Llanto, risa, canto... Rojinegro glorioso

El gol de “Coco” Bersán alcanzó para igualar la serie y todo se definió en los penales. Apareció nuevamente Alberto Parsechián y también aquellos hombres que labraron una epopeya aún no igualada por el fútbol valletano: medirse con los clubes de la primera categoría del fútbol nacional.

05 AGO 2022 - 14:37 | Actualizado 18 AGO 2022 - 14:42

Llora. Y rie. Francisco “Cacho” Fiandino –que se fue hace tan poco-, y se hace multitud. Después del penal convertido, haciendo realidad su premonición de días atrás en el entrenamiento en el incipiente verde césped de Huracán, hoy ya todo urbanizado. Llora “El Zorro” Galván, mientras ya planifica su jugada con el telegrama para confirmar lo del Nacional. Lloran Quico Mehaudy y Pichoto Vecchio con la satisfacción del deber cumplido. Llora y grita, Alberto “Tito” Parsechián, con su buzo claro, que pasó de la agonía al éxtasis al detener tres disparos desde los once pasos. Llora Julito Thomas, por segunda vez, después que Galant, el arquero de All Boys de La Pampa lo quisiera echar de la cancha. Llora el inolvidable Nito Veira, que, por un momento se olvida del básquet y del reto de su vieja por el gamulán roto en el festejo y que se lo habían comprado ayer.

Independiente vence –desde el punto del penal 4 a 2- tras ganar su juego 1 a 0 y define su participación en el fútbol grande.

Celebra tímidamente Higinio Restelli, el arquitecto de la clasificación, al lado de una matraca inmensa que no para de sonar. Se abrazan los hermanos Cominetti. Sin final.

Rugen, invisibles o no tanto, Dan Lewis y Ángel Salvo porque valió la pena tanta ilusión desvanecida en el tiempo. Aprieta los puños y se escucha su vozarrón, el león de “Quique” Behr mientras cruza sus miradas con “Pichaca” Robledo y “Coco” Bersán, guapo entre guapos y goleador cuando había que serlo.

Festeja la grey rojinegra que se volcó a raudales alrededor del punto del penal y que separaba la gloria del drama,
Se lamentan Huracán, Cipolletti y All Boys, los verdugos de siempre. Y grita, roncamente, el negro Hugo Edgar Gómez que siguió toda la campaña, con fe y compromiso.

Celebra Jaime. Celebra Laly (junto a su padrino, Julio Sáenz que lo llevó a La Pampa una semana atrás). Festeja Tatín y el cabezón Do Brito y las figuritas de un álbum bien local que el viejo le compraba y que harán historia un tiempo después.
Descansa el doctor Saleg con el oxígeno para los propios y ajenos y se emociona, aunque intente disimularlo don “Paco” García.
Se felicita el Valle que sale por la Estados Unidos, enhiesto y conmovido. Como viniendo de una borrachera inolvidable. Al Fin. Al fin!!. El mundo se enterará de que en el mapa existe Trelew que se hará, semanas después, más conocida. Trágicamente.
Chubut se vuelve canción en el aire, otra vez; pero desde el Valle Inferior del Río Chubut. Y cuando Trelew era la más progresista del sur argentino con un Parque Industrial cuyo actual silencio duele y lastima.

La ilusión comenzó con YCF de Río Gallegos

Primero fue Yacimiento Carboníferos Fiscales de Río Gallegos. Acá y allá. Se ganó en ambos lados. En Trelew y en Santa Cruz; aunque todavía había más dudas que certezas. En el funcionamiento del equipo como en lo que se venía después. Sin embargo, el éxito ante Huracán de Comodoro Rivadavia, envalentonó a los dirigidos por Higinio Restelli y el duelo ante Cipoletti se superó. El conjunto albinegro rionegrino era otro de los candidatos a obtener el pase al Torneo Nacional; sin embargo tras una derrota my cerrada en el Alto Valle y un gol de visitante; el Valle enteró explotó cuando el “Chivo” Figuera y a la salida de un tiro libre le dio la clasificación a la final tan deseada ante el candidato de la AFA: All Boys de Santa Rosa -La Pampa. Ya era tarde. Once hombres con camisetas a rayas rojas y negras, pantalones y medias blancas harían historia, la que aún se recuerda.

Hoy, 6 de agosto se conmemora el 50 aniversario de la gesta futbolística más trascendente en la historia del balompié doméstico como fue la clasificación de Independiente de Trelew al Torneo Nacional de fútbol de 1972. Una utopía que se convirtió en realidad.
Una hazaña sangre y luto que sigue emocionando para aquel que le corre sangre por las venas.

