Por Juan Miguel Bigrevich
La tragedia de la puerta 12 sucedió el 23 de junio de 1968 en el Estadio de River Plate, cuando murieron aplastadas 71 personas, con un promedio de edad de 19 años, y resultaron heridas 113, a la salida del partido de fútbol disputado ese día entre el equipo local y su clásico rival, Boca Juniors en un 0 a 0 para el olvido y en donde Ángel Clemente Rojas (“Rojitas” le robó la gorra al legendario arquero “Millonario” Amadeo Carrizo, generando una corrida escandalosa. Una de las puertas de salida del estadio, la número 12, que facilitaba la salida de los simpatizantes visitantes y luego de las escaleras, no se encontraba liberado por causas nunca aclaradas, y la presión de la multitud que salía causó la muerte de ese casi centenar de personas.
Se trata de la mayor catástrofe de la historia del deporte argentino. Todos los muertos eran simpatizantes de Boca Juniors. Pese a las fuertes sospechas sobre la actuación de la Policía Federal y el Club Atlético River Plate, las causas y responsabilidades de la tragedia nunca fueron adecuadamente establecidas. El hecho adquirió las características de un tabú y no fue recordado ni por Boca, ni por River. Recién en 2018, al cumplirse 50 años de las muertes, el club Boca Juniors pidió perdón por no haber recordado a las víctimas, comprometiéndose a hacerlo en adelante; hecho que no sucedió. Por las urgencias, se supone. O porque no importa.
La investigación penal finalizó sin que se hallaran culpables del siniestro. Algunos testimonios sostuvieron que los molinetes se encontraban colocados y que ello impidió la salida de la multitud. Otros afirmaron que la salida no fue posible porque la Policía Federal lo impidió (en 1968 el país estaba gobernado por la dictadura militar de la autodenominada Revolución Argentina del general Juan Carlos Onganía) Inicialmente, dos directivos de River fueron procesados por ser sospechosos de negligencia, pero la Cámara de Apelaciones dejó el procesamiento sin efecto y la causa fue archivada.
Con respecto a la responsabilidad civil, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y los clubes afrontaron la misma de manera colectiva, reuniendo un fondo de poco menos de 100. 000 dólares, que significaban apenas poco más de 1.000 dólares por fallecido. A cambio de cobrar esa cifra se les exigió a los damnificados que renunciaran a cualquier reclamo judicial. Sólo dos damnificados, Nélida Oneto de Gianolli y Diógenes Zúgaro, iniciaron juicio contra River; el fallo condenó al club a raíz de su responsabilidad civil y le ordenó pagar alrededor de 50 000 dólares a cada uno.
Pasaron 55 años. El desastre quedó impune. Nadie se hizo cargo y eso que no estaba Julio Humberto Grondona, autor de la frase “Todo pasa”. Más de medio siglo después y el olvido.
Por Juan Miguel Bigrevich
La tragedia de la puerta 12 sucedió el 23 de junio de 1968 en el Estadio de River Plate, cuando murieron aplastadas 71 personas, con un promedio de edad de 19 años, y resultaron heridas 113, a la salida del partido de fútbol disputado ese día entre el equipo local y su clásico rival, Boca Juniors en un 0 a 0 para el olvido y en donde Ángel Clemente Rojas (“Rojitas” le robó la gorra al legendario arquero “Millonario” Amadeo Carrizo, generando una corrida escandalosa. Una de las puertas de salida del estadio, la número 12, que facilitaba la salida de los simpatizantes visitantes y luego de las escaleras, no se encontraba liberado por causas nunca aclaradas, y la presión de la multitud que salía causó la muerte de ese casi centenar de personas.
Se trata de la mayor catástrofe de la historia del deporte argentino. Todos los muertos eran simpatizantes de Boca Juniors. Pese a las fuertes sospechas sobre la actuación de la Policía Federal y el Club Atlético River Plate, las causas y responsabilidades de la tragedia nunca fueron adecuadamente establecidas. El hecho adquirió las características de un tabú y no fue recordado ni por Boca, ni por River. Recién en 2018, al cumplirse 50 años de las muertes, el club Boca Juniors pidió perdón por no haber recordado a las víctimas, comprometiéndose a hacerlo en adelante; hecho que no sucedió. Por las urgencias, se supone. O porque no importa.
La investigación penal finalizó sin que se hallaran culpables del siniestro. Algunos testimonios sostuvieron que los molinetes se encontraban colocados y que ello impidió la salida de la multitud. Otros afirmaron que la salida no fue posible porque la Policía Federal lo impidió (en 1968 el país estaba gobernado por la dictadura militar de la autodenominada Revolución Argentina del general Juan Carlos Onganía) Inicialmente, dos directivos de River fueron procesados por ser sospechosos de negligencia, pero la Cámara de Apelaciones dejó el procesamiento sin efecto y la causa fue archivada.
Con respecto a la responsabilidad civil, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y los clubes afrontaron la misma de manera colectiva, reuniendo un fondo de poco menos de 100. 000 dólares, que significaban apenas poco más de 1.000 dólares por fallecido. A cambio de cobrar esa cifra se les exigió a los damnificados que renunciaran a cualquier reclamo judicial. Sólo dos damnificados, Nélida Oneto de Gianolli y Diógenes Zúgaro, iniciaron juicio contra River; el fallo condenó al club a raíz de su responsabilidad civil y le ordenó pagar alrededor de 50 000 dólares a cada uno.
Pasaron 55 años. El desastre quedó impune. Nadie se hizo cargo y eso que no estaba Julio Humberto Grondona, autor de la frase “Todo pasa”. Más de medio siglo después y el olvido.