Centralia, el pueblo tragado por el infierno

En 1962 una quema de basura en una mina abandonada originó el mayor incendio subterráneo de una veta de carbón. El fuego lleva encendido 49 años y se espera que dure 250 años más. Todo un pueblo desapareció tragado por la tierra que se agrietaba a sus pies.

09 JUL 2011 - 19:33 | Actualizado

Antaño, el fuego era visto por la gente como un castigo divino pero también como una forma purificadora del alma de los hombres, pues para las personas bondadosas esperaban los frutos del Paraíso y para los malvados, estaban los horrores del Infierno. Un lugar que la Biblia sitúa en algún lugar del inframundo, donde las llamas son avivadas por los demonios quienes dan cuenta de los pecadores.

Pero a principios de los ´60 un pequeño pueblo minero de Pennsylvania supo de antemano dónde se hallaba el Infierno, pero no se ubicaba en las Santas Escrituras ni en el sermón dominical del párroco, se encontraba justamente bajo sus pies.

Corría el año de 1962, y un incendio en unos basureros, aparentemente inofensivo en una mina abandonada de Centralia, Pennsylvania, se extendió repentinamente por el subsuelo y encendió una veta de carbón situada bajo la ciudad. Las llamas de la superficie fueron extinguidas por los bomberos, pero el carbón siguió ardiendo bajo las casas del pueblo hasta convertirse en un monstruo incontrolable que obligó a desalojar toda la ciudad. El infierno que se había desatado bajo sus pies estaba devorando el poblado desde sus cimientos.

Centralia es un municipio en el condado de Columbia, Pennsylvania, en los Estados Unidos. En 1981 contaba con más de 1.000 habitantes, pero la población disminuyó a 12 como resultado del incendio en la vieja mina de carbón que aún arde debajo de la ciudad. En la actualidad es el pueblo con menor población del estado de Pennsylvania.

Un pueblo fantasma

Hoy día, el pueblo de Centralia es un lugar abandonado y fantasmal. La mina subterránea sigue ardiendo y arrasando con la vida en la superficie. Se calcula que contiene suficiente carbón como para seguir ardiendo durante 250 años más.

El fuego que comenzó en un basural, se esparció por todas las galerías de la mina situada debajo del pueblo. Durante estos 49 años, varias veces se intentó aplacar el fuego sin resultado alguno. Entre los años 1960 y 1970, varias personas de Centralia se vieron afectadas en su salud y no tenían en claro cuál era el problema ahora. Un nuevo demonio de ese infierno se hacia presente y se trataba del monóxido de carbono que afloraba del suelo producto del siniestro.

En 1979 la gente se dio cuenta de la magnitud del problema cuando el propietario de una estación de servicio, de casualidad, insertó una vara dentro de uno de los tanques subterráneos para verificar el nivel de combustible. Cuando la retiró estaba caliente, entonces bajó un termómetro atado a una cuerda y se sorprendió al descubrir que la temperatura de la nafta en el tanque era de 78°C. Poco tiempo después de este incidente la atención hacia el fuego se incrementó. Las llamas subterráneas estaban avanzando peligrosamente hacia la gente.

En 1981, otro incidente ocurrió, esta vez un niño de nombre Todd Domboski de 12 años, cayó en una grieta que de pronto se abrió bajo sus pies. El joven tuvo la suerte de ser rescatado por su primo que lo alcanzó a tomar antes de ir a parar al fondo de la mina ardiente, se estimó que el pozo tenía decenas de metros de profundidad. El inesperado suceso atrajo la atención de todo el país hacia Centralia, y en 1984 el Congreso de los Estados Unidos asignó más de 40 millones de dólares para la reubicación del poblado en una zona más segura. La mayoría de los residentes aceptaron la indemnización y se mudaron a los pueblos vecinos de Mount Carmel y Ashland. La mina en llamas estaba consumiendo la tierra y esta se agrietaba repentinamente tragando casas, árboles y objetos pesados.

