Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables. Hace exactamente 64 años nacía el Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia. Gritó. Porque era invisible. Y comenzó a andar, amándolo como se aman ciertas cosas, secretamente, entre la sombra y el alma.
Hoy, Luz y Fuerza es la voz que atraviesa esa historia, el grito que se niega a ser silencio, la mano que en la oscuridad busca otra mano y encuentra en su fuerza un refugio eterno.
Es un testimonio de la resistencia humana. La de la identidad.
En este sexagésimo cuarto aniversario se ha intentado hilvanar los recorridos que lo fueron definiendo: aquellos en los que los padres fundadores dedicaban sábados y domingos para visitar cada rincón de nuestra jurisdicción geográfica; los desvelos en los que finalmente amanecían soluciones para los afiliados; y también los proyectos de país que soñaban. Todos estos esfuerzos, desde el anonimato o con reconocimiento, fueron necesarios e irremplazables. Cada uno cumplió con una misión insoslayable y única, pasando la antorcha de mano en mano y encendiendo el corazón del Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia.
La fundación del sindicato en el año 1961, se inscribe en ese contexto político y social de nuestro país, marcado por características muy particulares. Con proscripciones, con persecuciones, despidos, cárceles y congelamiento de salarios. Sin embargo, estos esfuerzos no lograron quebrar la fidelidad de la clase trabajadora con su representación de políticas mayoritarias, esencialmente, desde los sindicatos.
Y se sabía, que debían unirse para defender sus derechos. Sabían que la solidaridad era su mejor arma, que necesitarían de un gran compromiso y que el esfuerzo personal y colectivo se volvería parte de sus vidas cotidianas. Con esas certezas y muchas incertidumbres, y confusiones dieron el primer gran paso un 21 de enero de 1961.
Como organización gremial, reafirmaron que el trabajo es una función social y por lo tanto, un deber en beneficio colectivo. El compromiso de reunir a los trabajadores que intervienen en la generación, transmisión, explotación, distribución y comercialización de energía eléctrica, a defender sus intereses económicos, sociales y profesionales y a fomentar la capacitación constante de todos sus miembros. También en el esfuerzo de mejorar las condiciones económicas, técnicas, laborales, sociales, culturales y deportivas de los afiliados y de sus familias, a través de la defensa de las leyes y del convenio colectivo de trabajo y estrechando lazos de solidaridad con otros sindicatos promoviendo la unión social para satisfacer necesidades inmediatas y asegurar un mejor porvenir del trabajador y su familia.
Este recorrido ha estado marcado por la relevancia y el compromiso de sus mujeres y hombres en la esfera política, social y sindical de Tierra del Fuego, Santa Cruz y Chubut. En cada comunidad donde hay afiliados, existe también nuestra organización gremial. Durante este tiempo, el Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia ha tomado decisiones fundamentales y ha puesto en valor discusiones clave: la defensa irrestricta de su Convenio Colectivo de Trabajo, la importancia de los recursos naturales y de las cuencas hidrográficas, el rol del Estado, y la necesidad de un desarrollo armónico de nuestras comunidades. Todo esto, en defensa de nuestros representados como asimismo de la sociedad toda.
Ese resplandor de fuegos no apagados es la síntesis de la modestia y la grandeza encerrada en una anatomía y espíritu únicos.
En este nuevo aniversario no habrá más nostalgia que fervor, pero si memoria; esa que no puede ni el tiempo. El espacio de voces, emociones, calores de cánticos y explosiones luchando para alcanzar la felicidad plena y en donde nadie le regaló la suerte.
Un nuevo comienzo
Hay hombre que vuelan solos y hacen historia y hay otros hombres que pudiendo volar solos eligen hacer volar a los demás. Como si supieran alcanzar el cielo cuando el bien es colectivo.
Y eso sucedió un 7 de septiembre de 2007, cuando el Sindicato asumió la plena autonomía en su funcionamiento y administración como entidad de primer grado al decidir mediante un Congreso Extraordinario desafilarnos de la de la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza. Este fue un nuevo comienzo, que fue una decisión de marcados sentimientos encontrados, en cuanto a la asunción de responsabilidades, que antes debían consensuarse y eran realizadas por la conducción de la entidad de segundo grado la F.A.T.L.yF. (Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza). Sin embargo, se ratificó y renovó el compromiso de continuar por el camino iniciado desde la creación de la Regional Patagónica como organización sindical de primer grado que es.