Huracán de Comodoro fue el partido bisagra

Fue un partido bisagra. El de Huracán de Comodoro Rivadavia. Clave. Medular por la historia que luego prosiguió. Se había sacado una diferencia de dos goles ante ese rival en el juego de ida en la Villa Deportiva de Gaiman a raíz que las condiciones de la cancha de Independiente no eran las mejores luego de unas lluvias intensas caídas en el Valle Inferior del rio Chubut.

Y en ese cotejo comenzó a asomarla fibra que caracterizó al Rojinegro durante todo este certamen eliminatoria a doble KO. Y ganó 2 a 0. Con un gol de “Coco” Bersán en el primer tiempo y un penal de Alberto “Tito”Parsechián en el segundo.

Sin embargo, la ida a la ciudad petrolera chubutense implicaba un riesgo.En esa década, Huracán se había convertido en un constante verdugo de las aspiraciones de los conjuntos locales y esta vez, desde allí, no pretendían otra cosa. Ya habían jugado un Torneo Nacional (el del año anterior) y aspiraban a repetir. Y la historia comenzó de la peor manera para los trelewenses. En un primer tiempo de terror, Huracán goleaba 4 a 0 y parecía que la historia estaba sentenciada.

El viejo estadio del barrio Pietrobelli se convertía nuevamente en inexpugnable y todo volvía a fojas cero. Pero apareció Bersán al inicio de la segunda mitad y la esperanza volvió. El armenio del arco contuvo un penal clave a los quince y dos minutos más, Laffite, en contra de su valla, sometió al “Bocha” Rodríguez y se empardó todo. En puntos y en goles, pero al cero de Independiente como local marcó la diferencia. En una cancha que era una caldera, los dirigidos por ese viejo lobo platense como Higinio Restelli, aguantaron los minutos finales y se llevaron una clasificación tan justa como impensada al comienzo del campeonato Regional.

Ya en el avión que los traía de regreso, se supo oficialmente que Independiente se medía con Cipolletti de Rio Negro y allí, sus jugadores, se dieron cuenta que se podìa. Lo mismo pensó una multitud que los fue a recibir al viejo aeropuerto trelewense. No importaba la hora ni el día. Recibían a quienes le habían dado la mejor alegría en años.

Dos penales que acercaron al cielo al Rojinegro

Dos penales. Únicos. Interminables. Irrepetibles. Que tejieron la historia que marcó a fuego el año más extraordinario de la vida de Independiente y que obligó a pintar de colorado un almanaque añejo y de color sepia. Dos personajes.

Uno, el arquero ataja y mete penales. Otro, el caudillo. Uno, Alberto “Tito” Parsechián. Genio y figura que se metió en la leyenda urbana de Trelew. El Otro, Francisco” Cacho” Fiandino. Utilitario, visceral, talentoso. Los dos fueron factótum esenciales de una campaña formidable y parte de la historia contemporánea de la entidad deportiva futbolística más antigua de la ciudad de Trelew. Igual que sus penales.

Corría una fría mañana de invierno y el viento y la esperanza empujaban al rojinegro a creer que las utopías eran posibles alcanzarlas, cuando en cercanías del viejo San David regenteado por el club de la calle Estados Unidos, un joven, oriundo de Comodoro Rivadavia y con el Crónica bajo el brazo, le preguntó al fenomenal arquero ¿Vos sos Parsechián? El otro, traído desde Buenos Aires por Fiandino luego de una recomendación del recordado José Omar “Pato” Pastoriza, le contestó que sí.

-“Ah! – le dijo el ocasional interlocutor- para seguir. “Yo soy de Comodoro y soy hincha de Huracán. Ahora, tienen que ir a jugar allá para definir la llave ¿No?”, preguntó sabiendo la puesta.
-“Y…sí”, respondió Parsechián con un 2 a 0 a favor en el juego de ida.
-“Bueno. Allá lo van a salir a apretar desde el vamos. Pero le digo una cosa, sabe?”, volvió a preguntarse y contestarse automáticamente. “Si le dan un penal en contra, seguro que lo patea Toledo. Tírese a la izquierda, porque él siempre la patea para ese lado y seguro que lo ataja”, le sugirió.
-“Y cómo se que no lo hacés a propósito y el tiro sale para el otro lado”, consultó con cierta lógica el arquero goleador.
- “Porque ahora vivo en Trelew y quiero que gane Independiente”, fue la terminante respuesta del ocasional parroquiano.
“Fiandino frente a la pelota…¡Se va a decidir la clasificación para el Nacional en una definición por penales!. ¡Atención!. La última chance de Independiente y del Chubut…¡Atención! Toma carrera Fiandino…¡Tira!...¡Goooolllll!. ¡Independiente al Nacional! ¡Independiente al Nacional!
“Cacho” Fiandino salta, grita y se golpea en un festejo imaginable. Sus compañeros ríen y Parsechián masculla su bronca ante el penal convertido en el último entrenamiento antes de la gran final con All Boys de La Pampa.

