El bombero que se recibió de médico, toda una doble vocación de hacer por los demás

Franco Peñaloza se prepara para la práctica final antes de recibir su título en Medicina de la Universidad Nacional de la Patagonia. Es bombero en el Destacamento 2 en Kilómetro Ocho de Comodoro, su barrio. “Me siento un afortunado de tener la Facultad a diez minutos de mi casa”, reconoce.

Perfil. Franco Peñaloza, el joven bombero que terminó Medicina y sólo piensa en el servicio al prójimo.
27 AGO 2023 - 20:03 | Actualizado 27 AGO 2023 - 20:04

Por Ismael Tebes

No importa el lugar ni las circunstancias porque la fe y las ideas claras producen milagros que solamente puede explicar la vocación. “Me siento realizado en muchas cosas, pero tengo en claro que es el comienzo de un proceso”, asume Franco Peñaloza el joven bombero del Destacamento Nro. 2 de Kilómetro Ocho que decidió aferrarse a los libros, estudió Medicina y se recibió como médico. Para lograrlo contó con el apoyo de su madre pero debió trabajar en barras de eventos, como mozo y hasta de improvisado Uber.

Desmitifica la “obligación” de estudiar afuera y revaloriza haber sido parte de la educación pública y a diez minutos de su casa. “Cuando la carrera se abrió, hubo mucha resistencia y como alumno, lo sufrí bastante”.

Inclusive algunos médicos en ejercicio han planteado algún tipo de objeción respecto a la capacidad de los profesionales salidos de Kilómetro 4. “El determinante es uno. Tengo un compañero que hace una semana entró al Hospital Italiano a hacer la residencia en Neurología y sacó uno de los puntajes más altos del país”, defendió Peñaloza.

Y explicó que los hospitales de la ciudad ofrecen una alternativa clave para la formación. Los alumnos de cuarto y quinto año participan de los servicios y hasta se les permite realizar guardias. “El trato humano que tenemos en la facultad, no es algo que ocurre en otras. En otros lugares a la hora de rendir, uno es un número y acá nos llaman por el nombre”.

“Lo que me movilizó –dijo Franco- fue el deseo de ayudar; priorizar al otro y ver de qué manera puedo ser útil. Eso me ha acompañado mucho tiempo y desde chico, ya tenía pensado ser médico. Mis padres son separados, me crió solamente mi madre y la verdad, recuerdo haber ido al Periférico por una consulta con el pediatra; tendría alrededor de seis años y en ese momento, le dije a mi mamá que quería ser médico”.

“Ella me dijo que tenía que irme a estudiar afuera y que tenía que estudiar mucho. Ese fue mi primer contacto, nunca más se me borró”.

Franco Peñaloza comenzó a estudiar en la UBA apenas terminó el secundario. “En el primer año me fue relativamente bien pero cuando me volví en un verano y tuve que volver, ya no quise irme de mi lugar, no me hallaba tanto en Buenos Aires, además me enteré que se abría la carrera de Medicina acá y sin dudarlo, me vine. Fue una decisión acertadísima, tuve a toda mi familia cerca”.

Las horas de guardia en el cuartel siempre estuvieron acompañadas por apuntes y por libros. Y ese equilibrio, le permitió reafirmar que tomó las mejores decisiones de vida. “Pasé noches enteras estudiando, intentando aprender todo lo posible. Uno nunca puede saber todo pero tiene que saber lo más importante. Espero con el tiempo seguir aprendiendo”.

En cuanto a su rendimiento académico asume haber rendido “no más de una vez” las materias más complejas y asumió que algunos momentos de adversidad familiar terminaron templando su fortaleza. “La mayoría de mis amigos de la Universidad no son de Comodoro. Yo me siento un afortunado de tener la facultad a diez minutos de mi casa. La Universidad fue mi lugar de formación y representa muchísimo. Me encantaría avanzar hacia la capacidad y prestar ayuda en alguna cátedra, es una cuota pendiente que siempre tuve. Espero que mis tiempos me lo permitan. En cuanto a la especialización todavía no la tengo resuelta pero me encantaría hacerla acá.

“Hay que aprovechar –dijo a Jornada- siempre la posibilidad de estudiar; te cambia muchísimo el panorama. Puedo sugerir que estudien algo que les guste y les apasione y no tanto por lo que pueden ganar a futuro o por si tiene rédito social o no. Sinceramente, me enteré en cuarto año cuánto era lo que ganaba un médico, no tenía idea. Haciendo algo con pasión, se puede hacer todo el día sin que signifique una presión” cuenta Franco que es médico y va por más. Le aguarda la práctica final y después, elegir la residencia.

“Soy bombero desde hace siete años. No tengo un registro claro de cuándo elegí serlo. A los 16 quise entrar como voluntario pero por cuestiones de horario no me daba para hacerlo y jugar al fútbol en las inferiores de Petroquímica. Después se me dio otra oportunidad de ingresar casi en paralelo cuando empecé a estudiar. Con pasión y amor, una fórmula que parece aplicar en cada orden de la vida, Franco reconoce que el rol del Bombero Voluntario requiere constante reconocimiento.

