Malvinas: Cuentas pendientes y el discurso retorcido de Milei

03 ABR 2024 - 11:56 | Actualizado 03 ABR 2024 - 11:59

- Por Esteban Gallo

A 42 años de la guerra de Malvinas, las emociones fluyen con la misma intensidad del primer día.

Los chicos de la guerra ya tienen entre 58 y 63 años. Los pibes que combatieron contra una potencia mundial, a la que apoyaba otra potencia mundial, se han convertido en padres y abuelos.

Malvinas es una bandera en todo el país, pero somos los habitantes de este suelo patagónico los que militamos la causa desde el primer día. Acá no hubo olvido, ni apatía ni desprecio. Los combatientes encontraron en los pueblos del sur, el abrigo, el pan, el abrazo, el amor que necesitaban.

Ese sentimiento está en las escuelas de Chubut, y en los monumentos construidos en cada pueblo de la provincia. También en las vigilias, que se han transformado en actos de homenaje y de redención.

Sin embargo, en Chubut todavía hay un camino largo por transitar y cuentas pendientes por resolver. Por ejemplo, los veteranos de esta provincia esperan que la legislatura trate el proyecto de heredabilidad, para que los hijos de los ex combatientes muertos perciban la pensión de sus padres. El beneficio ya rige en las provincias de Neuquén, Rio Negro y Tierra del Fuego y es hora de que Chubut camine en la misma dirección.

Tampoco se puso en práctica todavía la ley aprobada durante la gestión anterior, que dispone el uso -gradual, paulatino y obligatorio- de la imagen de las Islas Malvinas en guardapolvos y uniformes de alumnos y docentes de la provincia. La iniciativa surgió de un niño chubutense y fue el fruto del valiente proceso de malvinización encarada por los propios veteranos, que se ha hecho carne en cada familia de este suelo. Hay en cada pibe de esta provincia un individuo dispuesto a honrar a sus héroes, y ese sentimiento que está traducido en una ley, también tiene que ponerse en práctica.

En un día caracterizado por los homenajes, Javier Milei encabezó su primer acto conmemorativo del 2 de abril.

Durante el acto, utilizó una ínfima porción de su tiempo para hablar de los héroes de Malvinas y otro minúsculo fragmento del discurso para fijar el posicionamiento de su gobierno en relación a nuestros derechos soberanos.

Por primera vez, en mucho tiempo, no fueron nuestros soldados el centro de la atención de la oratoria presidencial sino las Fuerzas Armadas con las que el pueblo, según el presidente, tiene que reconciliarse.

En esa misión pro militar que lleva adelante a capa y espada, el presidente eludió hablar del rol de las Fuerzas Armadas en la guerra de Malvinas. Ese estado mayor conjunto, que comandaba un líder borracho, nos metió en una guerra totalmente desigual, con la idea descabellada que dicha aventura los perpetuaría en el poder.

Fueron los comandantes de esa fuerza, los que secuestraron, torturaron e hicieron desaparecer a miles de compatriotas, y los mismos generales que, dos días antes de la guerra, reprimieron salvajemente a trabajadores que se movilizaban contra el régimen y en reclamo de mejoras salariales.

Los pibes de la guerra pelearon contra los ingleses, contra el hambre y el frio, pero también contra sus superiores, que respondían al perfil de la Junta Militar conducida por Galtieri.

En Malvinas también actuaron militares probos y valientes, de cuya generosidad y patriotismo se encargan de subrayar los propios combatientes, pero quienes llevaron “al muere” a nuestros soldados nunca se hicieron cargo de la tragedia, ni mostraron un ápice de arrepentimiento.

Pero la cosa no terminó ahí. Como si fuera poco, Milei utilizó su discurso para ensalzar a Julio Argentino Roca, uno de los personajes más controvertidos de la historia del país.

Los patagónicos sabemos quién fue Roca, qué rol cumplió en la Conquista del Desierto y que papel desempeñó en la matanza de miles de personas pertenecientes a los pueblos originarios.

Roca hablaba de desierto porque él no consideraba a los tehuelches, mapuches y ranqueles como pobladores de estas tierras. Y con esa mirada etnocéntrica no podía pensar en otra cosa que no fuera el exterminio.

Debemos aceptar que Roca despierta simpatías en algunos sectores de la sociedad y que su figura merecería un tratamiento más profundo.

Pero llamar a la reconciliación de los argentinos poniendo a Roca como un ejemplo a seguir, es una incitación al enfrentamiento, no a la unidad.

Solo un provocador serial, con una alta dosis de cinismo y perversidad puede agarrar para ese lado de la historia.

Los que abrazamos la causa de Malvinas, nos enfocamos en lo que realmente importa.

Honrar a los caídos en la guerra, abrazar a nuestros queridos veteranos y fortalecer cada día más, el vínculo extraordinario que existe entre nuestros pueblos y nuestros héroes de Malvinas.