Esa continuidad se basa en la defensa de los intereses profesionales de los compañeros trabajadores y sus familias, con el objetivo de sostener las reivindicaciones y conquistas laborales basadas en los principios de igualdad y equidad social.
Y que cuando se ama en defensa propia el alma se convierte en un imán y el azar cambia de rumbo hasta levantarse contra los imposibles.
Alguna vez le pusieron un grillo a media pierna, le escondieron la paz y la sonrisa, le tuvieron las manos ocupadas; pero siguió caminando. Le taparon la boca por si acaso y le abrieron una herida en la espalda y se convirtió en más fuerte de lo que era. Cambiaron comodidad indolente por riesgo vital y encendieron sus antorchas y tomaron sus rayos para maldecir tanta oscuridad.
Por supuesto que conoció horas muertas, pero a su vez dejó una huella de belleza en cada instante; borrando lo que ya no es necesario y atesorando lo que de verdad vale.
A lo largo de estos 64 años, el Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia ha consolidado un camino de valores y objetivos que sigue vigente. Hoy, al mirar al pasado, se siente orgullo y una profunda responsabilidad por mantener vivos los principios fundacionales. La historia nos enseña de dónde venimos y nos guía hacia dónde debemos ir, resaltando la importancia de preservar la identidad que nos define y nos da sentido, manteniendo viva la memoria, visibilizarla, discutirla con las nuevas generaciones, y sobre todo, alimentar la esperanza.
Las fotos en blanco y negro impactan, por belleza artística pero más por vocación popular.
En la geografía corporal de cada uno de los afiliados está el grito colectivo en las noches turbias de una sociedad siempre al borde del colapso. Estarán los Luciano, Los Francisco, Los Héctor y Rogelios. Los juanes, “Piruchos” y los Antonios, los Rolandos. Los viejos y los nuevos. Los que ya no están, pero si en el recuerdo y los que vienen llegando con el coraje para asumir riesgos; vigor para decir la verdad y capacidad para el sacrificio.
La construcción de la historia es dinámica. Hoy, el Sindicato de Luz y Fuerza de la Patagonia asume el compromiso de continuar escribiendo ese legado, trabajando con unidad y pasión para consolidar logros, fortalecer derechos, y abrir nuevos caminos hacia una sociedad más justa y solidaria. Más libre y soberana.
En síntesis, en convertirse en guardianes de su propia historia.
Una pequeña historia
La historia se escribe, por ejemplo, en un abrazo entre amigos. En este caso reseña que corría el año 1968. El diagnóstico era demoledor: Leucemia. El niño de 3 años poseía un exceso de glóbulos blancos sobre los rojos y la información era inapelable. El miedo -en el afiliado- se reflejó en sus ojos. Y en esa ilusión inquieta de una mañana imposible apareció Luz y Fuerza. El Sindicato de Luz y Fuerza de la Patagonia. Incipiente. Evitando la desesperación muda y prendiendo bengalas ante tanta oscuridad que se avecinaba le otorgó la posibilidad de sobrevivir. Con el cisplatino. Con la esperanza. Ese mismo niño y adolescente que conoció gran parte del territorio nacional merced al Sindicato de Luz y Fuerza y su turismo social y que lo cobijó cuando arrancó sus estudios superiores en su adultez temprana. Ese -aún niño- entendió -a través de la organización sindical de su padre-, que no hay que confundir valor con precio. Y que se recuerda con la fidelidad del recién. Aquella que está asegurada por aquellos días felices de imposible olvido.
La historia, de cualquier modo, varias veces es confusa; desdoblando de a pedazos, envuelta en trapos, con ratitos de desdicha y ratitos de felicidad. Pero es la historia. La de una organización sindical que cumple 64 años de vida. Vigente. Con ella se aprende la cara de la gente, la amistad, el valor relativo de la gloria y la verdad de la poesía.
Lo demás, lo demás se trae en las células. La familia, el trabajo, los prejuicios, la esperanza, los mandatos internos y el orgullo de transformar la palabra en ley. Y en luz y fuerza.
Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables. Hace exactamente 64 años nacía el Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia. Gritó. Porque era invisible. Y comenzó a andar, amándolo como se aman ciertas cosas, secretamente, entre la sombra y el alma.
Hoy, Luz y Fuerza es la voz que atraviesa esa historia, el grito que se niega a ser silencio, la mano que en la oscuridad busca otra mano y encuentra en su fuerza un refugio eterno.
Es un testimonio de la resistencia humana. La de la identidad.
En este sexagésimo cuarto aniversario se ha intentado hilvanar los recorridos que lo fueron definiendo: aquellos en los que los padres fundadores dedicaban sábados y domingos para visitar cada rincón de nuestra jurisdicción geográfica; los desvelos en los que finalmente amanecían soluciones para los afiliados; y también los proyectos de país que soñaban. Todos estos esfuerzos, desde el anonimato o con reconocimiento, fueron necesarios e irremplazables. Cada uno cumplió con una misión insoslayable y única, pasando la antorcha de mano en mano y encendiendo el corazón del Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia.
La fundación del sindicato en el año 1961, se inscribe en ese contexto político y social de nuestro país, marcado por características muy particulares. Con proscripciones, con persecuciones, despidos, cárceles y congelamiento de salarios. Sin embargo, estos esfuerzos no lograron quebrar la fidelidad de la clase trabajadora con su representación de políticas mayoritarias, esencialmente, desde los sindicatos.
Y se sabía, que debían unirse para defender sus derechos. Sabían que la solidaridad era su mejor arma, que necesitarían de un gran compromiso y que el esfuerzo personal y colectivo se volvería parte de sus vidas cotidianas. Con esas certezas y muchas incertidumbres, y confusiones dieron el primer gran paso un 21 de enero de 1961.
Como organización gremial, reafirmaron que el trabajo es una función social y por lo tanto, un deber en beneficio colectivo. El compromiso de reunir a los trabajadores que intervienen en la generación, transmisión, explotación, distribución y comercialización de energía eléctrica, a defender sus intereses económicos, sociales y profesionales y a fomentar la capacitación constante de todos sus miembros. También en el esfuerzo de mejorar las condiciones económicas, técnicas, laborales, sociales, culturales y deportivas de los afiliados y de sus familias, a través de la defensa de las leyes y del convenio colectivo de trabajo y estrechando lazos de solidaridad con otros sindicatos promoviendo la unión social para satisfacer necesidades inmediatas y asegurar un mejor porvenir del trabajador y su familia.
Este recorrido ha estado marcado por la relevancia y el compromiso de sus mujeres y hombres en la esfera política, social y sindical de Tierra del Fuego, Santa Cruz y Chubut. En cada comunidad donde hay afiliados, existe también nuestra organización gremial. Durante este tiempo, el Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia ha tomado decisiones fundamentales y ha puesto en valor discusiones clave: la defensa irrestricta de su Convenio Colectivo de Trabajo, la importancia de los recursos naturales y de las cuencas hidrográficas, el rol del Estado, y la necesidad de un desarrollo armónico de nuestras comunidades. Todo esto, en defensa de nuestros representados como asimismo de la sociedad toda.
Ese resplandor de fuegos no apagados es la síntesis de la modestia y la grandeza encerrada en una anatomía y espíritu únicos.
En este nuevo aniversario no habrá más nostalgia que fervor, pero si memoria; esa que no puede ni el tiempo. El espacio de voces, emociones, calores de cánticos y explosiones luchando para alcanzar la felicidad plena y en donde nadie le regaló la suerte.
Un nuevo comienzo
Hay hombre que vuelan solos y hacen historia y hay otros hombres que pudiendo volar solos eligen hacer volar a los demás. Como si supieran alcanzar el cielo cuando el bien es colectivo.
Y eso sucedió un 7 de septiembre de 2007, cuando el Sindicato asumió la plena autonomía en su funcionamiento y administración como entidad de primer grado al decidir mediante un Congreso Extraordinario desafilarnos de la de la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza. Este fue un nuevo comienzo, que fue una decisión de marcados sentimientos encontrados, en cuanto a la asunción de responsabilidades, que antes debían consensuarse y eran realizadas por la conducción de la entidad de segundo grado la F.A.T.L.yF. (Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza). Sin embargo, se ratificó y renovó el compromiso de continuar por el camino iniciado desde la creación de la Regional Patagónica como organización sindical de primer grado que es.
