Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
Fue a fines de la década del 50 y comienzos de la del 60 del siglo XX cuando la flamante provincia del Chubut se convirtió en un escenario impensado y poco conocido a través del tiempo. El territorio provincial gobernado por Jorge Galina se vio envuelto en una situación donde submarinos no identificados y presuntamente de una potencia extranjera o de la legendaria organización Odessa recorrieron sus costas.
Tanto fue lo dramático del episodio que hasta el propio presidente Arturo Frondizi lo hizo público y cuyo tratamiento mediático fue denominado “Los submarinos de Frondizi”.
Es que el primer mandatario nacional ordenó el 11 de febrero de 1960 un ataque contra esos OSNI (acrónimo de Objeto Sumergible No Identificados) que se los detectó en las aguas del Golfo Nuevo. Para ello, utilizó una fuerza de 13 buques y 40 aviones. Obviamente, con el generoso apoyo de los Estados Unidos, lo que abrió otra especulación: generar el pretexto para un acuerdo comercial, en este caso, armamentístico y autorizar a la US Navy a circular por las aguas territoriales argentinas.
Si bien nunca fueron hallados ni tampoco Estado alguno se hizo cargo, según especulaciones de la época, se trataba de naves soviéticas, aunque otra teoría (menos difundida) versaba sobre submarinos del tipo XXI, construidos por Alemania hacia finales de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar del ataque, no se reportaron hundimientos o averías de los submarinos, independientemente que se desplegaran tropas de infantería en toda la costa del golfo, temiendo que el submarino emergiera y que sus tripulantes desembarcaran; en un hecho que nunca sucedió.
El caso tuvo gran trascendencia nacional. Los periódicos argentinos de mayor tirada publicaban frecuentes reportes con las últimas noticias sobre los misteriosos submarinos;? e incluso llamó la atención de algunos medios españoles y como corresponde, Jornada lo cubrió profusamente.
Antecedentes
Sin embargo, la historia no se circunscribió a lo sucedido a principios de 1960. El 22 de mayo de 1958, casi dos meses después de asumir, el presidente Arturo Frondizi reconoció la presencia de un sumergible no identificado en la costa patagónica, al noroeste de Bahía Cracker. La Fuerza Aérea y la Armada desataron un ataque, pero el presunto navío logró huir.
"La Fuerza Aérea y la Marina desataron un incesante ataque, pero evidentemente el navío logro huir”, declaró el primer mandatario nacional por ese entonces. Ya era inocultable.
La segunda incursión aconteció en octubre de 1959, a la altura de Comodoro Rivadavia; cuando debieron actuar la Fragata ARA "Heroína" y una flotilla de recién estrenados aviones "Neptune", de la Marina.
Pero, el 23 de febrero de 1960, jóvenes cadetes a bordo de cuatro naves de instrucción navegaban por el Golfo Nuevo, cuando los tripulantes distinguieron un navío imposible de identificar que navegaba en una zona frecuentada por la Armada Argentina para sus maniobras de entrenamiento.
El objeto no identificado se encontraba sumergido a 150 metros de profundidad. Hidroaviones de las bases de Puerto Belgrano y Mar del Plata despegaron y lanzaron bombas en el sitio. El destructor ARA Cervantes y los patrulleros ARA King y ARA Murature colocaron minas submarinas a lo largo de la entrada del golfo para prevenir cualquier intento de desembarco y se desplegaron unidades de infantería con el mismo propósito; por la noche, se lanzaron bengalas y se utilizaron reflectores.
Los primeros informes sostenían que se había dañado a la nave intrusa, pero luego fue evidente que había escapado; lo que llevó a especular que se trataba de un submarino nuclear. En algunas versiones del hecho se informa sobre dos submarinos, uno de los cuales había logrado escapar, mientras que el otro permaneció sumergido e inmóvil en las profundidades del golfo como consecuencia de los ataques de buques argentinos.
El 15 de febrero el submarino desapareció de las pantallas de sonar sin dejar rastro. La Armada Argentina confirmó que el 20 de febrero se lo detectó de nuevo, se preparó una ofensiva total, en la que se emplearon modernos armamentos estadounidenses. Se lanzaron varios torpedos de guía electrónica, pero ninguno dio en el blanco. Los aviones atacaron con torpedos dirigidos por sonar, de nuevo sin ningún resultado.
Dos días después, un comunicado de la Armada declaró que “las aguas del Golfo Nuevo fueron cuidadosamente cribadas en los días 21 y 22 de febrero, sin que se estableciera contacto con submarinos incursores, lo que sugiere que hayan podido escapar”.
Lo que nadie esperaba se transformó en una impresionante "cacería" que se extendió por espacio de 27 días. Las naves submarinas detectadas eran presuntamente soviéticas y la fuerza naval local también recibió la advertencia de parte de la inteligencia de los Estados Unidos. Argentina podría transformarse en impensado escenario de una nueva clase de guerra entre quienes se repartían las decisiones del Nuevo Orden Mundial.
