Por Ismael Tebes
REDACCIÓN JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twiter: @IsmaTebes
“Siento que todas las respuestas científicas están en la Antártida”, Micaela Anahí Díaz anhela volver a un territorio donde fue feliz y donde focaliza los próximos cuatro años de su vida. Vivió durante un año y dos meses en la Base “Esperanza” y ahora espera regresar siendo investigadora científica.
La profesional nacida en Tandil pero formada en la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” realizó su tesis "Estructura y dinámica de los componentes microbianos en charcas antárticas (Punta Cierva) y su relación con los factores ambientales" en el Instituto Tecnológico de Chascomús y fue seleccionada para realizar una beca doctoral en ciencias ambientales sobre el desarrollo de metodologías para la determinación de sustancias biológicamente activas y su distribución en el ambiente antártico, así como en organismos seleccionados como biomarcadores, una misión a través del Instituto Antártico Argentino y el Instituto de Ingeniería e Investigación de la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires.
“La Antártida, es como una zona cero y un laboratorio perfecto para ser estudiado. No tiene perturbación y por ende, es la naturaleza pura en condiciones totalmente extremas. Los microorganismos de ahí resistían eso y se desarrollaban con cambios y adaptaciones inclusive conformando filamentos ante la radiación ultravioleta. Siento que en la Antártida pueden estar todas las respuestas”, resaltó Micaela quien revalorizó la soberanía argentina. Para mí eso es muy importante. Debería ser algo de lo que se hable mucho más porque inclusive ya es ley el mapa bicontinental en el que Ushuaia es la mitad del país. La historia antártica es muy rica y es un honor para mí ser parte de la comunidad científica en éste lugar”, precisó en alusión a la iniciativa de representar a la Antártida ya no como un "triángulo" sino en su real proporción respecto al continente.
Micaela vivió un año y dos meses en la Base Esperanza junto a sus padres y hermanos siendo parte de una Campaña Antártica. Con solo ocho años reconoce que éste espacio, la “marcó” definitivamente como un universo afectivo, matizado con postales familiares. “La meteorología es la que manda. Mi papá era suboficial del Ejército Argentino y trabajaba en el área de Comunicaciones”.
“Yo estaba en tercer grado, fui a la Escuela 38 con distintos rangos de edad lo que después me favoreció. Cantábamos el Himno y Aurora muy temprano y por la tarde, si el día lo permitía salíamos a distraernos. Éramos 54 personas y nos hacíamos amigos de todos. Hasta nos hicieron una tabla de snowboard, andábamos en sky y no había tiempo para aburrirse. Detrás de la base había una pingüinera y leía cosas en una radio que nos permitía comunicarnos con el mundo”.
El regreso, si los procesos y las evaluaciones lo permiten, sería el año próximo y a la base Carlini, una estación dotada de equipamiento y tecnología para el estudio de la biología costera y terrestre, la oceonografía, geografía y glaciología. “La proporción de nieve ahora es mucho menor, producto del cambio climático y del aumento de las precipitaciones. La oportunidad y el deseo ferviente de ir para hacer ciencia, es para poder comunicárselo a otras personas. Con el conocimiento que adquirí podría contribuir a generar un cambio más grande o ser parte de quienes impulsen ese proceso”, describe.
En cuanto a su tarea específica en el Continente Blanco, Micaela Díaz, becada por el Fondo para Investigación Científica y Tecnológica, será parte de un proyecto de detección de compuestos aines en ecosistemas antárticos. “Derivan de antibióticos y antiinflamatorios que tras ser utilizados, se sellan y no son trazados, se liberan al ecosistema terrestre y acuático generando una fuerte afectación. Se busca una alternativa que tenga el mismo efecto en la dotación pero que no impacte en el ecosistema”.
Desde la Universidad de San Martín, Micaela reconoce que el objetivo “Antártida” la obsesiona, al punto de mudarse y hasta postergar proyectos de familia. “Estoy acá, dejé todo y me vine a vivir. Cambié mi vida ciento ochenta grados en menos de un mes. Mi esposo renunció a sus dos trabajos para acompañarme. Después de cuatro años retomaremos nuestra vida en Comodoro. Terminar el doctorado con éxito y volver cuando la investigación se haya concluído con espacio para seguir desarrollándose; me daría lugar para desenvolverme en la Universidad como docente y seguir instruyendo a los alumnos. Me encantará incentivarlos, acompañarlos y demostrarles desde mi experiencia, que se puede”.