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03 ABR 2024 - 11:56

- Por Esteban Gallo

A 42 años de la guerra de Malvinas, las emociones fluyen con la misma intensidad del primer día.

Los chicos de la guerra ya tienen entre 58 y 63 años. Los pibes que combatieron contra una potencia mundial, a la que apoyaba otra potencia mundial, se han convertido en padres y abuelos.

Malvinas es una bandera en todo el país, pero somos los habitantes de este suelo patagónico los que militamos la causa desde el primer día. Acá no hubo olvido, ni apatía ni desprecio. Los combatientes encontraron en los pueblos del sur, el abrigo, el pan, el abrazo, el amor que necesitaban.

Ese sentimiento está en las escuelas de Chubut, y en los monumentos construidos en cada pueblo de la provincia. También en las vigilias, que se han transformado en actos de homenaje y de redención.

Sin embargo, en Chubut todavía hay un camino largo por transitar y cuentas pendientes por resolver. Por ejemplo, los veteranos de esta provincia esperan que la legislatura trate el proyecto de heredabilidad, para que los hijos de los ex combatientes muertos perciban la pensión de sus padres. El beneficio ya rige en las provincias de Neuquén, Rio Negro y Tierra del Fuego y es hora de que Chubut camine en la misma dirección.

Tampoco se puso en práctica todavía la ley aprobada durante la gestión anterior, que dispone el uso -gradual, paulatino y obligatorio- de la imagen de las Islas Malvinas en guardapolvos y uniformes de alumnos y docentes de la provincia. La iniciativa surgió de un niño chubutense y fue el fruto del valiente proceso de malvinización encarada por los propios veteranos, que se ha hecho carne en cada familia de este suelo. Hay en cada pibe de esta provincia un individuo dispuesto a honrar a sus héroes, y ese sentimiento que está traducido en una ley, también tiene que ponerse en práctica.

En un día caracterizado por los homenajes, Javier Milei encabezó su primer acto conmemorativo del 2 de abril.

Durante el acto, utilizó una ínfima porción de su tiempo para hablar de los héroes de Malvinas y otro minúsculo fragmento del discurso para fijar el posicionamiento de su gobierno en relación a nuestros derechos soberanos.

Por primera vez, en mucho tiempo, no fueron nuestros soldados el centro de la atención de la oratoria presidencial sino las Fuerzas Armadas con las que el pueblo, según el presidente, tiene que reconciliarse.

En esa misión pro militar que lleva adelante a capa y espada, el presidente eludió hablar del rol de las Fuerzas Armadas en la guerra de Malvinas. Ese estado mayor conjunto, que comandaba un líder borracho, nos metió en una guerra totalmente desigual, con la idea descabellada que dicha aventura los perpetuaría en el poder.

Fueron los comandantes de esa fuerza, los que secuestraron, torturaron e hicieron desaparecer a miles de compatriotas, y los mismos generales que, dos días antes de la guerra, reprimieron salvajemente a trabajadores que se movilizaban contra el régimen y en reclamo de mejoras salariales.

Los pibes de la guerra pelearon contra los ingleses, contra el hambre y el frio, pero también contra sus superiores, que respondían al perfil de la Junta Militar conducida por Galtieri.

En Malvinas también actuaron militares probos y valientes, de cuya generosidad y patriotismo se encargan de subrayar los propios combatientes, pero quienes llevaron “al muere” a nuestros soldados nunca se hicieron cargo de la tragedia, ni mostraron un ápice de arrepentimiento.

Pero la cosa no terminó ahí. Como si fuera poco, Milei utilizó su discurso para ensalzar a Julio Argentino Roca, uno de los personajes más controvertidos de la historia del país.

Los patagónicos sabemos quién fue Roca, qué rol cumplió en la Conquista del Desierto y que papel desempeñó en la matanza de miles de personas pertenecientes a los pueblos originarios.

Roca hablaba de desierto porque él no consideraba a los tehuelches, mapuches y ranqueles como pobladores de estas tierras. Y con esa mirada etnocéntrica no podía pensar en otra cosa que no fuera el exterminio.

Debemos aceptar que Roca despierta simpatías en algunos sectores de la sociedad y que su figura merecería un tratamiento más profundo.

Pero llamar a la reconciliación de los argentinos poniendo a Roca como un ejemplo a seguir, es una incitación al enfrentamiento, no a la unidad.

Solo un provocador serial, con una alta dosis de cinismo y perversidad puede agarrar para ese lado de la historia.

Los que abrazamos la causa de Malvinas, nos enfocamos en lo que realmente importa.

Honrar a los caídos en la guerra, abrazar a nuestros queridos veteranos y fortalecer cada día más, el vínculo extraordinario que existe entre nuestros pueblos y nuestros héroes de Malvinas.


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