Promedia el segundo tiempo y el Globo comodorense golea 4 a 1 a Independiente, que recién descontó después de un primer tiempo de terror. Nahuelpang entra al área visitante y lo derriban. Penal para Huracán. Se prepara Toledo. Si lo hace, los suyos se ponen 5 a 1 y la serie se acaba para Independiente. Parsechián se acuerda de la mañana fría del San David y de aquella charla. Va Toledo y dispara a media altura. A la izquierda. Parsechián va hacia ese lado y se pasa, pero desvía la pelota con el pie. Inmediatamente, hay una contra del Rojinegro y el “Negro” Laffitte la manda adentro de su propio arco luego de un centro del “Chivo” Figueroa. Se iguala la serie en cuatro, pero los trelewenses pasan por el valor doble que significa el gol de visitante.

La serie es tensa. El clima irrespirable y dramático. Puro nervio. Parsechián (¡Justo él!) había errado su penal, pero después había atajado dos. “Cacho” había salido, pero después entró para patear el penal, bajo un reglamento que se lo permitía. La gente, había derribado el alambrado y acechaba el área que da a la calle Centenario. Pensó en el silencio del primer penal marrado, de la euforia de los siguientes y de su sueño relatado un día atrás. Le temblaban las piernas. Dos. Tuvo que acomodar dos veces el esférico, pesada, un poco embarrada. Y le pegó con alma y vida para entrar en la historia. Fue gol, gloria y delirio. Después, el arquero de origen armenio, atajó otro tiro desde los doce pasos para cumplir con las formalidades. Fueron dos. Dos penales que marcaron (y marcan) una época. Convulsionada, de esperanza y a veces épica. Y desenfrenada. Fueron dos. Ellos, Dos penales. Los que hicieron gritar a un pueblo.

Suplemento Diario Jornada

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05 AGO 2022 - 14:37

Llora. Y rie. Francisco “Cacho” Fiandino –que se fue hace tan poco-, y se hace multitud. Después del penal convertido, haciendo realidad su premonición de días atrás en el entrenamiento en el incipiente verde césped de Huracán, hoy ya todo urbanizado. Llora “El Zorro” Galván, mientras ya planifica su jugada con el telegrama para confirmar lo del Nacional. Lloran Quico Mehaudy y Pichoto Vecchio con la satisfacción del deber cumplido. Llora y grita, Alberto “Tito” Parsechián, con su buzo claro, que pasó de la agonía al éxtasis al detener tres disparos desde los once pasos. Llora Julito Thomas, por segunda vez, después que Galant, el arquero de All Boys de La Pampa lo quisiera echar de la cancha. Llora el inolvidable Nito Veira, que, por un momento se olvida del básquet y del reto de su vieja por el gamulán roto en el festejo y que se lo habían comprado ayer.

Independiente vence –desde el punto del penal 4 a 2- tras ganar su juego 1 a 0 y define su participación en el fútbol grande.

Celebra tímidamente Higinio Restelli, el arquitecto de la clasificación, al lado de una matraca inmensa que no para de sonar. Se abrazan los hermanos Cominetti. Sin final.

Rugen, invisibles o no tanto, Dan Lewis y Ángel Salvo porque valió la pena tanta ilusión desvanecida en el tiempo. Aprieta los puños y se escucha su vozarrón, el león de “Quique” Behr mientras cruza sus miradas con “Pichaca” Robledo y “Coco” Bersán, guapo entre guapos y goleador cuando había que serlo.

Festeja la grey rojinegra que se volcó a raudales alrededor del punto del penal y que separaba la gloria del drama,
Se lamentan Huracán, Cipolletti y All Boys, los verdugos de siempre. Y grita, roncamente, el negro Hugo Edgar Gómez que siguió toda la campaña, con fe y compromiso.