Esa continuidad se basa en la defensa de los intereses profesionales de los compañeros trabajadores y sus familias, con el objetivo de sostener las reivindicaciones y conquistas laborales basadas en los principios de igualdad y equidad social.
Y que cuando se ama en defensa propia el alma se convierte en un imán y el azar cambia de rumbo hasta levantarse contra los imposibles.
Alguna vez le pusieron un grillo a media pierna, le escondieron la paz y la sonrisa, le tuvieron las manos ocupadas; pero siguió caminando. Le taparon la boca por si acaso y le abrieron una herida en la espalda y se convirtió en más fuerte de lo que era. Cambiaron comodidad indolente por riesgo vital y encendieron sus antorchas y tomaron sus rayos para maldecir tanta oscuridad.
Por supuesto que conoció horas muertas, pero a su vez dejó una huella de belleza en cada instante; borrando lo que ya no es necesario y atesorando lo que de verdad vale.
A lo largo de estos 64 años, el Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia ha consolidado un camino de valores y objetivos que sigue vigente. Hoy, al mirar al pasado, se siente orgullo y una profunda responsabilidad por mantener vivos los principios fundacionales. La historia nos enseña de dónde venimos y nos guía hacia dónde debemos ir, resaltando la importancia de preservar la identidad que nos define y nos da sentido, manteniendo viva la memoria, visibilizarla, discutirla con las nuevas generaciones, y sobre todo, alimentar la esperanza.
Las fotos en blanco y negro impactan, por belleza artística pero más por vocación popular.
En la geografía corporal de cada uno de los afiliados está el grito colectivo en las noches turbias de una sociedad siempre al borde del colapso. Estarán los Luciano, Los Francisco, Los Héctor y Rogelios. Los juanes, “Piruchos” y los Antonios, los Rolandos. Los viejos y los nuevos. Los que ya no están, pero si en el recuerdo y los que vienen llegando con el coraje para asumir riesgos; vigor para decir la verdad y capacidad para el sacrificio.
La construcción de la historia es dinámica. Hoy, el Sindicato de Luz y Fuerza de la Patagonia asume el compromiso de continuar escribiendo ese legado, trabajando con unidad y pasión para consolidar logros, fortalecer derechos, y abrir nuevos caminos hacia una sociedad más justa y solidaria. Más libre y soberana.
En síntesis, en convertirse en guardianes de su propia historia.
Una pequeña historia
La historia se escribe, por ejemplo, en un abrazo entre amigos. En este caso reseña que corría el año 1968. El diagnóstico era demoledor: Leucemia. El niño de 3 años poseía un exceso de glóbulos blancos sobre los rojos y la información era inapelable. El miedo -en el afiliado- se reflejó en sus ojos. Y en esa ilusión inquieta de una mañana imposible apareció Luz y Fuerza. El Sindicato de Luz y Fuerza de la Patagonia. Incipiente. Evitando la desesperación muda y prendiendo bengalas ante tanta oscuridad que se avecinaba le otorgó la posibilidad de sobrevivir. Con el cisplatino. Con la esperanza. Ese mismo niño y adolescente que conoció gran parte del territorio nacional merced al Sindicato de Luz y Fuerza y su turismo social y que lo cobijó cuando arrancó sus estudios superiores en su adultez temprana. Ese -aún niño- entendió -a través de la organización sindical de su padre-, que no hay que confundir valor con precio. Y que se recuerda con la fidelidad del recién. Aquella que está asegurada por aquellos días felices de imposible olvido.
La historia, de cualquier modo, varias veces es confusa; desdoblando de a pedazos, envuelta en trapos, con ratitos de desdicha y ratitos de felicidad. Pero es la historia. La de una organización sindical que cumple 64 años de vida. Vigente. Con ella se aprende la cara de la gente, la amistad, el valor relativo de la gloria y la verdad de la poesía.
Lo demás, lo demás se trae en las células. La familia, el trabajo, los prejuicios, la esperanza, los mandatos internos y el orgullo de transformar la palabra en ley. Y en luz y fuerza.