Miel hecha en Río Mayo busca “poner en un frasco” el sabor de la región e incentivar su consumo

Juan José Fernández entiende a la apicultura como un “motor” de la alimentación. Propone miel hecha en Río Mayo, con un sabor que identifica la floración autóctona. En el inicio de la semana de la miel, buscan incentivar éste consumo con múltiples beneficios para la salud.

Juan José Fernández es un impulsor de la apicultura.
19 MAY 2024 - 19:05 | Actualizado 19 MAY 2024 - 19:11

Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twiter: @IsmaTebes

No se trata simplemente de la extracción de miel, sino de un recurso alimenticio y de salud. Juan José Fernández es un impulsor de la apicultura junto a Gustavo Lavia en una chacra que costea el Río Mayo. En el establecimiento “Don Tito”, la naturaleza es prolífica a pesar del escaso desarrollo de la agricultura. Las abejas, protagonistas y “polinizadoras” centrales suelen nutrirse de las plantas frutales y de especies autóctonas como el calafate, el sauce y pasturas como los conocidos “Lengua de fuego” y “Diente de león”. El aporte silvestre termina sumándole valor a la miel made in meseta. “La zona es “limpia” ya que no se utilizan pesticidas, germicidas o algún otro producto con contenido químico que es lo que está matando a las abejas en todo el mundo”.

Fernández denomina “familia” o colmena a un grupo de aproximadamente 80 a 100 mil abejas y actualmente dispone de 40 como un hobbie al que le destina recursos y pasión para “poner en un frasco el sabor de Río Mayo” como parte de una identidad a construir. “Somos pequeños productores y tenemos ese registro. Yo además de la apicultura soy empleado estatal y trabajo en la Dirección de Servicios Públicos”.
“La miel es muy rica y los comentarios de quienes la han probado, siempre es el mismo. Me considero un gran consumidor de miel y me parece riquísima. Cada región tiene sus flores y particularidades, eso hace que varíen los gustos y sabores. La nuestra es multifloral y eso le da otra valorización. En Trevelin, por ejemplo, pueden diversificar la miel por pastura y la van “saborizando”. Acá tenemos mucho sauce y eso genera un gusto distintivo”.

En términos de producción se alcanzó un máximo de ciento sesenta kilos y cada colmena garantiza un rinde de entre diez y quince kilos. “Yo siempre tengo que dejarle parte de la miel a las abejas, no le puedo sacar todo. Lo que hacemos es incentivarlas para que produzcan más. No le gustan los espacios vacíos. Nuestra zona no es apícola, se saca siempre menos miel que en el norte. En el país se producen 70 mil kilos al año cuya gran parte se exporta a granel porque Argentina no consume y no la tiene en su dieta. Apenas se alcanzan los 200 gramos al año cuando en Japón o Alemania se llega a consumir tres kilos”. El país es el tercer productor mundial y se estima que hay 130 millones de colmenas en proceso de producción. “Las abejas se están muriendo por las prácticas del hombre y los monocultivos. Y están más seguras en las plazas de las ciudades que en el campo”. Requieren agua y pastura variada para “hacer el trabajo” que además responde a una aceitada organización. “La abeja es un ser social acostumbrado a vivir en comunidad; trabajan en equipo, nunca abandonan la colmena mientras haya una reina y crías. Viven cuarenta y cinco días y en ese lapso, cada una produce miel en el orden de una cucharadita y media de té. Veintiún días trabaja dentro de la colmena cumpliendo distintos roles y termina siendo la que vuela en el exterior. Una abeja aporta muchísimo más de lo que va a consumir en su vida”.

“La reina –explicó- se compra como tal en distintas cabañas y tiene un promedio de vida de dos a cinco años. Pone entre mil quinientos y dos mil huevos por día. Se la va renovando cuando empieza a perder “postura” y al ser débil, la colmena no se desarrolla. Se cambia o se deja que las propias abejas generen su reina. Un zángano vive noventa días y en general, las abejas hibernan y se mueren generalmente porque se desgastan sus alas de tanto volar”.

“Cuando –dijo Fernández- se entra a un supermercado hay que tomar conciencia que el 40 por ciento de lo que se ofrece, es derivado de la abeja y sin ella, no hay producción de alimentos. Es un “madurador” natural de las flores y parte de complejos procesos biológicos. Sin la intervención de éste insecto, los bulbos no se polinizan”, valorizó.

En el comienzo de una semana temática bajo la consigna “Más miel todo el año” se fomenta el consumo del producto. “De la apicultura no solamente surge la miel sino también el propóleo; el polen sino la apitoxina y la cría de abejas propiamente dicha como subactividad”. Desde su marca “Apijhon”, aspira a incentivar a otras personas a volcarse a la actividad. “Mi fin no es comercial. Si pudiera triplicar la cantidad de colmenas, lo haría con gusto. Hoy ni siquiera se pueden cubrir los costos y nada es rentable. Por eso disfruto lo que hago, poder comunicarlo y venderle la miel a conocidos, familia y en especial a los que me decían que no se podía hacer”.

