Por Daniela Patricia Almirón / En Twitter: @almirond
Caminando por la costa, en Puerto Madryn, en dirección al “Indio”, hacia su monumento, se pasa frente al Edificio del CONICET – CENPAT. Se puede ver ese cartel tan lindo que anuncia a esa institución. El logo, con los colores de nuestra bandera nacional. El símbolo del infinito en celeste, y un sol asomando. Me gusta verlo. Y se puede ver otro cartel que declara qué año es este. 2015 es “El año internacional de la Luz” y de las tecnologías basadas en la luz, de acuerdo a la Declaración de la 68° Asamblea de la ONU. Es un gran cartel. En ese espacio, cada año, pregona a qué se corresponde. El año 2014 fue, también declarado por la ONU, el año internacional de “La Cristalografía”. Sí, porque aunque no nos demos cuenta, los cristales nos rodean todo el tiempo, forman parte de nuestra vida cotidiana. Están en el azúcar, en la pasta de dientes, en pantallas de cristal líquido, y en infinidad de elementos habituales.
Pareciera quizás, a simple escucha, que la luz estaría más presente en esa cotidianeidad. Tan presente, como dice la canción, “aunque no lo veamos, el sol siempre está”.
Durante todo el año se realizan actividades de naturaleza educativa, académica, cultural, científica, relacionadas al tema. Concientización del uso, importancia, presencia permanente y en relación a las artes. La Luz en la humanidad. El sol de nuestra bandera nacional tiene 32 rayos, 16 flamígeros, y 16 rectilíneos. El sol, con su rostro, como reconocimiento a su deidad por los pueblos originarios. Los rayos flamígeros significan la energía. Los rectilíneos, la luz. Pueden creer que esto nos lo enseñó nuestro Profesor de Historia, en segundo año del secundario. Y vaya a saber por qué razón cerebral, ahí está, esa información, acompañándome desde hace tantos años “como un documento inalterable”.
Hace tiempo vi una película titulada “Silver linnings playbook”, traducida aquí como “El lado luminoso de la vida”. Protagonizada por el guapo de Bradley Cooper, más conocido por su actuación en “¿Qué pasó anoche?”. Aún cuando está transitando un camino ya de famosillo de la alfombra roja con otras atendibles actuaciones. Me impresiona siempre, de este actor, la expresión de sus ojos, su mirada, que constituye sin duda uno de sus fuertes. La protagonista femenina es Jennifer Lawrence, cuya actuación en esta película le valió un premio Oscar como Mejor Actriz. Él está dejando una internación psiquiátrica, luego de una separación shockeante y abrupta, con su esposa. Ella está transitando el duelo del fallecimiento de su esposo. Ambos saliendo, en definitiva, de pérdidas e intentando acomodarse a la vida, sin lo de antes y con otras cosas. Algunas nuevas, otras que estaban y no se veían. Un trato negociado, con beneficio para ambos, los acerca. Cada uno irá descubriendo cuál es ese lado luminoso y bueno de la vida.
Los seres humanos, de manera general, estamos poco preparados, considero, para salir de las rutinas. Quizás algunos más, otros menos. Los cambios de hábitos, de cotidianeidad, nos desacomodan. Aún cuando lo nuevo pueda ser mejor, o más positivo. Hasta descubrirlo es un trabajo, ¡ufff! Pienso en todos los investigadores, empecinados en inventar la “lamparita incandescente”, en descubrir la forma, de que durara más tiempo encendida, y en esa carrera hacia el patentamiento, ganada por Edison.
Descubrir ese lado luminoso de las situaciones, de las personas, de las cosas, a veces es trabajoso. Lo que creo, es que está. La luz siempre está. Como hay también personas luminosas. Personas con luz. Personas iluminadas. Personas que ofrecen luz. Y hay personas oscuras. Personas oscurecidas. Personas… “sin veredas con sol”. Y pienso en las fotocélulas. Esas instalaciones que permiten que la luz se encienda cuando oscurece, y se apaga, cuando ya hay luz natural. Hay personas que ponen luz, así, donde hay oscuridad.