Pero algunas familias desafiando al peligro, optaron por quedarse, a pesar de las advertencias de los oficiales del estado. Pero ante el incremento de las emanaciones de dióxido de carbono y de las grietas en el suelo, en 1992 el estado de Pennsylvania decidió expropiar todos los inmuebles del municipio para salvar a sus pobladores. Una subsiguiente batalla legal en contra del gobierno fue iniciada por los residentes, sin éxito. En el 2002 el servicio postal estadounidense revocó el código de área ya que el lugar se había convertido en un pueblo fantasma.

Centralia hoy

Cuarenta y nueve años después de comenzado el incendio subterráneo, sólo un puñado de casas quedó de pie en las orillas de Centralia. La mayoría de los edificios han sido arrasados por el calor que los quemó desde abajo y hoy el área parece una campiña desolada con varias calles pavimentadas y algunas partes se han llenado de árboles nuevos. La única iglesia que quedó en el pueblo mantiene servicios semanalmente los sábados en la noche. Irónicamente, los cementerios del lugar tienen más población en ellos, que el mismo pueblo.

Los únicos indicios del fuego, que se encuentra a 1.600 metros de profundidad, son algunas grietas subterráneas que expelen humo en el sur del municipio. Otras fuentes de humo y vapor vienen de una porción abandonada de la ruta estatal número 61, la cual fue cerrada por los años ´ 90 después de que aparecieron varias grietas en la superficie, así como también desde los alrededores del cementerio y de varias otras fosas situadas en el área. Sin embargo, el fuego subterráneo todavía arde y seguirá así por un tiempo indeterminado. No existe ningún plan de momento para extinguir el incendio, el cual consume una veta de unos 13 kilómetros de extensión que contiene suficiente carbón para arder durante 250 años más.

Los pocos pobladores que aún residen en la desolada Centralia no saben cuál será su suerte, ya que el estado de Pennsylvania no renovó el contrato de reubicación que espiró en 2005. Permanecerán allí, en un pueblo que se hunde poco a poco bajo grietas humeantes, tierras quemadas y el murmullo del viento entre los árboles muertos, tal vez la mejor imagen que uno pueda tener del infierno que arde bajo sus pies. #

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09 JUL 2011 - 19:33

Antaño, el fuego era visto por la gente como un castigo divino pero también como una forma purificadora del alma de los hombres, pues para las personas bondadosas esperaban los frutos del Paraíso y para los malvados, estaban los horrores del Infierno. Un lugar que la Biblia sitúa en algún lugar del inframundo, donde las llamas son avivadas por los demonios quienes dan cuenta de los pecadores.

Pero a principios de los ´60 un pequeño pueblo minero de Pennsylvania supo de antemano dónde se hallaba el Infierno, pero no se ubicaba en las Santas Escrituras ni en el sermón dominical del párroco, se encontraba justamente bajo sus pies.

Corría el año de 1962, y un incendio en unos basureros, aparentemente inofensivo en una mina abandonada de Centralia, Pennsylvania, se extendió repentinamente por el subsuelo y encendió una veta de carbón situada bajo la ciudad. Las llamas de la superficie fueron extinguidas por los bomberos, pero el carbón siguió ardiendo bajo las casas del pueblo hasta convertirse en un monstruo incontrolable que obligó a desalojar toda la ciudad. El infierno que se había desatado bajo sus pies estaba devorando el poblado desde sus cimientos.

Centralia es un municipio en el condado de Columbia, Pennsylvania, en los Estados Unidos. En 1981 contaba con más de 1.000 habitantes, pero la población disminuyó a 12 como resultado del incendio en la vieja mina de carbón que aún arde debajo de la ciudad. En la actualidad es el pueblo con menor población del estado de Pennsylvania.

Un pueblo fantasma

Hoy día, el pueblo de Centralia es un lugar abandonado y fantasmal. La mina subterránea sigue ardiendo y arrasando con la vida en la superficie. Se calcula que contiene suficiente carbón como para seguir ardiendo durante 250 años más.