Juan José Fernández es un impulsor de la apicultura.
19 MAY 2024 - 19:05

Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twiter: @IsmaTebes

No se trata simplemente de la extracción de miel, sino de un recurso alimenticio y de salud. Juan José Fernández es un impulsor de la apicultura junto a Gustavo Lavia en una chacra que costea el Río Mayo. En el establecimiento “Don Tito”, la naturaleza es prolífica a pesar del escaso desarrollo de la agricultura. Las abejas, protagonistas y “polinizadoras” centrales suelen nutrirse de las plantas frutales y de especies autóctonas como el calafate, el sauce y pasturas como los conocidos “Lengua de fuego” y “Diente de león”. El aporte silvestre termina sumándole valor a la miel made in meseta. “La zona es “limpia” ya que no se utilizan pesticidas, germicidas o algún otro producto con contenido químico que es lo que está matando a las abejas en todo el mundo”.

Fernández denomina “familia” o colmena a un grupo de aproximadamente 80 a 100 mil abejas y actualmente dispone de 40 como un hobbie al que le destina recursos y pasión para “poner en un frasco el sabor de Río Mayo” como parte de una identidad a construir. “Somos pequeños productores y tenemos ese registro. Yo además de la apicultura soy empleado estatal y trabajo en la Dirección de Servicios Públicos”.
“La miel es muy rica y los comentarios de quienes la han probado, siempre es el mismo. Me considero un gran consumidor de miel y me parece riquísima. Cada región tiene sus flores y particularidades, eso hace que varíen los gustos y sabores. La nuestra es multifloral y eso le da otra valorización. En Trevelin, por ejemplo, pueden diversificar la miel por pastura y la van “saborizando”. Acá tenemos mucho sauce y eso genera un gusto distintivo”.

En términos de producción se alcanzó un máximo de ciento sesenta kilos y cada colmena garantiza un rinde de entre diez y quince kilos. “Yo siempre tengo que dejarle parte de la miel a las abejas, no le puedo sacar todo. Lo que hacemos es incentivarlas para que produzcan más. No le gustan los espacios vacíos. Nuestra zona no es apícola, se saca siempre menos miel que en el norte. En el país se producen 70 mil kilos al año cuya gran parte se exporta a granel porque Argentina no consume y no la tiene en su dieta. Apenas se alcanzan los 200 gramos al año cuando en Japón o Alemania se llega a consumir tres kilos”. El país es el tercer productor mundial y se estima que hay 130 millones de colmenas en proceso de producción. “Las abejas se están muriendo por las prácticas del hombre y los monocultivos. Y están más seguras en las plazas de las ciudades que en el campo”. Requieren agua y pastura variada para “hacer el trabajo” que además responde a una aceitada organización. “La abeja es un ser social acostumbrado a vivir en comunidad; trabajan en equipo, nunca abandonan la colmena mientras haya una reina y crías. Viven cuarenta y cinco días y en ese lapso, cada una produce miel en el orden de una cucharadita y media de té. Veintiún días trabaja dentro de la colmena cumpliendo distintos roles y termina siendo la que vuela en el exterior. Una abeja aporta muchísimo más de lo que va a consumir en su vida”.

“La reina –explicó- se compra como tal en distintas cabañas y tiene un promedio de vida de dos a cinco años. Pone entre mil quinientos y dos mil huevos por día. Se la va renovando cuando empieza a perder “postura” y al ser débil, la colmena no se desarrolla. Se cambia o se deja que las propias abejas generen su reina. Un zángano vive noventa días y en general, las abejas hibernan y se mueren generalmente porque se desgastan sus alas de tanto volar”.

“Cuando –dijo Fernández- se entra a un supermercado hay que tomar conciencia que el 40 por ciento de lo que se ofrece, es derivado de la abeja y sin ella, no hay producción de alimentos. Es un “madurador” natural de las flores y parte de complejos procesos biológicos. Sin la intervención de éste insecto, los bulbos no se polinizan”, valorizó.

En el comienzo de una semana temática bajo la consigna “Más miel todo el año” se fomenta el consumo del producto. “De la apicultura no solamente surge la miel sino también el propóleo; el polen sino la apitoxina y la cría de abejas propiamente dicha como subactividad”. Desde su marca “Apijhon”, aspira a incentivar a otras personas a volcarse a la actividad. “Mi fin no es comercial. Si pudiera triplicar la cantidad de colmenas, lo haría con gusto. Hoy ni siquiera se pueden cubrir los costos y nada es rentable. Por eso disfruto lo que hago, poder comunicarlo y venderle la miel a conocidos, familia y en especial a los que me decían que no se podía hacer”.