También hay personas que están donde no deben estar, y uno pasa por donde no tiene que pasar, y se encuentra. Entonces, hay encuentros. Que son luminosos. Con luz. Iluminados. Hay también encuentros oscuros. Oscurecidos. Penumbrosos. Y com, todo es una cuestión de actitud creo que, si se modifica la actitud, el mundo que nos rodea se modifica. Y si prendemos la luz, desaparece la oscuridad, y vemos mejor. Y los encuentros pueden modificarnos por la interacción. Pienso en esta luz que tengo la suerte de ver a menudo. Personas con dolor, por el conflicto, que los aleja de otro. Un conflicto penumbroso. Acude de alguna manera, en busca de un poco de claridad luminosa. Así es que este proceso de conversación escuchada y atenta, que es la mediación, produce ciertas iluminaciones. En los mediados, en los mediadores, en el ambiente. Y más se ilumina todo cuando alguien va a esta oficina con un niño. Y de repente, el niño sonríe, acepta jugar, acepta dibujar, y simplemente lo hace. Su risa ilumina. La sonrisa que se ofrece tiene un efecto reflejo, y al que mira lo ilumina. ¡Cómo nos cuesta sonreír! “La risa remedio infalible”, ¿se acuerdan?, el segmento de la “Selecciones”, ¿una antigüedad o un clásico?
La risa nos abre. Cómo si nos estirara, o alargara. ¿Han podido ver la flor de acero de Buenos Aires? Se encuentra en lo que se llama Plaza de las Naciones Unidas, o Plaza de la Facultad de Derecho. ¡Qué nombres! También hoy es llamada Plaza de la Flor. Fue construida y donada, al gobierno de la Ciudad Autónoma, por el arquitecto argentino Eduardo Catalano. Mide 23 metros, y tiene seis graaaandes pétalos. Se abre cada día a las 8 de la mañana y se cierra al ocaso, gracias al sistema eléctrico que posee. Con la luz nos abrimos y con la oscuridad nos cerramos. Algunas mañanas, camino a mi trabajo, necesito escuchar a la Negra Sosa, en esa maravillosa versión con orquesta, cantando a Fito… “Y dale alegría, alegría a mi corazón. Es lo único que te pido al menos hoy. Y dale alegría, alegría a mi corazón. Afuera se irán la pena y el dolor. Y ya verás, las sombras que aquí estuvieron no estarán. Y ya, ya verás, bebamos y emborrachemos la ciudad. Y dale alegría, alegría a mi corazón. Es lo único que te pido al menos hoy.
Y dale alegría, alegría a mi corazón. Y que se enciendan las luces de este amor.”
Hay una luz, dentro de cada uno de nosotros. Animarse a iluminar. Animarse y que fluya.#
* Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora
Por Daniela Patricia Almirón / En Twitter: @almirond
Caminando por la costa, en Puerto Madryn, en dirección al “Indio”, hacia su monumento, se pasa frente al Edificio del CONICET – CENPAT. Se puede ver ese cartel tan lindo que anuncia a esa institución. El logo, con los colores de nuestra bandera nacional. El símbolo del infinito en celeste, y un sol asomando. Me gusta verlo. Y se puede ver otro cartel que declara qué año es este. 2015 es “El año internacional de la Luz” y de las tecnologías basadas en la luz, de acuerdo a la Declaración de la 68° Asamblea de la ONU. Es un gran cartel. En ese espacio, cada año, pregona a qué se corresponde. El año 2014 fue, también declarado por la ONU, el año internacional de “La Cristalografía”. Sí, porque aunque no nos demos cuenta, los cristales nos rodean todo el tiempo, forman parte de nuestra vida cotidiana. Están en el azúcar, en la pasta de dientes, en pantallas de cristal líquido, y en infinidad de elementos habituales.
Pareciera quizás, a simple escucha, que la luz estaría más presente en esa cotidianeidad. Tan presente, como dice la canción, “aunque no lo veamos, el sol siempre está”.
Durante todo el año se realizan actividades de naturaleza educativa, académica, cultural, científica, relacionadas al tema. Concientización del uso, importancia, presencia permanente y en relación a las artes. La Luz en la humanidad. El sol de nuestra bandera nacional tiene 32 rayos, 16 flamígeros, y 16 rectilíneos. El sol, con su rostro, como reconocimiento a su deidad por los pueblos originarios. Los rayos flamígeros significan la energía. Los rectilíneos, la luz. Pueden creer que esto nos lo enseñó nuestro Profesor de Historia, en segundo año del secundario. Y vaya a saber por qué razón cerebral, ahí está, esa información, acompañándome desde hace tantos años “como un documento inalterable”.
