Por Patricia Reyes yMarcela Pérez Bogado (*) /Especial para Jornada
El femicidio de Mónica, del pasado 17 de octubre, tuvo amplia repercusión y cobertura en los medios de comunicación (radio, televisión y gráfica) incluso a nivel nacional. La difusión, indiscriminada, de los pormenores del caso se convirtió en una clara acción de Violencia mediática y simbólica que terminó en la revictimización de la mujer y todo su grupo familiar, especialmente porque ocurrió en una sociedad pequeña como la nuestra.
Es preciso remarcar que la violencia contra las mujeres es una manifestación que puede adquirir diversas formas. La violencia mediática, es una modalidad de ejercicio de la violencia machista que utiliza a los medios y los códigos periodísticos para reproducir la discriminación hacia la mujer.
La ley 26.4851 (2009) la define como:
“Toda aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.
Es decir prácticas que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmiten y reproducen dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.
Abordar la violencia mediática como un modo de funcionamiento (de orden simbólico) de la violencia social estructural y más profunda, permite decir que la violencia mediática está integrada a la noción de “violencia cultural” que opera en formas simbólicas con incidencia social que legitiman tratos desiguales.
Entonces en la lectura de la sección policiales se observa una suerte de “policialización de la realidad”. Donde una sucesión de casos policiales predomina en la agenda noticiosa, lo que incluye la dramatización con que se construyen estas notas (como las de inseguridad en general), pero con el riesgo de convertir al género en un “dato” que extienda el tratamiento sensacionalista. Sensacionalista es la tendencia a producir una fuerte impresión sobre noticias como sucesos (detalles morbosos).
Porque se lo muestra como una tipología delictiva, orientada a captar la audiencia, en vez de difundir criterios específicos sobre violencia contra las mujeres que ayuden a cuestionar naturalizaciones arraigadas en el imaginario social.
Lo que se quiere destacar es que, dado el estilo dominante de la transmisión noticiosa, la mención del género (en este caso, la mención de “mujer”, “femicidio”, “feminicidio”, entre otros) no implica en realidad una reflexión sobre la problemática de género desde una “perspectiva de género” (respetuosa e idónea), sino más bien una coloración más dentro de la trama de policialización (sensacionalismo) que proponen buena parte de los medios.
Por esto es fundamental fomentar una política cultural que tenga por objetivo abordar la cuestión de la violencia de género contra las mujeres respetuosamente desde lo mediático, y en especial que el tratamiento noticioso que se da a acontecimientos que involucran a mujeres, niñas y adolescentes no sea sensacionalista.
Lo que aconteció en los días pasados es un ejemplo de la violencia simbólica que ejercen los medios en el tratamiento de las noticias que afectan los derechos de las mujeres.
Es necesario que desde el periodismo la violencia sea enfocada y comunicada con perspectiva de género. Es necesario que los discursos que se adopten desde los medios de comunicación permitan a la ciudadanía reflexionar sobre los fenómenos violentos que algunos programas de televisión y medios gráficos, reflejan. Es necesario que desde todos los ámbitos sociales nos comprometamos, seriamente, a erradicar la violencia y propiciar la “remoción de patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres” (art. 2 Ley 26485). Y ello puede lograrse con una comunicación con perspectiva de género, igualitaria y no sexista.#
(*) Juezas Penales de Puerto Madryn
Por Patricia Reyes yMarcela Pérez Bogado (*) /Especial para Jornada
El femicidio de Mónica, del pasado 17 de octubre, tuvo amplia repercusión y cobertura en los medios de comunicación (radio, televisión y gráfica) incluso a nivel nacional. La difusión, indiscriminada, de los pormenores del caso se convirtió en una clara acción de Violencia mediática y simbólica que terminó en la revictimización de la mujer y todo su grupo familiar, especialmente porque ocurrió en una sociedad pequeña como la nuestra.
Es preciso remarcar que la violencia contra las mujeres es una manifestación que puede adquirir diversas formas. La violencia mediática, es una modalidad de ejercicio de la violencia machista que utiliza a los medios y los códigos periodísticos para reproducir la discriminación hacia la mujer.
La ley 26.4851 (2009) la define como:
“Toda aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.
Es decir prácticas que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmiten y reproducen dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.
Abordar la violencia mediática como un modo de funcionamiento (de orden simbólico) de la violencia social estructural y más profunda, permite decir que la violencia mediática está integrada a la noción de “violencia cultural” que opera en formas simbólicas con incidencia social que legitiman tratos desiguales.
Entonces en la lectura de la sección policiales se observa una suerte de “policialización de la realidad”. Donde una sucesión de casos policiales predomina en la agenda noticiosa, lo que incluye la dramatización con que se construyen estas notas (como las de inseguridad en general), pero con el riesgo de convertir al género en un “dato” que extienda el tratamiento sensacionalista. Sensacionalista es la tendencia a producir una fuerte impresión sobre noticias como sucesos (detalles morbosos).
Porque se lo muestra como una tipología delictiva, orientada a captar la audiencia, en vez de difundir criterios específicos sobre violencia contra las mujeres que ayuden a cuestionar naturalizaciones arraigadas en el imaginario social.
Lo que se quiere destacar es que, dado el estilo dominante de la transmisión noticiosa, la mención del género (en este caso, la mención de “mujer”, “femicidio”, “feminicidio”, entre otros) no implica en realidad una reflexión sobre la problemática de género desde una “perspectiva de género” (respetuosa e idónea), sino más bien una coloración más dentro de la trama de policialización (sensacionalismo) que proponen buena parte de los medios.
Por esto es fundamental fomentar una política cultural que tenga por objetivo abordar la cuestión de la violencia de género contra las mujeres respetuosamente desde lo mediático, y en especial que el tratamiento noticioso que se da a acontecimientos que involucran a mujeres, niñas y adolescentes no sea sensacionalista.
Lo que aconteció en los días pasados es un ejemplo de la violencia simbólica que ejercen los medios en el tratamiento de las noticias que afectan los derechos de las mujeres.
Es necesario que desde el periodismo la violencia sea enfocada y comunicada con perspectiva de género. Es necesario que los discursos que se adopten desde los medios de comunicación permitan a la ciudadanía reflexionar sobre los fenómenos violentos que algunos programas de televisión y medios gráficos, reflejan. Es necesario que desde todos los ámbitos sociales nos comprometamos, seriamente, a erradicar la violencia y propiciar la “remoción de patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres” (art. 2 Ley 26485). Y ello puede lograrse con una comunicación con perspectiva de género, igualitaria y no sexista.#
(*) Juezas Penales de Puerto Madryn