El fuego que comenzó en un basural, se esparció por todas las galerías de la mina situada debajo del pueblo. Durante estos 49 años, varias veces se intentó aplacar el fuego sin resultado alguno. Entre los años 1960 y 1970, varias personas de Centralia se vieron afectadas en su salud y no tenían en claro cuál era el problema ahora. Un nuevo demonio de ese infierno se hacia presente y se trataba del monóxido de carbono que afloraba del suelo producto del siniestro.

En 1979 la gente se dio cuenta de la magnitud del problema cuando el propietario de una estación de servicio, de casualidad, insertó una vara dentro de uno de los tanques subterráneos para verificar el nivel de combustible. Cuando la retiró estaba caliente, entonces bajó un termómetro atado a una cuerda y se sorprendió al descubrir que la temperatura de la nafta en el tanque era de 78°C. Poco tiempo después de este incidente la atención hacia el fuego se incrementó. Las llamas subterráneas estaban avanzando peligrosamente hacia la gente.

En 1981, otro incidente ocurrió, esta vez un niño de nombre Todd Domboski de 12 años, cayó en una grieta que de pronto se abrió bajo sus pies. El joven tuvo la suerte de ser rescatado por su primo que lo alcanzó a tomar antes de ir a parar al fondo de la mina ardiente, se estimó que el pozo tenía decenas de metros de profundidad. El inesperado suceso atrajo la atención de todo el país hacia Centralia, y en 1984 el Congreso de los Estados Unidos asignó más de 40 millones de dólares para la reubicación del poblado en una zona más segura. La mayoría de los residentes aceptaron la indemnización y se mudaron a los pueblos vecinos de Mount Carmel y Ashland. La mina en llamas estaba consumiendo la tierra y esta se agrietaba repentinamente tragando casas, árboles y objetos pesados.

Pero algunas familias desafiando al peligro, optaron por quedarse, a pesar de las advertencias de los oficiales del estado. Pero ante el incremento de las emanaciones de dióxido de carbono y de las grietas en el suelo, en 1992 el estado de Pennsylvania decidió expropiar todos los inmuebles del municipio para salvar a sus pobladores. Una subsiguiente batalla legal en contra del gobierno fue iniciada por los residentes, sin éxito. En el 2002 el servicio postal estadounidense revocó el código de área ya que el lugar se había convertido en un pueblo fantasma.

Centralia hoy

Cuarenta y nueve años después de comenzado el incendio subterráneo, sólo un puñado de casas quedó de pie en las orillas de Centralia. La mayoría de los edificios han sido arrasados por el calor que los quemó desde abajo y hoy el área parece una campiña desolada con varias calles pavimentadas y algunas partes se han llenado de árboles nuevos. La única iglesia que quedó en el pueblo mantiene servicios semanalmente los sábados en la noche. Irónicamente, los cementerios del lugar tienen más población en ellos, que el mismo pueblo.

Los únicos indicios del fuego, que se encuentra a 1.600 metros de profundidad, son algunas grietas subterráneas que expelen humo en el sur del municipio. Otras fuentes de humo y vapor vienen de una porción abandonada de la ruta estatal número 61, la cual fue cerrada por los años ´ 90 después de que aparecieron varias grietas en la superficie, así como también desde los alrededores del cementerio y de varias otras fosas situadas en el área. Sin embargo, el fuego subterráneo todavía arde y seguirá así por un tiempo indeterminado. No existe ningún plan de momento para extinguir el incendio, el cual consume una veta de unos 13 kilómetros de extensión que contiene suficiente carbón para arder durante 250 años más.

Los pocos pobladores que aún residen en la desolada Centralia no saben cuál será su suerte, ya que el estado de Pennsylvania no renovó el contrato de reubicación que espiró en 2005. Permanecerán allí, en un pueblo que se hunde poco a poco bajo grietas humeantes, tierras quemadas y el murmullo del viento entre los árboles muertos, tal vez la mejor imagen que uno pueda tener del infierno que arde bajo sus pies. #