La Marina de los Estados Unidos no dudó ni un instante y envió a un grupo de expertos que se sumaron al operativo para dar caza a los supuestos submarinos rusos. A las 9:10 horas de aquel 30 de enero de 1960 empezó la pesadilla al confirmarse que tras varios intentos de lograr su identificación, las naves submarinas desconocidas hacían oídos sordos ante las autoridades navales argentinas en aguas interiores del Golfo Nuevo. Así se activó la frenética persecución, que estuvo a cargo de dos patrulleros, el ARA "Murature" y el ARA "King".
Pese a la premura y la colaboración de los estadounidenses, los visitantes sortearon el cerco presentado. Se trataba de submarinos de alta tecnología, del tipo Zulu. De ese modo los intrusos lograron salir de las aguas jurisdiccionales, más allá de las 12 millas náuticas de la costa patagónica, con lo cual se dio por terminada la persecución. Pero lejos estaba todo de terminar, ya que durante esa noche mientras la Armada Argentina regresaba con proa a Puerto Madryn, se detectó una vez más a otra nave submarina invasora.
Las informaciones navales indicaron que la presencia consistía en dos submarinos, uno de los cuales aparentemente estaba averiado, mientras que el otro había llegado en su ayuda. Otra versión echada a correr sostenía que la avería en uno de los submarinos se había producido debido a los ataques argentinos.
El operativo se retomó de inmediato y fueron puestas a servicio otras unidades, como un avión Martin Mariner, algunos destructores e incluso el portaaviones ARA "Independencia". Las acciones aumentaron en riesgo e intensidad, hasta el punto de haberse lanzado al mar cargas de profundidad y torpedos inteligentes con el objetivo de destruir las naves furtivas que siguieron sin responder al pedido de identificación de parte de las autoridades navales argentinas.
Al complicado estado de cosas se sumó Constantine Kourin, el agregado militar soviético en Buenos Aires, quien como era de esperarse rechazó de plano la versión que indicaba que las naves eran de su país; tras lo cual el Viceprimer Ministro ruso, Anastas Mikoyan, que estaba en visita oficial en Cuba declaró: "Lo único que van a matar es un montón de peces”. Todo se pretendió dar por terminado con la declaración formal del gobierno soviético, desde donde se negó que hubiera submarinos suyos en el Golfo Nuevo.
Luego de 27 días de febriles estrategias, largas persecuciones e inútiles intentos por detener el andar de esos submarinos en aguas jurisdiccionales argentinas con intenciones nunca jamás aclaradas, se dio por terminado el curioso incidente en el marco de la Guerra Fría.
Finalmente, el 25 de febrero la Armada dio por terminada la búsqueda de submarinos en el Golfo Nuevo. En ningún momento los mandos militares permitieron a los periodistas acceder al lugar, tampoco sobrevolar el golfo.
Hipótesis
Desde el comienzo de los acontecimientos, existieron diversas interpretaciones de los mismos; a saber: una “cortina de humo” para desviar la atención pública de otros temas más sensibles. Una operación montada por la Armada para justificar la compra de armamento a los Estados Unidos. Posibles submarinos de origen soviético que estarían en busca de tesoros nazis, supuestamente escondidos en la Patagonia. Un submarino británico, hipótesis que el embajador del Reino Unido en la Argentina calificó como “imposible”. Un submarino hundido en el golfo, el cual fue movido por las corrientes marinas de la zona, primero y por las bombas después; incluso pudo haber existido alguna explosión que lo llevara a flote hasta mostrar su torreta. O uno o varios submarinos alemanes que llevaban a jerarcas nazis para esconderlos en la Patagonia andina. En el tren de las especulaciones, hubo un variopinto abanico.
Y todo salió a la luz un 30 de enero de 1960, cuando Argentina estuvo a punto de convertirse en escenario de un enfrentamiento bélico entre Estados Unidos y la Unión Soviética enmarcados en aquel mundo inequívocamente bipolar.
Las portadas de los diarios reflejaron el tema y se hicieron eco de lo que se vivía frente a las costas de Chubut que había entrado al mundo. No de la mejor manera.
Mientras tanto se informaba que era cuestión de horas la caída de Fidel Castro en Cuba; como si lo fue la del líder congoleño Patrice Lumumba por el colonialismo belga y se mataba Albert Camus en un accidente automovilístico. También se inauguraba Brasilia, concebida por los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer; fuente inspiracional de los edificios del ISSyS, del Consejo de Educación (hoy Ministerio) y de la Legislatura chubutense.Fuentes: Diario Jornada, diario Clarín, Wikipedia y elSnorkel.com.
Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
Fue a fines de la década del 50 y comienzos de la del 60 del siglo XX cuando la flamante provincia del Chubut se convirtió en un escenario impensado y poco conocido a través del tiempo. El territorio provincial gobernado por Jorge Galina se vio envuelto en una situación donde submarinos no identificados y presuntamente de una potencia extranjera o de la legendaria organización Odessa recorrieron sus costas.
Tanto fue lo dramático del episodio que hasta el propio presidente Arturo Frondizi lo hizo público y cuyo tratamiento mediático fue denominado “Los submarinos de Frondizi”.
Es que el primer mandatario nacional ordenó el 11 de febrero de 1960 un ataque contra esos OSNI (acrónimo de Objeto Sumergible No Identificados) que se los detectó en las aguas del Golfo Nuevo. Para ello, utilizó una fuerza de 13 buques y 40 aviones. Obviamente, con el generoso apoyo de los Estados Unidos, lo que abrió otra especulación: generar el pretexto para un acuerdo comercial, en este caso, armamentístico y autorizar a la US Navy a circular por las aguas territoriales argentinas.
Si bien nunca fueron hallados ni tampoco Estado alguno se hizo cargo, según especulaciones de la época, se trataba de naves soviéticas, aunque otra teoría (menos difundida) versaba sobre submarinos del tipo XXI, construidos por Alemania hacia finales de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar del ataque, no se reportaron hundimientos o averías de los submarinos, independientemente que se desplegaran tropas de infantería en toda la costa del golfo, temiendo que el submarino emergiera y que sus tripulantes desembarcaran; en un hecho que nunca sucedió.
El caso tuvo gran trascendencia nacional. Los periódicos argentinos de mayor tirada publicaban frecuentes reportes con las últimas noticias sobre los misteriosos submarinos;? e incluso llamó la atención de algunos medios españoles y como corresponde, Jornada lo cubrió profusamente.
Antecedentes
Sin embargo, la historia no se circunscribió a lo sucedido a principios de 1960. El 22 de mayo de 1958, casi dos meses después de asumir, el presidente Arturo Frondizi reconoció la presencia de un sumergible no identificado en la costa patagónica, al noroeste de Bahía Cracker. La Fuerza Aérea y la Armada desataron un ataque, pero el presunto navío logró huir.
"La Fuerza Aérea y la Marina desataron un incesante ataque, pero evidentemente el navío logro huir”, declaró el primer mandatario nacional por ese entonces. Ya era inocultable.
La segunda incursión aconteció en octubre de 1959, a la altura de Comodoro Rivadavia; cuando debieron actuar la Fragata ARA "Heroína" y una flotilla de recién estrenados aviones "Neptune", de la Marina.
Pero, el 23 de febrero de 1960, jóvenes cadetes a bordo de cuatro naves de instrucción navegaban por el Golfo Nuevo, cuando los tripulantes distinguieron un navío imposible de identificar que navegaba en una zona frecuentada por la Armada Argentina para sus maniobras de entrenamiento.
El objeto no identificado se encontraba sumergido a 150 metros de profundidad. Hidroaviones de las bases de Puerto Belgrano y Mar del Plata despegaron y lanzaron bombas en el sitio. El destructor ARA Cervantes y los patrulleros ARA King y ARA Murature colocaron minas submarinas a lo largo de la entrada del golfo para prevenir cualquier intento de desembarco y se desplegaron unidades de infantería con el mismo propósito; por la noche, se lanzaron bengalas y se utilizaron reflectores.
Los primeros informes sostenían que se había dañado a la nave intrusa, pero luego fue evidente que había escapado; lo que llevó a especular que se trataba de un submarino nuclear. En algunas versiones del hecho se informa sobre dos submarinos, uno de los cuales había logrado escapar, mientras que el otro permaneció sumergido e inmóvil en las profundidades del golfo como consecuencia de los ataques de buques argentinos.
El 15 de febrero el submarino desapareció de las pantallas de sonar sin dejar rastro. La Armada Argentina confirmó que el 20 de febrero se lo detectó de nuevo, se preparó una ofensiva total, en la que se emplearon modernos armamentos estadounidenses. Se lanzaron varios torpedos de guía electrónica, pero ninguno dio en el blanco. Los aviones atacaron con torpedos dirigidos por sonar, de nuevo sin ningún resultado.
Dos días después, un comunicado de la Armada declaró que “las aguas del Golfo Nuevo fueron cuidadosamente cribadas en los días 21 y 22 de febrero, sin que se estableciera contacto con submarinos incursores, lo que sugiere que hayan podido escapar”.
Lo que nadie esperaba se transformó en una impresionante "cacería" que se extendió por espacio de 27 días. Las naves submarinas detectadas eran presuntamente soviéticas y la fuerza naval local también recibió la advertencia de parte de la inteligencia de los Estados Unidos. Argentina podría transformarse en impensado escenario de una nueva clase de guerra entre quienes se repartían las decisiones del Nuevo Orden Mundial.
