Por Guillermo M. Zamora (*)
No digas si!, di oui! Así recuerdo que le corregía siempre el Jefe de Policía Jacques Clouseau a su ayudante en los dibujitos de la Pantera Rosa, nunca supe bien por qué más allá de sospechar que se debía al hecho de que el inspector era francés y pretendía, con el celo habitual de los franceses, que hable en su idioma.
Los Franceses, entre otras cosas, son los que más rechazaron algunas iniciativas del gigante de Internet Google, entre ellas el proyecto de crear una gran biblioteca universal digitalizando todos los libros de ese país (y del mundo por supuesto) o el Google Noticias, un buscador de noticias donde los diarios (franceses) querían que se les pague un royalty por las visitas al ser generadores del contenido que Google lista en sus resultados y que por supuesto factura con publicidad cada vez que alguien visualiza los mismos.
El reclamo de los franceses parece ser el mismo que el de Clouseau (no digas si!, di oui!), porque en ambos casos se defiende un principio que para ellos es vital, como lo es el defender su idioma e idiosincrasia. En este caso pretenden defender lo suyo, que no venga alguien de afuera (que encima no dice oui) a querer llenarse los bolsillos sin dejarles un mísero franco.
El punto es que todo esto comenzó a languidecer cuando Google decidió pagar a los medios periodísticos de ese país por colocar links que los vincularan, algo así como 60 millones de Euros… Si, 60 millones… Suficientes como para no ofender los principios de nadie. ¿No?
Indudablemente el acuerdo, que por cierto fue firmado por su Presidente Hollande, es más que beneficioso e histórico. Hasta el momento Google se había negado a reconocerles beneficio alguno o trabajo de algún tipo a esos medios (ni a ningún otro), pero ante la presión y la gestión (les suena esa palabra… Gestión, del infinitivo gestionar, algo así como “acto o acción que debe realizar un gobernante para beneficiar a sus gobernados”). Y no confundamos, no era una cuestión de idioma sino de idiosincrasia que es más importante aún porque la idiosincrasia marca la personalidad de un pueblo, y el pueblo francés con sus gobernantes a la cabeza lograron algo que otros no: hacer valer sus derechos y beneficios.
Esto que les cuento viene a colación de algo que considero básico y fundamental: el hacerse valer, el sentir algo más que chauvinismo barato, no creernos dioses porque el Papa haya nacido en Argentina, ni pensar que podemos jugar como Messi porque nació en Santa fe, o que Holanda nos debe pleitesía por tener una Reina nacida en estos pagos; o somos genios científicos como Leloir (no tan famoso como Maradona, pero ganó un Nobel de Química) aun cuando nuestra idiosincrasia así nos lo indique… Nosotros estamos más en creer que todo es magia e impronta personal, no trabajo, estudio, constancia o pelear por nuestros derechos. No se enojen, no generalizo, pero hay un tufillo siempre que el que logra algo es porque ha tenido suerte y desde mi humilde opinión no creo que sea así.
En algunas cuestiones que juega el derecho informático sucede algo similar. Se piensa, por ejemplo, que los videos eróticos de los famosos son generados por culpa de ellos, como si no tuvieran el derecho de hacer en privado lo que se le de la gana; “Si se filmó que se embrome”, suelo escuchar; “Si apareció el video es porque quería que se conociera”, así de fácil hablamos y apuntamos con el dedo; es nuestra idiosincrasia, no cobramos 60 millones de Euros por el trabajo generado por nuestras empresas, pero sí miramos la paja en el ojo ajeno.
La verdad que desconozco si en el resto de Latinoamérica, el mundo o Francia (a quien puse de ejemplo al comienzo) se piensa similar, lo que si sé es como nos manejamos acá y, parafraseando a Quico, el vecinito del Chavo, digo “no me simpatiza”.
Nos encanta tropezarnos dos, tres, cuatro y muchas veces con la misma piedra, vemos como día a día se violan derechos, la intimidad no tiene intimidad, lo privado es público y lo público de unos pocos, pero no aprendemos, dejamos que las leyes pretendan castigar a quienes cometen hechos dañosos mediante tecnología sin darnos cuenta que no estamos preparados para buscar a esos culpables, porque es más fácil seguir señalando con el dedo a quien es víctima de una injusticia que buscar la forma de optimizar la forma de reparar la misma.
Estamos en un momento donde sería bueno que se “gestione” algo relativo a determinados derechos y empecemos a buscar en nuestra forma de ser algo que nos haga decir algo similar que lo del Inspector Clouseau a su ayudante: “No digas si! Di oui! “Pero en nuestro idioma… Se entiende.#
(*) Director del posgrado en Derecho Informático UNPSJB
Director de la Red Iberoamericana ElDerechoInformático.com
Por Guillermo M. Zamora (*)
No digas si!, di oui! Así recuerdo que le corregía siempre el Jefe de Policía Jacques Clouseau a su ayudante en los dibujitos de la Pantera Rosa, nunca supe bien por qué más allá de sospechar que se debía al hecho de que el inspector era francés y pretendía, con el celo habitual de los franceses, que hable en su idioma.