Por Ismael Tebes
REDACCIÓN JORNADA
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“Siento que todas las respuestas científicas están en la Antártida”, Micaela Anahí Díaz anhela volver a un territorio donde fue feliz y donde focaliza los próximos cuatro años de su vida. Vivió durante un año y dos meses en la Base “Esperanza” y ahora espera regresar siendo investigadora científica.
La profesional nacida en Tandil pero formada en la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” realizó su tesis "Estructura y dinámica de los componentes microbianos en charcas antárticas (Punta Cierva) y su relación con los factores ambientales" en el Instituto Tecnológico de Chascomús y fue seleccionada para realizar una beca doctoral en ciencias ambientales sobre el desarrollo de metodologías para la determinación de sustancias biológicamente activas y su distribución en el ambiente antártico, así como en organismos seleccionados como biomarcadores, una misión a través del Instituto Antártico Argentino y el Instituto de Ingeniería e Investigación de la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires.
“La Antártida, es como una zona cero y un laboratorio perfecto para ser estudiado. No tiene perturbación y por ende, es la naturaleza pura en condiciones totalmente extremas. Los microorganismos de ahí resistían eso y se desarrollaban con cambios y adaptaciones inclusive conformando filamentos ante la radiación ultravioleta. Siento que en la Antártida pueden estar todas las respuestas”, resaltó Micaela quien revalorizó la soberanía argentina. Para mí eso es muy importante. Debería ser algo de lo que se hable mucho más porque inclusive ya es ley el mapa bicontinental en el que Ushuaia es la mitad del país. La historia antártica es muy rica y es un honor para mí ser parte de la comunidad científica en éste lugar”, precisó en alusión a la iniciativa de representar a la Antártida ya no como un "triángulo" sino en su real proporción respecto al continente.
Micaela vivió un año y dos meses en la Base Esperanza junto a sus padres y hermanos siendo parte de una Campaña Antártica. Con solo ocho años reconoce que éste espacio, la “marcó” definitivamente como un universo afectivo, matizado con postales familiares. “La meteorología es la que manda. Mi papá era suboficial del Ejército Argentino y trabajaba en el área de Comunicaciones”.
“Yo estaba en tercer grado, fui a la Escuela 38 con distintos rangos de edad lo que después me favoreció. Cantábamos el Himno y Aurora muy temprano y por la tarde, si el día lo permitía salíamos a distraernos. Éramos 54 personas y nos hacíamos amigos de todos. Hasta nos hicieron una tabla de snowboard, andábamos en sky y no había tiempo para aburrirse. Detrás de la base había una pingüinera y leía cosas en una radio que nos permitía comunicarnos con el mundo”.
El regreso, si los procesos y las evaluaciones lo permiten, sería el año próximo y a la base Carlini, una estación dotada de equipamiento y tecnología para el estudio de la biología costera y terrestre, la oceonografía, geografía y glaciología. “La proporción de nieve ahora es mucho menor, producto del cambio climático y del aumento de las precipitaciones. La oportunidad y el deseo ferviente de ir para hacer ciencia, es para poder comunicárselo a otras personas. Con el conocimiento que adquirí podría contribuir a generar un cambio más grande o ser parte de quienes impulsen ese proceso”, describe.
En cuanto a su tarea específica en el Continente Blanco, Micaela Díaz, becada por el Fondo para Investigación Científica y Tecnológica, será parte de un proyecto de detección de compuestos aines en ecosistemas antárticos. “Derivan de antibióticos y antiinflamatorios que tras ser utilizados, se sellan y no son trazados, se liberan al ecosistema terrestre y acuático generando una fuerte afectación. Se busca una alternativa que tenga el mismo efecto en la dotación pero que no impacte en el ecosistema”.
Desde la Universidad de San Martín, Micaela reconoce que el objetivo “Antártida” la obsesiona, al punto de mudarse y hasta postergar proyectos de familia. “Estoy acá, dejé todo y me vine a vivir. Cambié mi vida ciento ochenta grados en menos de un mes. Mi esposo renunció a sus dos trabajos para acompañarme. Después de cuatro años retomaremos nuestra vida en Comodoro. Terminar el doctorado con éxito y volver cuando la investigación se haya concluído con espacio para seguir desarrollándose; me daría lugar para desenvolverme en la Universidad como docente y seguir instruyendo a los alumnos. Me encantará incentivarlos, acompañarlos y demostrarles desde mi experiencia, que se puede”.