La Marina de los Estados Unidos no dudó ni un instante y envió a un grupo de expertos que se sumaron al operativo para dar caza a los supuestos submarinos rusos. A las 9:10 horas de aquel 30 de enero de 1960 empezó la pesadilla al confirmarse que tras varios intentos de lograr su identificación, las naves submarinas desconocidas hacían oídos sordos ante las autoridades navales argentinas en aguas interiores del Golfo Nuevo. Así se activó la frenética persecución, que estuvo a cargo de dos patrulleros, el ARA "Murature" y el ARA "King".
Pese a la premura y la colaboración de los estadounidenses, los visitantes sortearon el cerco presentado. Se trataba de submarinos de alta tecnología, del tipo Zulu. De ese modo los intrusos lograron salir de las aguas jurisdiccionales, más allá de las 12 millas náuticas de la costa patagónica, con lo cual se dio por terminada la persecución. Pero lejos estaba todo de terminar, ya que durante esa noche mientras la Armada Argentina regresaba con proa a Puerto Madryn, se detectó una vez más a otra nave submarina invasora.
Las informaciones navales indicaron que la presencia consistía en dos submarinos, uno de los cuales aparentemente estaba averiado, mientras que el otro había llegado en su ayuda. Otra versión echada a correr sostenía que la avería en uno de los submarinos se había producido debido a los ataques argentinos.
El operativo se retomó de inmediato y fueron puestas a servicio otras unidades, como un avión Martin Mariner, algunos destructores e incluso el portaaviones ARA "Independencia". Las acciones aumentaron en riesgo e intensidad, hasta el punto de haberse lanzado al mar cargas de profundidad y torpedos inteligentes con el objetivo de destruir las naves furtivas que siguieron sin responder al pedido de identificación de parte de las autoridades navales argentinas.
Al complicado estado de cosas se sumó Constantine Kourin, el agregado militar soviético en Buenos Aires, quien como era de esperarse rechazó de plano la versión que indicaba que las naves eran de su país; tras lo cual el Viceprimer Ministro ruso, Anastas Mikoyan, que estaba en visita oficial en Cuba declaró: "Lo único que van a matar es un montón de peces”. Todo se pretendió dar por terminado con la declaración formal del gobierno soviético, desde donde se negó que hubiera submarinos suyos en el Golfo Nuevo.
Luego de 27 días de febriles estrategias, largas persecuciones e inútiles intentos por detener el andar de esos submarinos en aguas jurisdiccionales argentinas con intenciones nunca jamás aclaradas, se dio por terminado el curioso incidente en el marco de la Guerra Fría.
Finalmente, el 25 de febrero la Armada dio por terminada la búsqueda de submarinos en el Golfo Nuevo. En ningún momento los mandos militares permitieron a los periodistas acceder al lugar, tampoco sobrevolar el golfo.
Hipótesis
Desde el comienzo de los acontecimientos, existieron diversas interpretaciones de los mismos; a saber: una “cortina de humo” para desviar la atención pública de otros temas más sensibles. Una operación montada por la Armada para justificar la compra de armamento a los Estados Unidos. Posibles submarinos de origen soviético que estarían en busca de tesoros nazis, supuestamente escondidos en la Patagonia. Un submarino británico, hipótesis que el embajador del Reino Unido en la Argentina calificó como “imposible”. Un submarino hundido en el golfo, el cual fue movido por las corrientes marinas de la zona, primero y por las bombas después; incluso pudo haber existido alguna explosión que lo llevara a flote hasta mostrar su torreta. O uno o varios submarinos alemanes que llevaban a jerarcas nazis para esconderlos en la Patagonia andina. En el tren de las especulaciones, hubo un variopinto abanico.
Y todo salió a la luz un 30 de enero de 1960, cuando Argentina estuvo a punto de convertirse en escenario de un enfrentamiento bélico entre Estados Unidos y la Unión Soviética enmarcados en aquel mundo inequívocamente bipolar.
Las portadas de los diarios reflejaron el tema y se hicieron eco de lo que se vivía frente a las costas de Chubut que había entrado al mundo. No de la mejor manera.
Mientras tanto se informaba que era cuestión de horas la caída de Fidel Castro en Cuba; como si lo fue la del líder congoleño Patrice Lumumba por el colonialismo belga y se mataba Albert Camus en un accidente automovilístico. También se inauguraba Brasilia, concebida por los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer; fuente inspiracional de los edificios del ISSyS, del Consejo de Educación (hoy Ministerio) y de la Legislatura chubutense.Fuentes: Diario Jornada, diario Clarín, Wikipedia y elSnorkel.com.