Por Ismael Tebes/Redacción Jornada
Cada kilómetro recorrido tiene el sentido de la tradición, del esfuerzo y de la leyenda de las grandes travesías. Como en la historia misma el hombre, su caballo y su determinación fueron ganándole a las distancias imposibles, al clima y a la eterna sensación de soledad.
Marcos Toro y su “Chulengueador Forastero” unieron Comodoro Ricadavia y Sarmiento en un homenaje a las costumbres en un testimonio de estos tiempos pero mirando atrás, a la memoria de los hombres de a caballo que hicieron historia uniendo la Patagonia.
“Yo nací en Sarmiento; me crié en el internado de Río Mayo y en esos lugares mamé todas las tradiciones. Conocí a chicos de El Chalía y descendientes de aborígenes; siempre eso me llamó la atención. Por eso me gusta destacar las raíces y nuestra identidad. Eso es lo que somos”.
Toro (51) y empleado en la Planta de Combustible de YPF, rememora con nostalgia que los viajes en caballo o en carreta solían demandar quince días dependiendo de la carga que se transportara.
“Empecé a averiguar cuál era el trayecto que se hacía y a pensar en un viaje con las comodidades que existen ahora”. Siguiendo la huella de la Ruta 26 tardó tres días en cubrir los casi 160 kilómetros que separan a Comodoro Rivadavia de Sarmiento con tramos de descanso y logística prevista, sin caballo “pilchero” y hasta realizando tramos de a pie para darle descanso a su socio viajero.
“Es un desafío personal que me llena de orgullo y mucho más siendo patagónico”, reconoce con la satisfacción de haber alcanzado el objetivo y de haber sentido el afecto de la gente durante el periplo.
Toro comenzó con ésta serie de homenajes gauchescos en el 2018 llegando al Festival de Doma; a viajes junto a su hija y amigos e inclusive con la vuelta al Lago Musters también de a caballo.
“Usamos caballos rústicos, de buen físico y buen avance. Estaba todo calculado en cuanto a la logística. Arrancamos desde Comodoro al boliche de Pampa del Castillo, hicimos noche en un lugar para nosotros y los caballos. Llevamos pasto y forraje para los animales; después completamos 38 kilómetros más hasta Valle Hermoso en el establecimiento de los hermanos Visser. Detrás de esto hay familia y amigos que están detrás nuestro”
“Hay que cuidar al animal, hago tramos al tranco dependiendo del terreno; avanzando al trote y cada hora u hora y media hay que bajarse para caminar y estirar las piernas porque no es un viaje tradicional en el que uno se suba y baja en el destino”.
Marcos reconoce que el cansancio físico estuvo presente pero no se terminó de percibir. “La preparación es más mental que física. Si uno tiene la voluntad y tiene en la cabeza que se logrará el objetivo y se tiene conciencia, se abren todas las puertas y se llega. Pasa más allá de lo físico”. Y asume que el descanso termina siendo el mejor premio.
“El agua –destacó Toro- es una de las cosas que no pueden faltar. En un viaje, sentí que me pesaba una cantimplora con dos litros del agua, parecía incómoda para llevarla y como no tenía sed, la tiré.
Después apretó el calor y terminé llegando con una sed terrible. Ahí aprendí la lección. La compañía tiene que pensar igual que uno, hablar el mismo idioma. Son muchas horas viajando y andando a caballo, uno no puede desconocerse”, dice respecto a la elección del acompañante ideal para éste tipo de travesías.
La aventura por realizar es aún más ambiciosa: cubrir la totalidad de la Ruta 40 desde su nacimiento en Santa Cruz hasta el kilómetro 5.194 en La Quiaca. “Tenemos ese proyecto y estoy tratando de hacerlo más adelante. Es algo que se hizo en bicicleta, en moto; caminando y corriendo pero nunca de a caballo. Es muy linda la Patagonia y andando así, se puede observar y disfrutar el paisaje de otra manera. Se tiene el tiempo, la paciencia y la paz para ver todo con otros ojos”.
“El caballo además de ser una herramienta –remarcó- es un fiel compañero y el símbolo mismo de nuestra Patria que como dicen los historiadores, se hizo de a caballo. Nuestra raza criolla nos representa y ha hecho un gran aporte a la historia, es noble y rústica, muy curtida. Son parte de nuestra identidad como argentinos”.
Tras la llegada a Sarmiento, Marcos destaca la experiencia compartida en la Cabaña “El Pajarito” donde se trabajó con hacienda, completando el rigor de la rutina campera.
“Me hubiese gustado estar trabajando más en el campo; estuve ahí y muy jóven me mandaron a Comodoro pero nunca me olvidé de donde nací y de lo que significa para la zona el caballo, los animales y la chacra. Por suerte no lo perdí, me considero alguien que le gustan las cosas nuestras y que no quiere que se muera nuestra identidad como argentinos. Los tiempos han cambiado y quizás hay cosas que se han ido perdiendo. Me dolería que dejemos de tener esos valores”.
Por Ismael Tebes/Redacción Jornada
Cada kilómetro recorrido tiene el sentido de la tradición, del esfuerzo y de la leyenda de las grandes travesías. Como en la historia misma el hombre, su caballo y su determinación fueron ganándole a las distancias imposibles, al clima y a la eterna sensación de soledad.
Marcos Toro y su “Chulengueador Forastero” unieron Comodoro Ricadavia y Sarmiento en un homenaje a las costumbres en un testimonio de estos tiempos pero mirando atrás, a la memoria de los hombres de a caballo que hicieron historia uniendo la Patagonia.
“Yo nací en Sarmiento; me crié en el internado de Río Mayo y en esos lugares mamé todas las tradiciones. Conocí a chicos de El Chalía y descendientes de aborígenes; siempre eso me llamó la atención. Por eso me gusta destacar las raíces y nuestra identidad. Eso es lo que somos”.
Toro (51) y empleado en la Planta de Combustible de YPF, rememora con nostalgia que los viajes en caballo o en carreta solían demandar quince días dependiendo de la carga que se transportara.
“Empecé a averiguar cuál era el trayecto que se hacía y a pensar en un viaje con las comodidades que existen ahora”. Siguiendo la huella de la Ruta 26 tardó tres días en cubrir los casi 160 kilómetros que separan a Comodoro Rivadavia de Sarmiento con tramos de descanso y logística prevista, sin caballo “pilchero” y hasta realizando tramos de a pie para darle descanso a su socio viajero.
“Es un desafío personal que me llena de orgullo y mucho más siendo patagónico”, reconoce con la satisfacción de haber alcanzado el objetivo y de haber sentido el afecto de la gente durante el periplo.
Toro comenzó con ésta serie de homenajes gauchescos en el 2018 llegando al Festival de Doma; a viajes junto a su hija y amigos e inclusive con la vuelta al Lago Musters también de a caballo.
“Usamos caballos rústicos, de buen físico y buen avance. Estaba todo calculado en cuanto a la logística. Arrancamos desde Comodoro al boliche de Pampa del Castillo, hicimos noche en un lugar para nosotros y los caballos. Llevamos pasto y forraje para los animales; después completamos 38 kilómetros más hasta Valle Hermoso en el establecimiento de los hermanos Visser. Detrás de esto hay familia y amigos que están detrás nuestro”
“Hay que cuidar al animal, hago tramos al tranco dependiendo del terreno; avanzando al trote y cada hora u hora y media hay que bajarse para caminar y estirar las piernas porque no es un viaje tradicional en el que uno se suba y baja en el destino”.
Marcos reconoce que el cansancio físico estuvo presente pero no se terminó de percibir. “La preparación es más mental que física. Si uno tiene la voluntad y tiene en la cabeza que se logrará el objetivo y se tiene conciencia, se abren todas las puertas y se llega. Pasa más allá de lo físico”. Y asume que el descanso termina siendo el mejor premio.
“El agua –destacó Toro- es una de las cosas que no pueden faltar. En un viaje, sentí que me pesaba una cantimplora con dos litros del agua, parecía incómoda para llevarla y como no tenía sed, la tiré.
Después apretó el calor y terminé llegando con una sed terrible. Ahí aprendí la lección. La compañía tiene que pensar igual que uno, hablar el mismo idioma. Son muchas horas viajando y andando a caballo, uno no puede desconocerse”, dice respecto a la elección del acompañante ideal para éste tipo de travesías.
La aventura por realizar es aún más ambiciosa: cubrir la totalidad de la Ruta 40 desde su nacimiento en Santa Cruz hasta el kilómetro 5.194 en La Quiaca. “Tenemos ese proyecto y estoy tratando de hacerlo más adelante. Es algo que se hizo en bicicleta, en moto; caminando y corriendo pero nunca de a caballo. Es muy linda la Patagonia y andando así, se puede observar y disfrutar el paisaje de otra manera. Se tiene el tiempo, la paciencia y la paz para ver todo con otros ojos”.
“El caballo además de ser una herramienta –remarcó- es un fiel compañero y el símbolo mismo de nuestra Patria que como dicen los historiadores, se hizo de a caballo. Nuestra raza criolla nos representa y ha hecho un gran aporte a la historia, es noble y rústica, muy curtida. Son parte de nuestra identidad como argentinos”.
Tras la llegada a Sarmiento, Marcos destaca la experiencia compartida en la Cabaña “El Pajarito” donde se trabajó con hacienda, completando el rigor de la rutina campera.
“Me hubiese gustado estar trabajando más en el campo; estuve ahí y muy jóven me mandaron a Comodoro pero nunca me olvidé de donde nací y de lo que significa para la zona el caballo, los animales y la chacra. Por suerte no lo perdí, me considero alguien que le gustan las cosas nuestras y que no quiere que se muera nuestra identidad como argentinos. Los tiempos han cambiado y quizás hay cosas que se han ido perdiendo. Me dolería que dejemos de tener esos valores”.