Celebra Jaime. Celebra Laly (junto a su padrino, Julio Sáenz que lo llevó a La Pampa una semana atrás). Festeja Tatín y el cabezón Do Brito y las figuritas de un álbum bien local que el viejo le compraba y que harán historia un tiempo después.
Descansa el doctor Saleg con el oxígeno para los propios y ajenos y se emociona, aunque intente disimularlo don “Paco” García.
Se felicita el Valle que sale por la Estados Unidos, enhiesto y conmovido. Como viniendo de una borrachera inolvidable. Al Fin. Al fin!!. El mundo se enterará de que en el mapa existe Trelew que se hará, semanas después, más conocida. Trágicamente.
Chubut se vuelve canción en el aire, otra vez; pero desde el Valle Inferior del Río Chubut. Y cuando Trelew era la más progresista del sur argentino con un Parque Industrial cuyo actual silencio duele y lastima.

La ilusión comenzó con YCF de Río Gallegos

Primero fue Yacimiento Carboníferos Fiscales de Río Gallegos. Acá y allá. Se ganó en ambos lados. En Trelew y en Santa Cruz; aunque todavía había más dudas que certezas. En el funcionamiento del equipo como en lo que se venía después. Sin embargo, el éxito ante Huracán de Comodoro Rivadavia, envalentonó a los dirigidos por Higinio Restelli y el duelo ante Cipoletti se superó. El conjunto albinegro rionegrino era otro de los candidatos a obtener el pase al Torneo Nacional; sin embargo tras una derrota my cerrada en el Alto Valle y un gol de visitante; el Valle enteró explotó cuando el “Chivo” Figuera y a la salida de un tiro libre le dio la clasificación a la final tan deseada ante el candidato de la AFA: All Boys de Santa Rosa -La Pampa. Ya era tarde. Once hombres con camisetas a rayas rojas y negras, pantalones y medias blancas harían historia, la que aún se recuerda.

Hoy, 6 de agosto se conmemora el 50 aniversario de la gesta futbolística más trascendente en la historia del balompié doméstico como fue la clasificación de Independiente de Trelew al Torneo Nacional de fútbol de 1972. Una utopía que se convirtió en realidad.
Una hazaña sangre y luto que sigue emocionando para aquel que le corre sangre por las venas.

Huracán de Comodoro fue el partido bisagra

Fue un partido bisagra. El de Huracán de Comodoro Rivadavia. Clave. Medular por la historia que luego prosiguió. Se había sacado una diferencia de dos goles ante ese rival en el juego de ida en la Villa Deportiva de Gaiman a raíz que las condiciones de la cancha de Independiente no eran las mejores luego de unas lluvias intensas caídas en el Valle Inferior del rio Chubut.

Y en ese cotejo comenzó a asomarla fibra que caracterizó al Rojinegro durante todo este certamen eliminatoria a doble KO. Y ganó 2 a 0. Con un gol de “Coco” Bersán en el primer tiempo y un penal de Alberto “Tito”Parsechián en el segundo.

Sin embargo, la ida a la ciudad petrolera chubutense implicaba un riesgo.En esa década, Huracán se había convertido en un constante verdugo de las aspiraciones de los conjuntos locales y esta vez, desde allí, no pretendían otra cosa. Ya habían jugado un Torneo Nacional (el del año anterior) y aspiraban a repetir. Y la historia comenzó de la peor manera para los trelewenses. En un primer tiempo de terror, Huracán goleaba 4 a 0 y parecía que la historia estaba sentenciada.

El viejo estadio del barrio Pietrobelli se convertía nuevamente en inexpugnable y todo volvía a fojas cero. Pero apareció Bersán al inicio de la segunda mitad y la esperanza volvió. El armenio del arco contuvo un penal clave a los quince y dos minutos más, Laffite, en contra de su valla, sometió al “Bocha” Rodríguez y se empardó todo. En puntos y en goles, pero al cero de Independiente como local marcó la diferencia. En una cancha que era una caldera, los dirigidos por ese viejo lobo platense como Higinio Restelli, aguantaron los minutos finales y se llevaron una clasificación tan justa como impensada al comienzo del campeonato Regional.

Ya en el avión que los traía de regreso, se supo oficialmente que Independiente se medía con Cipolletti de Rio Negro y allí, sus jugadores, se dieron cuenta que se podìa. Lo mismo pensó una multitud que los fue a recibir al viejo aeropuerto trelewense. No importaba la hora ni el día. Recibían a quienes le habían dado la mejor alegría en años.