Hace tiempo vi una película titulada “Silver linnings playbook”, traducida aquí como “El lado luminoso de la vida”. Protagonizada por el guapo de Bradley Cooper, más conocido por su actuación en “¿Qué pasó anoche?”. Aún cuando está transitando un camino ya de famosillo de la alfombra roja con otras atendibles actuaciones. Me impresiona siempre, de este actor, la expresión de sus ojos, su mirada, que constituye sin duda uno de sus fuertes. La protagonista femenina es Jennifer Lawrence, cuya actuación en esta película le valió un premio Oscar como Mejor Actriz. Él está dejando una internación psiquiátrica, luego de una separación shockeante y abrupta, con su esposa. Ella está transitando el duelo del fallecimiento de su esposo. Ambos saliendo, en definitiva, de pérdidas e intentando acomodarse a la vida, sin lo de antes y con otras cosas. Algunas nuevas, otras que estaban y no se veían. Un trato negociado, con beneficio para ambos, los acerca. Cada uno irá descubriendo cuál es ese lado luminoso y bueno de la vida.
Los seres humanos, de manera general, estamos poco preparados, considero, para salir de las rutinas. Quizás algunos más, otros menos. Los cambios de hábitos, de cotidianeidad, nos desacomodan. Aún cuando lo nuevo pueda ser mejor, o más positivo. Hasta descubrirlo es un trabajo, ¡ufff! Pienso en todos los investigadores, empecinados en inventar la “lamparita incandescente”, en descubrir la forma, de que durara más tiempo encendida, y en esa carrera hacia el patentamiento, ganada por Edison.
Descubrir ese lado luminoso de las situaciones, de las personas, de las cosas, a veces es trabajoso. Lo que creo, es que está. La luz siempre está. Como hay también personas luminosas. Personas con luz. Personas iluminadas. Personas que ofrecen luz. Y hay personas oscuras. Personas oscurecidas. Personas… “sin veredas con sol”. Y pienso en las fotocélulas. Esas instalaciones que permiten que la luz se encienda cuando oscurece, y se apaga, cuando ya hay luz natural. Hay personas que ponen luz, así, donde hay oscuridad.
También hay personas que están donde no deben estar, y uno pasa por donde no tiene que pasar, y se encuentra. Entonces, hay encuentros. Que son luminosos. Con luz. Iluminados. Hay también encuentros oscuros. Oscurecidos. Penumbrosos. Y com, todo es una cuestión de actitud creo que, si se modifica la actitud, el mundo que nos rodea se modifica. Y si prendemos la luz, desaparece la oscuridad, y vemos mejor. Y los encuentros pueden modificarnos por la interacción. Pienso en esta luz que tengo la suerte de ver a menudo. Personas con dolor, por el conflicto, que los aleja de otro. Un conflicto penumbroso. Acude de alguna manera, en busca de un poco de claridad luminosa. Así es que este proceso de conversación escuchada y atenta, que es la mediación, produce ciertas iluminaciones. En los mediados, en los mediadores, en el ambiente. Y más se ilumina todo cuando alguien va a esta oficina con un niño. Y de repente, el niño sonríe, acepta jugar, acepta dibujar, y simplemente lo hace. Su risa ilumina. La sonrisa que se ofrece tiene un efecto reflejo, y al que mira lo ilumina. ¡Cómo nos cuesta sonreír! “La risa remedio infalible”, ¿se acuerdan?, el segmento de la “Selecciones”, ¿una antigüedad o un clásico?
La risa nos abre. Cómo si nos estirara, o alargara. ¿Han podido ver la flor de acero de Buenos Aires? Se encuentra en lo que se llama Plaza de las Naciones Unidas, o Plaza de la Facultad de Derecho. ¡Qué nombres! También hoy es llamada Plaza de la Flor. Fue construida y donada, al gobierno de la Ciudad Autónoma, por el arquitecto argentino Eduardo Catalano. Mide 23 metros, y tiene seis graaaandes pétalos. Se abre cada día a las 8 de la mañana y se cierra al ocaso, gracias al sistema eléctrico que posee. Con la luz nos abrimos y con la oscuridad nos cerramos. Algunas mañanas, camino a mi trabajo, necesito escuchar a la Negra Sosa, en esa maravillosa versión con orquesta, cantando a Fito… “Y dale alegría, alegría a mi corazón. Es lo único que te pido al menos hoy. Y dale alegría, alegría a mi corazón. Afuera se irán la pena y el dolor. Y ya verás, las sombras que aquí estuvieron no estarán. Y ya, ya verás, bebamos y emborrachemos la ciudad. Y dale alegría, alegría a mi corazón. Es lo único que te pido al menos hoy.
Y dale alegría, alegría a mi corazón. Y que se enciendan las luces de este amor.”
Hay una luz, dentro de cada uno de nosotros. Animarse a iluminar. Animarse y que fluya.#
* Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora