Paul Crespo, el combatiente de las peores angustias

Es volante de Belgrano de Esquel. Además, es el chofer del equipo. Su padre Oscar Ernesto sufrió la amputación de sus piernas y perdió parcialmente la vista por una diabetes. Su madre María tiene cáncer de tiroides. “Juego al fútbol por ellos. Mi familia tiene mucho huevo (sic)”, sentenció.

Paul Crespo posa con su padre Oscar Ernesto junto a la combi que traslada al plantel de Belgrano .
20 MAR 2017 - 21:07 | Actualizado

Por Francisco Caputo

Paul Crespo, de 27 años, es futbolista de Belgrano de Esquel, uno los cuartofinalistas chubutenses del Federal C. Además es el chofer del equipo. Antes y después de cada partido de visitante, traslada a la delegación del “Xeneize” en la combi de Transportes Wenú, el emprendimiento económico familiar.

Exponerse a ese sacrificio posee una lógica. Crespo no solo juega por su equipo o por él. Sale a disputar cada encuentro con una misión especial: alegrar a sus padres.

Esa cuestión dista de ser una frase hecha. Oscar Ernesto, de 52 años, tiene sus dos piernas amputadas y sufre una ceguera parcial, fruto de una diabetes. Su madre María, de 47, tiene cáncer de tiroides.

Con esa carga emotiva diferente, Crespo se enfunda la camiseta de Belgrano. Y le relata su historia a Jornada. “Juego al fútbol por ellos. Hago este esfuerzo por ver felices a mis viejos. Hace siete años venimos de mala racha. Se nos han cruzado muchos obstáculos. Y mis viejos son futboleros”, indicó Crespo, volante central surgido de la cantera del “Xeneize”. “Juego también para descargarmeDisfruto el fútbol. Pero ellos son el motivo principal de mi presencia en las canchas. Soy su único hijo”, acotó.

Las enfermedades

Las complicaciones de salud en la familia causaron angustia y alteraron la rutina diaria. Su origen se remonta hace un cuarto de siglo.

“Mi viejo es diabético hace 25 años. Es una enfermedad muy silenciosa. Primero sufrió glaucomas en sus ojos, con pérdida de visión en el ojo izquierdo y un poco en el derecho (sic). Le hicieron 1.500 disparos de láser y le aplicaron tres inyecciones en cada ojo”, relató. “Hace casi siete años, por una lastimadura que se infectó, le amputaron media canilla de la pierna derecha. Y hace tres, se tuvo que hacer algo parecido en la izquierda”, narró con tristeza.

“Esa última vez, fue trasladado de urgencia a Trelew. Mi madre viajó con él porque podía descompensarse. Yo me quedé en Esquel trabajando en La Hoya, donde trabajo cuando es temporada alta”, relató.

“Pero al día siguiente del traslado, mi tío me llamó para avisarme que había que amputarle media pierna, que era eso o la vida. Luis Villarruel, mi jefe, me hizo el aguante (sic) y pude viajar y quedarme. No fue solo la operación. La infección había tomado otros órganos. Mi padre estuvo internado dos semanas hasta que todo se normalizó”, comentó.

La tenacidad

A ese marco de situación, se sumó posteriormente el cáncer de su madre. “Se lo detectaron hace un año y medio. En su momento viajó a Buenos Aires para operarse y estuvo varios meses allá. Yo no pude acompañarla porque me tuve que quedar a cuidar a mi viejo, porque su enfermedad es muy riesgosa. Fue mi tío, su hermano esa vez”, explicó.

“Cada tanto ella viaja a Capital. De hecho, la pasada semana estuvo allá. El cáncer no se te va nunca”, remarcó con resignación. “Tengo una familia con mucho huevo (sic), mi viejos se bancaron todas. Yo me banco las dos situaciones y eso me hace más fuerte. Tengo el apoyo del resto de mi familia, de mis amigos y especialmente de mi novia, Ana Laura Arden. No dejan que caiga, que me rinda”, indicó.

“A veces me pongo mal y lloro. Pero no delante de ellos. No quiero que me vean mal. Porque si me ven mal, sufren. Y yo no quiero eso. Tengo que ser fuerte”, agregó.

Las sonrisas

Pese a los contratiempos, Paul mantiene firmes sus creencias religiosas. “Soy católico. Creo en Dios y la virgen. Soy creyente. La verdad, no sé porqué ocurre todo esto. Pero sí sé que son obstáculos que pone la vida. Y hay que afrontarlos”, puntualizó.

“No es fácil. Me gustaría salir más con mis padres, pero no se puede. Me encantaría que mi padre me viera jugar en la cancha. Pero tiene las dos piernas amputadas y le cuesta ver. Me da bronca porque él jugó en Belgrano, hacía deporte. Pero pese a todo, creo”, comentó. “Mi padre no podrá ir, pero escucha todos los partidos por radio. Mi mamá sí va. Y ambos se alegran por mí”, reseñó.

Tanto dolor vivido catapulta a Crespo, quien a su vez potencia a su equipo, que alcanzó los cuartos de final. El próximo fin de semana, se abre la serie ante Pacífico de Neuquén “Estamos pasando un buen momento futbolístico. Quiero llegar lo más lejos posible en este Federal C. Ahora toca Pacífico. En el primer partido no podré estar porque fui expulsado. Pero en el segundo estaré. Manejaré, jugaré y dejaré todo. La sonrisa de mis padres lo vale”, concluyó. Paul Crespo, el hombre que juega por la gloria motivado por el tesoro más preciado: la sonrisa de sus padres.#

Los sueños

Está complicada la vida académica de Crespo. “Debo algunas materias del secundario por todo lo que ha pasado. Espero rendirlas, tener un trabajo fijo”, expresó Crespo. “También quiero darles un nieto a ellos”, enfatizó.