Dos penales que acercaron al cielo al Rojinegro

Dos penales. Únicos. Interminables. Irrepetibles. Que tejieron la historia que marcó a fuego el año más extraordinario de la vida de Independiente y que obligó a pintar de colorado un almanaque añejo y de color sepia. Dos personajes.

Uno, el arquero ataja y mete penales. Otro, el caudillo. Uno, Alberto “Tito” Parsechián. Genio y figura que se metió en la leyenda urbana de Trelew. El Otro, Francisco” Cacho” Fiandino. Utilitario, visceral, talentoso. Los dos fueron factótum esenciales de una campaña formidable y parte de la historia contemporánea de la entidad deportiva futbolística más antigua de la ciudad de Trelew. Igual que sus penales.

Corría una fría mañana de invierno y el viento y la esperanza empujaban al rojinegro a creer que las utopías eran posibles alcanzarlas, cuando en cercanías del viejo San David regenteado por el club de la calle Estados Unidos, un joven, oriundo de Comodoro Rivadavia y con el Crónica bajo el brazo, le preguntó al fenomenal arquero ¿Vos sos Parsechián? El otro, traído desde Buenos Aires por Fiandino luego de una recomendación del recordado José Omar “Pato” Pastoriza, le contestó que sí.

-“Ah! – le dijo el ocasional interlocutor- para seguir. “Yo soy de Comodoro y soy hincha de Huracán. Ahora, tienen que ir a jugar allá para definir la llave ¿No?”, preguntó sabiendo la puesta.
-“Y…sí”, respondió Parsechián con un 2 a 0 a favor en el juego de ida.
-“Bueno. Allá lo van a salir a apretar desde el vamos. Pero le digo una cosa, sabe?”, volvió a preguntarse y contestarse automáticamente. “Si le dan un penal en contra, seguro que lo patea Toledo. Tírese a la izquierda, porque él siempre la patea para ese lado y seguro que lo ataja”, le sugirió.
-“Y cómo se que no lo hacés a propósito y el tiro sale para el otro lado”, consultó con cierta lógica el arquero goleador.
- “Porque ahora vivo en Trelew y quiero que gane Independiente”, fue la terminante respuesta del ocasional parroquiano.
“Fiandino frente a la pelota…¡Se va a decidir la clasificación para el Nacional en una definición por penales!. ¡Atención!. La última chance de Independiente y del Chubut…¡Atención! Toma carrera Fiandino…¡Tira!...¡Goooolllll!. ¡Independiente al Nacional! ¡Independiente al Nacional!
“Cacho” Fiandino salta, grita y se golpea en un festejo imaginable. Sus compañeros ríen y Parsechián masculla su bronca ante el penal convertido en el último entrenamiento antes de la gran final con All Boys de La Pampa.

Promedia el segundo tiempo y el Globo comodorense golea 4 a 1 a Independiente, que recién descontó después de un primer tiempo de terror. Nahuelpang entra al área visitante y lo derriban. Penal para Huracán. Se prepara Toledo. Si lo hace, los suyos se ponen 5 a 1 y la serie se acaba para Independiente. Parsechián se acuerda de la mañana fría del San David y de aquella charla. Va Toledo y dispara a media altura. A la izquierda. Parsechián va hacia ese lado y se pasa, pero desvía la pelota con el pie. Inmediatamente, hay una contra del Rojinegro y el “Negro” Laffitte la manda adentro de su propio arco luego de un centro del “Chivo” Figueroa. Se iguala la serie en cuatro, pero los trelewenses pasan por el valor doble que significa el gol de visitante.

La serie es tensa. El clima irrespirable y dramático. Puro nervio. Parsechián (¡Justo él!) había errado su penal, pero después había atajado dos. “Cacho” había salido, pero después entró para patear el penal, bajo un reglamento que se lo permitía. La gente, había derribado el alambrado y acechaba el área que da a la calle Centenario. Pensó en el silencio del primer penal marrado, de la euforia de los siguientes y de su sueño relatado un día atrás. Le temblaban las piernas. Dos. Tuvo que acomodar dos veces el esférico, pesada, un poco embarrada. Y le pegó con alma y vida para entrar en la historia. Fue gol, gloria y delirio. Después, el arquero de origen armenio, atajó otro tiro desde los doce pasos para cumplir con las formalidades. Fueron dos. Dos penales que marcaron (y marcan) una época. Convulsionada, de esperanza y a veces épica. Y desenfrenada. Fueron dos. Ellos, Dos penales. Los que hicieron gritar a un pueblo.

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