sobre mis camaradas hasta que cerró la carpeta y me dijo ´No tenemos nada contra usted´”. Pero no lo liberó ni aceptó que el militante se vaya por la puerta de entrada. Ipuche prefirió dos años de cárcel antes que le perdonen un delito que no había cometido.

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08 MAY 2013 - 22:18

Por Rolando Tobarez

“¡No se puede tratar así a la gente!…¿cómo le puedo explicar? ¡Pasaron 38 para que ahora me vengan a preguntar si violaron o no los derechos humanos! ¡Yo estuve dos años sin juicio y sin proceso! ¡Esa es una violación de los derechos humanos!...caramba…¡no pueden tratar así a la gente!…”.

Sobre el final de su testimonio, Ricardo Ipuche le gritó este párrafo al tribunal y no pudo más. Lloró como un nene en un aullido desgarrador. Se cubrió con ambas manos el rostro rojo de bronca y se quebró, desconsolado, ahogado de saliva, sin vergüenza alguna.

Los magistrados que decidirán sobre la muerte de Mario Abel Amaya y las torturas contra Hipólito Solari Yrigoyen no supieron bien qué hacer, más que dejarlo descargarse. La jueza Ana María D´Alessio se tapó la boca. Nora Cabrera, presidente del tribunal, amagó un consuelo pero su colega Alberto Giménez pareció decirle “mejor no, dejálo”, con un gesto con la mano, rápido y oportuno. El testimonio había sido tranquilo y la explosión de emoción pareció descolocarlos.

Pasaron segundos eternos hasta que una empleada de la Embajada Argentina le dio un vaso de agua y debió llevárselo, todo en vivo y en directo. Era una teleconferencia desde Berna, Suiza, donde Ipuche reside. Luis García, Osvaldo Fano y Jorge Steding, los imputados, oyeron sin gestos. Fue el clímax en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson.

Ipuche fue preso político en la Unidad Nº 6, a causa de su militancia en el Partido Comunista de Neuquén. No vio ni a Solari ni a Amaya. “Pero sabíamos que los habían torturado y que Amaya pedía a los gritos que se lo lleven porque se estaba muriendo”. Traje blanco, corbata y camisa de colorado furioso, el testigo explicó que ningún guardia pudo vejar a nadie en ese penal sin la autorización de su jefe.

Tras el golpe de 1976, el régimen se volvió más represivo en la U-6. “Todo se volvió mucho más violento, con controles más severos y reglas más enérgicas”. Los guardias escupían en la comida o metían el borceguí en el plato. “Querían quebrarnos psicológicamente y tratar de que todo el día hubiese tensión”, interpretó.

Fue interrogado en la cárcel rawsense por un oficial del Ejército. “Me preguntó mucho sobre mis camaradas hasta que cerró la carpeta y me dijo ´No tenemos nada contra usted´”. Pero no lo liberó ni aceptó que el militante se vaya por la puerta de entrada. Ipuche prefirió dos años de cárcel antes que le perdonen un delito que no había cometido.


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