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Paul Crespo posa con su padre Oscar Ernesto junto a la combi que traslada al plantel de Belgrano .
20 MAR 2017 - 21:07

Por Francisco Caputo

Paul Crespo, de 27 años, es futbolista de Belgrano de Esquel, uno los cuartofinalistas chubutenses del Federal C. Además es el chofer del equipo. Antes y después de cada partido de visitante, traslada a la delegación del “Xeneize” en la combi de Transportes Wenú, el emprendimiento económico familiar.

Exponerse a ese sacrificio posee una lógica. Crespo no solo juega por su equipo o por él. Sale a disputar cada encuentro con una misión especial: alegrar a sus padres.

Esa cuestión dista de ser una frase hecha. Oscar Ernesto, de 52 años, tiene sus dos piernas amputadas y sufre una ceguera parcial, fruto de una diabetes. Su madre María, de 47, tiene cáncer de tiroides.

Con esa carga emotiva diferente, Crespo se enfunda la camiseta de Belgrano. Y le relata su historia a Jornada. “Juego al fútbol por ellos. Hago este esfuerzo por ver felices a mis viejos. Hace siete años venimos de mala racha. Se nos han cruzado muchos obstáculos. Y mis viejos son futboleros”, indicó Crespo, volante central surgido de la cantera del “Xeneize”. “Juego también para descargarmeDisfruto el fútbol. Pero ellos son el motivo principal de mi presencia en las canchas. Soy su único hijo”, acotó.

Las enfermedades

Las complicaciones de salud en la familia causaron angustia y alteraron la rutina diaria. Su origen se remonta hace un cuarto de siglo.

“Mi viejo es diabético hace 25 años. Es una enfermedad muy silenciosa. Primero sufrió glaucomas en sus ojos, con pérdida de visión en el ojo izquierdo y un poco en el derecho (sic). Le hicieron 1.500 disparos de láser y le aplicaron tres inyecciones en cada ojo”, relató. “Hace casi siete años, por una lastimadura que se infectó, le amputaron media canilla de la pierna derecha. Y hace tres, se tuvo que hacer algo parecido en la izquierda”, narró con tristeza.

“Esa última vez, fue trasladado de urgencia a Trelew. Mi madre viajó con él porque podía descompensarse. Yo me quedé en Esquel trabajando en La Hoya, donde trabajo cuando es temporada alta”, relató.

“Pero al día siguiente del traslado, mi tío me llamó para avisarme que había que amputarle media pierna, que era eso o la vida. Luis Villarruel, mi jefe, me hizo el aguante (sic) y pude viajar y quedarme. No fue solo la operación. La infección había tomado otros órganos. Mi padre estuvo internado dos semanas hasta que todo se normalizó”, comentó.

La tenacidad

A ese marco de situación, se sumó posteriormente el cáncer de su madre. “Se lo detectaron hace un año y medio. En su momento viajó a Buenos Aires para operarse y estuvo varios meses allá. Yo no pude acompañarla porque me tuve que quedar a cuidar a mi viejo, porque su enfermedad es muy riesgosa. Fue mi tío, su hermano esa vez”, explicó.

“Cada tanto ella viaja a Capital. De hecho, la pasada semana estuvo allá. El cáncer no se te va nunca”, remarcó con resignación. “Tengo una familia con mucho huevo (sic), mi viejos se bancaron todas. Yo me banco las dos situaciones y eso me hace más fuerte. Tengo el apoyo del resto de mi familia, de mis amigos y especialmente de mi novia, Ana Laura Arden. No dejan que caiga, que me rinda”, indicó.

“A veces me pongo mal y lloro. Pero no delante de ellos. No quiero que me vean mal. Porque si me ven mal, sufren. Y yo no quiero eso. Tengo que ser fuerte”, agregó.

Las sonrisas

Pese a los contratiempos, Paul mantiene firmes sus creencias religiosas. “Soy católico. Creo en Dios y la virgen. Soy creyente. La verdad, no sé porqué ocurre todo esto. Pero sí sé que son obstáculos que pone la vida. Y hay que afrontarlos”, puntualizó.

“No es fácil. Me gustaría salir más con mis padres, pero no se puede. Me encantaría que mi padre me viera jugar en la cancha. Pero tiene las dos piernas amputadas y le cuesta ver. Me da bronca porque él jugó en Belgrano, hacía deporte. Pero pese a todo, creo”, comentó. “Mi padre no podrá ir, pero escucha todos los partidos por radio. Mi mamá sí va. Y ambos se alegran por mí”, reseñó.

Tanto dolor vivido catapulta a Crespo, quien a su vez potencia a su equipo, que alcanzó los cuartos de final. El próximo fin de semana, se abre la serie ante Pacífico de Neuquén “Estamos pasando un buen momento futbolístico. Quiero llegar lo más lejos posible en este Federal C. Ahora toca Pacífico. En el primer partido no podré estar porque fui expulsado. Pero en el segundo estaré. Manejaré, jugaré y dejaré todo. La sonrisa de mis padres lo vale”, concluyó. Paul Crespo, el hombre que juega por la gloria motivado por el tesoro más preciado: la sonrisa de sus padres.#

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Está complicada la vida académica de Crespo. “Debo algunas materias del secundario por todo lo que ha pasado. Espero rendirlas, tener un trabajo fijo”, expresó Crespo. “También quiero darles un nieto a ellos”, enfatizó.


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