“Esta ley que tanto se está esperando sería una reparacióna la institución. Trabajamos gratis pero hay compañeros que no tienen la mejor situación y no dudan en dejar a su familia, sin sacar ningún rédito. Se necesita infraestructura y capacitaciones acorde a las exigencias. Y a veces no se puede porque todo es plata”.#

Perfil. Franco Peñaloza, el joven bombero que terminó Medicina y sólo piensa en el servicio al prójimo.
27 AGO 2023 - 20:03

Por Ismael Tebes

No importa el lugar ni las circunstancias porque la fe y las ideas claras producen milagros que solamente puede explicar la vocación. “Me siento realizado en muchas cosas, pero tengo en claro que es el comienzo de un proceso”, asume Franco Peñaloza el joven bombero del Destacamento Nro. 2 de Kilómetro Ocho que decidió aferrarse a los libros, estudió Medicina y se recibió como médico. Para lograrlo contó con el apoyo de su madre pero debió trabajar en barras de eventos, como mozo y hasta de improvisado Uber.

Desmitifica la “obligación” de estudiar afuera y revaloriza haber sido parte de la educación pública y a diez minutos de su casa. “Cuando la carrera se abrió, hubo mucha resistencia y como alumno, lo sufrí bastante”.

Inclusive algunos médicos en ejercicio han planteado algún tipo de objeción respecto a la capacidad de los profesionales salidos de Kilómetro 4. “El determinante es uno. Tengo un compañero que hace una semana entró al Hospital Italiano a hacer la residencia en Neurología y sacó uno de los puntajes más altos del país”, defendió Peñaloza.

Y explicó que los hospitales de la ciudad ofrecen una alternativa clave para la formación. Los alumnos de cuarto y quinto año participan de los servicios y hasta se les permite realizar guardias. “El trato humano que tenemos en la facultad, no es algo que ocurre en otras. En otros lugares a la hora de rendir, uno es un número y acá nos llaman por el nombre”.

“Lo que me movilizó –dijo Franco- fue el deseo de ayudar; priorizar al otro y ver de qué manera puedo ser útil. Eso me ha acompañado mucho tiempo y desde chico, ya tenía pensado ser médico. Mis padres son separados, me crió solamente mi madre y la verdad, recuerdo haber ido al Periférico por una consulta con el pediatra; tendría alrededor de seis años y en ese momento, le dije a mi mamá que quería ser médico”.

“Ella me dijo que tenía que irme a estudiar afuera y que tenía que estudiar mucho. Ese fue mi primer contacto, nunca más se me borró”.

Franco Peñaloza comenzó a estudiar en la UBA apenas terminó el secundario. “En el primer año me fue relativamente bien pero cuando me volví en un verano y tuve que volver, ya no quise irme de mi lugar, no me hallaba tanto en Buenos Aires, además me enteré que se abría la carrera de Medicina acá y sin dudarlo, me vine. Fue una decisión acertadísima, tuve a toda mi familia cerca”.

Las horas de guardia en el cuartel siempre estuvieron acompañadas por apuntes y por libros. Y ese equilibrio, le permitió reafirmar que tomó las mejores decisiones de vida. “Pasé noches enteras estudiando, intentando aprender todo lo posible. Uno nunca puede saber todo pero tiene que saber lo más importante. Espero con el tiempo seguir aprendiendo”.

En cuanto a su rendimiento académico asume haber rendido “no más de una vez” las materias más complejas y asumió que algunos momentos de adversidad familiar terminaron templando su fortaleza. “La mayoría de mis amigos de la Universidad no son de Comodoro. Yo me siento un afortunado de tener la facultad a diez minutos de mi casa. La Universidad fue mi lugar de formación y representa muchísimo. Me encantaría avanzar hacia la capacidad y prestar ayuda en alguna cátedra, es una cuota pendiente que siempre tuve. Espero que mis tiempos me lo permitan. En cuanto a la especialización todavía no la tengo resuelta pero me encantaría hacerla acá.

“Hay que aprovechar –dijo a Jornada- siempre la posibilidad de estudiar; te cambia muchísimo el panorama. Puedo sugerir que estudien algo que les guste y les apasione y no tanto por lo que pueden ganar a futuro o por si tiene rédito social o no. Sinceramente, me enteré en cuarto año cuánto era lo que ganaba un médico, no tenía idea. Haciendo algo con pasión, se puede hacer todo el día sin que signifique una presión” cuenta Franco que es médico y va por más. Le aguarda la práctica final y después, elegir la residencia.

“Soy bombero desde hace siete años. No tengo un registro claro de cuándo elegí serlo. A los 16 quise entrar como voluntario pero por cuestiones de horario no me daba para hacerlo y jugar al fútbol en las inferiores de Petroquímica. Después se me dio otra oportunidad de ingresar casi en paralelo cuando empecé a estudiar. Con pasión y amor, una fórmula que parece aplicar en cada orden de la vida, Franco reconoce que el rol del Bombero Voluntario requiere constante reconocimiento.

“Esta ley que tanto se está esperando sería una reparacióna la institución. Trabajamos gratis pero hay compañeros que no tienen la mejor situación y no dudan en dejar a su familia, sin sacar ningún rédito. Se necesita infraestructura y capacitaciones acorde a las exigencias. Y a veces no se puede porque todo es plata”.#


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