Los Franceses, entre otras cosas, son los que más rechazaron algunas iniciativas del gigante de Internet Google, entre ellas el proyecto de crear una gran biblioteca universal digitalizando todos los libros de ese país (y del mundo por supuesto) o el Google Noticias, un buscador de noticias donde los diarios (franceses) querían que se les pague un royalty por las visitas al ser generadores del contenido que Google lista en sus resultados y que por supuesto factura con publicidad cada vez que alguien visualiza los mismos.
El reclamo de los franceses parece ser el mismo que el de Clouseau (no digas si!, di oui!), porque en ambos casos se defiende un principio que para ellos es vital, como lo es el defender su idioma e idiosincrasia. En este caso pretenden defender lo suyo, que no venga alguien de afuera (que encima no dice oui) a querer llenarse los bolsillos sin dejarles un mísero franco.
El punto es que todo esto comenzó a languidecer cuando Google decidió pagar a los medios periodísticos de ese país por colocar links que los vincularan, algo así como 60 millones de Euros… Si, 60 millones… Suficientes como para no ofender los principios de nadie. ¿No?
Indudablemente el acuerdo, que por cierto fue firmado por su Presidente Hollande, es más que beneficioso e histórico. Hasta el momento Google se había negado a reconocerles beneficio alguno o trabajo de algún tipo a esos medios (ni a ningún otro), pero ante la presión y la gestión (les suena esa palabra… Gestión, del infinitivo gestionar, algo así como “acto o acción que debe realizar un gobernante para beneficiar a sus gobernados”). Y no confundamos, no era una cuestión de idioma sino de idiosincrasia que es más importante aún porque la idiosincrasia marca la personalidad de un pueblo, y el pueblo francés con sus gobernantes a la cabeza lograron algo que otros no: hacer valer sus derechos y beneficios.
Esto que les cuento viene a colación de algo que considero básico y fundamental: el hacerse valer, el sentir algo más que chauvinismo barato, no creernos dioses porque el Papa haya nacido en Argentina, ni pensar que podemos jugar como Messi porque nació en Santa fe, o que Holanda nos debe pleitesía por tener una Reina nacida en estos pagos; o somos genios científicos como Leloir (no tan famoso como Maradona, pero ganó un Nobel de Química) aun cuando nuestra idiosincrasia así nos lo indique… Nosotros estamos más en creer que todo es magia e impronta personal, no trabajo, estudio, constancia o pelear por nuestros derechos. No se enojen, no generalizo, pero hay un tufillo siempre que el que logra algo es porque ha tenido suerte y desde mi humilde opinión no creo que sea así.
En algunas cuestiones que juega el derecho informático sucede algo similar. Se piensa, por ejemplo, que los videos eróticos de los famosos son generados por culpa de ellos, como si no tuvieran el derecho de hacer en privado lo que se le de la gana; “Si se filmó que se embrome”, suelo escuchar; “Si apareció el video es porque quería que se conociera”, así de fácil hablamos y apuntamos con el dedo; es nuestra idiosincrasia, no cobramos 60 millones de Euros por el trabajo generado por nuestras empresas, pero sí miramos la paja en el ojo ajeno.
La verdad que desconozco si en el resto de Latinoamérica, el mundo o Francia (a quien puse de ejemplo al comienzo) se piensa similar, lo que si sé es como nos manejamos acá y, parafraseando a Quico, el vecinito del Chavo, digo “no me simpatiza”.
Nos encanta tropezarnos dos, tres, cuatro y muchas veces con la misma piedra, vemos como día a día se violan derechos, la intimidad no tiene intimidad, lo privado es público y lo público de unos pocos, pero no aprendemos, dejamos que las leyes pretendan castigar a quienes cometen hechos dañosos mediante tecnología sin darnos cuenta que no estamos preparados para buscar a esos culpables, porque es más fácil seguir señalando con el dedo a quien es víctima de una injusticia que buscar la forma de optimizar la forma de reparar la misma.
Estamos en un momento donde sería bueno que se “gestione” algo relativo a determinados derechos y empecemos a buscar en nuestra forma de ser algo que nos haga decir algo similar que lo del Inspector Clouseau a su ayudante: “No digas si! Di oui! “Pero en nuestro idioma… Se entiende.#
(*) Director del posgrado en Derecho Informático UNPSJB
Director de la Red Iberoamericana ElDerechoInformático.com